Salas y Quiroga, Jacinto de. La Coruña, 14.II.1813 – Madrid, 1849. Escritor y diplomático.
Era hijo de Miguel de Salas y Herrera y Jacinta Quiroga Acevedo. Huérfano temprano de un padre que había sido prestigioso magistrado, el joven Jacinto realizó sus estudios en Madrid y, al morir también su madre, se traslada a Burdeos recomendado a la familia Cabarrús, en donde completa su formación como interno en un importante colegio francés.
En 1830, cuando contaba tan sólo diecisiete años, viaja hasta Valparaíso (así se constata en unos Apuntes de un viajero que el mismo Salas publica al año siguiente en el número 115 del Semanario Pintoresco Español) recorriendo diversas comarcas americanas hasta instalarse en Lima. Allí se inicia como poeta y dramaturgo (estrenando su obra Claudia) y obtiene los primeros reconocimientos a su arte. Pero no todo fue bienaventuranza en tierras peruanas, sino que algunos reveses le hicieron sentir la soledad que expresa en algunas de las composiciones que datan de aquellos años, en las que echa sentidamente de menos a familiares y amigos. En el poema “El aislamiento” se leen dolidas confidencias como ésta, en la que parece indicar que también había perdido a otros familiares directos: “yo gimo solo, yo no tengo madre, / no tengo hermanos que conmigo lloren / todos reposan con mi triste padre”.
La nueva etapa de su vida y de su obra se debe situar en Liverpool, a fines de 1832, pero meses después se traslada a París y Burdeos, donde procura los permisos y ayudas correspondientes para regresar a Madrid. Es el momento en que Salas se incorpora al naciente Romanticismo español, publicando en la temprana fecha de 1834 sus poemas y colaborando intensamente en varias revistas literarias del tiempo, como El Artista o No me olvides, cabecera que fundó y dirigió entre 1837 y 1838. Varias estancias breves por ciudades castellanas y andaluzas —Palencia, Sevilla— amenizan aquellos años de su vida hasta que en 1839, ya licenciado en leyes, vuelve a embarcarse, rumbo ahora a Puerto Rico, con un cargo diplomático, extendiendo su gestión hasta las Antillas y Cuba. Aquella segunda experiencia americana quedará registrada en un libro de Viajes al tiempo que sigue componiendo nuevos poemas y una segunda obra teatral, El españoleto. En 1841 funda otra revista de corta vida, La Revista del Progreso, en la que aparecerá uno de sus poemas más ambiciosos, con muchas concomitancias autobiográficas, el titulado “Leonardo”, cargado de un irónico escepticismo. En 1842 reanudó sus tareas diplomáticas en Holanda, estancia reflejada en sus artículos enviados a la revista El Laberinto. Tuvo buena amistad con Espronceda y con Larra. En 1847 aparece ya casado con una tal Leonor (de apellido desconocido) y como autor de una curiosa novela —Los habitantes de la luna— que aparece como anónima, y en 1848 ofrece una segunda entrega narrativa de mucha mayor calidad, de carácter costumbrista y de crítica social, titulada El dios del siglo (para unos el dinero, para otros el talento) en donde se encuentran ya plasmados varios de los rasgos de la novela realista del último tercio de siglo, al lado de una clara intencionalidad regeneradora de la sociedad. Murió en el más completo olvido, cuando redactaba una nueva e inconclusa novela, La condesa de Florseca, “como continuación del cuadro de nuestras costumbres contemporáneas que se ha propuesto trazar”, según se puede leer en el colofón del segundo volumen de su segunda novela.
Salas conoció en temprana fecha las poesías de los grandes hitos del Romanticismo europeo (Byron, Lamartine, Hugo) y conectó bien con la nueva manera de entender literariamente el mundo que estos poetas representaban, y en ellos fundamentó Salas la noble misión del poeta en la sociedad: “consolar al desgraciado, llevar la vida al corazón abatido, hacer menos amargas las amargas horas de esta vida de padecer”, o sea, la consideración del poeta como un “sacerdocio de moralidad y virtud” (según declaraba el mismo Salas en el número inicial de la citada No me olvides). Por ello toda su obra está lejos de considerar el arte un juego, sino una responsabilidad social ejercida con toda sinceridad y libertad, como proclama en el prólogo de sus Poesías (prólogo que puede considerarse uno de los más explícitos manifiestos del Romanticismo español): en esto fue un claro ejemplo de “actitud romántica”, incluida la ruptura con los modelos clásicos como un modo de asegurar el liberalismo en creación. Por ello, en el mismo texto referido de No me olvides, Salas se declaraba convencido romántico, interpretando ese romanticismo como “un manantial de consuelo y pureza, el germen de las virtudes sociales, el paño de las lágrimas que vierte el inocente, el perdón de las culpas, el lazo que debe unir a todos los seres”.
Como escritor, Salas fue un poeta irregular que a veces cae en el prosaísmo, y cuyos temas fundamentales son el amor y la soledad. Sus principales temas son amorosos, elegíacos, y también cultiva los que se ambientan en el típico exotismo oriental, tan gustado por el Romanticismo (como “El cristiano en Oriente”). Tampoco falta en su poesía la presencia del feraz y grandioso paisaje americano o los textos dedicados a su tierra natal gallega: “Oh, manso Sil, que entre espadañas corres... / Oh Miño, que reflejas en tus olas / palacios antiquísimos y torres...”. En esta obra lírica se percibe la lectura de clásicos latinos como Catulo u Horacio, o españoles como fray Luis de León o, más cercanamente, Martínez de la Rosa; y entre los extranjeros, sus preferencias se dirigen a los románticos franceses (Hugo, Lamartine, de Musset, Béranger, etc.), y su drama Claudia, que figura al final del volumen de Poesías, no es sino la adaptación de una novela del escritor francés Florian, como señaló en su día el profesor Alarcos Llorach. En sus novelas esas influencias se amplían a Dickens y a Sue. Probablemente el rasgo más personal de su lírica es el excesivo uso que hace de la polimetría y del eneasílabo, verso muy raro en la poesía española.
Obras de ~: Poesías, Madrid, Eusebio Aguado, 1834; El Españoleto (drama), Madrid, Gabinete Literario, 1840; Viajes: isla de Cuba, Madrid, Boix, 1840 (ed. facs., con est. prelim. de L. T. González del Valle, Universidad de Santiago de Compostela, 2006); Ensayos poéticos, La Habana, 1845; El dios del siglo (novela), Madrid, Imprenta de J. M. Alonso, 1848 (México, Imprenta de Ignacio Cumplido, 1853; ed. de Rusell P. Sebold, Madrid, Cátedra, 2012).
Bibl.: R. F. Brown, “Salas y Quiroga. El Dios del siglo, novela original de costumbres contemporáneas”, en Bulletin of Hispanic Studies, XXX (1953), págs. 32-40; E. Alarcos Llorach, “Un romántico olvidado: Jacinto de Salas y Quiroga”, en Ensayos y estudios literarios, Gijón, Ediciones Júcar, 1976, págs. 37-59; C. Patiño Eirín, “Un romántico que anticipa el canon realista: Salas y Quiroga, El dios del siglo”, en L. F. Díaz Larios (ed.), Sociedad de Literatura Española del Siglo XIX, II Coloquio. Barcelona, 20-22 de octubre de 1999: La elaboración del canon en la literatura española del siglo XIX, Barcelona, Promociones y Publicaciones Universitarias, 2002, págs. 321-331; C. Patiño Eirín, “El dios del siglo de Salas y Quiroga: encrucijada de folletín y novela”, en Ínsula 693 (septiembre de 2004) págs. 30-32; Rusell P. Sebold, “Jacinto de Salas y Quiroga, poeta huérfano, cosmopolita y romántico”, en Salina. Revista de Lletres (Universidad de Tarragona), 23 (2009), págs. 67-78; G. Torres Nebrera, “La poesía del bardo sombrío Salas y Quiroga”, en A. Ezama et al. (coords.), Aún aprendo. Estudios dedicados al profesor Leonardo Romero Tobar, Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2012, págs. 259-268; Rusell P. Sebold, [“Introducción”], a J. de Salas, El dios del siglo, op. cit., 2012, págs. 11-100; A. M.ª Freire López, “Algunas noticias y catorce cartas inéditas para la biografía de Jacinto de Salas y Quiroga”, en J. Mª. Ferri Coll y E. Rubio Cremades (coords.), La tribu liberal: el Romanticismo a las dos orillas del Atlántico, Madrid-Frankfurt, Iberoamericana-Vervuert, 2016, págs. 233-258.
Gregorio Torres Nebrera