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Liciniano Sáez Hernando

Biografía

Sáez Hernando, Liciniano. Tosantos (Burgos), 16.X.1737 baut. – Santo Domingo de Silos (Burgos), 23.IV.1809. Monje benedictino (OSB), archivero y numismático.

El 16 de octubre de 1737 fue bautizado en el lugar de Tosantos un niño al que se le impuso el nombre de Domingo Vítores, siendo sus padres Francisco Sáez y Juana Hernando; estudió Gramática en Belorado e ingresó en la Abadía Benedictina de Santo Domingo de Silos en 1754, tomando el hábito el 21 de julio y cambiando su nombre de pila por el de Liciniano.

Profesó el 10 de agosto de 1755, y en 1757 fue enviado al Monasterio de San Andrés de Espinareda (León), donde la Congregación Benedictina de Valladolid, a la que Silos pertenecía, tenía el Colegio de Artes. En 1760 pasó al Colegio de San Vicente de Salamanca a estudiar la Teología; en dicha ciudad se ordenó primero de diácono, el 7 de marzo de 1761, y luego de sacerdote, el 19 de diciembre del mismo año. En 1762 tuvo que retirarse a su Monasterio de profesión, aquejado de una enfermedad cardíaca que le acompañará durante toda su vida.

En 1769 fue nombrado archivero de su monasterio, dedicando los cuatro años siguientes a la catalogación del mismo, componiendo un índice en cinco volúmenes de los cuales tres han llegado hasta nosotros.

El padre Liciniano no se limitó a otorgar un número a cada documento, sino que copió muchos de ellos al pie de la letra, sacando de otros extractos amplísimos.

Su fidelidad en la transcripción es asombrosa, causando su obra la admiración de sus hermanos de comunidad y traspasando su fama los límites del monasterio.

Así, en 1776 fue solicitado por Diego Gil de Gibaja, alcalde de la villa de Sepúlveda (Segovia), para ordenar su archivo. Además de llevar a cabo el trabajo encomendado, el padre Liciniano sacó numerosos apuntes para su propio uso, costumbre que se hizo norma en todos los archivos que clasificó.

En 1777 fue destinado al priorato que Silos poseía cerca de aquella villa, San Frutos del Duratón; era ésta una pequeña dependencia que sólo contaba con dos monjes, cuya principal obligación era recoger las rentas del priorato y mantener los numerosos pleitos que conllevaba la defensa de sus bienes. El padre Liciniano aprovechó esta soledad para ir escribiendo alguna de sus obras sobre numismática que publicó más tarde. Estuvo allí hasta 1785, año en que volvió a su Monasterio de profesión.

En marzo de 1786, a petición de la Diputación de Navarra, pasó a Pamplona con el encargo de ordenar el Archivo de Comptos Reales, labor que le llevó tres años. No contento con una simple ordenación, realizó la misma tarea que en su Monasterio de Silos, esto es, en veintinueve volúmenes copió o extractó los documentos más importantes, señalando cuanto de interés hallaba a su paso. Copió de su mano otros ocho volúmenes para su uso particular, que se conservan en el archivo de Silos. La Diputación, agradecida, mandó librar al padre Sáez 100 pesos de 4 pesetas anuales vitalicios, además del salario previamente comprometido entre ambas partes.

Vuelto a Silos en 1789, y después de una breve estancia en San Frutos, hizo una fugaz visita a Pamplona, a fin de dar el último repaso al índice de los veintinueve volúmenes del Archivo de Comptos realizados por él y que, por su mandato, hacía Gregorio Moreno, ya que él no había podido llevarlo a fin personalmente a causa de su falta de salud. En junio de 1790 estableció su residencia en Madrid, en casa de la condesa de Benavente y duquesa de Osuna, quien había solicitado su auxilio para la ordenación de su archivo. Trabajó dieciséis años para la duquesa con su rigor acostumbrado y puede decirse que prácticamente vivía en el archivo, pues disponía de una habitación aneja a él y apenas ponía fuera el pie. De su pluma salieron unos ochenta volúmenes in folio con copia de lo más destacado de los diversos estados de la duquesa. Por el mismo padre Liciniano se sabe que, después de pasar horas y horas en el archivo, al salir tenía que apoyarse en la pared para no caerse a causa de la fatiga, de la que, mientras trabajaba, apenas se daba cuenta. Su carácter huraño facilitaba su labor, ya que no gustaba del trato con las gentes; él mismo firmaba sus cartas añadiendo a su nombre los apelativos de “El bárbaro” o “El montaraz”.

En 1790 fue también solicitado por el Cabildo de Segovia para el ordenamiento de su archivo, pero el padre Sáez declinó el ofrecimiento por falta de tiempo, y lo mismo hizo en 1797 cuando los canónigos reiteraron la petición.

Si el padre Liciniano hubiera dado a la imprenta el fruto de sus trabajos en los archivos de Silos, Sepúlveda, Comptos Reales y Benavente, hubiera pasado a la historia como el mejor paleógrafo y editor de fuentes del siglo XVIII español. Pero sus obras impresas se ocupan de un campo totalmente diferente para el que, sin embargo, era imprescindible la consulta de los archivos. Como numismático, el padre Sáez es pionero en el estudio sistemático de la documentación a fin de calibrar bien el valor de las monedas.

Sus tres obras impresas, en 1786, 1796 y 1805, tratan sobre las monedas del tiempo de Juan II, Enrique III y Enrique IV, siendo un verdadero monumento de erudición numismática e histórica. La Real Academia de la Historia reconoció estos méritos y el 23 de abril de 1793 lo nombró académico supernumerario y, de número en el 22 de junio de 1804. Formó parte de la comisión encargada de la impresión de las Partidas de Alfonso X, obra impresa en 1807, y de la comisión para la publicación de la crónica de Fernando IV, que no pudo ver la luz hasta 1860.

En 1806 el padre Liciniano volvió a Santo Domingo de Silos; allí transcurrieron, salvo esporádicas salidas, los últimos años de su vida. Aquejado de una enfermedad renal, de nada sirvió que se hiciera venir expresamente a un cirujano de Burgos para tratarle, pues lo único que pudo hacer fue certificar la extrema gravedad del mal. Estando ya en el lecho de muerte, las tropas francesas que invadían la Península llegaron a Silos el 19 de abril de 1809, inquietando al enfermo y agravando su estado. Murió el 23 de abril, a las cinco y media de la tarde, siendo enterrado al día siguiente en la iglesia abacial, enfrente de la sacristía.

 

Obras de ~: Apéndice a la crónica nuevamente impresa del señor rey Don Juan el II en que se da noticia de todas las monedas, de sus valores y del precio que tuvieron varios géneros en su reynado, Madrid, 1786; Demostración histórica del verdadero valor de todas las monedas que corrían en Castilla durante el reynado del señor Don Enrique III y de su correspondencia con las del señor Don Carlos IV, Madrid, 1796; Demostración histórica del verdadero valor de todas las monedas que corrían en Castilla durante el reynado del señor Don Enrique IV, Madrid, 1805; con L. Traggia, “Valor de los maravedises en 1487 y su equivalencia de la moneda en 1800. Informe de la Real Academia”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, 77 (1920), págs. 427-436.

 

Bibl.: M. Férotin, Histoire de l’Abbaye de Silos, Paris, E. Leroux, 1897, págs. 249-252; J. Pérez de Urbel, Varones insignes de la Congregación de Valladolid, Pontevedra, Museo Provincial, 1967, pág. 220; L. Maté Sadornil, “El Padre Liciniano Sáez, archivero de la Cámara de Comptos Reales”, en Príncipe de Viana, 150-151 (1978), págs. 93-110; Marqués de Siete Iglesias, “Real Academia de la Historia. Catálogo de sus individuos. Noticias sacadas de sus archivos”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, CLXXV (1978), pág. 75; M. C. Vivancos, “Catálogo de la colección numismática medieval del monasterio de Silos”, en Nvmisma, LII (2002), págs. 149-188.

 

Miguel C. Vivancos Gómez, OSB

 

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