Salvo de Albelda. ?, p. m. s. x – 10.II.962. Abad, liturgista, escritor.
El llamado codex albeldensis o vigilano, terminado de escribir en el Monasterio de San Martín de Albelda el año 976 por Vigila y Sarracino (hoy en la Biblioteca de El Escorial, d.I.2), transmite una escueta noticia biográfica de Salvo de Albelda (La Rioja), debida a la pluma de Vigila, su discípulo, quien habla de su elegante elocuencia y de las obras que compuso, una regla para vírgenes y diversas piezas litúrgicas. Ofrece la fecha exacta de su muerte, acaecida en tiempos del rey García y el obispo Teudemiro, e indica el lugar de su sepultura, la Basílica de San Martín de Albelda, a cuyos pies fue enterrado el año 972 su discípulo Belasco, obispo de Iruña.
Por la documentación del cenobio riojano se sabe que Salvo era abad el año 953, cuando es citado como receptor de una donación, y que lo seguía siendo en el año 955, al recibir la persona de un presbítero que se entregó al monasterio, y en el año siguiente, cuando figura recibiendo en sus manos una viña.
Esto es cuanto se sabe de su vida y abadiato, bajo el cual el Monasterio de Albelda y su scriptorium alcanzaron un extraordinario nivel. A sus ruegos fue realizado años después de su muerte el famoso códice citado más arriba. De su actividad literaria es poco lo que puede afirmarse con seguridad. Sus fórmulas litúrgicas, caso de haberse conservado, no pueden ser descubiertas en el inmenso repertorio de la liturgia hispana, a pesar de algunos intentos en esta línea, que no pasan de ser atribuciones sin excesivo fundamento. Mayor seguridad cabe en considerar que el “sacris uirginibus regularem libellum”, de que habla su biógrafo, no es otro que el Libellus a Regula Sancti Benedicti subtractus, transmitido por un códice del Monasterio de San Millán de la Cogolla (La Rioja), terminado de copiar el año 976 (hoy en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia, cód. 62). En cualquier caso, el Monasterio de Albelda presentaba en tiempos de Salvo un nivel cultural insospechado en la España del siglo x. Muy posiblemente a él se le deba la introducción de la Regla de San Benito en su cenobio, como reguladora al menos de algunos aspectos de la vida comunitaria. Como tal se la cita en un documento del año 955.
Obras de ~: A. Linage Conde (ed.), Una regla monástica riojana femenina del siglo x: el “libellus a regula Sancti Benedicti subtractus”, Salamanca, Universidad, 1973.
Bibl.: M. Férotin, Le Liber Ordinum en usage dans l’Église wisigothique et mozarabe d’Espagne, Paris, Firmin-Didot, 1904, pág. XIX; J. Pérez de Urbel, “Origen de los himnos mozárabes”, en Bulletin Hispanique, XVIII (1926), págs. 226 y 231- 232; Ch. J. Bishko, “Salvus of Albelda and frontier monasticism in tenth-century Navarre”, en Speculum, XXIII (1948), págs. 568-590; A. Linage Conde, Los orígenes del monacato benedictino en la Península Ibérica, vol. II, León, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, 1973, págs. 802-820; M. C. Díaz y Díaz, “Salvo de Albelda”, en Q. Aldea Vázquez, T. Marín Martínez, J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vol. IV, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1975, pág. 2158; M. C. Díaz y Díaz, Libros y librerías en la Rioja altomedieval, Logroño, Instituto de Estudios Riojanos, 1979, págs. 62-64 y 282; J. M. Ruiz Asencio, “Libellus a Regula Sancti Benedicti subtractus. Bibl. Academia de la Historia, Emilianensis, 62”, en C. García Turza (coord.), Los Manuscritos visigóticos: estudio paleográfico y codicológico. I. Códices riojanos datados, Logroño, Fundación San Millán de la Cogolla, 2002, págs. 176-178.
Miguel C. Vivancos Gómez, OSB