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Inés Huaylas Yupanqui Quispe Sisa

Biografía

Quispe Sisa, Inés Huaylas Yupanqui. Ancash (antes Huaylas) (Perú), c. 1518 – Lima (Perú), c. 1575. Hija del inca Huayna Capac y madre de los hijos legitimados de Francisco Pizarro, conquistador del Perú.

Fue la protagonista de un romántico relato según la tradición; pero hoy se sabe que su vida fue bastante más compleja que lo que se suponía.

Huayna Capac fue uno de los incas más importantes del Perú prehispánico y padre de Atahualpa, el último de ellos. Sus dos antecesores habían llevado el Incario hacia el Sur hasta la actual Bolivia, el norte de Chile y el norte de Argentina. Huayna Capac conquistó el actual Ecuador y parte de Colombia. En uno de sus viajes, el inca fortaleció los lazos con la muy importante etnia Huaylas tomando como mujer (la nobleza inca era polígama, mientras el pueblo común era monógamo) a Contarhuacho, hija del curaca o señor del lugar. Algunos autores señalan que el curaca le otorgó a su hija tres guarangas —es decir, tres mil indios— para su séquito. Otros afirman que fue Huayna Capac quien regaló seis guarangas a su nueva mujer. En todo caso, Contarhuacho, considerada ya de elevada alcurnia en su región, pasó a ser una de las esposas del inca.

De esta unión nació la ñusta o princesa Quispe Sisa, a quien más tarde, después de su bautizo, producida la conquista española, se le daría el nombre de Inés Huaylas Yupanqui, tomando Huaylas por la región de su madre y Yupanqui por su padre, ya que este apelativo era considerado el equivalente del apellido de los últimos soberanos incas.

Madre e hija vivieron en Cuzco, que era la sede del inca. Pero, a la muerte de Huayna Capac, la madre regresó a su región mientras que la hija permaneció en la Corte. Con motivo de las noticias sobre la llegada de los españoles a Cajamarca, Quispe Sisa se trasladó a esa ciudad norteña con un grupo de la nobleza inca, para reunirse con su hermano Atahualpa. El inca Atahualpa, aun cuando era mantenido en prisión por los conquistadores españoles, tenía amplio acceso a sus familiares e incluso a sus generales, así como una relación casi amistosa con Francisco Pizarro y otros conquistadores.

En alguna ocasión en que Pizarro probablemente hizo algún comentario sobre la media hermana del inca, éste se la ofreció siguiendo la costumbre andina de establecer parentescos para formar alianzas, con las siguientes palabras: “Cata ay mi hermana hija de mi padre que la quiero mucho”.

Pizarro tuvo inicialmente una relación simpática con la ahora doña Inés, llamándola cariñosamente la Pizpita por ser de carácter muy alegre. De esta unión tuvo dos hijos: Francisca y Gonzalo Pizarro y Yupanqui, los que fueron legitimados por Real Cédula.

Gonzalo murió de corta edad. En cambio, Francisca fundó un linaje.

El nacimiento de Francisca fue celebrado con gran regocijo, corriéndose cañas en la plaza de Jauja. Con el paso del tiempo, Francisca se convirtió en la mujer más rica del Perú. Casó con su tío Hernando Pizarro y se fue a vivir a España, donde la pareja construyó en Trujillo el llamado Palacio de la Conquista, de estilo plateresco, en cuya fachada todavía pueden verse cuatro bustos que corresponden al propio Hernando, a Francisca y a los padres de ésta, el marqués Francisco Pizarro e Inés Huaylas Yupanqui. Si bien Pizarro había sido nombrado marqués por Carlos V, sin denominación, el título fue revalidado en 8 de enero de 1631, con la denominación de marqués de la Conquista, por Juan Fernando de Pizarro, caballero de la Orden de Calatrava, bisnieto del conquistador y de doña Inés, linaje que continúa en España hasta la época actual.

Pero la historia de doña Inés se vuelve inquietante cuando aparece en escena Azarpay, media hermana de ella e hija de la coya o señora principal de Huayna Capac y a su vez coya ella porque era la mujer principal de un inca nombrado por Pizarro después de la muerte de Atahualpa, llamado Tupa Huallpa.

Muerto éste por envenenamiento causado por uno de los generales de Atahualpa y pensando que ella conocía el secreto de los tesoros escondidos de los incas, fue capturada y traída a Lima ante Pizarro. Doña Inés dijo entonces saber que ella formaba parte de una conspiración que ponía en riesgo la vida de todos los españoles en el Perú. Y Pizarro decidió darle muerte por garrote en la misma sala del Palacio en que se encontraban, para no alborotar a los indígenas.

Doña Inés presenció la ejecución promovida por ella.

¿Habría realmente doña Inés conocido la existencia de una traición? ¿O qué peligros habría visto en ella, qué celos o que rivalidades habría sentido respecto de su media hermana, que no vaciló en hacerle una acusación tan grave? Según el cronista Pedro Pizarro, simplemente doña Inés tuvo envidia de esta señora porque era más principal que ella.

Lo cierto es que el clima de revuelta indígena contra los invasores se hacía cada vez más notorio. La reacción armada andina fue comandada por Manco II, también hijo de Huayna Capac y medio hermano de Atahualpa y de doña Inés, quien se proclamó inca y, después de pelear en la sierra, decidió enviar un ejército con varios generales para atacar la ciudad de Los Reyes o Lima, donde se encontraba al gobierno español con Francisco Pizarro a la cabeza. Mientras los indígenas de la sierra de Lima apoyaron la sublevación, los del valle ayudaron a los españoles con hombres, víveres, leña y hierba para las cabalgaduras. Sin embargo, los españoles de Lima estaban al borde de la derrota porque eran pocos y porque los indios atacaron por el cauce del río, que era muy pedregoso, terreno en el que los caballos —la gran arma española— perdían eficacia porque mancaban en el cascajal. Sin embargo, justo a tiempo llegaron mil indios de guerra enviados por Contarhuacho, la madre de doña Inés que era ahora curaca de Huaylas, para ayudar en la defensa de Pizarro y de su hija contra el medio hermano de ésta. Y esta intervención parece haber sido decisiva para convencer a los indios de que abandonaran el ataque a Los Reyes y regresaran a la sierra.

Pizarro, a pesar de su edad madura (se había unido con doña Inés cuando ésta tenía quince o dieciséis años y él cerca de cincuenta y cinco), no dejaba de apreciar a las mujeres indias. Y, después de debelada la sublevación de Manco II, decidió separarse de doña Inés para comenzar otra vida marital con doña Angelina.

Ésta se llamaba originalmente Cuxirimay Ocllo y había sido designada para ser la coya o mujer principal del inca Atahualpa, lo que habría tenido lugar si no se hubiera producido la conquista española. María Rostworowski insinúa que esta sustitución de mujeres quizá no obedecía a un llamado de la pasión sino que era el resultado de un cálculo político: Pizarro pudo haber pensado que los indios lo iban a mirar y respetar como al inca, por el hecho de reemplazarlo en el lecho de doña Angelina. Probablemente fue una mezcla de ambas cosas.

Sin embargo, Pizarro, aun cuando se quedó con sus hijos, no abandonó a su suerte a la madre de éstos. Le otorgó algunas propiedades y, lo que es más importante, le consiguió un marido español con quien la hizo casarse religiosa y legalmente.

Francisco de Ampuero era un hombre apuesto y con modales refinados. De ahí que la leyenda contara que la separación de doña Inés respecto de Pizarro y su matrimonio con el paje Ampuero era resultado de una historia de amor entre estos dos jóvenes que había llegado muy lejos. Sin embargo, Raúl Porras Barrenechea desbarata esta hipótesis porque, si tal hubiera sido el caso, probablemente Pizarro habría ejecutado a una y otro de acuerdo con las costumbres de la época.

Por otra parte, Ampuero no era tan joven pues había dejado tres hijas naturales en España; y señala María Rostworowski que era un hombre ambicioso y que Pizarro le concedió, no se sabe si a cambio del matrimonio, una encomienda y lo nombró regidor perpetuo de Los Reyes. De manera que pudiera haber sido posible que, en su afán de unirse con doña Angelina, Pizarro haya ofrecido prebendas a Francisco de Ampuero para que se hiciera cargo de su anterior mujer.

Francisco de Ampuero y la ñusta Inés Huaylas Yupanqui tuvieron tres hijos, que usaron el apelativo Inga después de su apellido, en tanto que nietos del inca. Del mayor de ellos, Martín Alonso de Ampuero y Yupanqui Inga, desciende, como señala Raúl Porras Barrenechea, la familia limeña de los Vásquez de Velasco, alguno de cuyos actuales miembros ostenta los títulos de Castilla de marqués de Torrebermeja y conde de Las Lagunas.

Pero la vida novelesca de doña Inés no termina ahí.

Llama la atención que, cinco años después de su matrimonio, su esposo Francisco de Ampuero otorgó un testamento en el que declaraba que su mujer doña Inés era incapaz para tener la administración de sus hijos pequeños y de sus bienes, por lo que nombraba un tutor y curador de los bienes de éstos para el caso de su fallecimiento. Diez años después de casada, doña Inés aparece litigando en un proceso —que ganó— contra su marido, por los bienes que recibió de Pizarro antes de su matrimonio, incluyendo la casa en la que vivía con Ampuero frente a la iglesia de la Merced, en Lima. Y todavía, según ha descubierto María Rostworowski, en 1547 tuvo lugar un proceso de hechicería ante la Real Audiencia —no existía aún Inquisición en América— donde fueron juzgados y condenados un brujo y una bruja a la pena capital por hechizos cuya beneficiaria fue doña Inés. Según parece, ella solicitó primero a uno y después a la otra unas pócimas de hierbas para matar a su marido, quien la maltrataba intolerablemente y no la dejaba salir a ninguna parte. Se suponía que ese veneno hincharía el cuerpo de Ampuero y luego lo secaría. No se sabe si estas brujerías no dieron el resultado esperado —quizá por eso, después de una primera experiencia frustrada con el brujo, doña Inés acudió donde la bruja— o si en ninguno de los dos casos doña Inés se atrevió a administrar la pócima. Cabe también la posibilidad de que el venenum, como en su acepción antigua de encantamiento o hechicería, no tuviera por objeto matar al esposo sino conquistar su amor; en este caso, doña Inés no habría sido una homicida fallida sino una mujer desesperada buscando por todos los medios conquistar al hombre que amaba. Porque el hecho verdaderamente extraño es que no fuera castigada por la justicia si efectivamente había participado (hasta dos veces) en una tentativa de asesinato. Y más extraño aún, es que, si el clima de hostilidad conyugal había efectivamente llegado a ese nivel, los esposos siguieran viviendo juntos durante casi veinte años más, falleciendo, finalmente, doña Inés antes que don Francisco.

 

Bibl.: D. Angulo, “El Capitán Francisco de Ampuero, Conquistador del Perú y vecino de la Ciudad de Los Reyes. Testamento del Capitán Francisco de Ampuero 1542”, en Revista del Archivo Nacional (Lima) (s. f.); R. Porras Barrenechea, El testamento de Pizarro, Paris, Imprimerie Les Presses Modernes, 1936 (col. Cuadernos de Historia del Perú); P. Pizarro, Relación del Descubrimiento y Conquista de los Reinos del Perú, Lima, Pontificia Universidad Católica del Perú, 1978; R. Porras Barrenechea, Pizarro, Lima, Pizarro, 1978; A. Alonso de Cadenas y López y V. de Cadenas y Vicent, Elenco de Grandezas y Títulos nobiliarios españoles, Madrid, Instituto Salazar y Castro, Revista Hidalguía, 2000; M. Rostworowski, Doña Francisca Pizarro. Una ilustra mestiza (1534-1598), Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 2004.

 

Fernando de Trazegnies y Granda, marqués de Torre Bermeja

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