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San Eulogio de Córdoba

Biografía

Eulogio de Córdoba, San. Córdoba, p. s. IX – 11.III.859. Escritor, mártir y santo.

Eulogio nació en Córdoba a principios del siglo IX, en el seno de una familia influyente y cristiana; pero, para entender la figura del santo, es necesario conocer el ambiente religioso de la época y el lugar en el que vivió; la Córdoba del floreciente estado Omeya durante el reinado de ‘Abd al-Raḥman II y de su hijo y sucesor, Muḥammad I. En aquel tiempo, en el seno de la dominada comunidad cristiana se detectaban claras diferencias: por un lado, había un sector mayoritario de fieles que, aun permaneciendo en el seno de la cristiandad, se adaptaron a las circunstancias, pagando los impuestos e integrándose en la sociedad con lo que se contaminaron también religiosamente, y un grupo minoritario de cristianos que, como reacción a los anteriores, llevaron la ortodoxia hasta las últimas consecuencias, propiciando un movimiento de claras connotaciones apocalípticas y de ataque abierto al Islam. Las primeras noticias que se poseen de este grupo se remontan al abad Esperaindeo y es precisamente en la escuela de la basílica de San Zoilo, dirigida por él, donde se educaron el joven Eulogio y su amigo Paulo Álvaro, que, posteriormente, sería su biógrafo. Eulogio, tras profesar como sacerdote, enseñó en la escuela de la basílica y profundizó en el conocimiento de la Antigüedad clásica. Un viaje que emprendió en el año 848 para buscar a sus hermanos, Álvaro e Isidoro, le permitió visitar los reinos cristianos del norte, recorriendo numerosos monasterios, como el de San Zacarías en Navarra; en Pamplona fue muy bien acogido por el obispo Wiliesindo y en su viaje de vuelta visitó diversas comunidades cristianas en Zaragoza, Calatayud, Alcalá de Henares y Toledo. Este periplo le permitió llevar a Córdoba, a su regreso hacia el año 845, un lote de libros latinos de gran interés, entre los que se encontraban obras de Elio Donato, Porfirio, Virgilio, Juvenal, Horacio, Avieno, san Agustín y otras muchas que no se encontraban en al-Andalus. Eulogio restauró los estudios de Lengua y la Literatura latina desde su escuela y en los monasterios.

El conflicto de los mártires voluntarios comenzó en el 850 con la muerte del sacerdote Perfecto, lo que provocó un estado de indignación entre los cristianos ortodoxos que comenzaron a presentarse en grupo o individualmente ante las autoridades musulmanas buscando el martirio. Tras las primeras muertes, ‘Abd al-Raḥman II mandó convocar un concilio cristiano que se celebró en Córdoba en el 852, presidido por Recafredo, obispo de Sevilla, y con la presencia de Saulo, obispo de Córdoba y Eulogio que defendían la causa de los mártires. El concilio condenó los martirios voluntarios y Recafredo mandó encarcelar a los cabecillas del movimiento martirial y, entre ellos, a Eulogio, quien durante su cautiverio escribió obras de apología del martirio y el Documentum Martyriale dedicado a Flora y María para fortalecerlas en su fe frente a las desventuras y el martirio. Una vez excarcelado continuó su labor al frente de los mártires. Con la muerte de ‘Abd al-Raḥman y la ascensión al Trono de Muḥammad se endurecieron las condiciones de vida de los mozárabes y se ordenó demoler las iglesias y monasterios de reciente construcción y desmochar las torres demasiado altas, entre otras cosas. Pese a todo, él y los suyos se mantuvieron firmes, mientras los martirios continuaban. A partir del año 852 apenas hay noticias de los hechos de Eulogio, aunque sí de sus actividades literarias, pues concluyó su Memoriale Sanctorum y escribió el Apologeticus martyrum.

En el Memoriale Sanctorum, compuesto por dos cartas —la primera de Eulogio dirigida a Álvaro y la segunda la contestación de Álvaro a ésta—, un prefacio y tres libros (el primero escrito entre junio y noviembre del año 851 y con un carácter doctrinal y los libros segundo y tercero, que narran las vidas y martirios de numerosos santos en Córdoba, escritos entre los años 851 y 856); el Apologeticus Martyrum, está dedicado a Rodrigo y Salomón, martirizados en el año 857, es un texto en el que expone claramente su doctrina, constituyendo una apología de los mártires mozárabes; en esta obra incluye también una biografía de Mahoma, tomada por él de un manuscrito del monasterio de Leyre.

Por su fama, y a la muerte del obispo de Toledo, Wistremiro en el año 858, fue elegido obispo de dicha ciudad, aunque nunca llegó a ocupar la sede metropolitana.

Fue detenido a principios del 859 por haber ayudado a ocultarse a Leocricia, cristiana de padres musulmanes; la joven fue ejecutada enseguida, pero el cadí de Córdoba, dada la posición de Eulogio como primado electo de España, resolvió enviarlo al palacio del propio Emir ante quien el santo atacó abiertamente el Islam y fue sentenciado. Su muerte ocurrió el día 11 de marzo del año 859, fecha en la que se celebra su fiesta, como también recoge el Martirologio romano, aunque varios calendarios mozárabes citan su nombre el 1 de junio y Usuardo, que había viajado a Córdoba en el año 858, lo elogia en su Martirologio, el 15 de septiembre.

Los restos de san Eulogio fueron sepultados en la basílica de San Zoilo y generaron un culto inmediato; en el año 883, Alfonso III obtuvo del emir las reliquias y las trasladó a la capilla de Santa Leocadia en la catedral de Oviedo, de allí pasaron a la cámara santa de la misma catedral en 1303, donde aún se conserva una parte de las mismas en una urna de plata; el mismo año, otra parte de las reliquias retornó a Córdoba para ser depositada en la iglesia de San Rafael.

San Eulogio es considerado como doctor de la Iglesia mozárabe y es patrón de Córdoba y de Oviedo.

En iconografía se le suele representar vestido de arzobispo, pero no con la mitra y el palio puestos, sino entre sus manos o en otro lugar; sus atributos son los de su martirio: la espada, el látigo o los azotes y, también, la pluma y el libro haciendo alusión a sus escritos apologéticos sobre los mártires.

 

Obras de ~: Documentum Martyriale, s. l., 851; Memoriale Sanctorum, s. l., 851-856; Epistulae (Epistula prima ad Alvarum, Epistula secunda ad Baldegthonem, Epístola tertia ad Wiliesindum), s. l., 851; Obras completas de S. Eulogio, ed. de A. S. Ruiz, Córdoba, Imprenta provincial, 1959; M. J. Aldana García (ed.), Patrología latina Database, Madrid, Chadwyck-Healey, 1996, 115, cols. 720-721 (en http://acta.chadwyck.com); Obras completas de San Eulogio, Córdoba, Universidad, 1998.

 

Bibl.: P. Ribadeneira, Flos Sanctorum, Madrid, Luis Sánchez, impresor, 1616, págs. 150-153; J. Pérez de Urbel, San Eulogio de Córdoba, Madrid, Voluntad, 1928; J. Ferrando Roig, Iconografía de los Santos, Barcelona, Omega, 1950, pág. 102; J. F. Rivera Recio, “Eulogio di Cordova”, en Bibliotheca Sanctorum, vol. V, Roma, Pontificia Università Lateranense, 1961-2000, págs. 218-219; E. P. Colbert, The martyrs of Córdoba. A study of the soruces. A dissertation [...] (850-859), Washington, The Catholic University of America Press, 1962; J. Pérez de Urbel, “Eulogio” y J. Vives Gatell, “Mártires de Córdoba”, en Q. A ldea Vaquero, T. Marín Martínez y J. Vives Gatell (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, vols. II y III, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Instituto Enrique Flórez, 1972 y 1973, págs. 883-886 y pág. 1440, respect.; R. Molina Piñedo, San Eulogio de Córdoba, Pamplona, Diputación Foral, 1976; J. F. Rivera Recio, “La Iglesia Mozárabe”, en R. García Villoslada (dir.), Historia de la Iglesia en España, vol. II, t. I, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1982, págs. 46- 60; F. J. Simonet, Historia de los mozárabes en España, II. De Abderramán I a Mohamed I (años 756 870), Madrid, Turner, 1983; J. L. Repetto, “Eulogio de Córdoba”, en C. Leonardi, A. Ricardi y G. Zarri, Diccionario de los santos, vol. I, Madrid, San Pablo, 1998, págs. 741-744; M. J. Aldana García (ed.), Obras completas de San Eulogio, Córdoba, Universidad, 1998; “Vita auctore Alvaro Paulo”, en Patrología latina Database, op. cit., CXV, cols. 705-720; Acta Sanctorum Database, Antuerpiae-Bruxellis, Sociedad de Bollandistas, 1643-1940, marzo II, cols. 88-97.

 

Elena Sainz Magaña

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