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Juan Arechederra Tobar

Biografía

Arechederra Tobar, Juan. Caracas (Venezuela), 20.VII.1681 – Filipinas, 12.XI.1751. Obispo dominico (OP), gobernador de Filipinas.

Hijo de Juan de Arechederra y Peñalosa, natural de Caracas, familiar del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de Cartagena de Indias (1676), prior de la Orden Tercera del Convento Dominico de San Jacinto de Caracas (1690), y de Luisa Catalina de Tobar y Báñez Mijares de Solórzano, natural de Santiago de León, Venezuela.

El 29 de agosto de 1696 tomó la beca en el Colegio Seminario de Santa Rosa de Caracas, y el 20 del mes siguiente recibió la primera tonsura. En 1698 inició sus estudios de Artes en el mismo colegio bajo la dirección de Nicolás de Herrera y Ascanio. En 1701 ingresó en el convento de San Jacinto de la Orden de Predicadores de Caracas y en el año siguiente profesó en él como fray Juan de Santo Tomás, tras lo cual pasó a México y allí continuó sus estudios y se graduó de licenciado en Teología el 11 de febrero de 1707 y de doctor en la misma Facultad el 27 de febrero siguiente para, finalmente, obtener el grado de maestro, enseñando Filosofía y Teología en los conventos de Porta Coeli y de Puebla.

Se incorporó a la misión dominica que se dirigía a Filipinas, embarcándose en Acapulco el 13 de abril de 1713 y arribó a la ciudad de Manila en el mes de agosto de aquel año. El 7 de mayo de 1718 fue elegido provincial del Santísimo Rosario de Filipinas, y durante los cuatro años que ocupó dicho cargo se produjo el breve alzamiento de Cagayán, la elección del padre Juan de la Santa Cruz como vicario apostólico de Tung-Kin y el establecimiento en Cantón de la procuración de Misiones. Entre los años 1721 y 1725 se desempeñó como vicario de Cavite y presidente del hospital de San Gabriel, destinado a la atención de los sangleyes. En 1725 fue elegido rector del colegio de Niños Huérfanos de San Juan de Letrán y más tarde fue elegido, en tres ocasiones, rector de la Universidad de Manila, en la que también se desempeñó como catedrático, y en 1738 fue designado comisario del Santo Oficio de la Inquisición.

Por carta de ruego y encargo fechada en San Ildefonso el 23 de julio de 1744 se le comunicaba que había sido nombrado obispo de Nueva Segovia en Filipinas para suceder al fallecido Jerónimo de Herrera y López, encargándosele que pasare a su diócesis y la gobernare en todo lo que no fuere de orden en espera de sus bulas, lo que tardó varios años, pues sólo cuando en 1749 se supo en Madrid su aceptación, fue presentado al Papa el 17 de septiembre de aquel año y preconizado el 19 de enero del siguiente y sus ejecutoriales se le libraron en Aranjuez el 5 de mayo de 1750.

A la muerte del gobernador Gaspar de la Torre, el 21 de septiembre de 1745, fue nombrado gobernador interino de Filipinas y por ello no pasó a residir a su diócesis y designó como gobernador y visitador de su obispado a Miguel Cortés de Arredondo.

Durante su gobierno interino adoptó una serie de providencias para aprestar una expedición en contra de los moros tirones y así evitar sus frecuentes actos de piratería, acciones que fueron aprobadas y de las que se le comunicaron las gracias por Real Cédula fechada en Buen Retiro el 16 de septiembre de 1751.

Entendió, además, en mejorar las defensas de Filipinas, para lo cual hizo reedificar el depósito de pólvora de Manila y mandó construir un baluarte en Cavite y debió enfrentar el alzamiento y rebelión de la provincia de Inabanguán, pero también logró reiniciar la evangelización de las islas de Mindanao y Joló, y así vio cómo en 1749 era bautizado Ali- Mudin, rey de Joló, quien antes de incorporarse al gremio de la Iglesia había solicitado del gobernador interino ayuda para recuperar su sultanato de Joló, usurpado por Bantilán.

Por Real Cédula librada en Buen Retiro el 17 de febrero de 1748 se le comunicó la decisión real de que cesara en el gobierno de Filipinas, pues se había confiado al arzobispo de Manila, ordenándole que pasara a encargarse de la diócesis en cuya silla se hallaba electo, dejando apoderados para dar la residencia del tiempo que había gobernado, la que le fue tomada por el gobernador Francisco José de Obando y Solís, y así el 20 de julio de 1750 abandonó el gobierno de las islas, sin que llegara a dirigirse a la sede de su obispado de Nueva Segovia, pues le sorprendió la muerte en la ciudad de Manila.

 

Fuentes y bibl.: Archivo General de Indias (Sevilla), Escribanía, 432 A, B, C, 433 A, B, 434 A, B, C; Filipinas, 334, l. 15, fols. 294v.-296v., 437r.-438v.; Filipinas, 335, l. 16, fols. 73r.-75r.; Filipinas, 338, l. 23, fols. 36r.-36v.; Filipinas, 342, l. 11, fols. 357v.-359r.; Filipinas, 343, l. 12, fols. 106v.- 109r., 185r.-191v.; Filipinas, 1.029, n. 9; Archivo General de la Nación de México, Inquisición, 799, exp. 1, fols. 1r.- 88r.; 895, exp. 2, fol. 116r.; 912, exp. 8, fol. 24r.-27v.; Archivo Histórico Nacional (Madrid), Inquisición, 1.279, exp. 14; 1.305, exp. 17.

L. Lopetegui, “Filipinas”, en Q. Aldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, t. II, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1972, pág. 933; A. F. García González, El Gobierno en Filipinas del Ilmo. Sr. Don Fray Juan de Arechederra y Tovar, obispo de la Nueva Segovia, Granada, Secretariado de Publicaciones de la Universidad, 1976; G. Bleiberg (dir.), Diccionario de Historia de España, 1, Madrid, Alianza Editorial, 1981, pág. 325; M. González Pola, “Episcopologio dominicano en la diócesis de ‘Nueva Segovia’ en Filipinas”, en Los Dominicos y el Nuevo Mundo. Actas del II Congreso Internacional. Salamanca, 28 de marzo – 1 de abril de 1989, Salamanca, Editorial San Sebastián, 1990, págs. 624-625; M. González Pola, Obispos dominicos en Filipinas, Madrid, Institutos Pontificios de Filosofía y Teología, 1991, págs. 33-34; J. J. de Paz, “Fray Juan de Arechederra: obispo de Nueva Segovia de Filipinas”, en 500 Años de Evangelización. Dominicos en Venezuela. Actas del Congreso Internacional de Historia, Mérida – Caracas, octubre 1998, Caracas, Conferencia Episcopal Venezolana, 1998, págs. 318- 323.

 

Javier Barrientos Grandon