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María de Lusignan

Biografía

María de Lusignan. María de Chipre. ?, 1279 – Barcelona, 10.IX.1322. Reina de Aragón, esposa de Jaime II.

Hija de Hugo III y hermana mayor de Enrique II de Lusignan, rey de Chipre, con quien Jaime II, rey de Aragón, contrajo terceras nupcias, tras la muerte de la reina Blanca de Anjou en 1310. Ya en las Cortes de Barcelona, celebradas en junio de 1311, Jaime II anunció su deseo de contraer matrimonio con una princesa de la Casa real chipriota. No se trataba de una propuesta alocada, sino de algo bien meditado, acorde con la personalidad calculadora del Rey Justo.

El proyecto, como señaló Jesús Ernesto Martínez Ferrando, se inscribía en el plan que Jaime II tenía de reconquistar Palestina, a lo que se sumaba la revalorización mercantil de Chipre, puerta de entrada de los productos de Oriente. Para Heinrich Finke, en cambio, el objetivo del Rey sería constituir un gran reino catalano-chipriota que afirmase la influencia de la Corona de Aragón por todo el Mediterráneo. Lo cierto es que Jaime II nunca tuvo intención real de embarcarse a recuperar Jerusalén, y mucho más tangibles eran las posibles ventajas económicas para los mercaderes de la Corona, ya que el control de Chipre suponía tener la llave del comercio en el Mediterráneo oriental. La iniciativa de casar a Jaime II con una de las hermanas de Enrique II partió de la Corte chipriota, que en febrero de 1311 tomó contacto en Aviñón con el embajador aragonés, Vidal de Vilanova, ante la Corte papal, y avanzó el proyecto matrimonial.

Buscaba Enrique fortalecer la posición de la isla ante el peligro turco emparentando con el rey de Francia o el de Aragón, en tanto que los hospitalarios trataban de involucrar al rey de Aragón en una participación más activa en Oriente. Dado que Enrique II carecía de hijos, el panorama era prometedor para Jaime II, ya que los reyes de Chipre eran titulares de Jerusalén. El título era simplemente honorífico —lo sigue llevando el actual rey de España—, pero dejaba abierta la posibilidad de recuperar los territorios que habían formado parte de este reino, y la persona más adecuada para la empresa era el rey de Aragón, defensor de la Iglesia, y su almirante y capitán general.

En 1312 Jaime II envió a Chipre una misión exploratoria, encomendada a Mateo de Laodicea, caballero hospitalario, para averiguar las posibilidades reales de sucesión y ver si era posible traspasar esos derechos a la hermana menor, Eloísa, que el Rey prefería como mujer, pues quería que la candidata fuera bella y no pasara de veintitrés años. Jaime II tuvo que conformarse con la hermana mayor, María, la menos agraciada y cuya avanzada edad (“vetusta ineptitud”, indican los textos) la alejaba de la posibilidad de darle hijos, lo que resultaba particularmente grave, ya que sin ellos la sucesión al trono de Chipre era aleatoria. Las negociaciones se llevaron a cabo entre 1311 y 1314, año en que se firmaron en Valencia las capitulaciones matrimoniales y el 15 de junio de 1315 en Nicosia se celebró la boda por poderes. Como dote, María debía aportar 500.000 besantes y garantías sobre el derecho de sucesión al trono de Chipre.

El nuevo matrimonio de Jaime II, adoptado en base a consideraciones políticas y no con el corazón, se planteaba lleno de incertidumbres y sombras. María llegó al Ampurdán el 22 de noviembre de 1315, el Rey la esperaba en Gerona, y la boda se celebró a mediados de diciembre. Pero la decepción y los problemas empezaron pronto para Jaime II, quien se encontró con una princesa ya mayor, y, lo que era peor, con una dote rebajada a 300.000 sueldos. Por eso entre 1315 y 1318 las relaciones entre Aragón y Chipre fueron un tira y afloja en torno al pago de la dote. Enrique II de Lusignan era un Rey pobre y endeudado, que fue dilatando cuanto pudo, hasta 1318, el pago del resto de la dote, lo que generó tensiones entre ambas Cortes y ni siquiera los catalanes obtuvieron ventajas económicas del matrimonio.

Las relaciones personales entre Jaime y su esposa María de Lusignan fueron correctas, pero frías, como señaló Heinrich Finke, y pronto degeneraron en auténtica violencia doméstica por parte del Rey, que tenía ante sí una mujer madura, poco atractiva, de carácter pasivo, que no debió adaptarse al ambiente de la Corte aragonesa. María vivió en su residencia habitual del castillo de Tortosa o el Palacio Real de Barcelona, extrañando a su familia, a sus amigos, y donde la monotonía sólo era alterada con algún suceso excepcional, como el viaje que la Reina hizo en agosto de 1317 al santuario mariano de Montserrat.

El mal humor y enojo de Jaime II hacia María se manifestó en la rigurosa reorganización de la casa de la Reina llevada a cabo en el verano de 1318, con el recorte de manera drástica de los gastos y el traslado de oficiales, damas y doncellas, resultado quizá de una mala gestión y de un exceso de gastos injustificados.

Estando Jaime en Perpiñán tuvo noticia de la grave enfermedad de su esposa, a la que escribió una carta para consolarla, correcta pero fría, y ni por un momento hizo amago de ir a visitarla. Es más, dejó todo preparado por si moría, lo que no sucedió, y a mediados de febrero de 1319 María estaba ya en plena convalecencia. En el futuro el distanciamiento de los esposos y la soledad y el abandono de la Reina fueron manifiestos. La reina María nunca llegó a curarse del todo y su salud era cada vez más delicada, hasta que falleció el 10 de septiembre de 1322 en el Palacio Real de Barcelona. Quedaban truncadas las expectativas de Jaime II sobre la isla de Chipre, si es que aún le quedaba alguna, pues Enrique II de Lusignan hacía tiempo que había prometido el reino a uno de sus sobrinos, sin atender a los derechos de su hermana.

 

Bibl.: J. E. Martínez Ferrando, Jaime II. Su vida familiar, Barcelona, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1948; Jaime II o el seny català. Alfons el Benigne, Barcelona, Aedos, 1956; R. Muntaner, “Crònica”, en F. Soldevila (ed.), Les quatre grans cròniques, Barcelona, Selecta, 1983; F. Giunta, Aragoneses y catalanes en el Mediterráneo, Barcelona, Ariel, 1988; J. Hinojosa Montalvo, Jaime II. El esplendor mediterráneo de la Corona de Aragón, Hondarribia, Nerea, 2004.

 

José Hinojosa Montalvo

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