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Antonio Pastor

Biografía

Pastor, Antonio. Alicante, s. m. s. XVIII – España, p. m. s. XIX. Enfermero en la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna.

En las dos listas de pasajeros de la expedición (las realizadas en Madrid y en La Coruña), el enfermero Antonio Pastor figura sin su segundo apellido. Era hermano del practicante Francisco Pastor, y ambos eran hijos de Micaela Balmis y Salvador Pastor. El documento que confirma su parentesco con Francisco Pastor indica que “Salvador Pastor otorgaba a su hijo Antonio Pastor y Balmis poderes para hacer diligencias en su nombre y en el de su madre Micaela para cobrar la herencia de Balmis”. Se cita que “Francisco, soltero y consultor de la expedición de la vacuna, había fallecido y que el mayor de los hermanos, militar y no expedicionario, había muerto en el Sitio de Zaragoza”.

Sustituyó al enfermero Ángel Crespo (el cual se unió más tarde en la expedición por motivos personales), propuesto por Balmis. Formaba parte del entorno de Balmis ya que la beneficiaria en Alicante era nada menos que la propia mujer del director (entre 4.600 y 5.000 reales), Josefa Mataix, con la que Balmis había contraído nupcias 30 años antes en Alicante. Resulta paradójico que Balmis no la citara como beneficiaria y por contra se sirviera del enfermero como medio para darle una asignación. Aunque sí la incluye como destinataria de una ayuda para su manutención en Alicante, una protección desde la distancia.

Integraban la expedición, además de su tío Balmis, el cirujano catalán José Salvany Lleopart, como subdirector; dos ayudantes cirujanos, Manuel Julián Grajales, quien en 1805 obtuvo el grado de doctor en Medicina por la Universidad de Santiago de Chile, y Antonio Gutiérrez Robredo, propuesto por el director de la expedición por tratarse de su discípulo predilecto; dos practicantes, su hermano Francisco Pastor Balmis, según Balmis, “muy instruido en la vacuna por haberla constantemente practicado a mi lado”, y Rafael Lozano Pérez, seleccionado porque “se ha dedicado a esta nueva inoculación y es cirujano aprobado”; tres enfermeros, Basilio Bolaño, Pedro Ortega y él mismo; y 22 niños procedentes de la casa de expósitos de La Coruña acompañados de su rectora, Isabel Sendales Gómez.

La expedición partió de La Coruña el 30 de noviembre de 1803. A su llegada a Tenerife, comenzó su misión vacunadora. El 6 de enero de 1804 viajó rumbo a Puerto Rico y de allí a la capital de Venezuela el 20 de marzo. A partir de aquí, la expedición se dividió: un grupo se dirigió a la América meridional con Salvany, junto al ayudante Manuel Julián Grajales, el practicante Rafael Lozano Gómez y el enfermero Basilio Bolaño, más cuatro niños que fueron solicitados al gobernador Vasconcelos con la condición de que a los padres que cedían a sus hijos para este propósito se les diese una gratificación de 50 pesos a cada uno. Las dificultades y obstáculos que sufrieron los expedicionarios fueron extraordinarios: el viaje se inició con un naufragio en la desembocadura del río Magdalena, Salvany enfermó de gravedad y quedó ciego del ojo izquierdo. Finalmente, murió en la ciudad de Cochabamba en 1810 como consecuencia de las duras penalidades que tuvo que sufrir cumpliendo la misión de introducir la vacuna en la cordillera andina. La mayor parte de los miembros de esta subexpedición no regresaría a la Península.

La subexpedición dirigida por Balmis, compuesta por el resto de la tripulación inicial más seis niños de los solicitados a Vasconcelos, difundió la vacuna en las Antillas. En Cuba, se planteó, de nuevo, el problema de la necesidad de niños, que el capitán general de las islas, marqués de Someruelos, no quiso conceder, teniendo que recurrir a la compra de esclavos, tres mujeres y la incorporación de un niño, tambor del Regimiento de Cuba, financiados por su tío con 250 pesos.

De allí pasaron a la península de Yucatán y virreinato de Nueva España (junio de 1804). Tras haber vacunado en Venezuela, Cuba y México, partieron desde Acapulco en el navío Magallanes en dirección a Manila el 8 de febrero de 1805. Recalaron en las islas Marianas, después de 50 días de dura travesía, donde vacunaron a un número considerable de personas. Cuando llegó el barco a la bahía de Manila (15 de abril), nadie recibió a los expedicionarios; una vez más los altos cargos políticos y el propio obispo no colaboraron, pero en cambio otras autoridades de menor rango, como el deán de la catedral o el sargento mayor de la milicia fueron incansables defensoras de la vacuna y su ejemplo tuvo efectos muy positivos en la población nativa, de tal forma que, a principios de agosto, ya se habían vacunado 9.000 personas (cifra que aumentó hasta 20.000).

Pedro Ortega falleció en Manila antes de que él y los expedicionarios Gutiérrez (quedó encargado de tornar a México con el objeto de devolver los 26 niños que habían traído a Filipinas), Francisco Pastor, Ángel Crespo y la rectora volvieran a México tras completar su actividad vacunadora. Balmis hizo el trayecto de vuelta a España por Cantón y Santa Elena en solitario. El 7 de septiembre de 1806 fue recibido por Carlos IV en San Ildefonso, quien elogió con entusiasmo el éxito de la empresa, lo mismo que todos los cortesanos.

La complejidad geográfica del archipiélago filipino demoró la propagación de la vacuna en tanto que volvieron a Acapulco el 14 de agosto de 1807 (algunos lo datan erróneamente en 1809), habiendo partido el 10 de junio de 1806. Los problemas políticos y las primeras luchas por la Independencia les impidieron regresar a la Península, provocando que el grupo se desmembrara. Finalmente, tres años después, por mediación de Balmis, los dos hermanos pudieron volver a España. Embarcaron hacia la Península a finales de 1810 en el navío Implacable.

Perera y Prats dice: “D. Antonio Pastor y a la mujer de éste, olvidados y desamparados en méritos de sus servicios a las dos expediciones”. De estas palabras podemos conjeturar que este enfermero acompañó en algún momento a Balmis en el viaje que éste realizó desde febrero de 1810 a marzo de 1813 (que se produciría en territorio mexicano, teniendo en cuenta la presencia de ambos, aunque se reduciría a meses, debido a la llegada de Balmis en junio y al retorno de Antonio Pastor a España a finales de ese mismo año, mientras que Balmis lo haría en agosto de 1811). Algunos datan su fallecimiento en el transcurso de esta segunda expedición, pero lo cierto es que seguía vivo en 1819, reclamando su parte en la herencia de su tío, como indica el documento citado anteriormente que confirma su parentesco con su hermano Francisco. Fallecería probablemente en su ciudad natal, aunque no hay confirmación del lugar y fecha de fallecimiento.

Respecto a las consecuencias de esta Expedición, destacar en primer lugar la vacunación de más de un millón de personas en todo el mundo, tanto en territorios pertenecientes al Imperio Español como en otros: islas Canarias, Puerto Rico, Antillas, Colombia, Venezuela, México, Centroamérica, Perú, Bolivia, Chile, Argentina, islas Filipinas, islas Marianas, Macao, isla de Santa Elena; en segundo lugar y en relación con la primera, el esfuerzo sobrehumano de todos los expedicionarios (de todo el personal: encargados, niños y voluntarios) por llevar la vacuna a todos los territorios, costándoles la vida a algunos e incluso el no poder regresar a su tierra natal, y teniendo en cuenta que se trata de una labor filantrópica; en tercer lugar, “crearon una estructura médica americana vinculada a la salud pública, al establecer en los distintos lugares en los que se vacunó Juntas de Vacunación o Casas de la Vacuna con reglamentos, censos y responsables formados para mantener el sistema de vacunación tras la marcha de los expedicionarios, mecanismo que permitió articular sanitariamente los territorios y constituir la primitiva red de salud pública de los futuros países independientes”; en cuarto lugar, “revalorizó la figura socio-política del médico y de la medicina y cambió el paradigma de enfermedad y de muerte por el de vida y esperanza”; en quinto lugar y último lugar, en palabras de Antonio Campos Muñoz, se pueden destacar seis hitos verdaderamente innovadores y precursores de la Expedición que podemos encontrar todavía para nuestra realidad presente y como mensaje de proyección futura: “fue precursora del desarrollo de un Programa de Salud Pública organizado y dirigido por primera vez desde un gobierno; precursora de la Institucionalización de la Actividad Vacunadora como algo organizado y reglado; precursora de los programas de educación sanitaria existentes en nuestros días (los libros sobre el Tratado de la Vacuna de Moreau de la Sarthe, traducidos por Balmis, que la Expedición distribuía por aquellos lugares donde pasaba constituyeron la base de dicho programa educativo); precursora de una transferencia de conocimiento y de tecnología destinada a alcanzar la independencia y la autosuficiencia de aquellos que la reciben (este es un principio básico de la actual cooperación entre países desarrollados y países en vías de desarrollo); precursora en el desarrollo de proyectos científico-sanitarios (es el modelo que siguen las agencias que financian la investigación); y, finalmente, precursora en la participación de la mujer con la singular figura de Isabel Zendal, como la primera enfermera en misión internacional, de la que Balmis se deshace en elogios por su comportamiento con los niños en las largas travesías oceánicas, y en cuyo honor se acaba de bautizar el nuevo Hospital de Emergencias o Pandemias, en Madrid. El reconocimiento de esta vigencia actual de la Expedición está también presente en nuestra sociedad y de modos muy distintos en muchos de los lugares por donde transcurrió. Existen en este sentido monumentos o placas conmemorativas realizadas en distintas épocas y aniversarios sobre la Real Expedición y sus protagonistas, tanto en España como en América y Filipinas y se publican, asimismo, periódicamente, artículos en revistas científicas que resaltan el carácter pionero de la Expedición”.

En España, como desgraciadamente ocurre con otros grandes hitos, descubrimientos y hazañas que han protagonizado españoles, abunda el desconocimiento y la falta de consideración y reconocimiento respecto a esta gesta médica y sanitaria entre la población. Gracias al esfuerzo y la labor de todos los autores citados y de los que trabajan para que salga a la luz, se está comenzando a divulgar y a posicionarse cómo y dónde se merece recientemente, aunque sólo el tiempo lo aclarará. Sin embargo y como también es costumbre, recogido asimismo por Campos Muñoz, la Expedición ha sido reconocida por autores extranjeros de gran prestigio, durante estos doscientos años, tales como Edward Jenner: “No me imagino que en los anales de la historia haya en el futuro un ejemplo de filantropía tan noble y grande como éste”; Alexander Von Humboldt, quien afirmó: “El viaje permanecerá como el más memorable en los anales de la historia”; y en tiempos recientes, el insigne médico mexicano Ignacio Chaves, fundador de la famosa escuela mexicana de Cardiología y uno de los referentes de la cardiología del siglo XX, escribió sobre la Real Expedición estas hermosas palabras: “Con esta expedición, España escribió una de las páginas más limpias, más humanas y de más auténtica civilización que se haya jamás escrito en la historia”.

 

Bibl.: M. M. Smith, “The ‘Real Expedición Marítima de la Vacuna’ in New Spain and Guatemala”, en Transactions of the American Philosophical Society, 64, 1 (1974), págs. 1-74; S. M. Ramírez Martín, La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna en la Real Audiencia de Quito, tesis doctoral, Madrid, Universidad Complutense de Madrid, 2003; S. M. Ramírez Martín y J. Tuells. “Doña Isabel, la enfermera de la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna”, en Vacunas, 8, 3 (2007), págs. 160-166; J. Tuells y J. L. Duro-Torrijos, “La segunda expedición de Balmis, revolución y vacuna”, en Gaceta Médica de México, 149, 3 (2013), págs. 377-384; A. Campos Muñoz, “La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna. El legado de un sueño”, en Revista Hispanoamericana, 4 (2014) (discurso de ingreso como académico correspondiente en Granada); J. Tuells: “La lista de Balmis”, en Información, 2 de marzo de 2019 [en línea], disponible en https://www.informacion.es/cultura/2019/03/02/lista-balmis-5473362.html; E. Balaguer Perigüell, “Francisco Javier Balmis Berenguer”, en Real Academia de la Historia, Diccionario Biográfico electrónico [en línea], disponible en http://dbe.rah.es/biografias/7650/francisco-javier-balmis-berenguer; S. M. Ramírez Martín, “Isabel Zendal Gómez”, en Real Academia de la Historia, Diccionario Biográfico electrónico [en línea], disponible en http://dbe.rah.es/biografias/52862/isabel-zendal-gomez; A. Belaústegui Fernández, “Antonio Gutiérrez Robredo”, en Real Academia de la Historia, Diccionario Biográfico electrónico [en línea], disponible en http://dbe.rah.es/biografias/45574/antonio-gutierrez-robredo; J. Tuells y J. L. Duro-Torrijos, “La lista de Balmis, agosto de 1803”, en Bicentenario Balmis [en línea], disponible en https://balmis.org/articulos/articulo-5/.

 

Ángel Torre-Marín Díaz

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