Guzmán, Francisco de. Padre de los pobres. Ávila, 1530 – 15.IX.1573. Canónigo, benefactor.
Francisco de Guzmán nació en Ávila en torno a 1530. Era hijo de Mosén Rubí de Bracamonte, sobrino de María Herrera, fundadora de una muy importante capilla en Ávila. Mosén Rubí orientó a su hijo Francisco hacia la vida clerical, lo que le abrió las puertas para el disfrute de rentas eclesiásticas. Una de las hermanas fue religiosa carmelita en el monasterio de la Encarnación. Hasta los treinta años llevó una vida poco edificante.
Hay quien opina que Mosén Rubí era “la persona”, que frecuentaba la Encarnación, para conversar con Teresa de Jesús. En 1560 cambió radicalmente sus comportamientos y se convirtió de verdad a una vida santa. Posiblemente andaba por medio san Pedro de Alcántara. Según el testimonio del sacerdote Bartolomé Díaz de Luján, recogido en el Proceso de Ávila para la Beatificación del Santo, Francisco de Guzmán y Gaspar Daza le acompañaban, cuando se dirigía a El Tiemblo para solicitar del obispo Álvaro de Mendoza que aceptara la fundación de San José, primera fundación de la Reforma Teresiana.
Mantuvo buenas relaciones con san Juan de Ávila, cuyo espíritu animó el movimiento sacerdotal de Ávila en la segunda mitad del siglo xvi. Se conserva una carta de las que le dirigió el apóstol de Andalucía.
Está fechada en Montilla, a 15 de marzo de 1566, y es breve. En ella el santo alude a la “tempestad de las enfermedades” que padece, y le aconseja demore su ordenación sacerdotal. No se sabe cuándo recibió las órdenes sagradas, aunque algunos suponen que pudo ser en 1566. En 1571 fue nombrado canónigo, año en que murió otro canónigo llamado Ventura Bracamonte, hermano de Francisco de Guzmán. Temprano cayeron sobre él abundantes sufrimientos y enfermedades.
El famoso jesuita Luis de la Puente, en su Vida del P. Baltasar Álvarez, escribe sobre Francisco de Guzmán, del que, entre otras cosas, dice: “Teniendo mucha renta eclesiástica, en pensiones y beneficios curados, andaba en hábito de seglar, gastándola en caballos, vestidos y en muchas cosas mundanas, con escándalo de los que le conocían”. Pero Dios “toca su corazón, y su conversión a una vida santa fue una realidad que llenó de asombro a la ciudad”, afirma B. Jiménez Duque. Determinado a ser santo, puso su alma bajo la dirección de los jesuitas, que, a pesar de su reciente llegada a Ávila, gozaban ya de gran fama como hombres de Dios. Primero, el padre Dionisio Vázquez le orientó. Luego, tomó la dirección de su vida espiritual el santo padre Baltasar Álvarez. Cuando éste fue enviado a Medina del Campo en 1566, fue su director espiritual hasta la muerte el también famoso padre Antonio Lárez.
En el mismo lugar dice el padre De la Puente: “Por consejo del P. Dionisio Vázquez, Rector del nuevo Colegio, con quien se quiso confesar y tratar sus cosas tomó luego hábito eclesiástico, dejó beneficios curados, y solamente se quedó con mil ducados de pensiones, gastando consigo muy poco, y lo demás con los pobres [...] Andaba sólo con un paje sin tener otro servicio, especialmente de mujer, en casa; dio en ser muy abstinente, preciándose antes de ser muy comedor; y siempre andaba ocupado en obras de caridad; visitaba a los pobres enfermos, curábales por sí mismo; limpiaba los vasos inmundos, llevábales al médico, o iba a su casa, para que dijese lo que había de hacer con ellos; y acaecíale estarse esperando con mucha paz una o dos horas a que viniese de fuera, o se levantase de la cama, porque su mucha caridad le daba esta paciencia; y del mismo modo les llevaba la comida, una vez guisada, y otras por guisar, hastair el mismo a la carnicería a comprar carne para los pobres; y como por muerte de un hermano suyo entrase a ser canónigo de aquella santa iglesia, no mudó de modo de tratarse, ni las ocupaciones, sino añadió nueva diligencia en gastar la hacienda que se la había recrecido, en remediar monasterios, hospitales y pobres vergonzantes; y año hubo que curó a más de trescientos pobres, con tanto gusto, que parecía imposible, según su renta; pero favorecía Nuestro Señor a su buen ánimo”. Con toda razón, pues, en Ávila se le conocía como “padre de los pobres”. Cuando murió el 15 de septiembre de 1573, toda la ciudad sintió su ausencia y los pobres la sufrieron. Sobre su sepulcro, en la iglesia de San Gil, se grabaron estas palabras: “Pródigo y pobre, consuelo de la patria, generoso y sencillo, el que era austero para sí, aquí descansa.
D. Francisco de Guzmán, murió el 15 de septiembre de 1573”. Al trasladarse los jesuitas en el siglo xvii a Santo Tomé el Nuevo, en Ávila, llevaron allí los restos de este venerable sacerdote.
Bibl.: Silverio de Santa Teresa de Jesús, Procesos, vol. I, Burgos, Tipografía de El Monte Carmelo, 1934, pág. 233; L. de la Puente, Vida del P. Baltasar Álvarez, est., ed. y notas de C. M.ª Abad, Madrid, Atlas, 1958, cap. 9; F. Martín Hernández, Obras Completas del Santo Maestro Juan de Ávila, vol. V, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1970, págs. 660-661; B. Jiménez Duque, La escuela sacerdotal de Ávila del S. xvi, Ávila, 1981, págs. 106-109; Santa Teresa de Jesús, Libro de la Vida, ed. de Otger Steggink, Madrid, Clásicos Castalia, 1986, 1991 y 2001; F. López Hernández, Personajes Abulenses, Ávila, Obra Social Caja de Ávila, 2004.
Francisco López Hernández