Ochoa Delgado, Eleuterio. El moro corellano. Corella (Navarra), 18.IV.1824 – Fez (Marruecos), IX.1902 post. Mercenario, artillero.
Hijo de Francisco Ochoa Peralta y de María Delgado Marcilla, Eleuterio se crió en orfandad, pues su padre abandonó esposa e hijos cuando, a la muerte de Fernando VII, se unió a los primeros carlistas que se echaron al monte. Así, a sus nueve años, Eleuterio, que era el mayor de los cuatro hermanos, abandonó la escuela y se puso a trabajar en el campo. Huérfano de padre y madre a los dieciséis años, se colocó de obrero en una fábrica de “palo dulce”, el popular regaliz. Una pelea de taberna, habida el 11 de febrero de 1844, le enfrentó a un mozo que vino a provocarle, Manuel Sesma, que resultó muerto de un navajazo. Huido de Corella, Eleuterio Ochoa fue preso en la localidad de Carcastillo y trasladado a la cárcel de Tudela. Condenado a la pena capital por el juez de dicha localidad, la Sala de la Audiencia de Pamplona acordó revocar dicha sentencia, cambiándola por la de diez años de reclusión en el penal de Ceuta.
Cargado de cadenas, viajó del presidio de Zaragoza a trabajar como forzado en las obras del Canal de Castilla, en las cercanías de Villarramiel, al suroeste de la provincia de Palencia. Allí permaneció trabajando, encadenado a otro preso, desde el 11 de agosto de 1844 hasta el 10 de junio de 1845, fecha en la que fue trasladado primero al Hospital de Matallana y luego a Valladolid.
Después, en la cárcel de Toledo, Ochoa y otros quince presidiarios desarmaron a los soldados que les custodiaban, escapando de la misma el 20 de agosto. Capturado ocho días más tarde, en Aranda de Duero, Ochoa pasó por los presidios de Tudela y Cartagena, recalando luego en el penal de Ceuta, en donde ingresó el 11 de enero de 1846. Allí pasó cinco meses, siendo trasladado de nuevo a Toledo, en donde el 16 de marzo de 1847 fue sometido a Consejo de Guerra por resistencia a la fuerza armada. Condenado a diez años de presidio con retención, en abril de 1848 se hallaba de nuevo en Ceuta desde donde lo trasladaron a Melilla, a trabajar en su fortificación. El 29 de julio de 1848, Ochoa volvió a fugarse. Acompañado de otros seis presos y el cabo que les custodiaba, se internaron en el Rif, siendo capturados por los cabileños y vendidos como esclavos. Poco duró aquella condición, pues Ochoa se escapó a los pocos días en compañía de otros cinco cristianos, cautivos como él. Tras llegar a Fez, entraron al servicio del Sultán Muley Abu-fadh Abderrahman, trabajando primero como jardineros de su palacio e ingresando después en su Ejército, en condición de artilleros.
Quedando en situación de disponible, Ochoa sobrevivió lo mismo vendiendo café por las calles, que haciendo de peón de albañil y molinero. En aquel tiempo se casó con una mujer árabe, de la cabila de Beni Ahsen, llamada Alquia Samia.
A finales de mayo de 1851, Ochoa partió con el Ejército del Sultán hacia Marrakech y tras pasar allí cuarenta días, reemprendieron la marcha para combatir a la cábila de Senmur, que se había rebelado contra su Emperador. De retorno a Fez, tras casi dos meses de campaña, Ochoa se ofreció para trabajar como chocolatero del Sultán, permaneciendo en este oficio durante tres años. Pasó luego cinco meses en las mazmorras de Fez, calumniado por un renegado, y tras su liberación volvió a tomar parte en dos nuevas expediciones guerreras contra la cábila de Senmur. A continuación vivió tres años en Mequínez, y al final de éstos, en 1859, la muerte del anciano Sultán elevó al Trono a su hijo Sidi Mohammed. Apenas éste tomó posesión de su Imperio, España le declaró la guerra, el 22 de octubre de 1859. Encargado por el Sultán de instruir a un pelotón de artilleros, la toma de Tetuán y la batalla de Wad-Ras (23 de marzo) forzaron la rendición del Ejército marroquí, dejando al corellano sin trabajo.
En 1861, acompañando al Ejército cherifiano, Ochoa luchó primero en la región norteña de El Garb y luego en Marrakech, combatiendo a las cábilas rebeldes de Beni-scasam y de Ramahena, que tenían sitiada la ciudad.
Licenciado del Ejército del Sultán y libre de salir en campaña, volvió a Fez con su mujer y sus hijos. En 1865, a los cuarenta y un años, escribió sus Memorias, en las que precisaba que su único deseo era volver al seno de los suyos, a Corella. Cuando en 1875 fue proclamado rey Alfonso XII, Eleuterio Ochoa solicitó el indulto, pero no pudo obtenerlo. Todavía vivía en Fez cuando en mayo de 1902 entró a reinar Alfonso XIII, circunstancia que le animó a pedir ser incluido en la amnistía general decretada entonces, si bien se desconoce si ésta le fue concedida.
Obras de ~: Historia de la vida de Eleuterio Ochova [sic] y Delgado, natural de la ciudad de Corella en el reino de Navarra, escrita en la ciudad de Fez. Año 1865 (Biblioteca de la Misión Católica de Tetuán, Marruecos, ms.).
Bibl.: P. V. Recio, [“Eleuterio Ocho y Delgado”], en Revista África (Ceuta), n.º XIX-XX (1943); J. M. Iribarren, El moro corellano y Los bandidos de Lanz, Pamplona, Editorial Gómez, 1955.
José Antonio Díaz Sáez