Pastor y Marín de Segura, Antonio. Cartagena (Murcia), 1772 – Lima (Perú), 11.XI.1804. Corregidor, explorador.
Hijo de Bartolomé Pastor y de Rosa Marín de Segura. Vivía en la Corte y a los veinte años pasó al desempeño de la Intervención de Rentas del Asiento de Latacunga, comisionado para el beneficio de la canela en las montañas de Cotapasa y Canelos, donde se daba este producto natural, y con tal motivo realizó numerosas exploraciones por los contornos.
En 1793 casó con María Ruiz de Jiménez y Montesinos, hija del corregidor y administrador de Tributos de Ambato, quien renunció las funciones a favor de su yerno. En 1797 dejó el corregimiento e hizo varias entradas a la zona de los Llanganati, partiendo de la población de Píllaro que tomó como base.
En 1801 estaba viudo y se estableció con sus hijos en el norte de Perú. En 1803 fue alcalde ordinario de Lambayeque, luego ascendió a subdelegado de ese partido. Estaba casado en segundas nupcias con Narcisa Martínez de Tejada y Ovalle, en quien también tenía sucesión, pero falleció súbitamente en Lima, el 11 de noviembre de 1804, con sólo treinta y dos años de edad.
Al margen de todos estos datos, lo verdaderamente relevante de la vida de este personaje, es que parece ser el descubridor de una parte del tesoro de Atahualpa, oculto en las montañas de los Llanganati, Ecuador.
Cuenta la leyenda que en 1534, frente a la presencia de los conquistadores que se acercaban cada vez más a Quito, el Ati II Pillahuaso, conocido en la historia como general Rumiñahui, que significa Cara de Piedra, por un berrueco que tenía en el ojo derecho, dispuso que fueran recogidas y enterradas todas las riquezas en oro y plata en la misteriosa zona de los Llanganati, cuya entrada se hace por Píllaro, población donde él era ati o cacique y que el secreto del lugar del escondite de dicho oro le fue revelado en el siglo xviii a un español apellidado Valverde, por un cacique de la zona, que era su suegro. Valverde tomó algo para sí, regresó a España y, aquejado de grave enfermedad, envió a Carlos IV el plano o “Derrotero” para arribar al lugar del tesoro, documento que apareció en Ambato durante la época que Antonio Pastor ejerció mando, o quizá éste pudo traerlo de la Corte.
Una copia muy posterior tenía el siguiente título Guía o Derrotero que Valverde dejó en España donde la muerte le sorprendió a él, habiendo ido desde las montañas de Llanganati, a las cuales él entró muchas veces y sacó una gran cantidad de oro y el Rey ordenó a los Corregidores de Tacunga y Ambato que buscasen el tesoro, cuya orden y guía se conservan en la oficina de Tacunga.
El viajero inglés Richard Spruce, que visitó esas poblaciones entre 1858 y 1859, anotó que el Derrotero había desaparecido de la escribanía de Latacunga pero recogió como cierta la siguiente información: A raíz de tenerse noticia del Derrotero, el corregidor de Latacunga (Spruce no da su nombre) hizo una primera expedición acompañado de un fraile de apellido Longo, y habiendo llegado casi al final de la ruta, una noche, en forma por demás inesperada y misteriosa, desapareció el citado padre sin dejar trazas. A pesar que fue buscado jamás le descubrieron y la expedición regresó a Píllaro sin alcanzar su objetivo. De allí en adelante, numerosos aventureros expedicionaron a los Llanganati, pero ninguno encontró el tan ansiado tesoro.
En 1793, el vicario y cura de Píllaro, Mariano Enríquez de Guzmán, dibujó un plano para ilustrar a la superioridad. En 1812, el sabio naturalista Anastasio de Guzmán y Abreu, por la orden dictada por el presidente de la Audiencia de Quito, general Toribio Montes, de que se renovasen las pesquisas, pues dicho presidente conservaba el plano dibujado por Enríquez.
El ilustre Manuel Villavicencio y Montúfar, en su obra Geografía del Ecuador, impresa en 1858 en Nueva York, informó sobre el Derrotero del oro del Inca. En 1870 Pedro Fermín Ceballos en su Historia del Ecuador, habla de un prolijo itinerario hacia los Llanganati. El científico inglés Alfred Rusell Wallace tomó de los manuscritos del finado Spruce, vertidos al inglés, el texto completo del Derrotero de Valverde.
James Orton en The Andes and the Amazonas indicó que Valverde, en su lecho de muerte en España, había revelado el sitio donde estaban ocultos los tesoros del Inca, originando la leyenda, de manera que no es de extrañar que en los últimos cien años, más de veinte expediciones científicas hayan ingresado en los Llanganati, zona misteriosa porque a pesar de estar a 3000 metros de altura y ser muy fría, está rodeada de macizos montañosos de mayor elevación, de manera que permanece bajo una constante niebla y garúa que impide la visibilidad y moja; además tiene quebradas muy peligrosas, lagos de aguas heladas, ciénegas insondables, caminos de piedra construidos por los incas para llegar a unas minas abandonadas y una fauna y flora tan extraña, que solo en dicho lugar del planeta se encuentra. Por eso los geólogos que la han estudiado coinciden en que la zona sufrió un cataclismo en épocas antiguas, que la hundió. En otras palabras, es un mundo muy hermoso por deshabitado, extraño por la penumbra que lo envuelve, peligroso por lo accidentado y único en su grandeza.
Andrade-Marín adquirió hacia 1930 a un anticuario de Quito la copia del Derrotero original pintada por Enríquez, pero no el Informe narrativo que fue vendido por los herederos de Lorenzo Gortaire Viteri al conde sueco Stellan Moerner, aficionado a aventurarse en los Llanganati. Gortaire, a su vez, lo obtuvo de su amigo el historiador Celiano Monge Navarrete.
En 1965, la prensa internacional publicó que los descendientes de Pastor en Lima habían iniciado reclamaciones al Royal Bank of Scotland, con sede en Edimburgo, pues conservaban el poder extendido por la familia Pastor-Martínez de Tejada a favor de Francis Mollison para que depositase en el navío El Pensamiento, capitaneado por John Doigg y John Fanning, varios cajones conteniendo barras de oro y plata, joyas, etc. valoradas en 460 millones de libras esterlinas, a fin de que se repartiese entre los descendientes de la quinta generación, tanto legítimos como ilegítimos; una descendiente, Violeta Aguilar de Cáceres, poseía el original del poder, pero el Banco contestó que no conservaba registros tan antiguos. Muchos piensan que se quedó con dicha fortuna.
Andrade-Marín, en su obra clásica Llanganati, cree que el corregidor Pastor bien pudo guardarse para sí el genuino Derrotero de Valverde y dejar en la oficina de Latacunga una copia con la pista falseada para consumo de los oficiosos buscadores del tesoro, que había de interesarse. Esto lo dice porque las tres o cuatro primeras jornadas del Derrotero son de una exactitud pasmosa con relación a la realidad geográfica de la región, circunstancia que fascina y entusiasma a todos los aventureros.
Bibl.: R. Pérez Pimentel, Diccionario Biográfico del Ecuador, t. IX, Guayaquil, Imprenta de la Universidad de Guayaquil, 2002 (2.ª ed.).
Rodolfo Pérez Pimentel