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Francisco Pastor Balmis

Biografía

Pastor Balmis, Francisco. Alicante, s. m. s. XVIII – España, 1811-1819. Practicante en la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna.

Son escasos los datos biográficos que disponemos de él antes de la expedición salvo que nació en Alicante y era sobrino del director, Francisco Javier Balmis Berenguer. Hermano del enfermero Antonio Pastor, ambos eran hijos de Micaela Balmis, a quien puso como beneficiaria de la asignación económica, aunque en otra lista tiene como beneficiario esta vez a su padre y cuñado de Balmis, Salvador Pastor. El documento que confirma su relación con Antonio Pastor indica que “Salvador Pastor otorgaba a su hijo Antonio Pastor y Balmis poderes para hacer diligencias en su nombre y en el de su madre Micaela para cobrar la herencia de Balmis”. Se cita que “Francisco, soltero y consultor de la expedición de la vacuna, había fallecido y que el mayor de los hermanos, militar y no expedicionario, había muerto en el Sitio de Zaragoza”.

Según cuenta Balmis hablando de su sobrino, Francisco era practicante “mui instruido en la Bacunación por haverla constantemente practicado a mi lado”, que durante un tiempo vivió con él en Madrid aprendiendo el oficio de cirujano, antes de elegirlo para formar parte de la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna. Fue su mano derecha en la expedición, al que acompañó prácticamente de principio a fin, cuya misión era la distribución de la vacuna en América y en Asia.

Integraban la expedición, además del director Balmis, el cirujano catalán José Salvany Lleopart, como subdirector; dos ayudantes cirujanos, Manuel Julián Grajales, quien en 1805 obtuvo el grado de doctor en Medicina por la Universidad de Santiago de Chile, y Antonio Gutiérrez Robredo, propuesto por el director de la expedición por tratarse de su discípulo predilecto; dos practicantes, Rafael Lozano Pérez y él mismo, el primero de ellos seleccionado porque “se ha dedicado a esta nueva inoculación y es cirujano aprobado”; tres enfermeros, Basilio Bolaño, Pedro Ortega y su hermano Antonio Pastor; y 22 niños procedentes de la casa de expósitos de La Coruña, acompañados de su rectora, Isabel Sendales Gómez. Ángel Crespo, que debió partir con el resto desde La Coruña, pero que se retrasó por problemas personales, fue sustituido por Antonio Pastor. Se unió más tarde, en Centroamérica como secretario y como enfermero en Filipinas.

La expedición partió de La Coruña el 30 de noviembre de 1803. A su llegada a Tenerife, comenzó su misión vacunadora. El 6 de enero de 1804 viajó rumbo a Puerto Rico y de allí a la capital de Venezuela el 20 de marzo. A partir de aquí, la expedición se dividió: un grupo se dirigió a la América meridional con Salvany, junto al ayudante Manuel Julián Grajales, el practicante Rafael Lozano Gómez y el enfermero Basilio Bolaño, más cuatro niños que fueron solicitados al gobernador Vasconcelos con la condición de que a los padres que cedían a sus hijos para este propósito se les diese una gratificación de 50 pesos a cada uno. Las dificultades y obstáculos que sufrieron los expedicionarios fueron extraordinarios: el viaje se inició con un naufragio en la desembocadura del río Magdalena, Salvany enfermó de gravedad y quedó ciego del ojo izquierdo. Finalmente, murió en la ciudad de Cochabamba en 1810 como consecuencia de las duras penalidades que tuvo que sufrir cumpliendo la misión de introducir la vacuna en la cordillera andina. La mayor parte de los miembros de esta subexpedición no regresaría a la Península.

La subexpedición dirigida por su tío, compuesta por el resto de la tripulación inicial más seis niños de los solicitados a Vasconcelos, difundió la vacuna en las Antillas. En Cuba, se planteó, de nuevo, el problema de la necesidad de niños, que el capitán general de las islas, marqués de Someruelos, no quiso conceder, teniendo que recurrir a la compra de esclavos, tres mujeres y la incorporación de un niño, tambor del Regimiento de Cuba, financiados por su tío con 250 pesos. Cuando la expedición se hallaba en La Habana, Balmis decide “enviar al practicante D. Francisco Pastor con las correspondientes instrucciones, niños y ejemplares, del tratado histórico de la vacuna desde Campeche a Laguna por ser mas corto y seguro el viaje que desde La Havana a Truxillo”, tomando esta decisión porque de “fiar este encargo a otro facultativo que no tenga la instrucción competente, no podrá aventurarse el éxito que tanto interesa”.

De allí pasaron a la península de Yucatán y virreinato de Nueva España (junio de 1804). Tras haber vacunado en Venezuela, Cuba y México, su labor fue muy reconocida, destacando por sus dotes de organizador durante su misión en Guatemala: “Al ayudante Pastor lo envió Balmis a Guatemala desde La Habana siguiendo la vía Campeche. En el discurso de su viaje vacunó a más de 200.000 personas, estableciendo en la Capital de la Capitanía General un reglamento para su conservación parecido en todo al de Caracas”. Teniendo, pues, la categoría de practicante, su preparación le hacía merecedor de llevar a cabo tareas de ayudante. En México, Balmis informaba que ya se había reunido a la expedición el practicante Francisco Pastor, que había desempeñado “su comisión con todo acierto”, aunque los inconvenientes habían sido muchos. Había caminado “en un mes mas de 400 leguas” y se hallaba “convaleciente de su enfermedad”.

Embarcaron el día 8 de febrero de 1805 en el navío Magallanes, rumbo a Manila. Recalaron en las islas Marianas, después de 50 días de dura travesía, donde vacunaron a un número considerable de personas. Cuando llegó el barco a la bahía de Manila (15 de abril), nadie recibió a los expedicionarios; una vez más los altos cargos políticos y el propio obispo no colaboraron, pero en cambio otras autoridades de menor rango, como el deán de la catedral o el sargento mayor de la Milicia fueron incansables defensoras de la vacuna y su ejemplo tuvo efectos muy positivos en la población nativa, de tal forma que, a principios de agosto, ya se habían vacunado 9.000 personas (cifra que aumentó hasta 20.000). Junto al enfermero Pedro Ortega, vacunaron en las islas Bisayas, cuyos nativos eran hostiles a las tropas españolas. Poco antes de su llegada una terrible epidemia de viruela había asolado la zona, la actuación de los dos expedicionarios cortó el brote y en agradecimiento los nativos hicieron las paces con sus enemigos españoles. Pedro Ortega falleció en Manila antes de que el grupo de expedicionarios (Gutiérrez, Ángel Crespo, Antonio y Francisco Pastor y la rectora), volvieran a México tras completar su actividad vacunadora. Aunque Balmis inició los preparativos para que Francisco Pastor le acompañara a Macao y Cantón, se mantuvo con el resto de la expedición. El 3 de septiembre, a bordo de la fragata Diligencia, Balmis, junto con tres niños, se dirigió a Macao, sufriendo las consecuencias de un tifón. El 5 de octubre salieron hacia Cantón, para desde allí difundir la vacuna en China. Dejó encargado al ayudante Antonio Gutiérrez, que quedaba encargado de tornar a México con el objeto de devolver los 26 niños que habían traído a Filipinas. Ya no quedaba otra cosa más que el regreso a España.

La complejidad geográfica del archipiélago filipino demoró la propagación de la vacuna en tanto que partieron el 10 de junio de 1806, arribando a Acapulco el 14 de agosto de 1807 (algunos lo datan erróneamente en 1809). Los problemas políticos y las primeras luchas por la Independencia les impidieron regresar a la Península, provocando que el grupo se desmembrara.

Balmis hizo el trayecto de vuelta a España por Cantón y Santa Elena en solitario. El 7 de septiembre de 1806 fue recibido por Carlos IV en San Ildefonso, quien elogió con entusiasmo el éxito de la empresa, lo mismo que todos los cortesanos. Medió por los Pastor, realizando gestiones el 30 de junio de 1810, para que retornaran desde México: “D. Francisco y D. Antonio Pastor individuos de la Real Expedición Marítima de la Vacuna, que dejé comisionados en Filipinas y estando mandado por S.M en el Reglamento formado por la dicha expedición, que concluida su comisión regresen a España de cuenta del Real Erario hasta llegar a sus casas; para que se digne dar las ordenes correspondientes y los auxilios necesarios de cuenta de la Real Hacienda para los gastos del viaje desde esta capital a la ciudad de Alicante su Patria de donde salieron”. Ambos embarcaron hacia la Península a finales de 1810 en el navío Implacable.

No se disponen de más datos biográficos a partir de este acontecimiento. Por el documento citado anteriormente que confirmaba su parentesco con Antonio Pastor, se sabe que había fallecido antes de 1819, aunque se desconoce el lugar.

Respecto a las consecuencias de esta Expedición, destacar en primer lugar la vacunación de más de un millón de personas en todo el mundo, tanto en territorios pertenecientes al Imperio Español como en otros: islas Canarias, Puerto Rico, Antillas, Colombia, Venezuela, México, Centroamérica, Perú, Bolivia, Chile, Argentina, islas Filipinas, islas Marianas, Macao, isla de Santa Elena; en segundo lugar y en relación con la primera, el esfuerzo sobrehumano de todos los expedicionarios (de todo el personal: encargados, niños y voluntarios) por llevar la vacuna a todos los territorios, costándoles la vida a algunos e incluso el no poder regresar a su tierra natal, y teniendo en cuenta que se trata de una labor filantrópica; en tercer lugar, “crearon una estructura médica americana vinculada a la salud pública, al establecer en los distintos lugares en los que se vacunó Juntas de Vacunación o Casas de la Vacuna con reglamentos, censos y responsables formados para mantener el sistema de vacunación tras la marcha de los expedicionarios, mecanismo que permitió articular sanitariamente los territorios y constituir la primitiva red de salud pública de los futuros países independientes”; en cuarto lugar, “revalorizó la figura socio-política del médico y de la medicina y cambió el paradigma de enfermedad y de muerte por el de vida y esperanza”; en quinto lugar y último lugar, en palabras de Antonio Campos Muñoz, se pueden destacar seis hitos verdaderamente innovadores y precursores de la Expedición que podemos encontrar todavía para nuestra realidad presente y como mensaje de proyección futura: “fue precursora del desarrollo de un Programa de Salud Pública organizado y dirigido por primera vez desde un gobierno; precursora de la Institucionalización de la Actividad Vacunadora como algo organizado y reglado; precursora de los programas de educación sanitaria existentes en nuestros días (los libros sobre el Tratado de la Vacuna de Moreau de la Sarthe, traducidos por Balmis, que la Expedición distribuía por aquellos lugares donde pasaba constituyeron la base de dicho programa educativo); precursora de una transferencia de conocimiento y de tecnología destinada a alcanzar la independencia y la autosuficiencia de aquellos que la reciben (este es un principio básico de la actual cooperación entre países desarrollados y países en vías de desarrollo); precursora en el desarrollo de proyectos científico-sanitarios (es el modelo que siguen las agencias que financian la investigación); y, finalmente, precursora en la participación de la mujer con la singular figura de Isabel Zendal, como la primera enfermera en misión internacional, de la que Balmis se deshace en elogios por su comportamiento con los niños en las largas travesías oceánicas, y en cuyo honor se acaba de bautizar el nuevo Hospital de Emergencias o Pandemias en Madrid. El reconocimiento de esta vigencia actual de la Expedición está también presente en nuestra sociedad y de modos muy distintos en muchos de los lugares por donde transcurrió. Existen en este sentido monumentos o placas conmemorativas realizadas en distintas épocas y aniversarios sobre la Real Expedición y sus protagonistas, tanto en España como en América y Filipinas y se publican, asimismo, periódicamente, artículos en revistas científicas que resaltan el carácter pionero de la Expedición”.

En España, como desgraciadamente ocurre con otros grandes hitos, descubrimientos y hazañas que han protagonizado españoles, abunda el desconocimiento y la falta de consideración y reconocimiento respecto a esta gesta médica y sanitaria entre la población. Gracias al esfuerzo y la labor de todos los autores citados y de los que trabajan para que salga a la luz, se está comenzando a divulgar y a posicionarse cómo y dónde se merece recientemente, aunque sólo el tiempo lo aclarará. Sin embargo y como también es costumbre, recogido asimismo por Campos Muñoz, la Expedición ha sido reconocida por autores extranjeros de gran prestigio, durante estos dos cientos años, tales como Edward Jenner: “No me imagino que en los anales de la historia haya en el futuro un ejemplo de filantropía tan noble y grande como éste”; Alexander Von Humboldt, quien afirmó: “El viaje permanecerá como el más memorable en los anales de la historia”; y en tiempos recientes, el insigne médico mexicano Ignacio Chaves, fundador de la famosa escuela mexicana de Cardiología y uno de los referentes de la cardiología del siglo XX, escribió sobre la Real Expedición estas hermosas palabras: “Con esta expedición, España escribió una de las páginas más limpias, más humanas y de más auténtica civilización que se haya jamás escrito en la historia”.

 

Bibl.: M. M. Smith, “The ‘Real Expedición Marítima de la Vacuna’ in New Spain and Guatemala”, en Transactions of the American Philosophical Society, 64, 1 (1974), págs. 1-74; S. M. Ramírez Martín y J. Tuells. “Doña Isabel, la enfermera de la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna”, en Vacunas, 8, 3 (2007), págs. 160-166; J. Tuells y J. L. Duro-Torrijos, “La segunda expedición de Balmis, revolución y vacuna”, en Gaceta Médica de México, 149, 3 (2013), págs. 377-384; A. Campos Muñoz, “La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna. El legado de un sueño”, en Revista Hispanoamericana, 4 (2014) (discurso de ingreso como académico correspondiente en Granada); J. Tuells: “La lista de Balmis”, en Información, 2 de marzo de 2019 [en línea], disponible en https://www.informacion.es/cultura/2019/03/02/lista-balmis-5473362.html; J. de la Santa Cinta, “Hoy, los nombres del personal sanitario y de los niños de la famosa Real Expedición Filantrópica de la Vacuna para extender la vacunación contra la viruela (II)”, en El Correo de Pozuelo, 25 de septiembre de 2019 [en línea], disponible en https://elcorreodepozuelo.com/2019/09/25/hoy-los-nombres-del-personal-sanitario-y-de-los-ninos-de-la-famosa-real-expedicion-filantropica-de-la-vacuna-para-extender-la-vacunacion-contra-la-viruela-ii/; E. Balaguer Perigüell, “Francisco Javier Balmis Berenguer”, en Real Academia de la Historia, Diccionario Biográfico electrónico [en línea], disponible en http://dbe.rah.es/biografias/7650/francisco-javier-balmis-berenguer; S. M. Ramírez Martín, “Isabel Zendal Gómez”, en Real Academia de la Historia, Diccionario Biográfico electrónico [en línea], disponible en http://dbe.rah.es/biografias/52862/isabel-zendal-gomez; A. Belaústegui Fernández, “Antonio Gutiérrez Robredo”, en Real Academia de la Historia, Diccionario Biográfico electrónico [en línea], disponible en http://dbe.rah.es/biografias/45574/antonio-gutierrez-robredo; J. Tuells y J. L. Duro-Torrijos, “La lista de Balmis, agosto de 1803”, en Bicentenario Balmis [en línea], disponible en https://balmis.org/articulos/articulo-5/.

 

Ángel Torre-Marín Díaz

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