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Miguel Manosalvas

Biografía

Manosalvas, Miguel de. Ibarra (Ecuador), 28.IX.1697 – Panamá, 20.XI.1767. Sacerdote jesuita (SI), catedrático, tratadista.

Ingresó en la Compañía de Jesús, el 27 de febrero de 1720, ya con veintitrés años; llegado al sacerdocio, desempeñó cargos de importancia en la provincia: rector de Pasto, del seminario de San Luis, del colegio de Quito. estando en este cargo, aceptó, en junio de 1765, guardar en el colegio las Cajas Reales de la Audiencia, que corrían peligro por la sublevación de los quiteños en contra de los Estancos, mientras sacerdotes de su colegio trataban de calmar a las turbas enfurecidas.

Al año siguiente, fue nombrado provincial, cuando ya se escuchaban rumores de la mala voluntad de la Corte contra los jesuitas.

En efecto, la masonería española acusaba incesantemente a los jesuitas de muchas culpas, solicitando su expulsión del reino, como lo había hecho Portugal.

Américo Carnicelli, alto masón norteamericano, refiere en su obra La Masonería en la Independencia de América, que en 1766, el jefe de la Masonería española, Pedro Pablo Abarca de Bolea, conde de Aranda, fue nombrado presidente del Consejo de Castilla, y, como tal, convenció al rey Carlos III de que expulsara a los jesuitas del reino (I, 24).

El ardid de que se valió, según lo dice Marcelino Menéndez y Pelayo, fue fingir y falsificar una carta, atribuida al superior general de los jesuitas en Roma, padre Lorenzo Ricci, en la que decía que Carlos III no era Rey legítimo, porque no era hijo de Felipe V, sino hijo adulterino y sacrílego de Isabel de Farnesio y del cardenal Alberoni.

Esta carta fue hábilmente colocada en el equipaje de un jesuita, el padre Bernardo Recio, que viajaba de Madrid a Roma, a quien apresó la policía, quitó el equipaje y sustrajo la carta fingida, que Aranda —su autor— presentó a Carlos III, como testimonio de que la Compañía tramaba su destronamiento.

Con este ardid logró que el Rey castigara a la Compañía de Jesús con el destierro perpetuo y despojo de sus bienes (Marcelino Menéndez y Pelayo, Historia de los Heterodoxos Españoles, II: 610).

En El Pardo, a 27 de febrero de 1767, firmó Carlos III la Pragmática Sanción por la que desterraba para siempre a los jesuitas del reino, y secuestraba sus bienes. Con toda diligencia y secreto, Aranda hizo llegar esta orden a las autoridades respectivas, para sorprender a los jesuitas en sus casas.

Así pues, el 20 de agosto, el presidente de Quito, José Dibuja, a la madrugada, hizo rodear el colegio de los jesuitas con tropas, y a las cuatro y cuarto de la mañana, se presentó a la puerta, con los testigos y veinte soldados. Mandó reunir a los religiosos y les leyó el Decreto Real. Nada podía hacer, sino, a lo más, portarse con la mayor benevolencia en tales circunstancias.

Al padre Manosalvas le correspondió acatar la Orden Real, y cabe suponer el terrible golpe que le atormentó al disponer el destierro de doscientos setenta jesuitas de toda edad, al entregar ese colegio y los otros once de la provincia, los templos y sus ornamentos, las haciendas, obrajes, bibliotecas y demás. Y, sobre todo, las Misiones del Amazonas, donde los veintiséis misioneros debían abandonar los ochenta y más pueblos, y embarcarse en el Amazonas, río abajo, hacia Portugal y España. Al advertir lo que pasaba, en muchas partes los indígenas les propusieron que se escondieran en sus bosques, que ellos los defenderían con sus lanzas.

No fue posible encontrar misioneros que los sustituyeran en esa región amazónica, que se perdió para la Iglesia, y para Quito.

El 31 de agosto salieron del colegio de Quito sesenta y un religiosos, en medio de la consternación de la ciudad; mucha gente los acompañó un largo trecho de camino, que emprendieron cabalgando en mulas.

Viajaron en dirección de Guayaquil y Panamá. Muchos enfermaron y murieron en la ruta, especialmente en el trayecto de Panamá a Cartagena.

La preocupación, como superior, por la situación de cada uno de sus súbditos debió de ser un motivo de que el padre Manosalvas cayera enfermo con alta fiebre, además de lo insalubre del clima. Ocho días duró su dolencia, y falleció en Panamá el 20 de noviembre de 1767.

 

Bibl.: J. Jouanen (SI), Historia de la Compañía de Jesús en la Antigua Provincia de Quito, 1570-1774, Quito, Editorial Ecuatoriana, 1941; A. Carnicelli, La Masonería en la independencia de América (1810-1830), Bogotá, 1970, 2 vols.

 

Jorge Villalba Freire

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