Mir Testa, Jaume. Lérida, c. 1580 – Barcelona, 5.IX.1660 post. Magistrado de la Real Audiencia de Cataluña, regente del Consejo de Cerdeña y del Supremo de Aragón, ciudadano honrado de Lérida.
Era hijo de otro Jaume Mir, también doctor del Real Consejo, y de Francesca Testa. Aunque natural de Lérida, Mir desarrolló su carrera de letrado en Barcelona, donde se hallaba ya a mediados de 1619 ejerciendo de asesor jurídico de la Diputación. En defensa de los intereses del General, fue uno de los que dictaminaron sobre la pragmática del transporte de madera para las atarazanas o sobre el mando de las galeras de Cataluña. A mediados de abril de 1621 aparece como “asesor de la visita del General”, demandando a los diputados el pago de 4.000 libras para gastos de la visita. A partir de septiembre de 1622 intervino en el asunto de la vicerregia del obispo Sentís, emitiendo diversos informes y dictámenes; en mayo de 1625 lo hacía contra la orden de captura del caballero Pere de Santacília, que los inquisidores habían emitido.
El 16 de octubre de 1627 presentaba a los diputados el privilegio que le nombraba magistrado en la Real Audiencia catalana, y el 26 de agosto de 1630, el que le habilitaba para la sala tercera. Mir, junto con Magarola y Jeroni Astor, serían los únicos magistrados con una reconocida validez profesional a la altura de dicho cargo, y se hallaba incluido en el informe del cardenal-infante sobre los dieciocho jueces de la Audiencia, entre los “razonablemente buenos” (1633). Como magistrado de la Audiencia, formó parte de la comisión mixta para gestionar el tema del contrabando de ropa proveniente de la frontera, en época de peste declarada (mayo de 1630), instruyó el proceso contra Jordi de Fluvià y Josep Estevanell (enero de 1632), fue uno de los dos comisionados enviados por el virrey a Vic a resolver el asunto de las “décimas”, que tenía revuelto aquel Cabildo (abril de 1634), y también fue comisionado, junto con Guerau de Guardiola, para tratar con los delegados de la Diputación la espinosa cuestión de los “quintos” impagados (noviembre de 1634).
Convertido en mano derecha del virrey, su impronta fue cada vez más marcada en los asuntos políticos de mayor trascendencia. A las puertas de la campaña militar de Leucata (julio de 1637), el virrey duque de Cardona le nombró abogado fiscal criminal interino, “tanto por sus muchas partes y capaçidad y ser gran travaxador”, y se lo llevó a Perpiñán, quedando tan satisfecho de sus buenos servicios que en noviembre siguiente le recomendaba para ocupar la plaza en propiedad. Sin embargo, los diputados le inculparían en un memorial de descargo, cuando la revolución de 1640, de haber expedido y firmado muchas órdenes penales contra Constituciones. En septiembre de 1638 fue uno de los cuatro comisionados para tratar con el Consejo de Ciento sobre el tema de los almacenes de Mataró; pocos meses antes, su firma aparecía estampada en el dictamen que facultaba al capitán general a condenar a muerte a los desertores, sin juicio previo (8 de mayo de 1638). Durante la campaña militar de Salses (1639), asistió al virrey conde de Santa Coloma, llevando el libro de registro de los catalanes enviados a servir.
Con tales antecedentes y apenas dos días después del Corpus de Sang, fue perseguido por los amotinados, y, aunque no pudieron darle caza, por la noche le asaltaron y quemaron su casa. Mir consiguió llegar a la Corte, y valiéndose en parte de las recomendaciones que en su favor dio la duquesa de Cardona, pasó a ocupar la plaza de regente del Consejo de Cerdeña (1643). Tras la recuperación de Barcelona, Jaume Mir aparece ennoblecido ocupando el cargo de regente de la Real Cancillería del Consejo de Aragón, y en esa calidad le eran dirigidos los trámites del proceso contra la expulsión a Valencia de los sospechosos de deslealtad a la Corona (1654).
Jaume Mir testó en Barcelona el 5 de septiembre de 1660; jubilado por viejo e impedido de la vista, era entonces religioso profeso de la Tercera Regla de San Francisco, y dependía de los cuidados del presbítero Josep Piquer, que vivía con él. De su esposa Marianna (fallecida hacia 1615) no había tenido descendencia, de modo que designó sucesor a su sobrino Jaume Eva, militar.
Fuentes y bibl.: Archivo de la Corona de Aragón, Consejo de Aragón, legs. 292, 387 y 389; Archivo Histórico de Protocolos de Barcelona, Bartolomé Plea, Testamentos 1646-1666, fol. 418; Biblioteca Nacional de España, Manuscritos, reg. 2.371, fol. 240.
F. J. Morales Roca, Próceres habilitados en las cortes del Principado de Cataluña, siglo xvii (1599-1713), vol. I, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Salazar y Castro, 1983, pág. 75; J. M.ª Sans i Travé (dir.) y Ll. Cases i Loscos (ed.), Dietaris de la Generalitat de Catalunya, vol. IV (1611-1623), Barcelona, Generalitat de Catalunya, 1997, págs. 370, 437, 470, 488, 571 y 574; vol. V (1623- 1644), 1999, págs. 88, 160, 169, 208, 281, 328, 331, 342, 392, 882, 1039, 1679 y 1918; vol. VI (1644-1656), 2000, págs. 580, 591, 596, 603, 1257 y 1428; J. L. Palos, Els juristes i la defensa de les Constitucions. Joan Pere Fontanella (1575- 1649), Vic, Eumo, 1997, págs. 99-100; A. Simón i Tarrés (ed.), Cròniques de la Guerra dels Segadors, Barcelona, Fundació Pere Coromines, 2003, págs. 80 n. 300, 98 y ss. n.os 22, 209 n. os 96 y 274 n.º 158.
Manuel Güell Junkert