Acuña y Malvar, Pedro Antonio. San Martín de Salcedo (Pontevedra), 12.IV.1755 – Madrid, 9.II.1813. Político y eclesiástico.
Nacido en el seno de una importante familia de la hidalguía gallega, hijo de Ignacio Acuña Martínez y de María Malvar Pinto. Por influencia de su tío materno, el franciscano Sebastián Malvar y Pinto, desde muy temprana edad se incorporó a la carrera eclesiástica, al mismo tiempo que emprendió los estudios de Jurisprudencia en la Universidad de Salamanca, en los que alcanzó el título de doctor.
En 1777 marchó junto con Sebastián Malvar a Buenos Aires cuando éste fue designado para ocupar la sede episcopal porteña. Seis años después, una vez más acompañando a su tío, regresó a España al ser nombrado aquél arzobispo de Santiago de Compostela.
Cuando desembarcaron en Cádiz, ambos fueron acusados de introducir de forma fraudulenta una importante cantidad de barras de oro, pues no la declararon; con el fin de evitar ser procesados, el arzobispo Malvar donó toda la mercancía a la Corona, aunque le fue devuelta poco después por el Rey para que la invirtiera en obras en Santiago.
Gracias a la ascendencia de su tío, en 1784 Pedro Acuña recibió los nombramientos de provisor, vicario general y gobernador eclesiástico de la Diócesis de Lugo, y un año después el de maestrescuela de su cabildo, ascendiendo posteriormente a deán de la catedral de Santiago.
En 1791 Carlos IV lo designó sumiller de Cortina, estableciéndose en Madrid, al mismo tiempo que se le concedió el priorato de O Sar. En la Corte, experimentó un progreso fulgurante, pues en aquel mismo año entró a formar parte del Consejo de Castilla como camarista real y fue designado ministro de Cámara, justificándose el nombramiento para este último cargo por la necesidad de incluir a un miembro del clero en las tareas de la Cámara, pues buena parte de los temas a tratar, caso de las resoluciones sobre el Patronato Regio, se referían a asuntos eclesiásticos.
Al año siguiente recibió el nombramiento de gobernador del Consejo de Indias, puesto en el que destacó como promotor de la botánica americana, recomendando al Rey el apoyo a una expedición científica para estudiar la flora de Perú.
Vinculado al omnipotente Manuel Godoy, actuó de correo entre éste y Pedro Pablo Abarca y Bolea, conde de Aranda, durante las consultas para que este último formase gobierno pocos días antes de que el conde de Floridablanca fuera defenestrado. Precisamente, cuando aquéllas fructificaron, Acuña fue designado secretario del Despacho de Gracia y Justicia del gabinete dirigido por Abarca y Bolea, cargo que desempeñó desde el 13 de julio de 1792, siendo uno de sus primeros cometidos el procesamiento de Floridablanca. Tras la caída del conde de Aranda a mediados de noviembre de 1893, su sucesor en la secretaría de Estado, Godoy, lo mantuvo en su puesto dos meses más, hasta el 23 de enero de 1794, fecha en la que pasó a formar parte del Consejo de Estado.
Perseguido por su apoyo a Godoy, huyó a Francia, regresando poco tiempo después a España. Establecido en Galicia, en 1811 fue detenido y encerrado en San Antonio (La Coruña).
Tras su liberación, viajó a Madrid, donde falleció a la temprana edad de cincuenta y ocho años, legando en su testamento tanto su biblioteca como la magnífica colección de tapices que había reunido al cabildo de Santiago.
Entre otras condecoraciones, ostentó la Gran Cruz de Carlos III, concedida en 1789.
Obras de ~: La verdad sin rodeos dicha al general Mahy: en contestación al artículo publicado en el Diario Mercantil de 19 de junio del presente año, Cádiz, Imprenta de Diego García Campoy, 1813.
Bibl.: E. Fernández Villamil, “Tres notas de la vieja Pontevedra: para la biografía de D. Pedro Acuña y Malvar”, en El Museo de Pontevedra, 22 (1968), págs. 115-119; J. M.
Cuenca y S. Miranda, El poder y sus hombres. ¿Por quiénes hemos sido gobernados los españoles? (1705-1998), Madrid, Editorial Actas, 1998, págs. 310-313; T. Egido, Carlos IV, Madrid, Arlanza, 2001, págs. 62-66.
Francisco Miguel Espino Jiménez