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Diego de Torres Moyachoque

Biografía

Torres Moyachoque, Diego de. Rurmequeteba. Tunja (Colombia), 1549 – Madrid, 4.IV.1590. Gobernante muysca (Colombia), cacique de Turmequé, jesuita (SI).

Hijo de Catalina de Moyachoque, mujer muysca, hermana mayor del cacique de Turmequé (Rurmeque) y del encomendero español de ese pueblo indígena, Juan de Torres, quien se había casado en segundas nupcias con la hermana del cacique. Según las normas de parentesco y sucesión vigentes entre la población muysca de la cual formaba parte el señorío de Turmequé, la pertenencia a la comunidad, así como los derechos de sucesión se heredaban por vía materna. Por este motivo Rurmequeteba era considerado muysca por las comunidades de esa filiación y legítimo sucesor del señorío, por ser el hijo mayor de la hermana, también mayor, del dirigente en ejercicio. Por el contrario, según las normas de parentesco y herencia vigentes entre los españoles por esa misma época, Diego era considerado mestizo, por ser hijo de una mujer indígena y de un hombre español.

El padre de Diego, Juan de Torres, formó parte de la hueste que, a cargo de Gonzalo Jiménez de Quesada, invadió el altiplano cundiboyacense (Colombia) en 1537. Como recompensa de sus servicios, al fundarse la ciudad de Tunja en 1539, se le repartió solar y se le dio por dos vidas la encomienda de Turmequé. Adicionalmente, fue regidor perpetuo de la ciudad de Tunja. Cuando se sintió viejo y enfermo envió a llamar al hijo único de su primer matrimonio, Pedro de Torres, quien se encontraba en España, con el fin de que administrara sus bienes. Pedro llegó a Tunja cuando tenía veintitrés años, se hizo cargo de la encomienda de Turmequé, que heredó al morir su padre en 1570 y se casó con Ana de Contreras, miembro también de la elite española de Tunja.

Por los años en que su medio hermano llegó de España, Diego contaba con ocho años, edad en la que ingresó a la escuela que tenía en Tunja Diego del Águila, para mestizos hijos de españoles. Allí conoció a Alonso de Silva, futuro cacique de Tibasosa, que se encontraba en unas circunstancias parecidas a las de Diego. La relación entre los dos caciques, que emprenderían numerosas acciones conjuntas para defender sus cacicazgos y frenar los abusos de los encomenderos contra sus comunidades, confirieron un gran paralelismo a sus vidas. Durante sus primeros años, Diego vivió con sus padres en la ciudad de Tunja y con ellos aprendió tanto el muysca, como el español. En la encomienda de su padre se ejercitó en equitación y en las cacerías de pumas y venados, llegando a convertirse en un diestro jinete y en excelente tirador de flecha y arcabuz. Al terminar sus estudios en la escuela, continuó su formación en el convento de los dominicos en Tunja, donde recibió clases de religión, moral y gramática. En principio, este doble contacto con la sociedad muysca de su madre y con la española de su padre le permitió asumir un papel exitoso, tanto dentro de la comunidad de su madre, donde gozaba del aprecio de su tío el cacique de Turmequé y de los indígenas de la comunidad, como en la de su padre. El presidente de la Audiencia de Santa Fe, Andrés Venero de Leiva, le había cobrado simpatía a Diego por su destacada actuación en los festejos que se le hicieron durante su visita a Tunja (1569).

La inserción exitosa de Diego en la nueva sociedad que se gestaba se mantuvo hasta cuando asumió las responsabilidades que le correspondían dentro del ordenamiento político de los muysca. Hacia 1570, después de llegar a la mayoría de edad y al morir su tío, fue aclamado como cacique por los indígenas de Turmequé. Fue ratificado en ese cargo por la Audiencia.

A esta determinación se opuso su medio hermano, encomendero de Turmequé, quien, junto con otros encomenderos, consideraba que al estar la dirección política de sus encomendados en manos de personas como Diego, que se manejaban fluidamente tanto en el ámbito indígena, como en el español, los indígenas podrían oponerse exitosamente a sus exigencias y abusos. La querella instaurada por el encomendero fue fallada por la Audiencia de Santa Fe el 10 de diciembre de 1574, en contra del cacique de Turmequé. Se le despojó de su cacicazgo, del que se le ordenó salir y se remitió la causa al Consejo de Indias. Al año siguiente, mediante carta del 10 de abril de 1575, los oidores dirigieron al Rey un informe en el que manifestaban su posición contraria respecto a los caciques y, en general, frente a los mestizos, de quienes decían eran de malas inclinaciones. Pocos meses después, el 25 de octubre de 1575, el tribunal dictó sentencia de revista y ordenó la destrucción de los bohíos y cercados del cacique.

El cacique de Turmequé, al igual que el de Tibasosa, también desposeído de su cargo, remitieron su queja al Rey el 8 de abril de 1575, en la que denunciaban los abusos que los encomenderos cometían contra los indígenas. Solicitaron que se les concediera licencia para viajar a España a presentar su caso ante el Consejo de Indias. A pesar de los controles establecidos por los miembros de la Audiencia en los puertos para evitar que se enviaran a España informes y quejas que pudieran perjudicarlos, la carta de los caciques llegó a su destino. La respuesta, sin embargo, se envió sólo dos años después, en 1577, cuando ya el cacique de Turmequé estaba en la Península. El viaje fue largo y tortuoso. Se inició en agosto de 1575 y finalizó tres años después. Para salir, el cacique tuvo que evadir la orden de la Audiencia de Santa Fe para prenderlo y luego, durante el viaje, perdió buena parte de sus bienes cuando la nave en que viajaba estuvo a punto de zozobrar.

Una vez en Madrid, se enteró de que aún no había llegado a la Corte el juicio de la sentencia que lo despojaba del cacicazgo y a la que había apelado hacía ya varios años. Consultó la legislación relativa al gobierno de las Indias y preparó un extenso memorial, en el que denunciaba los robos, abusos y arbitrariedades que se cometían contra los indígenas.

El documento lo presentó en la audiencia que le fue dada en 1578 por Felipe II. A raíz de las quejas del cacique y de otras que se habían recibido contra los funcionarios de la Audiencia Santafereña, se ordenó practicar una visita general. Para llevarla a efecto se nombró a Juan Bautista Monzón, oidor de la Audiencia de Lima, que un año antes había sido destituido de ese cargo por el virrey Toledo, quien lo acusó de intrigante y lo responsabilizó de los disturbios del Perú. Mientras tanto, para solventar la difícil situación económica y de salud en que se encontraba el cacique, fue nombrado picador de los caballos del Rey, cargo que ocupó cerca de un año.

Hacia 1579 Diego de Torres y el visitador Juan Bautista Monzón llegaron a la Nueva Granada. Diego se dirigió a Turmeque y en el trayecto fue objeto de homenajes por parte de los indígenas. Las autoridades interpretaron el entusiasmo indígena como expresión de un intento de conspiración y, en marzo de 1580, se hicieron correr rumores en Tunja y en Santa Fe sobre posibles levantamientos indígenas, incentivados por la llegada del cacique. Diego de Torres fue acusado de traidor por la Audiencia y en 1580 fue apresado en Chía y encarcelado. Los indígenas de Turmequé reaccionaron absteniéndose de pagar las cargas tributarias a que eran sometidos, por lo que el encomendero de esa población, medio hermano del cacique, pagó fianza para que se permitiera a Diego de Torres ir a apaciguar a los indígenas.

Entre tanto, el visitador Monzón se vio envuelto en numerosos altercados con la Audiencia y con el arzobispo y propició un serio escándalo al casar a su hijo con la hija de un poderoso encomendero santafereño (Bogotá), sin la respectiva licencia real. El visitador, al verse acosado por sus enemigos, envió al cacique de Turmequé a España (1580), pero la Audiencia ordenó su prisión. Diego fue aprehendido en Tamalameque y, a su costa, trasladado a Santa Fe (1580). Se le hizo entrar a la ciudad atravesado de un caballo, atado de pies y manos por la calle principal, hasta llegar a la plaza y en la cárcel fue atado con grillos y cadenas. Aunque no se le comprobó ningún delito, ni se le formuló cargo alguno, sus solicitudes para que se hiciera justicia se contestaron con burlas. Al conocerse que había sido sentenciado de muerte, algunos amigos le ayudaron a escapar de la prisión (1581). Diego de Torres huyó a las montañas cercanas a Turmequé donde vivió cerca de dos años. Al no poderlo apresar nuevamente, la Audiencia actuó contra su medio hermano, Pedro de Torres, a quien le destruyeron su hacienda, lo atormentaron, dejándolo ciego y manco, y luego le dieron muerte.

Ante los conflictos suscitados por la visita de Monzón, se envió a Juan Prieto de Orellana para que prosiguiera la visita (1581). El 19 de septiembre de 1582, menos de un mes después de la llegada del nuevo visitador a Santa Fe (25 de agosto), Diego de Torres le entregó personalmente una petición, exponiéndole la situación, y se presentó por preso al alcaide. Después de declarar, se le concedió libertad bajo fianza. Prieto continuó la visita encargada a Monzón y confirmó los abusos y los despojos hechos contra los indígenas. En 1583 Diego de Torres partió para España, enviado por el nuevo visitador, para que el Consejo de Indias decidiera sobre su culpabilidad o inocencia. Ese mismo año, en Madrid, el cacique contrajo matrimonio con Juana de Oropesa, con quien tuvo tres hijos. En octubre de 1584 fue nuevamente recibido por el Rey, a quien le presentó un memorial de agravios, al que la Audiencia de Santa Fe dio respuesta con el cargo de traición contra Diego de Torres. En 1587, tres años antes de su muerte, el caso se resolvió con la total absolución del acusado, pero el cacique se encontraba en la más absoluta pobreza y no pudo regresar a su tierra natal.

 

Bibl.: U. Rojas, El Cacique del Turmequé y su Época, Tunja, Imprenta Departamental de Boyacá, 1965; A. Ariza, “El Cacique de Turmequé”, en Repertorio Boyacense (Tunja, Academia Boyacense de Historia), año LII, n.º 244-5 (abril de 1966), págs. 2514-2518; E. Gálvez Piñal, La Visita de Monzón y Prieto de Orellana al Nuevo Reino de Granada, Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1974; J. Palacios Preciado, “Don Alonso de Silva, Cacique de Tibasosa y la Lucha por la Justicia Social en el siglo xvi”, en Repertorio Boyacense, año LXXII, n.º 322 (julio-diciembre de 1988), págs. 1-25; J. Rodríguez Freile, El Carnero (1636), Bogotá, Villegas Editores, 1988.

 

Marta Herrera Ángel

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