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Alonso Silva

Biografía

Silva, Alonso de. Boyacá (Colombia), c. 1550 – ?. Gobernante muysca (Colombia), cacique de Tibasosa.

Hijo de la hermana mayor del cacique de Tibasosa, Tunja (Boyacá, Colombia) y de Francisco de Silva quien, como miembro de la hueste de Gonzalo Jiménez de Quesada, participó en la fundación de Tunja en 1539. Allí recibió solar, construyó su casa de habitación y se hizo vecino. Se ignoran los detalles de las relaciones entre sus padres, quienes al parecer no las formalizaron mediante matrimonio muysca o católico, aunque tuvieron varios hijos, de los cuales Alonso fue el mayor. Poco se sabe de su infancia. En 1560, cuando tenía aproximadamente diez años, murió su tío Saganimoso, cacique de Tibasosa. Alonso debió de sucederlo, pero por su corta edad se encargó del cacicazgo a Cuiquer (Martín, para los españoles), hermano menor del cacique muerto.

Mientras tanto, Alonso, bajo la tutela de su padre, ingresó en la escuela de Diego del Águila, que funcionaba en Tunja para mestizos hijos de españoles. Posteriormente continuó su formación en el convento de los dominicos, también en Tunja, donde recibió clases de Religión, Moral y Gramática. Una vez finalizados sus estudios en esa ciudad, Alonso se trasladó a Santafé, donde trabajó de auxiliar de la Real Audiencia, cargo que le dio la oportunidad de conocer con mayor detalle los trámites que se surtían ante esa corporación y de establecer relaciones con altos funcionarios de la administración colonial. Por esa época, algunos capitanes del pueblo de Tibasosa y la madre de Alonso plantearon la posibilidad de que asumiera el cargo de cacique que le correspondía.

En efecto, según las normas de parentesco y sucesión vigentes entre la población muysca de la cual formaba parte el señorío de Tibasosa, la pertenencia a la comunidad, así como los derechos de sucesión se heredaban por vía materna. Por esta razón Alonso era considerado muysca por las comunidades de esa filiación y legítimo sucesor del señorío, por ser el hijo mayor de la hermana, también mayor, del dirigente en ejercicio. Por el contrario, según las normas de parentesco y herencia vigentes entre los españoles por esa misma época, Alonso era considerado mestizo, por ser hijo de una mujer indígena y de un hombre español.

A esta condición se agregaba la de que sus padres no habían contraído matrimonio católico, lo que desde la perspectiva de los españoles incrementaba las dudas sobre la legitimidad de que ejerciera el cacicazgo.

Estas dudas formaban parte de la argumentación que los encomenderos de Tunja, contrarios a la posibilidad de que personas como Alonso de Silva, que se manejaban fluidamente tanto en el ámbito muysca, como en el español, asumieran el liderazgo de las comunidades nativas. Para ellos, que personas así formadas tuvieran la dirección política de los indígenas que les estaban encomendados le facilitaba a las comunidades adelantar una oposición exitosa frente a sus exigencias y abusos. En el caso del cacicazgo de Tibasosa, la oposición del respectivo encomendero, Miguel Holguín, fue férrea. Este último había llegado al altiplano cundiboyacense (Colombia) con las huestes de Federmán, que se encontraron con las de Quesada y Benalcázar y su ascenso fue vertiginoso. Todo el poder y prestigio que había obtenido el encomendero fueron utilizados contra la aspiración de Alonso de Silva al cacicazgo de Tibasosa.

Sin embargo, hacia 1570 se intensificaron las solicitudes de varias comunidades muyscas para que Alonso asumiera el cacicazgo. En marzo de 1571, Tiba, el indígena pregonero —alto cargo dentro de la organización política muysca— del repartimiento de Tibasosa, junto con Suas-xi y con Cupansa, viajaron a Santafé para solicitar ante la Audiencia que Alonso, el Tiba (en muysca capitán) de Susa (señorío al que pertenecía esa capitanía) asumiera el cacicazgo. Esta iniciativa contaba con el respaldo del cacique de Sogamoso, originalmente cacique-sacerdote, al que estaba sujeto el Tibasosa, en territorios ubicados en el valle sagrado de Iraka. Para los indígenas, a diferencia de lo que sucedía con los encomenderos, contar con un dirigente que, a la vez que formaba parte de su comunidad, tuviera un desempeño fluido en el ámbito de los españoles, los favorecía frente a las exigencias y excesos de encomenderos y funcionarios. Adicionalmente, en ese momento la solicitud tenía buenas posibilidades de éxito, ya que las autoridades metropolitanas habían expedido disposiciones en el sentido de que se mantuvieran las tradiciones políticas nativas, en aquellos puntos que no contravinieran el catolicismo o el poderío del mandatario español.

A raíz de la solicitud formulada por las comunidades muysca de Tibasosa, la Audiencia de Santafé, luego de abrir el respectivo expediente y recibir las declaraciones, mediante auto del 16 de marzo de 1571 dio provisión para que Alonso de Silva asumiera el cacicazgo de Tibasosa, a pesar de la oposición de los encomenderos. El nuevo cacique tomó posesión formal de su cargo el día de la Ascensión del Señor de 1571. De inmediato los encomenderos iniciaron acciones para que se revocara la orden de la Audiencia, al tiempo que comenzó una fuerte campaña contra los mestizos, a quienes se acusó de promover revueltas y sublevaciones. Aunque inicialmente la Audiencia ratificó el título, ante las presiones de las autoridades de Tunja se reabrió el caso. Los ataques se dirigieron tanto contra el cacique de Tibasosa, como contra el cacique de Turmequé, Diego de Torres, a quienes se acusaba de engañar y sobornar a los indios, para pretender a cacicazgos a los que no tenían derecho. Ambos caciques había entablado amistad durante su estadía en la escuela de Diego del Águila y en el convento de los dominicos, e hicieron causa común hasta el fin de sus días. Los conflictos que sostuvieron con los encomenderos y las actitudes que asumieron imprimieron, como lo señala Jorge Palacios Preciado, cierto paralelismo a sus vidas.

La disputa entre los caciques y los encomenderos llegó al Consejo de Indias y mediante cédula de abril de 1572 se le reconoció a Alonso de Silva su condición de cacique, pero se ordenó escuchar a las partes, en caso de que hubiera reclamos y decidir sobre el asunto, sin remitir nuevamente el caso al Consejo.

Se continuó así el proceso ante el tribunal, en el que se reiteraron las acusaciones contra los encomenderos por los abusos que cometían contra los indígenas y se puso en evidencia que el manejo administrativo en la provincia de Tunja se hacía en función de los intereses de las autoridades y los encomenderos, ya que estos últimos eran los que ocupaban los cargos de administrativos (en términos de la época, eran las justicias) de la ciudad.

Sin embargo, la presión de los encomenderos fue de tal magnitud que tanto Alonso de Silva, como Diego de Torres, no sólo fueron perseguidos y acosados, sino también encarcelados. El 10 de diciembre de 1574, los oidores de la Audiencia, luego de un largo proceso lleno de incidencias, decidieron remitir el pleito al Consejo de Indias y, entretanto, despojar a Alonso de Silva del cacicazgo y prohibirle la entrada al mismo.

Posteriormente, en carta enviada al Rey el 10 de abril de 1575, los oidores informaban haber suspendido a los caciques mestizos y manifestaban sus opiniones adversas sobre los mestizos, a los que señalaban ser inclinados al mal. La posición asumida por la Audiencia, aunque no significaba un fallo total, constituyó en un precedente importante para la decisión que se plasmó en la disposición tomada en 1576 por Felipe II, que prohibía a los mestizos ser caciques de los pueblos de indios y ordenaba la remoción de sus cargos de los mestizos que hubieran recibido tal nombramiento.

De cualquier forma, ese mismo año de 1575, los caciques depuestos solicitaron licencia para viajar a España y sustentar sus causas, que les fue concedida por cédula real. Dado que de los dos caciques sólo el de Turmequé contaba con los recursos necesarios para hacer el viaje, acordaron que éste hiciera con el de Tibasosa causa común ante el Consejo de Indias.

A pesar de que el cacique de Turmequé hizo dos viajes a España y como resultado de sus gestiones se ordenara a la Audiencia santafereña remitir los procesos y, entretanto se tomaba la respectiva determinación, se les permitiera usar del cacicazgo como lo hacían antes, las órdenes fueron desconocidas por la Audiencia en la práctica. El cacique de Tibasosa, al igual que el de Turmequé, murieron sin lograr la restitución de sus cacicazgos, ni que se mejoraran las condiciones de vida a las que eran sometidas las comunidades indígenas de las que formaban parte.

 

Bibl.: U. Rojas, El Cacique del Turmequé y su Época, Tunja, Imprenta Departamental de Boyacá, 1965; J. Palacios Preciado, “Don Alonso de Silva, Cacique de Tibasosa y la Lucha por la Justicia Social en el siglo XVI”, en Repertorio Boyacense (Bogotá, Academia Boyacense de Historia), año LXXII, n.º 322 (julio–diciembre de 1988), págs. 1-25.

 

Marta Herrera Ángel

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