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Pedro Piñero de la Rodera

Biografía

Piñero de la Rodera, Pedro. El Maragato. Adiñuela de Somoza (León), 6.VI.1768 – Madrid, 18.VIII.1806. Bandolero español.

Hijo de Juan Piñero Crespo y de María de la Rodera Castro, ambos de origen gallego. El primitivo apellido paterno era Piñeiro, perdiéndose la “i” a principios del siglo xviii. Fue bautizado por el párroco Santiago Martínez —Andiñuela dependía del obispado de Astorga—, conservándose actualmente el correspondiente asiento en el Libro de los Bautizados de la parroquia.

No se sabe cuándo abandonó la Maragatería, acaso lo hizo como criado de algún arriero acomodado, llegando por la Vía de la Plata a tierras extremeñas, donde se estableció dedicándose a la fabricación de carbón, oficio que pudo haber aprendido en su tierra.

Casó en Talayuela, cerca de Plasencia, hacia 1790, con Francisca de Trejo, siendo párroco del lugar José Fernández de Calahorra. Tuvo tres hijos: Tomasa, fallecida meses después, José y Nicolasa, nacidos respectivamente en 1794, 1796 y 1797.

Resulta difícil hallar explicación acerca de su transformación en salteador de caminos a finales de 1799.

Se dieron unas circunstancias sociales y económicas que permiten entender el fenómeno social del bandolerismo, por aquellas fechas muy extendido en España.

Los años finales del siglo xviii y los primeros del xix fueron nefastos para la agricultura, cuyo resultado fue una enorme oscilación de precios, por lo que “tirarse al monte” era una tentación a la que muchos sucumbían. Piñero formó una banda con algunos comarcanos que se le unieron, cometiendo toda clase de tropelías y robos, por tierras de Ávila, Plasencia y Talavera, pertrechados siempre con armas de fuego, entonces baratas y fáciles de conseguir. Bastaron once meses para que sus hazañas alcanzaran eco en la Corte. Sus principales colaboradores fueron, entre otros, Martín Rodríguez, el Martinillo, y Lorenzo Almanza, el Estudiante, llegando la partida a contar con quince o más miembros, uno de ellos apodado el Diablo.

Se les acusó de la muerte de cuatro personas; pero, al parecer, sólo dos de éstas fueron causadas directamente por la cuadrilla: la de Eugenio Sánchez, uno de los “dragones” que les perseguían, la noche del martes 1 de abril de 1800 en Ontanares, y la de Francisco Nicolás, durante un robo cometido en Tejada el lunes 1 de septiembre; las otras dos sólo indirectamente pudieron atribuírseles.

Cuando las circunstancias —la persecución por parte de soldados y paisanos armados— les colocaron en difícil situación, Piñero se presentó con sus dos más estrechos colaboradores, El Martinillo y El Estudiante, el domingo 23 de noviembre de 1800, en El Escorial para solicitar la clemencia real. Se inició un largo y confuso proceso, en el que se hallaron implicadas quince personas y declararon doscientos treinta y cinco testigos, llegando a identificarse cuarenta y dos delitos. Las penas fueron muy duras: El Maragato y El Martinillo fueron sentenciados a la horca y al descuartizamiento, y El Estudiante a recibir doscientos azotes, ser pasado bajo la horca, y diez años de trabajos forzados en el arsenal de Cartagena. Sin embargo, los alcaldes de Corte aconsejaron a Carlos IV uniese la justicia a la misericordia. Un Real Decreto del domingo, 22 de enero de 1804, conmutaba las penas capitales “que en justicia ha puesto la sala”, por la de doscientos azotes, el paso bajo la horca, y diez años de trabajos de bombas en el arsenal de Cartagena, sentencia ejecutada la mañana del lunes, 30 de aquel mes.

Tres años más tarde, valiéndose de la astucia, El Maragato consiguió huir, si bien resultó lesionado al saltar por la muralla. Venciendo numerosas penalidades y cometiendo algunos delitos, pudo llegar a primeros de junio a la dehesa del Verdugal (o Berdugal), próxima a la venta de San Julián, no lejos de los lugares de sus antiguas correrías, donde tuvo encerrados a sus moradores. Quiso su mala suerte que pasase por allí el valiente fraile franciscano observante Pedro de Zaldivia, colector de limosnas del Convento del Rosario de Oropesa, que viéndose en peligro, consiguió arrebatarle la escopeta, golpearle, herirle de un disparo, atarle y avisar a las autoridades (martes, 10 de junio de 1806), que le encarcelaron, siendo conducido por orden del Consejo Real, diez días después a Madrid, donde se le juzgó con inusitada rapidez.

Por su parte, fray Pedro recibió parabienes, felicitación real incluida, y honores, sin contar una pensión de 8000 reales anuales con la que ayudar a su humilde familia. Intentó conseguir el indulto del reo, sin resultados, ya que el propio Monarca había ordenado “que se haga un pronto y exemplar castigo”.

El lunes, 18 de agosto del mismo año, El Maragato fue ahorcado en la madrileña plaza de la Cebada, y se le hicieron “cuartos”, que el 22, junto con su cabeza fueron expuestos en los caminos próximos a Oropesa, no siendo sepultados hasta el sábado 13 de marzo de 1807, en la iglesia de la Santa Cruz de Madrid.

La aventurera existencia de El Maragato no hubiese pasado de ser una de las muchas anécdotas históricas de la época, de no haber sido plasmada por Francisco de Goya, en 1806, que dedicó seis pequeños óleos sobe tabla (30,07 por 39,9 cm. cada uno), conservados en el Art Institute de Chicago, en los que de forma descriptiva, casi cinematográfica, secuencia el apresamiento, tal vez llevado por su interés hacia la temática popular. Acerca de este personaje, se filmó un cortometraje de diez minutos de duración, dirigido por Luis Miguel Alonso, en 1997, titulado El bandido maragato.

 

Fuentes y bibl.: Archivo Diocesano de Astorga, leg. 24/1; Archivo Parroquial de Talayuela. Informaciones aportadas por Agustí Bach i Galí, José Luis López García y Carlos Fernández-Vicario Valcarce.

J. L. López García, Goya y el bandido Maragato, Astorga (León), 1994; S. de Tapia, “Apuntes históricos sobre Cepeda de la Mora en la época del Maragato”, y D. Barranco Moreno, “El Maragato, un bandido inmortalizado por Goya”, en Revista del Exmo. Ayuntamiento de Cepeda de la Mora, Ávila, Caja de Ahorros de Ávila, 1997; www.arrierosmaragatos.com/Paginas/elbandido.htm

 

Fernando Gómez del Val

 

 

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