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Francisco Atahualpa

Biografía

Atahualpa, Francisco. Auqui Topa Atauchi Inga, El Auqui. ?, c. 1526 – Quito (Ecuador), 1582. Hijo principal del Inca Atahualpa, rey inca.

Su renombre Auqui, significa “hijo del rey, príncipe heredero” en el parentesco de los gobernantes incas.

Su madre fue Tocto Ocllo, una de las esposas de Atahualpa. Ocllo es una estirpe real de Hatun Ayllu (frente a su opuesto el Cápac Ayllu), es decir, el linaje matrilineal de las mujeres secundarias de un rey, llamadas pallas, proveniente de la línea de Pachacútec, como asegura Burgos (1995: 169, 176 y 180-183). No es conocido el lugar de nacimiento, pero no fue Quito, sino en alguna parte del Chinchasuyu, cuadrante en donde se iba a construir el nuevo imperio de los incas. Está confirmado que durante el avance de Atahualpa sobre el Cuzco, estando en Cajamarca, envío de regreso a sus hijos a Quito, antes de la llegada de los españoles, entre los que estaba Francisco “topa-atauchi”, niño todavía, viajando bajo custodia de cuatro mil indios. El Libro de Cabildos indica que Francisco y sus hermanos cayeron primero en manos de Rumiñahui, después de la muerte del inca (1533), y éste los escondió en Los Yumbos, un señorío de montaña no lejos de la capital.

Perseguido por Benalcázar y sus huestes, Rumiñahui fue prisionero, siendo Francisco depositado en los aposentos incas que pertenecían a su padre, Atahualpa, en Quito, frente a la actual catedral.

No debe confundirse Francisco El Auqui de Quito, con otro Francisco Ninancuru, también hijo de Atahualpa, que, junto a otros dos hermanos, fueron en cambio enviados al Cuzco, donde crecieron bajo la protección de los dominicos. Frailes de gran valía espiritual, como Domingo de Santo Tomás, provincial de su Orden en la capital inca, dieron educación a Ninancuro y a sus otros dos hermanos, llamados Diego Hilaquita y Quispe Túpac, que fallecieron jóvenes, como demuestra Udo Oberem (1987: 25).

Con el arribo de los seráficos a Quito, los hijos de la nobleza inca y local empezaron a ser educados en el convento de San Francisco. Es así que desde 1534, año en que se fundó la nueva urbe, Francisco Atahualpa empezaría a ser cristianizado por ellos, especialmente por el flamenco fray Jodoco Ricke, trastocando su temprana vida de príncipe Auqui, por la de encomendero en ciernes de tipo español. No obstante, Francisco nunca aprendería a leer ni escribir, apenas a dibujar su firma.

Hacia 1547, el franciscano F. Morales pedía un subsidio al Rey justificando que Francisco quería casarse.

Había escogido a una hija de la nobleza de Otavalo, cuyo padre, Alonso Ango, era heredero de la más elevada estirpe del señorío, los Ango, desde tiempos prehispánicos.

Ella se llamaba Beatriz Coquilago Ango.

Pudieron haberse casado alrededor de aquel año, de cuyo matrimonio nacieron dos hijos, Alonso y una niña, Juana, aunque El Auqui había tenido varias hijas naturales. La historia de Alonso es conocida por haber sido formado también en el colegio San Andrés, como su padre, de gran talento artístico, heredó una pensión de dos mil pesos, pero luego murió en España cargado de deudas. Tamara Estupiñán-Freile (1988), en su estudio del testamento de Francisco ha hecho significativo aporte, al demostrar que las casas del Auqui estuvieron en el barrio de San Diego, al pie de la quebrada que cruzaba el convento. La casa de Francisco fue albergue de muchos españoles y huéspedes permanentes, y su vida social había alcanzado la de un rico encomendero, con estatus de “vecino” español.

Después del asesinato de su padre, Atahualpa, cometido por Pizarro en 1533, Francisco fue el descendiente más importante de los incas en territorio quiteño. Como herencia de su padre tenía varias estancias de pan sembrar. La más importante era una propiedad de Cumbayá, un cercano valle templado al oriente de la ciudad. Habrá sido de tanta importancia que hacia 1802 sus descendientes todavía trabajaban la estancia, dividida como Auqui Grande y Auqui Chico, nombres que se conservan hoy. El terreno de Cumbayá sugiere que Atahualpa había estado vinculado a esta región pero no se han adelantado investigaciones en el valle. Como encomendero, recibía una pensión de trescientos pesos en 1556, la que subió a mil pesos en 1563, beneficio por dos vidas. Pero eran sus propiedades privadas en otras partes de la sierra las que le proporcionaban sustento en productos y algunos tributos. Se ubicaban en Puéllaro, Perucho, Yaruquíes, Pelileo, Ambato, Latacunga y Otavalo, según la recopilación U. Oberem. No obstante ser noble, su esposa no había aportado propiedad alguna al matrimonio.

Las convenciones sociales obligaron a Francisco a estar representado en la iglesia a través de las llamadas capellanías y mausoleo. La principal era la capellanía de Santa Catalina ubicada en San Francisco, misma que iba siendo transferida a sus descendientes, quienes pagaban donaciones para su mantenimiento hasta un siglo después. La capilla está ahora consagrada a san José. Otra capilla a su cargo estaba en la iglesia de La Concepción de Quito, la que se registraba vigente hasta 1620.

También se registra a Francisco como un capitán de milicias indígenas para reprimir las sublevaciones de los indios de Quito. Una de ellas será en Imbabura (Lita, Quilca y Caguasquí) en 1554. Era utilizado por los españoles, pues, como heredero del Inca Atahualpa, le creían en la posibilidad de apaciguar los levantamientos, como ocurrió en la zona amazónica de Los Quijos, habiendo sido premiado como capitán y justicia mayor de los indígenas de la Sierra. Hacia 1579, estas andanzas debían de haber contribuido a las enfermedades de Francisco. Hay seguridad que el hijo de Atahualpa falleció en 1583, habiendo dejado una huella de fiel siervo de Su Majestad, con alto estatus.

En su testamento se lee: “En el nombre de Dios, etc., yo don Francisco Auqui vecino de esta ciudad en Sant Francisco del Quito destos Reinos del Perú, hijo de don Francisco Atahualpa Ynga, difunto, natural destos Reynos, otorgo e conosco por esta carta [...] digo que hago e ordeno este mi testamento e ultima voluntad [...]. Que mi cuerpo sea enterrado en el monasterio del señor san Francisco desta ciudad, en mi capilla [...]” (Estupiñán-Freile, 1988).

Frases que encabezan el testamento del heredero del ayllu real o panaca de Ticci Cápac, que había fundado Atahualpa en Quito, aunque nunca tendría la oportunidad de usarla, pues el heredero de Huayna Cápac, antes de recibir garrote en Cajamarca, sólo alcanzó a recomendar a Pizarro que cuidara de sus hijos, especialmente a Francisco Auqui, que estaba en camino de Quito.

 

Bibl.: T. Estupiñán-Freile, “Testamento de Don Francisco Atahualpa”, en J. Rumazo González (ed.), Libro primero de cabildos de la ciudad de Quito 1534-1543, Quito, Archivo Municipal, 1933 (col. Miscelánea Ecuatoriana, 1-1 [1988], págs. 8-67); U. Oberem, “Notas y Documentos sobre Miembros de la Familia del Inca Atahualpa en el siglo XVI”, en Estudios etnohistóricos del Ecuador, Guayaquil, Casa de la Cultura Ecuatoriana, 1976; H. Burgos Guevara, El Guamán, El Puma y el Amaru. Formación Estructural del Gobierno Indígena en Ecuador, Quito, Abya Yala, 1995.

 

Hugo Burgos-Guevara

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