Castañeda y Pernia, Cristóbal de. Barbarroja. ?, p. m. s. XVII – 1649. Bufón de la Corte de Felipe IV.
Al parecer fue emisario del cardenal-infante Fernando de Austria, y sirvió al conde-duque de Olivares antes de entrar en 1633 al servicio del Rey. En el archivo de palacio es nombrado como “truhán” y “hombre de placer”, curiosa categoría de la bufonería española que tenía a su cargo el divertir a sus reales amos y que gozaba del privilegio de hacer burlas y decir las verdades. En los documentos palaciegos, revisados por Moreno Villa, se denomina “truhanes” a los bufones “normales”, para distinguirlos de los tarados físicos, como los enanos. Era frecuente que esta gente de placer interpretase o parodiase a personajes históricos. A Cristóbal de Castañeda se le conocía por el sobrenombre de Barbarroja, en recuerdo del pirata turco Khair-ed-Din, quien después de sembrar el terror en el Mediterráneo fue vencido finalmente en Lepanto. Lo más probable es que formase pareja en la escena cortesana con el héroe de la famosa batalla, Juan de Austria, interpretado por otro actor-bufón y retratado asimismo por Velázquez.
Era este Barbarroja un truhán fanfarrón que no permitía que nadie le regatease el “don”. Se vanagloriaba de ser experto militar y se hizo famoso por sus desplantes y sus cómicas bravatas. Fue elogiado por el embajador toscano, el cual dijo de él que era el más ingenioso de los bufones, sobre todo por sus respuestas rápidas y sus maliciosos juegos de palabras, tolerados éstos sólo hasta cierto punto, pues cuando en 1634 el Rey le preguntó si había olivas en Valsaín, su bufón le contestó que “ni olivas ni olivares”, donosa alusión al todopoderoso valido, que le valió el destierro a Sevilla. No consta la fecha de su regreso a la Corte, o si permaneció desterrado en la ciudad andaluza hasta su muerte, pero sí que siguió cobrando hasta 1649. Al parecer fue también matador de toros, o al menos presumía de ello.
En el retrato inacabado que Velázquez ha dejado de él (Madrid, Museo del Prado), aparece Barbarroja con expresión airada y feroz, echando mano a la espada y vestido a la usanza turca, de rojo llameante y con gorro de bufón.
Bibl.: J. Moreno Villa, Locos, enanos, negros y niños palaciegos. Gente de Placer que tuvieron los Austrias en la Corte Española desde 1563 a 1700, México, Casa de España-Editorial Presencia, 1939; J. de Moragas, “Los bufones de Velázquez”, en Medicina e historia, VI (noviembre-diciembre, 1964), pág. 12; M. Mena Marqués, Monstruos y enanos en la Corte de los Austrias, Catálogo de exposición, Madrid, Museo del Prado, 1986, pág. 86; J. J. Martín González, “Papel social del bufón en Velázquez”, en VV. AA., Reflexiones sobre Velázquez, Madrid, Real Academia de San Fernando, 1992, págs. 172- 173; F. Bouza, Locos, enanos y hombres de placer en la corte de los Austrias. Oficio de Burlas, Madrid, Temas de Hoy, 1995, pág. 17; L. Peñalver Alhambra, De soslayo. Una mirada sobre los bufones de Velázquez, Madrid, Fernando Villaverde, 2005, págs. 84-87.
Luis Peñalver Alhambra
