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Manuel Valdés Casasola

Biografía

Valdés Casasola, Manuel. Écija (Sevilla), 15.XII.1796 – Madrid, II.1881. Militar, mariscal de campo, procedente de Ingenieros.

Sus padres eran Luis Valdés y María del Rosario Casasola y Benjumea. Entró en el Ejército como guardiamarina en 1815 y el 31 de mayo de 1816 pasó a ser cadete del Regimiento de Zapadores-Minadores, ingresando en la Academia de Ingenieros de Alcalá de Henares el 28 de junio de 1820 como subteniente alumno.

Después del levantamiento en Cabezas de San Juan y la proclamación del régimen constitucional, se formó en la Academia de Alcalá con los alumnos y aspirantes una “compañía llamada “sagrada”, en la cual hizo sus primeras armas el subteniente Valdés, batiéndose en Alcalá y en Brihuega con los facciosos que mandaba Bezieres.

Al verificarse la intervención francesa del duque de Angulema (“Los cien mil Hijos de San Luis”) para reponer a Fernando VII en el absolutismo y aproximarse estos a Alcalá, salió la Academia el 8 de abril de 1823, trasladándose a Granada y posteriormente a Málaga, donde se realizaron exámenes. Ascendido a teniente de Ingenieros, Valdés se encuadraba como oficial auxiliar de Estado Mayor, al cuerpo del ejército que mandaba el general Riego en sustitución de Zayas, tomando parte en las acciones de Priego y Jaén, que terminaba con el desastre de Jódar. Hecho prisionero por los franceses en los montes de Avilés, cerca de Lorca, cuando se dirigía a Cartagena, permaneció encerrado en una prisión hasta que se le dio licencia ilimitada.

Depurado por sus ideas liberales en 1828, era rehabilitado, pero solo como subteniente alumno, ya que Femando VII, al salir de Cádiz en fines de 1823, se sirvió declarar nulo cuanto había acaecido durante el régimen constitucional. En consecuencia, Vidal se presentó el l de junio en calidad de agregado en el Regimiento Real de zapadores-minadores, al tiempo que continuaba los estudios en la Academia del Cuerpo, a la que acompañó en sus desplazamientos a Ávila de los Caballeros y Talavera de La Reina sucesivamente. Obtuvo finalmente (por segunda vez) el empleo de teniente de Ingenieros el 19 de marzo de 1830.

Su primer destino fue el Museo de Ingenieros y como ayudante del ingeniero general, Ambrosio de la Quadra. Destinado al entonces único Regimiento de Ingenieros, el Regimiento de Zapadores Minadores, en 1832 se incorporó en Madrid al Ejército de observación de Portugal, que, al mando del teniente general Pedro Sarsfield, marchó en 1833 a aquella frontera. Pasó posteriormente, comenzada la Primera Guerra Carlista, al Ejército del Norte. En el desarrollo de esa campaña, en 1834 tomó parte en la defensa de Vitoria, pasando después a fortificar Elizondo en el valle del Baztán, lo que llevó a cabo sufriendo los cinco sitios que los carlistas pusieron a aquella improvisada y no rendida fortaleza. En 1835 fortificaba Lumbier, pasando más tarde a Bilbao donde proyectó defensas de la ciudad, de su ría e incluso de Portugalete. Durante los tres sitios que sufrió la plaza trabajó además en la reparación de baterías, reparo de brechas bajo fuego enemigo y en la ejecución de contraminas realizadas para destruir las minas carlistas. En el tercer sitio resultó herido, a pesar de lo cual siguió prestando sus servicios hasta la noche del 24 de diciembre en que por la victoria de Luchana obligó el general Espartero a los carlistas a levantarlo, sin darse de baja en ningún momento y moviéndose de una parte a otra de la plaza con el auxilio de dos muletas.

En 1837 se encontraba en Guipúzcoa trabajando en las líneas de Oriamendi, Hernani y en los fuertes que bajo su dirección se levantaron en Andoain. El 5 de julio de dicho año, debido al ambiente de desmoralización, ocasionado por varias causas, de las tropas que constituían el ejército del Norte, ocurrió un lamentable motín en Hernani, en que se vieron envueltos los soldados de Ingenieros que regresaban del trabajo al anochecer. Valdés y sus oficiales pudieron, después de los primeros momentos de desorden separar de los sublevados a la compañía de zapadores, y mantenerla, después de comer el rancho, toda la noche sobre las armas, en las dos casas en que estaba alojada, prontos a prestar auxilio al entones brigadier Leopoldo O’Donnell, que consiguió dominar por fin la situación. A los pocos días, decidió el general O’Donnell establecer una línea fortificada en esa última plaza, en la que de nuevo trabajó con sus zapadores el capitán Valdés (había ascendido por antigüedad a ese empleo el 28 de junio de 1835). Atacada la línea por los carlistas, se produjo un repliegue hacia San Sebastián. En el desastre y en plena retirada de las tropas “cristinas” en total desorden, pudo reunir unos 100 hombres con los que protegió con disciplina la retirada, hasta que fue hecho prisionero por el batallón Navarro en Lasarte. Gracias a su valor, reconocido por el enemigo, pudo salvar su vida y la de sus hombres por pacto, al entregarse a los navarros. A pesar de que estos recibieron la orden de exterminio, escoltaron a los prisioneros hasta Tolosa y después hasta el depósito de Ataun. Fue canjeado el 22 de diciembre de 1838 cuando tenía preparada la evasión que no pudo culminar por haber caído gravemente enfermo.

Repuesto de la enfermedad que había sufrido en el depósito, pasó a Gijón como director de las nuevas defensas proyectadas por el comandante Celestino del Piélago, obras que empezó desde los cimientos en terreno pantanoso y que dejó casi terminadas, permaneciendo hasta 1844. Era ya comandante del Cuerpo desde junio de 1843 y entre 1845 y 1848 estuvo destinado sucesivamente en las Comandancias de Ingenieros de Sevilla y Campo de Gibraltar. Finalmente, en 1848, se le destinaba a dirigir los trabajos de la fortaleza de Mahón, llamada de Isabel II o de la Mola, cuyos trabajos impulsó, variando los trazados, ampliando los proyectos y luchando, siempre con fe, contra la falta de medios y recursos.

Ascendido a coronel de Ingenieros en Ultramar el 16 de agosto de 1851 (al marchar destinado los militares a Ultramar, lo hacían con el empleo superior, pero, al volver, recuperaban su empleo inicial), era destinado a Cuba, donde permaneció hasta el siguiente año en que volvía a la Península por enfermedad, con un año de licencia. Pasó a servir en agosto de 1853 a Badajoz, se le enviaba en febrero de 1854 a Ciudad Rodrigo y, por último, en septiembre de 1856 a Granada, siendo ya coronel del cuerpo en la escala general de la Península.

En 1858 se encontraba en Ceuta, proyectando mejoras en sus fortificaciones, durante los preliminares de la campaña de África (llamada “Guerra de África”, 1859-1860). Permaneció en la citada plaza hasta el 15 de junio de 1863, momento en el que, ascendido a brigadier, se le destinaba como jefe de la Dirección de Ingenieros de las Vascongadas, y más tarde, a la de Castilla la Nueva. Promovido a mariscal de campo de Ingenieros el 21 de septiembre de 1867, era nombrado en 1869 vicepresidente de la Junta Superior Facultativa del Cuerpo de Ingenieros, de donde volvía a la Dirección del Cuerpo de Castilla la Nueva.

Ejerció, entre otros cargos de importancia, los de segundo cabo de Madrid, capitán general de las provincias Vascongadas y director general del Cuerpo. Pasó, en fin, a la escala de reserva en mayo de 1879.

El general Valdés poseía las siguientes condecoraciones: Cruz de San Fernando de 1.ª clase, Gran Cruz y Cruz pensionada de la Orden de San Hermenegildo, Comendador de la Real Orden de Carlos III, Comendador de la Real Orden Americana de Isabel la Católica, declarado cuatro veces Benemérito de la Patria, condecorado con la Cruz de prisionero de 1823, con la Cruz del tercer sitio de Bilbao, y finalmente, con la medalla de la Guerra de África.

 

Obras de ~: Diario de las cinco defensas de la villa de Elizondo en el valle del Baztán, desde mediados de septiembre de 1834 hasta enero de 1835, s.f.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General Militar de Segovia (AGMS), Exps. Personales.

Estados (Escalillas) del Cuerpo de Ingenieros del Ejército, 1831-1880; J. Almirante, Bibliografía Militar de España, Madrid, Imp. y fundición de Manuel Tello, 1876; “Necrologías”, en Memorial de Ingenieros Revista Científico Militar (15 de marzo de 1881); J. López Muiños, Algunos aspectos de la Ingeniería Militar española y el Cuerpo Técnico, Madrid, Ministerio de Defensa, 1993; L. de Sequera Martínez, Historial de las Unidades de Ingenieros en Ultramar (la Campaña de 1898), Madrid, Talleres del Centro Geográfico del Ejército, 1999; J. Carrillo de Albornoz y Galbeño, “Caballeros de la Real y Militar Orden de San Fernando pertenecientes al Arma de Ingenieros”, en Memorial del Arma de Ingenieros (Madrid, Ministerio de Defensa), 63-66 (2001 y 2002); R. Freire Gálvez, “Un militar y un sacerdote, nacidos en Écija, que ocuparon altos cargos en el siglo XIX español, dentro, cada uno de sus estamentos”, en Ciber Écija, diciembre de 2017 [en línea], disponible en https://www.ciberecija.com/pdf/militar-sacerdote.pdf.

 

Juan Carrillo de Albornoz y Galbeño