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Manuel Román

Biografía

Román, Manuel. Olmedo (Valladolid), 12.I.1696 – La Urbana, Bolívar (Venezuela), 1766. Misionero jesuita (SI), explorador y cartógrafo.

Había estudiado tres años de Filosofía y dos de Teología en Valladolid y Salamanca antes de entrar en la Compañía de Jesús el 16 de diciembre de 1722, en el noviciado de Villagarcía de Campos (Valladolid).

Siendo aún novicio, fue enviado al Nuevo Reino de Granada, en la expedición (1723) del padre Mateo Mimbela (1663-1736), quien residió en Europa entre 1721 y 1723 como procurador de su provincia. Al embarcar en 1723 es descrito como “el Hermano Manuel Román, escolar, natural de Olmedo en Castilla la Vieja; de edad de 28 años; mediano de cuerpo, menudo de cara, blanco, ojos hundidos”.

Completó la Teología en la Universidad Javeriana de Bogotá, donde se ordenó de sacerdote en 1725 e hizo la tercera probación en Tunja (Pararuma, Bolívar), el 14 de julio de 1734. La reseña del Consejo de Indias, realizada el 26 de diciembre de 1723, antes de embarcarse dice: “El Hermano Manuel Román, escolar, natural de Olmedo en Castilla la Vieja; de edad de 28 años; mediano de cuerpo, menudo de cara, blanco, ojos hundidos”.

Hacia 1728, fue a la misión de Los Llanos, donde permaneció más de treinta años de misionero hasta su muerte, menos su estancia en Tunja como rector y maestro de novicios (1763-1766), en las reducciones (centros de población india, dirigidos por los jesuitas, sometidos a la evangelización y a un régimen comunitario, muy reglamentado, basado en la obediencia, el trabajo y el igualitarismo socioeconómico). Tuvo sus primeras actividades en San Regis de Guanápalo, entre los indios sálivas del Orinoco, y en 1730 participa en la fundación de San Miguel de los Sálivas. Aun antes de que, entre 1731 y 1736 (en este último año se encuentra en la reducción de Nuestra Señora de los Ángeles) intentase su “íntimo amigo” el provincial José Gumilla (1686-1750) asentar las reducciones del Bajo Orinoco, Román había buscado extender las misiones hasta la desembocadura del río Meta, considerado como el centro etnológico y geográfico del área que se quería misionar. Entre 1731 y 1732 hizo tres viajes al río Bichada, de cuyos pormenores redactó sendas relaciones.

La estrategia consistía en apoyarse en los indios sálivas para poder avanzar, participando también en esa empresa Roque Lubián (León, 1707-Gubbio, 1781), respaldado por el cacique Chepe Cavarte. El progreso fue visible entre 1731 y 1736, a pesar de los ataques de los caribes y otras dificultades, fundando diversos pueblos, como Carichana con el nombre de Nuestra Señora de los Ángeles (1731) o San Miguel de Macuco (1732). Fue repetidas veces superior de las misiones del Orinoco (1737-1745, 1748-1754, 1757- 1761) y de las del Meta (1754-1757), y como tal tuvo que enfrentar en el año 1744 el peligro de infiltración portuguesa, con fines esclavistas. En el orden apostólico y humanitario, el viaje de Román ayudó al cese de las incursiones esclavistas de los “marañones” brasileños, que servían de acicate a los jesuitas para entrar en el Alto Orinoco (se estiman en veinte mil los indios esclavizados en el período 1740-1750).

El 12 de febrero de 1742 elevó un informe sobre la necesidad de construir un fuerte en la Angostura del Orinoco.

El 4 de febrero de 1744 el padre Román salió de Cabruta con una escolta de sálivas y el soldado Casagrande, Orinoco arriba, con la doble finalidad de entablar diálogo con los portugueses de Pará y, a la vez, establecer contactos firmes con el grupo de los guaipunaves. Noticioso de la presencia de portugueses al sur de Maypures, encontró en las cercanías del Atabapo una embarcación de portugueses procedente del Río Negro, en compañía de los cuales el padre Román pasó del Orinoco al Casiquiare (era la primera vez que se realizaba la travesía de dicho brazo) y de éste al río Negro. Román permaneció ocho meses en dominios portugueses, regresando el 15 de octubre, después de haber demostrado la intercomunicación fluvial entre el Orinoco y el Amazonas. Aunque se ha perdido el mapa con que Román acompañó su relación, se conserva el croquis de que se valió el padre Bernardo Rotella (1700-1748) para trazar el viaje de Román, que constituye la primera representación gráfica del curso del Orinoco. Fue de vital importancia para las misiones jesuitas el descubrimiento del caño Casiquiare en 1744, contribuyendo así a fijar los límites entre las colonias española y portuguesa y, en el futuro, entre Venezuela y Brasil.

Román es uno de los más destacados jesuitas que contribuyó al poblamiento y evangelización de la Venezuela Profunda (los territorios de los ríos Casanare, Meta y Orinoco), suerte de territorios interiores extensos no explorados, donde trabajaron intensamente a partir de la segunda mitad del siglo XVII. La nueva política misional impulsada por la corona española descansó sobre la base de un sistema mixto de empresa evangelizadora y escolta de soldados mediante las llamadas “entradas”, con el objetivo fundamental de recoger a los indígenas dispersos por la amplia geografía de las provincias y reducirlos a poblado, en una, si se quiere, forma de sustitución de la conquista guerrera por la espiritual. La corona delegó en el misionero la colonización de esos espacios, sustituyendo el religioso al gobierno civil. Prosperaron entonces los pueblos de resguardo de indígenas y los hatos de comunidad, asistidos por la fuerza militar. El rey patrocinó directamente las iniciativas misioneras y los religiosos se afanaron para que sus misiones quedaran bajo la égida del Patronato.

La natural y ansiada expansión de la Compañía en suelo venezolano, buscando la Orinoquia y las regiones norte y sur del Meta, se vio entrabada por los gravísimos problemas inherentes a las distancias y los formidables accidentes geográficos que median entre las hoy repúblicas de Colombia y Venezuela; y por la dependencia impuesta por el centralismo de las autoridades del Nuevo Reino de Granada, tanto civiles como jesuíticas. Además de misionar y fundar varios pueblos, nos dejó una útil labor geográfica y cartográfica realizada, en la que también participaron destacados ignacianos, como Matías de Tapia, Juan Capuel, José Gumilla, Bernardo Rotella, Manuel Román, Agustín de Vega y Felipe Salvador Gilij, el más conocido de todos. Estos jesuitas dieron a conocer por vez primera la provincia de Guayana desde un punto de vista científico y al Orinoco como la arteria vital que daría vida a toda la unidad territorial de sus vertientes.

No tiene nada de extraño que los misioneros jesuitas intercambiaran sus experiencias y conocimientos, producto de sus largos años en el Orinoco y que acordaran plasmarlas en el papel. Román regresó en 1745 de su viaje por el río Negro a través del Casiquiare y su descubrimiento lo reflejó Rotella en su mapa. Los dos amigos sumaron información ofrecida por los indígenas, por los portugueses y, por supuesto, la correspondiente a la cartografía jesuita previa a 1744. Según Dionis Ríos, Román aportó información del Alto Orinoco, del río Negro y del Casiquiare. La correspondiente a los Llanos del Casanare y Meta y hasta Santa Fe, pudo provenir de fuentes documentales y cartográficas de la Compañía. Rotella, por su parte, fijó la región del lago Parima, el nacimiento del Orinoco y los ríos Mazaruni, Cuyuni y Esequibo, más los afluentes del Amazonas, por su margen izquierda, desde el río Negro hasta la desembocadura de aquél en el Atlántico. La mayor parte de la información recogida - la más abundante - provino de los indígenas.

Román y sus correligionarios nos dejaron una nueva perspectiva económico-misionera cuyo centro de gravedad estaría en Santo Tomé de Guayana y en Trinidad. Aportaron ideas fundamentales de la geografía de Venezuela, particularmente de la Orinoquia, que influyeron poderosamente en el célebre Tratado de Límites Hispano-Luso de 1750. Sin duda, la moderna cartografía del Orinoco comienza con Manuel Román, la ratifica su amigo Bernardo Rotella y luego la propia Corona española a través de la Expedición de Límites.

En 1764 fue nombrado rector de la Universidad Javeriana de Santafé de Bogotá. Desde la responsabilidad de sus altos cargos, Román redactó numerosos informes, relaciones y cartas dirigidas a las autoridades civiles y eclesiásticas, como a los gobernadores de Sucre y de la Guayana, al obispo de Puerto Rico, etc., cuyos títulos, inéditos y casi todos perdidos, pueden verse en Rey Fajardo, que demuestran que Román fue muy respetado (“hombre de tan notoria virtud y celo apostólico que es venerado de los que no le tratan, y tenido por santo en todas sus operaciones”) y “célebre”, como lo cita siempre el misionero y jesuita italiano Felipe Salvador Gilij (1721-1784), por lo que es muy de lamentar la pérdida de los relatos biográficos que sobre Manuel Román escribieron sus contemporáneos y jesuitas, padres Roque Lubián y José María Forneri.

 

Obras de ~: “Cartas, memoriales e informes”, en J. Gumilla, Escritos varios, Caracas, 1970, págs. 271-283 y 297-320.

 

Bibl.: J. M. Forneri, Relación de la vida y muerte del P. Manuel Roman, escrita por el P. José María Forneri, su compañero de misiones, s. f. (ms. desapar.); R. Lubian, Memorias de la santa vida y apostólicos trabajos del Padre Manuel Román, insigne misionero del Orinoco, 1764 (ms. desapar.); F. S. Gilij, Saggio di Storia Americana ossia storia naturale, civile e sacra dei Regni e delle provincie Spagnuole di Terraferma nell’America meridionale, vol. I, Roma, 1780; M. Aguirre, La Compañía de Jesús en Venezuela, Caracas, Editorial Cóndor, 1941, pág. 221; D. Ramos Pérez, El Tratado de Límites de 1750 y la Expedición de Iturriaga al Orinoco, Madrid, 1946; J. Rivero, Historia de las misiones de los Llanos de Casanare, y los ríos Orinoco y Meta, escrita el año de 1736, Bogotá, 1956; M. A. Donís Ríos, “La cartografía jesuítica en la Orinoquia”, en Orinoquia (1), págs. 811-814; J. del Rey Fajardo, Documentos jesuíticos en Venezuela, Caracas, 1966-1975, vol. I, pág. 349, vol. II, pág. 427, vol. III, pág. 387; Bio-bibliografía de los jesuitas en la Venezuela colonial, Caracas, Universidad Católica Andrés Bello, 1974, págs. 478-481; J. del Rey Fajardo, Apuntes para una Historia de la Cartografía jesuítica en Venezuela”, en separata del Boletín Histórico, Caracas, Fundación John Boulton, 38 (1975), págs. 152-170; D. Ramos Pérez, Estudios de Historia de Venezuela, Caracas, Academia Nacional de la Historia, 1976, pág. 799; P. Ojer, Las misiones carismáticas y las institucionales en Venezuela, San Cristóbal, Universidad Católica del Táchira, 1990; J. del Rey Fajardo (ed.), La pedagogía jesuítica en Venezuela, San Cristóbal, 1991, 3 vols.; D. de Barandiarán, El Orinoco Amazónico de las Misiones Jesuíticas, San Cristóbal, Universidad Católica del Táchira, 1992; M. Lucena Giraldo, Viajes a la Guayana Ilustrada. El hombre y el territorio, Caracas, Banco Provincial, 1999 (col. V Centenario); A. de Vega, Noticia del principio y progresos del establecimiento de las missiones de gentiles en el rio Orinoco, por la Compañía de Jesús, est. intr. de J. del Rey Fajardo y D. de Barandiarán, Caracas, Academia Nacional de la Historia, 2000; H. González, “Román, Manuel”, en Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús, Madrid, Universidad Pontificia de Comillas, 2001, pág. 3.403; J. del Rey Fajardo, Catedráticos jesuitas de la Javeriana colonial, Bogotá, Centro Editorial Javeriano, 2002, págs. 289-293; M. Donís Ríos, Historia territorial y cartografía histórica venezolana, Caracas, Academia Nacional de la Historia, 2010; La Provincia de Guayana para mediados del siglo XVIII. Una visión a través del mapa del P. Bernardo Rotella, S.J., Caracas, Academia Nacional de Historia, 2013; “El aporte jesuítico a las ideas geográficas de Venezuela”, en Montalbán: Revista de Humanidades y Educación, 46 (2015), págs. 106-160.

 

Antonio Astorgano Abajo

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