Giráldez, Velasquita. Doña Velasquita. Asturias, s. m. XII – Oviedo (Asturias), 1232. Señora acomodada, fundadora de una cofradía religioso-profesional- benéfica.
Perteneciente a un honrado nivel burgués, de hidalguía no contrastada aunque relativamente equiparada, como acredita el usual tratamiento de “doña”, junto al “don” de su esposo, Fernando Gonçalvis, que les asigna la documentación inherente a ambos.
Su personal apellido, derivado del nombre de su padre Giraldo Pérez, revela sin duda la vinculación familiar originaria al núcleo de población de ultrapuertos afincado en tierras hispanas desde las relaciones político-militares exteriores de Alfonso VI de Castilla y León (1065-1109), incrementado ya de modo especial en las regiones peninsulares norteñas por razones civiles y mercantiles. Asentamientos que revelan la existencia de comunidades francas (no necesaria, aunque sí predominantemente francesas) en las dos entonces principales ciudades asturianas de Oviedo y Avilés, cuyos respectivos fueros de 1145 y 1155 promulgados por Alfonso VII el Emperador, ratificando las concesiones contenidas en fueros anteriores (hoy perdidos, de su abuelo y antecesor), de sendos merinos propios, entre los cuales cabe consignar muy anticipadamente un “Robertus”, juez de “illos francos” en Oviedo, en 1114.
Términos personales y gentilicios por igual extranjeros son homógeneos de otros muchos suministrados por la documentación asturiana coetánea: Guillermo, Ivo, Bernardo, Beltrán, Giral, Giraldo, el propio Giradles, Bretón, Renalt, Tarascón, Franco. Así como otro tipo de denominaciones como las de Gascona y Rua Francisca, esta última conocida popular y oficialmente hoy como “Calle de la Rúa” en Oviedo.
La perduración histórica de Velasquita Giráldez radica en el hecho de la fundación por ella creada de una cofradía “de los alfayates o xastres y de otros vecinos y buenos [hombres libres] de la ciudad de Oviedo”.
Su establecimiento se acredita con carácter testamentario firmado en 5 de febrero de 1232, como “donación, dotación e nueva institución, última y postrera voluntad, por redención de mi alma y de mis padres y de todos mis bienhechores, a vos todo los confrades de la confradía que hago e instituyo, de los alfayates o xastres y de otros vecinos y buenos de la ciudad de Oviedo, dóivos y concédovos”.
La fundación tiene, pues, condición asociativa y benéfica, por cuanto establece, por un lado, la condición profesional de los cofrades, pero al mismo tiempo la de otros miembros cotizantes, sin duda por lo exiguo (o al menos no excesivo) del número de posibles adheridos. Cabe suponer, sin embargo, la especial dedicación del propio marido de la fundadora, Fernando Gonçalvis.
La materialidad del legado incluía la propiedad de un hospital ya edificado, “para recibimiento de pobres y necesitados”, dotado de diez lechos con sus mantas y cabezales de buena pluma y algunas colchas. Para cuyo mantenimiento se agregaba todo un conjunto de bienes inmobiliarios —casas y tierras— en la propia ciudad de Oviedo y fuera de ella. Quedando obligados los cofrades al pago de quince maravedís anuales en remuneración de la misa y oficios eclesiásticos diarios y festivos, a cargo de un presbítero de la cercana capellanía de San Tirso. Así como ésta y la iglesias de Oviedo quedaban subrogadas en el cumplimiento de dichos mandados y en propiedad plena del legado, caso de que los cofrades no asumiesen su exigida contribución.
La cofradía ha pervivido hasta hoy, evolucionada naturalmente en cuanto a naturaleza y funciones, incluso hasta en el nombre de su fundadora: La Balesquida.
Ya a finales de la Edad Media, concretamente el 15 de mayo de 1450, unas nuevas Ordenanza establecieron un conjunto de preceptos (veintiocho en número) que se pueden resumir así: obligación de todos los cofrades a asistir a cabildo siempre que para ello sean convocados, salvo impedimento de fuerza mayor; mantenimiento de paz entre todos los miembros, con perdón de agravios mutuos y penas pecuniarias por incumplimiento o ausencia; comportamiento de yantar colegiado, pero sin acompañamiento de menor alguno; establecimiento y celebración de fiestas: las navideñas —de Navidad a Reyes—, “todas las de Santa María que la Iglesia mandare guardar”, especialmente los días de la Ascensión, Corpus Christi, San Juan, cada uno de los apóstoles, Todos los Santos, Santa Lucía, etc.; Prohibición rigurosa de competencia interprofesional, curiosamente expresada así: “Que ninguno de nosotros no sea osado de fazer la ropa que alguno de nosotros tenga cortado, sin licencia de aquél que la cortó”. Y “que cualquiera de nosotros que tomaren juramento sobre razón de alguna ropa que otro haya finitado o estragado, que tal diga la verdad”; visita a cualquier compañero o compañera (nótese la dualidad del principio) “que estuviese flaco y enfermo en cama o en la cárcel, que vayamos a lo visitar y beber dos maravedís de pena, so pena de quatro maravedís que así no lo hiciere”; igual asistencia a la vela de dos horas a los cofrades enfermos, y acompañamiento al cadáver en su caso, hasta su funeral e entierro.
A lo largo de los siglos, La Balesquida ha venido subsistiendo como tal cofradía, pero al mismo tiempo como sociedad de castizo carácter ovetense, exponente en cierto modo de fidelidad y orgullo de los naturales de la capital asturiana. Paralelo o complemento de su denominación tradicional de carballones, derivada del recuerdo de un venerable roble (carballo) existente en la principal calle de Oviedo (Uría) hasta su abatimiento para ampliación de ésta en el siglo xix.
Manifestación viva de esta perduración es la fiesta del Martes del Bollo (Bollo preñau) celebrada también en el viejo Oviedo cada año por Pascua Florida entre los socios cofrades, culminando con el reparto de un panecillo cocido con un trozo de buen chorizo en el interior, acompañado con una botella de vino blanco, a consumir con no pocos culines de sidra en el campo ciudadano de San Francisco. Se respetan desde luego, los días anterior y posterior, sendos oficios religiosos en los que una imagen de la Virgen de la Esperanza, custodiada en la capilla de La Balesquida, frontera a la catedral y permanentemente abierta a la devoción popular, es trasladada en breve procesión a la también frontera iglesia de San Tirso, en la que una moderna lápida epitafio hace constar el lugar donde dice yace doña Velasquita.
Bibl.: R. L apesa Melgar, Asturiano y provenzal en el Fuero de Avilés, Salamanca, Universidad, 1948; J. Uría Riu, “Doña Velasquita Giráldez y la Cofradía de los Alfayates de Oviedo”, en Asturiensia Medievalia, 2 (1975), págs. 95-106.
Eloy Benito Ruano