Silva y Enríquez, Juan de. Jerez de los Caballeros (Badajoz), c. 1567 – Filipinas, 19.IV.1616. Caballero de la Orden de Santiago, gobernador de Filipinas.
Dedicado a la carrera de las armas, pasó a los estados de Flandes y allí sirvió en los ejércitos del mando del conde de Fuentes, como capitán del tercio de don Jerónimo de Monroy, y se halló, por el mes de julio de 1595, en el sitio y toma de Catelet y en el de Doullens, tras lo cual acudió al sitio de Cambrai, que era el principal objetivo del conde de Fuentes, cuya entrega se logró el 9 de octubre de aquel año.
De regreso en los reinos de España, fue nombrado gobernador y capitán general de Filipinas y presidente de su Real Audiencia, en lugar de don Pedro Bravo de Acuña. Cabrera de Córdoba, al referir en mayo de 1607 este nombramiento escribía que: “Han proveido por gobernador de Filipinas a don Juan de Silva, soldado de Flandes, natural de Jerez, persona de muchas partes, en quien está bien empleado este cargo, aunque lo pretendian los hermanos de don Pedro de Acuña, que murió en él”, y agregaba que se le había hecho merced de un hábito de caballero de la Orden de Santiago: “con 1000 ducados de renta y 12.000 de salario, y se le acrecienta en su gobierno la isla de Terenate [sic], que conquistó el gobernador pasado”.
Embarcó rumbo a su destino en los primeros meses de 1608, después de la licencia de rigor (7 de diciembre de 1607), y lo hizo junto a una importante tropa de infantería, que había ofrecido a la Corona. Arribó a la Nueva España a mediados de 1608 y allí se ocupó con el virrey en el apresto del socorro para Filipinas, tras lo cual dejó Ciudad de México (27 de noviembre de 1608) y llegó al puerto de Acapulco, desde el que zarpó a mediados de enero del año siguiente (16 de enero de 1609). Finalmente, prestó juramento y tomó la posesión de sus empleos en Manila tres meses más tarde (20 de abril de 1609), y le entregó el gobierno don Rodrigo de Vivero y Velasco, que lo servía interinamente.
Desde los inicios de su gobierno sus operaciones estuvieron marcadas por las acciones militares en contra de los holandeses. Así, a los pocos meses de su arribo (septiembre de 1609), tres naos de dicha nación, más un patache y dos lanchas asaltaron la provincia de Pintados y el presidio de Otón y luego fondearon a la gira del puerto de Cavite y atacaron navío chinos en Playa Honda para después, unidos a otro navío, dedicarse durante meses al asalto de navío y amenazar constantemente la navegación con intenciones de atacar Manila, ante lo cual el gobernador acudió al reparo de las fortalezas de Cavite y preparó una pequeña armada y salió del puerto de Cavite (21 de abril de 1610) a enfrentar al holandés y en el puerto del Fraile le sorprendió, venciéndole (24 de abril de 1610) y, como decía la Audiencia, “a no tener tal suceso todo esto se perdiera”. En ese mismo año (1609) asistió a Mindanao para castigar los asaltos y pillajes de los caragas en la provincia de Pintados y estableció en ella el fuerte de Tandag, dejándolo bien provisto de artillería tropas.
Constante preocupación suya fue el socorro de Terranate, permanentemente amenazado por navíos holandeses, preocupándose por mantenerla en el mejor estado de defensa posible frente a las incursiones de los holandeses, organizó también una jornada a las Molucas (1611), una de cuyas consecuencias fue que su salud se resintiera y desde dicho tiempo padeció “uno continuos corrimientos que le descienden de la cabeza, unas veces acudiendo a los brazos y otras a las piernas y otras a la garganta y otras partes interiores del pecho”.
Tuvo una serie de desencuentros con el arzobispo Diego Vázquez de Mercado, que había llegado a Manila en 1610, y con los religiosos quienes, normalmente, eran apoyados por el prelado frente a las denuncias del gobernador sobre los abusos que cometían en sus misiones y vejaciones a que sometían a los naturales. También hubo de intervenir en las disputas entre los oidores, sobre todo entre Juan Manuel de la Vega y Andrés de Alcaraz, y el oidor Madrid y Luna y el fiscal Alvarado y Bracamonte.
Con la finalidad de acabar con la hostilidad holandesa proyectó organizar una gran armada con apoyo portugués, y así envió a la India (1612) al antiguo gobernador de Terranate, Cristóbal de Azcueta, para negociar con el virrey de la India portuguesa, pero sus embarcaciones naufragaron en el trayecto entre Manila y Macao. Perseveró en su intento y envió a dos jesuitas a Goa (1614) para entrevistarse con el virrey portugués, y regresaron a Manila (1615) en la confianza de que los portugueses aportarían cuatro grandes galeones para la armada contra los holandeses, mientras el gobernador Silva hacía grandes esfuerzos por armar la expedición, sin embargo, como no se presentaran los prometidos auxilios portugueses, previa junta general de los ministros de la audiencia, cabildos eclesiástico y secular, religiosos y capitanes (12 de enero de 1616) decidió zarpar con su armada para dirigirse al estrecho de Singapur. Así, en el mes siguiente (9 de febrero de 1616) partió con una armada formada por diez galeones, cuatro galeras, un patache y otras embarcaciones menores, a bordo de los que iban cerca de cinco mil hombres, dirigiéndose directamente al estrecho de Malaca, pues allí pensaba reunirse con la flota portuguesa, para luego atacar a los holandeses de Java y sus bases en las Malucas. Arribó la armada al cabo de unas semanas (25 de febrero de 1616) al estrecho de Singapur y allí pocos días después murió el gobernador y la armada hubo de regresar a Manila (junio de 1616) diezmada por las enfermedades que asolaron a su tripulación y soldados.
De hecho, el estrecho de Singapur se llamó durante más de 200 años en toda la cartografía internacional (hasta la llegada de Thomas Stanford Raffles en 1819) estrecho del Gobernador o de Juan de Silva, en honor a este personaje.
Se designó como su sucesor a don Alonso Fajardo de Tenza, encomendándose su residencia al oidor don Álvaro de Mesa y Lugo, quien la envió sentenciada al Consejo en 1626, habiéndose formado la opinión del gobernador Silva como “muy buen ministro y servidor de V. Mgd.”, sin perjuicio de lo cual, tras la muerte de Silva se le acusó de haber comerciado con ropa de China en las naos que iban desde Filipinas a la Nueva España, por lo que se ordenó que sus bienes fueran embargados (1618).
Fuentes y bibl.: Archivo General de Indias (Sevilla), Contratación, 5.299, n. 2, r. 70; Filipinas, 5, n. 175; Filipinas, 7, r. 4, n. 51; Filipinas, 20, r. 1, n. 3, 13; Filipinas, 20, r. 2, n. 25; Filipinas, 20, r. 3, n. 28; Filipinas, 20, r. 4, n. 33, 35, 38, 39; Filipinas, 20, r. 9, n. 56; Filipinas, 20, r. 10, n. 66; Filipinas, 20, r. 11, n. 70; Filipinas, 20, r. 20, n. 147; Filipinas, 60, n. 16; Filipinas, 74, n. 76; Filipinas, 200, n. 130; Filipinas, 329, n. 2, fol. 247r-248r; Indiferente General, 111, n. 240; Méjico, 28, n. 2, 49; Patronato, 47, r. 37; Archivo Histórico Nacional (Madrid), Órdenes-Expedientillos, exp. 169; Órdenes-Santiago, exp. 7761.
D. Villalobos y Benavides, Comentarios de las cosas svcedidas en los Paises baxos de Flandes, desde el año de mil y quinientos y noventa y quatro, hasta el de mil y quinientos y noventa y ochos, Madrid, por Luys Sanchez, 1612, págs. 33r, 63v, 75v; W. E. Retana, “Índice de personas nobles y otras de calidad que han estado en Filipinas (1521-1898)”, en Boletín de la Real Academia de la Historia, LXXVIII (1921), pág. 152; L. Cabrera de Córdoba, Relaciones de las cosas sucedidas en la Corte de España, desde 1599 hasta 1614, Madrid, Imprenta de J. Martín Alegría, 1857, pág. 305; J. Nieto Aguilar, Mindanao, su historia y geografía, Madrid, Imprenta del Cuerpo Administrativo del Ejército, 1894, pág. 38; G. Bleiberg (dir.), Diccionario de Historia de España, 3, Madrid, Alianza Editorial, 1979, pág. 667; L. Gil Fernández, “El derrotero de España a Filipinas firmado por don Juan de Silva (1614)”, Anuario de Estudios Americanos, 77, 2 (2020), págs. 613-636; I. Valpuesta Villa, “Una oportunidad perdida. La gran armada de Juan de Silva en Filipinas (1610-1616)”, en Obradoiro de Historia moderna, 31 (2022).
Javier Barrientos Grandon