Sisa, Bartolina. Caracato, Sicasica (Bolivia), c. 1750 – La Paz (Bolivia), 5.IX.1782. Heroína indígena, esposa de Tupac Catari.
Junto con Gregoria Apaza, hermana de Tupac Catari, es la principal heroína de la sublevación indígena de 1781-1782 en las provincias de la intendencia de La Paz, conectada con la rebelión de Tupac Amaru en el Perú. Era vecina del pueblo de Sicasica, donde ejercía el oficio de lavandera y tejedora. Fue la mujer legítima de Julián Apaza, quien tomó el nombre de Tupac Catari; éste, al iniciarse el dramático asedio de La Paz, la hizo venir de su pueblo para que lo acompañara en El Alto, donde el caudillo aymara estableció su cuartel general. Durante el primer cerco, que duró de marzo a junio de 1781, Bartolina presidió la corte de la que quiso rodearse su marido, siendo su más eficaz consejera y colaboradora. Capitaneaba a los rebeldes como principal “mandona” —como la calificó su juez— en el cerco de la ciudad, supliendo las ausencias de su marido. Cumplió también funciones de “virreina”, como mujer de Catari, que se hacia llamar virrey, vistiendo con suntuosidad, en las ceremonias y oficios religiosos católicos o bien montando en mula al acercarse a los muros para acaudillar las tropas. No obstante sus cualidades guerreras, mostró su carácter clemente al inducir a revocar sentencias de muerte, pero también procediendo con energía en las decisiones adoptadas para combatir a los sitiados.
Cayó prisionera por traición de uno de sus compañeros el 2 de julio de 1781. Encarcelada en La Paz, soportó con dignidad las duras condiciones de su cautiverio durante más de un año. Catari trató sin éxito, en varias ocasiones, de obtener su liberación poniendo en ello un impresionante afán. Llegó un momento en que marido y mujer pudieron verse, al intentar el comandante de la plaza, Sebastián de Segurola, capturar a Tupac Catari mediante la estratagema de sacar a Bartolina a una parte de la muralla defensiva para inducir al jefe de los alzados a acercarse con sus seguidores, esperándole una partida oculta de los defensores para caer sobre él en el instante oportuno. El ardid fracasó, pero Catari no cejó en el propósito de rescatar a su mujer ofreciendo canjearla por alguno de sus prisioneros principales.
Los diarios redactados durante el asedio son valiosos testimonios que demuestran los lazos de unión amorosa entre ambos cónyuges. Bartolina supo de la derrota y cruel ajusticiamiento de su marido, habiendo aún de sufrir su propio juicio —prolongado a través de ásperos interrogatorios—, que la condenó, por sentencia del oidor Francisco Tadeo Diez de Medina, a morir ahorcada, después de caminar en torno a la plaza atada a la cola de un caballo, portando insignias que la denigraban y humillaban, debiendo exponerse su cabeza en los pueblos “de su domicilio y origen”. Se desestimó así la súplica del abogado defensor de naturales de que la encausada fuese recluida en un monasterio. El juicio histórico reprueba estos excesos de crueldad que en nada contribuyeron a una reconciliación entre el bando indígena insurrecto y sus vencedores.
Bibl.: A. Guzmán, Tupac Catari, México, Fondo de Cultura Económica, 1944; R. Botelho Gosálvez, La lanza capitana, La Paz, Municipalidad, 1967; A. Valencia Vega, Bartolina Sisa. La virreina aymara que murió por la libertad de los indios, La Paz, Librería editorial Juventud, 1978; M. E. del Valle de Siles, Bartolina Sisa, Gregoria Apaza. Dos heroinas indígenas (folleto), La Paz, Biblioteca popular boliviana de “Ultima Hora”, 1981; Historia de la Rebelión de Tupac Catari 1781- 1782, La Paz, Don Bosco, 1990.
Jorge Siles Salinas