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Eduardo Portabella Arrizabalaga

Biografía

Portabella Arrizabalaga, Eduardo. Zaragoza, 20.VIII.1846 – 29.VI.1911. Impresor y dibujante litógrafo.

Hijo de una familia acomodada, ya casado y sin haber completado estudios, por sus aptitudes para el dibujo se interesó por la impresión litográfica, tomando en traspaso en 1877 el taller del veterano Lac y Millán, del que pudo recibir también las primeras instrucciones prácticas. En 1880 trasladó su actividad a otro local más amplio y céntrico en el paseo de la Independencia, con la ventaja, tal como indicaba su membrete, de ser “el único con motor hidráulico”.

Apenas se conocen impresos de los realizados en su primera época, pero a partir de esa fecha en la que el negocio ya figura como Litografía de E. Portabella, se inicia su verdadero despegue profesional y empresarial, sobre todo en una de las especialidades gráficas que le proporcionaron mayor popularidad: el cartelismo taurino. Para esta tarea contó con un colaborador excepcional, Marcelino de Unceta, excelente pintor y dibujante que no tuvo el menor inconveniente en trasladar directamente a las piedras litográficas algunos de sus bocetos, en ocasiones como artísticas láminas cromolitográficas; también trabajó para diversas publicaciones de circulación nacional. No obstante, durante el cuarto de siglo comprendido entre 1880 y 1905, de las prensas de esta casa surgieron un gran número de carteles anunciadores para plazas de toros de toda España e incluso Francia, principalmente de Unceta, pero también de otros dibujantes; la calidad artística y la cuidada impresión fueron la mejor publicidad para este taller litográfico. Buen número de estos carteles se imprimieron para Zaragoza, pero también para Bilbao, Granada, Logroño, Madrid, Pamplona, San Sebastián, Santander, Sevilla, Vitoria, etc. Además de los taurinos, el número de carteles festivos y publicitarios estampados en el taller de Portabella durante la vida de la empresa es muy elevado, todavía bastantes sin localizar. Los tamaños de unos y otros oscilan desde los llamados de mano, aproximadamente 45 por 25 centímetros, hasta enormes murales, los menos, de unos 260 por 130 centímetros, que se tiraron en seis fragmentos utilizando alrededor de treinta piedras. Un cartel con el que alcanzó gran éxito y prestigio fue el impreso, con una decena de tintas, para el Ayuntamiento de Madrid en 1892, para anunciar los actos conmemorativos del IV Centenario del Descubrimiento de América en esa ciudad; el boceto enviado por la casa zaragozana fue el elegido entre los once presentados de toda España.

Aunque estos vistosos trabajos son los más conocidos, la producción de los talleres de Portabella fue muy variada, como en la mayoría de las empresas litográficas contemporáneas: desde etiquetas de los más diversos productos y tamaños, tarjetas postales, invitaciones, diplomas honoríficos o títulos de estudios, impresos bancarios y de seguridad, incluidas acciones y obligaciones, de los que hizo otra de sus especialidades, cartas, facturas, recibos o publicidad para el comercio y la industria, etc. También colaboró imprimiendo láminas y grabados para numerosos libros y de los más variados temas, así como para publicaciones de aparición regular, como los extraordinarios quincenales en color para el diario madrileño La Correspondencia de España, entre 1894 y 1895. Poco después ampliaría los talleres trasladándolos a un nuevo edificio de su propiedad en el paseo de Sagasta.

Tras la insurrección militar de julio de 1936 y al quedar Zaragoza controlada desde el primer momento por los autodenominados nacionales, esta litografía fue la encargada de imprimir los primeros billetes de banco de 5 y 10 pesetas emitidos por su Gobierno de Burgos en noviembre de 1936, de tirada reducida, más otro de 5 pesetas, fechado el 18 de julio de 1937, del que se hicieron cerca de treinta y nueve millones de ejemplares.

También se confeccionaron sellos de correos y numerosas emisiones patrióticas para recaudar fondos.

Y, por supuesto, periódicos, folletos y carteles propagando la ideología de los alzados en armas.

En la trayectoria de la Litografía Portabella hay que destacar, especialmente, a dos mujeres; en primer lugar a Ramona López (1851-1924), esposa de Eduardo Portabella, que desde sus inicios trabajó junto a Portabella realizando toda clase de tareas o haciéndose responsable total del negocio cada vez que por una causa u otra, Portabella se ausentaba de la ciudad. Dirigió la empresa en solitario desde 1911, como Litografía de la Viuda de Portabella, hasta que a su muerte tomó el relevo su hija Matilde (1889-1960), también colaboradora habitual desde muy joven en las labores de la industria, pasando a denominarse Litografía de Matilde Portabella. A Matilde Portabella le tocó sortear las dificultades originadas por la Guerra Civil y las no menos complicadas carencias de todo tipo de materias de la posguerra, incluida la energía eléctrica.

Algo cansada y no teniendo necesidad de mantener la empresa para ninguno de sus hijos, ya independizados, la traspasó a otros empresarios locales que continuaron con su actividad unos veinte años más, con el nombre de Aragonesa de Industrias Gráficas, S.A.

 

Bibl.: L. Serrano Pardo, Litografía Portabella. Biografía de una empresa familiar. 1877-1945, Zaragoza, Imprenta Provincial de la Diputación, 2003.

 

Luis Serrano Pardo

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