Carrasco y Saavedra, Bernardo. Zañar (Perú), 1624 – Hauycho (Chile), 1697. Religioso dominico (OP), obispo de Santiago de Chile.
Ingresó en la Orden de Predicadores de Santo Domingo en la cual se destacó por ser un religioso docto, grave y prudente. Se graduó de maestro y doctor en teología en la Universidad de Lima en 1653. Diez años más tarde era maestro de los estudiantes dominicos de Santo Tomás. Fue prior del convento de la ciudad de La Plata y viceprovincial en este arzobispado y en los de La Paz y Santa Cruz de la Sierra. Durante su provincialato fue beatificada y canonizada la terciaria dominica santa Rosa de Lima.
Fue designado obispo de Santiago de Chile, en virtud de presentación real, por Inocencio XI, el 14 de marzo de 1678, consagrado el mismo año en Lima y tomó posesión de su cargo en 1679. Encontró su diócesis en muy mal estado, pues la reconstrucción tras el terremoto de 1647 se efectuaba con lentitud por la pobreza de los dueños de las haciendas y de las casas de Santiago; la sublevación indígena de 1656, que había asolado la región entre el río Maule y el Bío-Bío; y el nuevo terremoto de 1657 que arrasó en Concepción con lo poco que se había salvado del último alzamiento araucano.
Los desatinos de los gobernadores Antonio de Acuña y Cabrera y Francisco de Meneses fueron un factor que estuvo a punto de provocar una ocupación indígena de toda la parte poblada de Chile. A estas desgracias de sublevaciones y terremotos se sumaron los riesgos derivados de las incursiones marítimas de los corsarios, de los piratas y filibusteros adversarios de España.
El nuevo obispo venía de la capital del virreinato, opulenta y ostentosa, por lo cual la pobreza del obispado impresionó negativamente su ánimo. Sin considerar que el siglo XVII fue un siglo duro que hizo la vida de los colonos difícil, insegura y arriesgada. Al finalizar la visita pastoral a su diócesis, Bernardo Carrasco comunicó al monarca que su obispado era uno de los más pobres y que sus habitantes sólo en el comer no padecían de extrema necesidad.
En las visitas pastorales que realizó a lo largo y ancho del extenso territorio, trató a aliviar la miseria de los indios encomendados. En la realizada al norte del país estuvo a punto de caer en manos de corsarios. Para atender mejor a su diócesis ordenó a mestizos de sacerdotes para que fueran curas doctrineros, pero se le ordenó detener este tipo de ordenaciones. Por eso trató de encomendar la atención de muchos poblados a los religiosos.
Autorizado por el Rey, fundó en 1686 el primer monasterio de religiosas carmelitas en Santiago; al mismo tiempo trataba de corregir abusos existentes en otros monasterios de religiosas por intromisión de parientes en la administración de los mismos.
Para orientar al clero celebró el Sínodo de 1688, cuyos acuerdos apuntaron a mejorar la preparación espiritual de clero, a erradicar costumbres que atentaban contra la moral, a dar realce al culto divino, a mejorar la atención de los hospitales y a elevar el nivel de los estudios en el seminario del Ángel de la Guarda.
Nunca se acostumbró al clima de Chile y el rey no le aceptó la renuncia, sino que lo promovió en 1695 al obispado de La Paz, donde falleció en 1697.
Bibl.: F. Araneda Bravo, Historia de la Iglesia en Chile, Santiago de Chile, Ediciones Paulinas, 1986; M. Barrios Valdés, Los dominicos en Chile, Santiago de Chile, Colección Quinto Centenario Dominicos, 1986; J. Gozales Echenique, “Bernardo Carrasco y Saavedra”, en Episcopologio chileno. 1561-1818, t. III, Santiago de Chile, Ediciones de la Pontificia Universidad Católica de Chile, 1992.
Marciano Barrios Valdés