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José Cándido Román

Biografía

Cándido Román, José. Cádiz, 30.XI.1734 - Puerto de Santa María (Cádiz), 24.VI.1771. Torero.

La bio-bibliografía taurina española es muy abundante. En repertorios y obras generales como El Cossío y otras se pueden encontrar numerosas referencias en las que el investigador halla apoyo e información para sus trabajos. En el caso de José Cándido Román, cuya vida profesional no fue ciertamente muy larga, no es, sin embargo, ni totalmente veraz, ni mucho menos exhaustiva, ya que los tópicos y errores se repiten y difunden alegremente, máxime cuando algunas fuentes fundamentales han sido apenas utilizadas y, si no, ignoradas. Sobre todo las de índole jurídica. En el presente caso las escrituras notariales proporcionan datos relevantes. Por ellas, se sabe algo más de su patrimonio, de su entorno familiar y social e incluso devocional (la chiclanera hermandad de Nuestra Señora del Carmen). Las informaciones periodísticas añaden el resto.

Un taurófilo literario solvente, J. Boto Arnau, dice de José Cándido que nació en Cádiz siendo su madre una dama de cierto linaje que quedó embarazada de un criado negro de las Antillas, identificándolo los documentos oficiales, el acta de su matrimonio o las cuentas de la Maestranza de Sevilla, por su tez negra o parda, es decir mulata. Este mismo autor agrega que una familia acomodada lo recogió de la inclusa, que después se trasladó a San Roque, luego a Priego y finalmente a Chiclana., y que en esta ciudad casó con María Hernández, natural de Priego, aunque vecina de Cádiz, en donde había quedado viuda de Pedro de Godoy. Ya tenemos, por tanto, una primera conexión para el análisis: la supuesta presencia de José Cándido en Priego y el casamiento de éste en Chiclana con la prieguense María Hernández. La segunda conexión deriva de la existencia de una finca denominada “El Navazuelo”, en el término de Carcabuey, partido judicial de Priego, propiedad de la familia Lozano, cuyo ancestro Ildefonso Lozano Roldán fue el creador de la ganadería con divisa morada y blanca de su nombre, y cuya tradición taurina quedaba evidente a deducir de un pequeño archivo allí hallado dando cuenta de una interesantísima correspondencia de Jerónimo José Cándido, hijo de José Cándido, y de Pedro Romero con el Conde de la Estrella, así como de la vinculación de dicha tierra al mundo del toro desde el siglo XVIII, época que nos concierne.

La hipótesis, no obstante, resulta insuficiente para establecer un nexo mayor, y éste no puede ser otro que el de la consanguinidad de los famosos toreros Cándido, padre e hijo con una mujer, de la que hasta ahora solo se conoce su nombre y primer apellido, María Hernández, y su posible naturaleza prieguense, pues demostrado está su desposorio con José Cándido y el nacimiento de su hijo José Jerónimo Cándido en las correspondientes partidas sacramentales de Chiclana de la Frontera, poniendo fin a los pábulos reiteradísimos sobre el origen, matrimonio y maternidad, a los que ahora nos referimos. En efecto María Hernández nació en la villa de Priego. Su partida de bautismo reza que en 1730 esta mujer había nacido en la villa de Priego, hija de Martín Hernández y de María Cristobalina Castaño, su esposa. Como declara su partida sacramental ésta casó en Chiclana de la Frontera en 1769, y fruto de su matrimonio fue un hijo al que llamaron Jerónimo José Cándido, que vino al mundo en el año 1770.

La misma se casó en Chiclana de la Frontera, como declara su partida sacramental. De la atenta lectura de estas tres partidas y ya sin ninguna contradicción se pueden confirmar algunos datos. Primero, que en ninguna de ellas se declara que José Cándido fuera natural de Priego, sino de Cádiz, siendo su condición expósito; segundo, que María Hernández nació en Priego en 1730 y que casó en Chiclana en 1769 con el gaditano José Cándido y, por último, que hijo de ambos fue Jerónimo José Cándido, nacido también en Chiclana

La conexión, por tanto, deshaciendo el nudo gordiano es que el torero José Cándido casó con una dama prieguense, María Hernández, y que su hijo Jerónimo José Cándido era hijo de un gaditano y de una prieguense. La raigambre, por tanto, resulta notoria y contrastada.

María Hernández murió en 10 de enero de 1783. Un año antes había otorgado testamento en Chiclana y en el mismo se nos revela otras noticias sobre su genealogía, estrechando el cerco de la oriundez prieguense. Dice en el mismo que era hija de Martín Hernández, natural que fue de Vizcaya y de María Castaño, que lo fue de Bornos. Se llamó, por tanto, María Hernández Castaño. No sabemos en qué población se casaron el vizcaíno y la bornense. Lo que nos choca es su presencia en Priego hacia 1730, fecha en la que nació María Hernández en esta villa, y sobre todo su empadronamiento en tierras chiclaneras con posterioridad. No sabemos tampoco con qué fundamento los cronistas afirman ser esta dama descendiente de acomodados labradores y ganaderos poseedores de productivas fincas en Espartinas y Priego.

Sin embargo, se puede perfilar el entramado de la mujer esposa y madre de toreros, en cuanto a la relación administración y distribución de sus bienes testamentarios, relaciones sociales y económicas, parentesco de consanguinidad y afinidad, sus últimas voluntades y sobre todo, la apasionante carrera de su hijo Jerónimo José Cándido Hernández. Fue el primer torero largo de la historia por su eclecticismo rondeño y sevillano, por cuyas venas corría la sangre prieguense, el famoso y renombrado Jeromo, como lo llamaba cariñosamente su cuñado Pedro Romero, director de la Escuela de Tauromaquia de Sevilla, y el asentamiento de los descendientes de éste en la ciudad de la Maestranza, tras su muerte acaecida en 1839 en Madrid. A él se debe la costumbre de dar la vuelta al ruedo tras una lucida faena a requerimiento del público. Solo por esto merece ser rememorado, como lo fue su padre, precursor del vestido de luces y de su cuidada y singular estética indumentaria, como revela su extenso testamento, además de haber sido tristemente el primer herido de muerte en una plaza de toros.

Desarrollando este esquema finalista damos a conocer -obviando las reiteraciones- un importante acervo documental que se encuentra en los Archivos de Protocolos de Cádiz, Puerto de Santa María y Chiclana de la Frontera.

Hay que fijarse, en primer lugar, en las disposiciones testamentarias, tanto del cabeza de familia, José Cándido, como de su esposa, María Hernández, a lo que se añade también por interés, escrituras relacionadas con su patrimonio económico, a saber compraventa de un pozo (1761), compraventas de casas (1762 y 1763), tierras y viña (1764-1771), depósito por denuncia de aprehensión de ganado, arrendamiento de los menudos de la villa -toro, vaca, buey, cerdo, carnero y macho cabrío- (1770), traspaso de rentas decimales (1771), percepción de despojos del mercado de Chiclana con anterioridad a 1771, y adquisición de un censo perpetuo al duque de Medina Sidonia en la cantidad de 66 reales de vellón anuales (1771).

De entre todos estos documentos destaca su último testamento otorgado en la tarde del 23 de junio de 1771 en el cuarto interior del balcón de los señores diputados de fiestas de la Plaza de Toros del Puerto de Santa María, en donde estaba tendido en el suelo tras la grave cogida que sufrió y “cuando se encontraba en los últimos trances de su vida”.

La imprevista y trágica muerte de José Cándido en la plaza de madera del Puerto de Santa María debió sumir a su esposa en una gran desolación. Cabría la obligación a María Hernández de cumplir y ejecutar la voluntad de su marido y de arreglar sus cuentas. Tal vez con este propósito a los pocos meses de morir el torero, concretamente en 28 de septiembre de 1771, otorgó un amplio poder de representación en el que declaraba que ella se encontraba próxima a emprender un viaje a la villa y corte de Madrid, nombrando para que se personase en el juicio de testamentaría y partición de bienes instado con fecha 28 de junio anterior al procurador don Bernardo de Toledo, vecino de Chiclana, quien entendería del avalúo, nombramiento de contadores, venta de ganado vacuno, cobro de diezmos de Medina… hasta “su perfecta conclusión”.

En segundo lugar llama la atención la adscripción del apellido Román al nombre y primer apellido de José Cándido, tal vez por parentesco de afinidad, ya que en otro caso el famoso torero sería hijo de madre conocida. En los protocolos chiclaneros existen testimonios documentales de dos hermanas llamadas doña Mariana y doña Leonor Román, que declaran ser hijas de don Melchor Román y doña Josefa Olvera, padres además de un tal Francisco Román, que marchó a Indias hacia 1740, como fundadoras en el año 1781 de una capellanía y en cuya escritura consignan los datos genealógicos apuntados, amén de indicar haber sido la madre de las otorgantes natural de la villa de Chiclana. En el testamento de José Cándido arguyó que daba el nombre de hermana a doña Leonor Román “por el cariño que le profesa”, y en tal concepto la apoderaba para que otorgase, junto a su esposa María, el referido testamento, y abundando en el parentesco virtual la constituía en legataria junto a su hermana doña Mariana en la cantidad de 1.500 reales de vellón. ¿Fue esta familia chiclanera la que efectivamente acogió a Cándido en su casa, tras haberlo sacado de la inclusa gaditana, y de aquí el afecto y el agradecimiento? Quede la hipótesis formulada para ulteriores investigaciones y reflexiones sobre el particular.

No se puede pasar por alto un aspecto de singular relieve, como es el literario. Fue José Cándido Román un torero de leyenda. La triste cogida en la plaza portuense dejó una secuela retórica a su paso. Tanto Moratín como Jovellanos aluden con respeto y asombro a su figura. El primero de ellos en un pasaje de su libro El arte de las putas, de contenido erótico; y el segundo en la sátira segunda dedicada a Arnesto titulada Sobre la mala educación de la nobleza, a juicio de la crítica la mejor del siglo XVIII.

La literatura taurina sobre José Cándido (discípulo de Lorenzo Martínez Lorencillo) es sobrada en sus comentarios, cebándose en su origen expósito, aunque él no llegara a utilizar este apellido, como se acredita en las escrituras notariales reproducidas, presumiéndolo hijo natural. También destaca su alternativa en Madrid en 1757, con cesión de trastes y llamativa habilidad de picar a pie con una aguda púa, juegos de capa con mucho agrado o el peligroso salto del testuz o de cabeza a rabo. Asimismo, son de recibo sus sucesivas actuaciones en Madrid de nuevo en la Real Fiesta de Toros en la Plaza Mayor en 6 de agosto de 1760 por la entrada de Carlos III en la Corte, Sevilla (1762-1764, 1771), Zaragoza (1765), su nada desdeñable salario por cada corrida, función o fiesta (hasta llegar a cobrar 4.000 reales), algunos de sus percances como el sucedido en Madrid ante el corregidor Esquilache clavándose una banderilla en un lado de las vértebras, y su trágica muerte al auxiliar a Juan Barranco (Chiquilín), resbalar en el suelo y ser corneado gravemente por un toro de nombre Coriano. Su entierro desde la casa de la calle de San Francisco, en donde vivía a la sazón, tuvo lugar el día 25 en la prioral del Puerto.

El romancero recordará eternamente este luctuoso hecho de quien los carteles lo anunciaban como “El famoso Cándido”, y sus contemporáneos consideraron el mejor diestro de su tiempo después de Melchor Calderón, el rey de los lidiadores: una figura taurina cimera, en suma, de la Historia española de la Tauromaquia.

 

Bibl.: R. del Campo y M. Peláez del Rosal., “Toreros y toros en Priego en el siglo XVIII: José Cándido Expósito y Jerónimo José Cándido, su significado en la Historia del toreo”, en RFR (Revista Fuente del Rey), nº 104-105 (agosto-septiembre 1992); G., Boto Arnau, Cádiz, origen del toreo a pie (1661-1858), Unión de Bibliográficos Taurinos, 2001; F. López Izquierdo, Los Toros en la Plaza Mayor de Madrid: documentos, edición prologada y revisada de R. Cabrera Bonet, Madrid, Unión de Bibliófilos Taurinos, 1993; J. M. Cossío, Los toros. La fiesta, el toro, la plaza y el toreo, Madrid, Espasa Calpe, 1995; P. Romero de Solís, La Escuela de Tauromaquia de Sevilla (1830-1834), Sevilla, Universidad de Sevilla, 2005; J. L. Ramón Carrión, “Jerónimo José Candido Hernández”, en Real Academia de la Historia, Diccionario Biográfico Español, vol. 10, Madrid, Real Academia de la Historia, 2010, págs. 837-839; M. Peláez del Rosal, “Los Cándidos, dos toreros con raigambre prieguense”, en La Subbética cordobesa. Una visión histórica actual, Córdoba, Real Academia de Córdoba, 2017, págs. 511-550.

 

Manuel Peláez del Rosal

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