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Ángel Crespo

Biografía

Crespo, Ángel. España, s. m. s. XVIII – Ciudad de México (México), m. s. XIX. Enfermero, cronista y secretario en la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna.

De Crespo se ha dicho que fue el secretario de la Expedición, el encargado de la correspondencia y quizá de llevar el diario de la misma (que no ha podido conservarse). Probablemente fue el hombre de confianza de Balmis, un apoderado suyo más allá del periodo que nos ocupa.

Inicialmente, fue elegido por Balmis como enfermero en la expedición, aunque no partió con la Expedición desde La Coruña y, como indica la lista de pasajeros, tampoco lo hizo desde Madrid, por motivos personales. Fue sustituido por Antonio Pastor.

La expedición partió de La Coruña el 30 de noviembre de 1803. Integraban la expedición, además del director Balmis, el cirujano catalán José Salvany Lleopart, como subdirector; dos ayudantes cirujanos, Manuel Julián Grajales, quien en 1805 obtuvo el grado de doctor en Medicina por la Universidad de Santiago de Chile, y Antonio Gutiérrez Robredo, propuesto por el director de la expedición por tratarse de su discípulo predilecto; dos practicantes, Francisco Pastor Balmis, según Balmis, “muy instruido en la vacuna por haberla constantemente practicado a mi lado”, y Rafael Lozano Pérez, seleccionado porque “se ha dedicado a esta nueva inoculación y es cirujano aprobado”; tres enfermeros, Basilio Bolaño, Pedro Ortega y Antonio Pastor; 22 niños procedentes de la casa de expósitos de La Coruña acompañados de su rectora, Isabel Sendales Gómez.

Sin embargo, se unió a los expedicionarios más tarde, concretamente en la subexpedición de Balmis, sin correr la suerte del grupo de Salvany, recorriendo Venezuela y México, donde realizó funciones de secretario.

Vacunaron en Manila a más de 20.000 personas. La complejidad geográfica del archipiélago filipino demoró la propagación de la vacuna en tanto que partieron el 10 de junio de 1806 y volvieron a Acapulco Gutiérrez (a quien Balmis dejó encargado de tornar a México con el objeto de devolver los 26 niños que habían llevado a Filipinas), Antonio y Francisco Pastor y la rectora el 14 de agosto de 1807 (algunos lo datan erróneamente en 1809). Pedro Ortega falleció en Manila y Balmis hizo el trayecto de vuelta a España por Cantón y Santa Elena en solitario, llegando a España en 1806.

Los problemas políticos y las primeras luchas por la Independencia les impidieron regresar a la Península, provocando que el grupo se desmembrara.

Meses después de su llegada a México, habiendo obtenido su pensión, su destino se enlazaba nuevamente con Balmis, el cual salió de Madrid a finales de 1808, poco antes de que la Grande Armée, con Napoleón al mando, tomara la ciudad; él mismo lo relataba así: “Siendo de los primeros que por seguir la justa causa de V.M., abandonó su casa y bienes, que fueron confiscados por los primeros decretos del intruso Rey a su entrada en esta Capital”. Un acto de lealtad a la Corona, al lado de la Junta Suprema Central, que asumió el poder durante la ausencia de Fernando VII y a la que Balmis siguió hacia Sevilla y la Real Isla de León (actual San Fernando, Cádiz). En consecuencia, Balmis fue declarado proscrito, como certifica el documento fechado el 13 de octubre de 1809 que contiene una “lista de varias personas que en decretos del rey intruso han merecido la gloriosa ejecutoria de ser condenados a la proscripción por nuestros enemigos y a la confiscación de sus bienes”. Su nombre aparece junto al de otras destacadas personalidades que formaban parte de las clases influyentes del país en el campo político, cultural o científico. Entre ellos, Manuel José Quintana (1772-1857), el poeta que había ensalzado la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna en una conocida oda de 1806 y que ejerció un activo papel como político en la Junta Suprema Central. Desde ambos bandos se utilizó la propaganda para conquistar la opinión pública y reforzar las ideas políticas. La exaltación patriótica a través de manuscritos, panfletos o pasquines fue prolífica entre los seguidores de la monarquía borbónica; el rey intruso José Bonaparte o el propio Napoleón eran duramente criticados y caricaturizados. Balmis participó en esta batalla mediática con un manuscrito de 15 páginas titulado Retrato político del Emperador de los Franceses… Aunque en algunas citas bibliográficas aparece Balmis como autor del mismo, este dato no es cierto. Balmis lo remitió en agosto de 1808 a Ángel Crespo, que se encontraba en Puebla de Los Ángeles (México), para que lo reimprimiera y publicitara. El autor fue Melchor Andarió, un escritor liberal comprometido con la causa de Fernando VII. Su texto fue editado por la imprenta de Salvador Faulí de Valencia en 1808 y su publicación anunciada por el Diario de Madrid el 16 de agosto, difiriendo del remitido por Balmis a México en una sola palabra del título “lealtad por libertad”.

Miguel Lerdo de Tejada sitúa a Ángel Crespo junto a Gutiérrez en Ciudad de México hasta su fallecimiento a mediados de siglo. Aunque no alcanzó la posición burocrática de Gutiérrez en el gobierno mexicano, quien trabajó en la medicina privada y en la pública como catedrático de la Real Escuela de Cirugía del virreinato o como director emérito de una de las salas del Hospital de San Andrés; Ángel Crespo trabajó en la renta del tabaco.

Respecto a las consecuencias de esta Expedición, destacar en primer lugar la vacunación de más de un millón de personas en todo el mundo, tanto en territorios pertenecientes al Imperio Español como en otros: islas Canarias, Puerto Rico, Antillas, Colombia, Venezuela, México, Centroamérica, Perú, Bolivia, Chile, Argentina, islas Filipinas, islas Marianas, Macao, isla de Santa Elena; en segundo lugar y en relación con la primera, el esfuerzo sobrehumano de todos los expedicionarios (de todo el personal: encargados, niños y voluntarios) por llevar la vacuna a todos los territorios, costándoles la vida a algunos e incluso el no poder regresar a su tierra natal, y teniendo en cuenta que se trataba de una labor filantrópica; en tercer lugar, “crearon una estructura médica americana vinculada a la salud pública, al establecer en los distintos lugares en los que se vacunó Juntas de Vacunación o Casas de la Vacuna con reglamentos, censos y responsables formados para mantener el sistema de vacunación tras la marcha de los expedicionarios, mecanismo que permitió articular sanitariamente los territorios y constituir la primitiva red de salud pública de los futuros países independientes”; en cuarto lugar, “revalorizó la figura socio-política del médico y de la medicina y cambió el paradigma de enfermedad y de muerte por el de vida y esperanza”; en quinto lugar y último lugar, en palabras de Antonio Campos Muñoz, se pueden destacar seis hitos verdaderamente innovadores y precursores de la Expedición que podemos encontrar todavía para nuestra realidad presente y como mensaje de proyección futura: “fue precursora del desarrollo de un Programa de Salud Pública organizado y dirigido por primera vez desde un gobierno; precursora de la Institucionalización de la Actividad Vacunadora como algo organizado y reglado; precursora de los programas de educación sanitaria existentes en nuestros días (los libros sobre el Tratado de la Vacuna de Moreau de la Sarthe, traducidos por Balmis, que la Expedición distribuía por aquellos lugares donde pasaba constituyeron la base de dicho programa educativo); precursora de una transferencia de conocimiento y de tecnología destinada a alcanzar la independencia y la autosuficiencia de aquellos que la reciben (este es un principio básico de la actual cooperación entre países desarrollados y países en vías de desarrollo); precursora en el desarrollo de proyectos científico-sanitarios (es el modelo que siguen las Agencias que financian la investigación); y, finalmente, precursora en la participación de la mujer con la singular figura de Isabel Zendal, como la primera enfermera en misión internacional, de la que Balmis se deshace en elogios por su comportamiento con los niños en las largas travesías oceánicas, y en cuyo honor se acaba de bautizar el nuevo Hospital de Emergencias o Pandemias en Madrid. El reconocimiento de esta vigencia actual de la Expedición está también presente en nuestra sociedad y de modos muy distintos en muchos de los lugares por donde transcurrió. Existen en este sentido monumentos o placas conmemorativas realizadas en distintas épocas y aniversarios sobre la Real Expedición y sus protagonistas, tanto en España como en América y Filipinas y se publican, asimismo, periódicamente, artículos en revistas científicas que resaltan el carácter pionero de la Expedición”.

En España, como desgraciadamente ocurre con otros grandes hitos, descubrimientos y hazañas protagonizadas por españoles, abunda el desconocimiento y la falta de consideración y reconocimiento respecto a esta gesta médica y sanitaria entre la población. Gracias al esfuerzo y la labor de todos los autores citados y de los que trabajan para que salga a la luz, se está comenzando a divulgar y a posicionarse cómo y dónde se merece recientemente, aunque sólo el tiempo lo aclarará. Sin embargo y como también es costumbre, recogido asimismo por Campos Muñoz, la Expedición ha sido reconocida por autores extranjeros de gran prestigio, durante estos doscientos años, tales como Edward Jenner: “No me imagino que en los anales de la historia haya en el futuro un ejemplo de filantropía tan noble y grande como éste”; Alexander Von Humboldt, quien afirmó: “El viaje permanecerá como el más memorable en los anales de la historia”; y, en tiempos recientes, el insigne médico mexicano Ignacio Chaves, fundador de la famosa escuela mexicana de Cardiología y uno de los referentes de la cardiología del siglo XX, escribió sobre la Real Expedición estas hermosas palabras: “Con esta expedición, España escribió una de las páginas más limpias, más humanas y de más auténtica civilización que se haya jamás escrito en la historia”.

 

Bibl.: M. M. Lerdo de Tejada. Apuntes históricos de la heroica ciudad de Veracruz: precedidos de una noticia de los descubrimientos hechos en las islas y en el Continente Americano, y de las providencias dictadas por los reyes de España para el gobierno de sus nuevas posesiones, desde el primer viaje de don Cristóbal Colón, hasta que se emprendió la conquista de México, t. I, Ciudad de México, Imprenta de Ignacio Cumplido, 1850; M. M. Smith, “The ‘Real Expedición Marítima de la Vacuna’ in New Spain and Guatemala”, en Transactions of the American Philosophical Society, 64, 1 (1974), págs. 1-74; S. M. Ramírez Martín y J. Tuells. “Doña Isabel, la enfermera de la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna”, en Vacunas, 8, 3 (2007), págs. 160-166; J. Tuells y J. L. Duro-Torrijos, “La segunda expedición de Balmis, revolución y vacuna”, en Gaceta Médica de México, 149, 3 (2013), págs. 377-384; A. Campos Muñoz, “La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna. El legado de un sueño”, en Revista Hispanoamericana, 4 (2014) (discurso de ingreso como académico correspondiente en Granada); E. Balaguer Perigüell, “Francisco Javier Balmis Berenguer”, en Real Academia de la Historia, Diccionario Biográfico electrónico [en línea], disponible en http://dbe.rah.es/biografias/7650/francisco-javier-balmis-berenguer; S. M. Ramírez Martín, “Isabel Zendal Gómez”, en Real Academia de la Historia, Diccionario Biográfico electrónico [en línea], disponible en http://dbe.rah.es/biografias/52862/isabel-zendal-gomez; A. Belaústegui Fernández, “Antonio Gutiérrez Robredo”, en Real Academia de la Historia, Diccionario Biográfico electrónico [en línea], disponible en http://dbe.rah.es/biografias/45574/antonio-gutierrez-robredo; J. Tuells y J. L. Duro-Torrijos, “La lista de Balmis, agosto de 1803”, en Bicentenario Balmis [en línea], disponible en https://balmis.org/articulos/articulo-5/.

 

Ángel Torre-Marín Díaz

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