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Josefa Sánchez-Barriga Blanco

Biografía

Sánchez-Barriga y Blanco, Josefa. Sevilla, 16.V.1762 – Ciudad de México, 20. 8.1842. Última virreina novohispana, aristócrata casada con el III Jefe Político Superior de la Nueva España, Juan O’Donojú O’Ryan, quien suscribió la Independencia de México en 1821 junto con Agustín Iturbide Arámburu por parte mexicana.

Hija de José Mateo Sánchez-Barriga y Caro, hijodalgo, conocido y acaudalado comerciante sevillano, comisionado por la Administración Borbónica para aplicar nueva normativa fiscal en Honda, Colombia. Su madre fue Manuela Blanco y Guillén, también de rica y noble familia sevillana y  Josefa tuvo cinco hermanos y quedó pronto huérfana.

Bautizada el 20 de mayo de 1762 en la ciudad hispalense, en 1779 contrajo matrimonio a los 17 años en la catedral de Sevilla con el Oficial de Contaduría General de Arbitrios de Andalucía Juan Cubillo, y en segundas nupcias en 1796 a los 34 años en dicho templo con el entonces teniente del Regimiento de Infantería de Ultonia Juan O’Donojú O’Ryan, de su misma edad y oriundo de Irlanda. El matrimonio llegará a tener tres hijos que morirán pronto.

Tras exitosa carrera de las armas desempeñada por O’Donojú durante la Guerra de la Independencia española y de haber sido Ministro de la Guerra y Secretario del Despacho de Estado con la regencia de Fernando VII, la pareja se traslada en la fragata “Asia” a la Nueva España el 30 de mayo de 1821 al haber sido nombrado su marido ya Teniente General  III Jefe Político Superior y Capitán General de la Nueva España, México.

Considerada como última virreina novohispana Josefa llegará el 30 de julio de 1821 al puerto mexicano de Veracruz en el mismo navío que reconduce a España al virrey Juan Ruiz de Apodaca tras haber salido de Cádiz dos meses antes.

Su marido jurará el cargo de Jefe Político Superior y Capitán General de la Nueva España en Veracruz y no en la Ciudad de México como estaba secularmente establecido a causa de encontrarse sistemáticamente bloqueado el camino por fuerzas independentistas y pronto se pondrá en contacto con el líder de la Emancipación mexicana  Agustín de Iturbide  para negociar y consumar la Independencia el 27 de septiembre de 1821.

Sin competencias asignadas para suscribir ningún acuerdo secesionista O’Donojú sólo había sido asignado con amplias atribuciones gubernativas  como Jefe Político de la colonia de acuerdo con el nuevo sistema liberal implantado, que suprime la figura de virrey, en la que hubiera sido sexagésimo segundo de larga saga.

Suscritos el 24 de agosto de 1821 entre el nuevo mandatario español y el adalid independentista Iturbide los Tratados de Córdoba (Veracruz) que ratifican el Plan de Iguala igualmente abocado a la Emancipación nacional, Josefa pasa a continuación a residir palaciegamente en la capital mexicana profusamente festejada por todos.

Nombrado seguidamente su esposo miembro de la regencia establecida en la excolonia y del Consejo Supremo Provisional Gubernativo previamente constituido a consumarse el I Imperio de México con Iturbide a la cabeza, Juan O’Donojú, connotado liberal y masón, fallece a los 38 días de haber viajado a América y es enterrado con honores de Estado en la cripta de los Arzobispos de la Catedral de México.

Josefa se hace entonces merecedora de percibir una pensión vitalicia de 12.000 pesos anuales concedida por el Congreso Constituyente gracias a los servicios prestados por su marido a la causa independentista.

La asignación mensual fijada en 1.200 pesos mensuales se consigna con  carácter vitalicio siempre que no volviera a casarse o marchara de México en reconocimiento de que en calidad de Capitán General su  difunto marido lograra que una de las postreras  guarniciones realistas aún leales asentada en la Ciudad de México depusiera las armas en evitación de un último e inútil  derramamiento de sangre.

Meses después de no percibir la pensión requerida y esperada para sufragar su estancia en México y agobiada por perentorias necesidades y primeras privaciones surgidas, sus continuas visitas a Tesorería para percibir lo oficialmente asignado tropezaran siempre con la insistente negativa a cobrar lo estipulado a causa de la mala y persistente situación económica que atravesará tanto el I Imperio Mexicano como luego la República a partir de su fundación en 1824.

Las continuas precariedades que vivirá Sánchez-Barriga Blanco a partir del óbito de su marido y hasta su muerte muchos años después provienen de la extrema penuria económica que padece el país próximo a la bancarrota, y la concedida pensión, prometida directamente por Iturbide, sólo sería percibida una ocasión.

A pesar de ser rica y tener cuantiosos bienes en España por herencia legada de sus padres en su día consistente en más de 127.000 reales de vellón, la viuda  se ve en la disyuntiva de no haber podido nunca regresar a España ni proveerse de su fortuna pues enseguida llegan las consecuencias del directo apoyo brindado sin reservas por su marido a la rápida Emancipación mexicana especialmente a raíz de ser declarado traidor y reputado por Fernando VII como de “odiosa memoria”.

La última virreina novohispana entra así en menesterosidad de la que ya no podrá salir pues reiteradamente le será negada el cobro de la devengada pensión aunque se llegue a negociar entre las partes desembolsar la mitad de lo asignado para aliviar su extrema situación económica también sin resultado práctico.

Pese a crecientes y ya permanentes penurias vividas, muestra de su carácter, buen corazón y nobleza solidaria, la viuda prohijará tres niños  huérfanos de una familia conocida, varios de los cuales como ella acabarán muriendo por enfermedades y penalidades reiteradamente sufridas.

Pronto serán olvidados y relegados en memoria tanto los servicios prestados a México por Juan O’Donojú O’Ryan como la propia y última virreina de la Nueva España, y seguido el óbito de su cónyuge el 8 de octubre de 1821 en la Ciudad de México la viuda comenzará su declive hacia la indigencia.  

Desprendida paulatinamente de los bienes  que su esposo logró establecer antes de repentina muerte, privada de alhajas, vestidos, y muebles Josefa se deslizará hasta la muerte por el declive de la miseria que hará la desahucien varias veces de señoriales viviendas para acabar viviendo con una fiel criada en modestísimo alojamiento.

Alertada la Legación española en México por el presidente de la nación Antonio López de Santa Anna de las privaciones sufridas por ella recomienda a Pedro Pascual Oliver segundo Ministro Plenipotenciario español salido de la Independencia  se le proporcione 50 pesos como auxilio económico que llegarán tarde a sus manos porque tampoco podrá ya  disfrutarlos a tiempo enferma terminal como se encuentra.

Todos los numerosos intentos que Josefa Sánchez-Barriga Blanco emprendidos y dirigidos tanto para vindicar sin resultado la memoria de su esposo a raíz de haber coadyuvado directamente con la Emancipación mexicana como las sucesivas súplicas requeridas para recobrar sus bienes incautados en España no darán resultado, lo que enseguida abocará a la indigencia.

Tras de haber firmado varios testamentos en España y México, expresa últimas voluntades el 20 de junio de 1842 en la capital mexicana un mes exacto antes de morir, donde confirma haber sido albacea y heredera de los bienes dejados por su cónyuge ya consumidos y declara herederos universales de hipotética fortuna legada a  tres niños adoptados.

Antes de morir a los 80 años de edad de erisipela en la indigencia, Josefa vivió en la colonia Guerrero de la capital, de fuerte raigambre colonial, asidua feligresa de la iglesia de Santa María la Redonda, entregada a sus devociones cotidianas y socorrer caritativamente en lo posible al prójimo.

Josefa fue dama poco dada por costumbre a saraos, salones sociales y lujo suntuario y perdurablemente enlutada llevó sin quejarse su indigencia con dignidad propia de su estirpe y bondadosa personalidad demostrada al prohijar pese a la menesterosidad de su vida tres  pequeños huérfanos de padres conocidos por ella a quienes declararía herederos universales un mes antes de morir el 20 de agosto de 1842, 21 años después de llegar a la excolonia.

La última virreina novohispana Josefa Sánchez-Barriga murió en la miseria olvidada de todos y relegada al completo social e institucionalmente y fue enterrada de caridad pública en la huesa del cementerio de Santa Paula de la Ciudad de México

Jamás pudo conseguir regresar a España pese a haber anunciado reiterada y públicamente su deseo de emprender inmediata marcha cual su más caro e íntimo deseo pero imposibilitada siempre como estuvo de hacerlo y recobrar al mismo tiempo su fortuna a causa de la actuación proindependentista desarrollada por su marido de quien intentó en vano reivindicar su memoria.

 

Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Nacional, Expediente de licencia  de casamiento de Juan Cubillo, Oficial de la Contaduría Principal de Propios y Arbitrios de Andalucía, con Josefa Sánchez-Barriga, Madrid, signatura FC-Mº _HACIENDA, 505, Exp. 613, Sevilla, 1799; Archivo General De Notarías De México, Último testamento de María Josefa Sánchez-Barriga Blanco, Ciudad de México, vol. 2.747, notario J. L. Guazo, notaría nº 361, 20 de julio de 1842; Boletín del Archivo General de la Nación, segunda serie, t. VI, nº 1, 1965.

J. De Presas, Memoria  sobre el estado y situación en que se hallaba el reino de Nueva España en Agosto de 1823, Madrid, Imp. Real, 1824;  Cementerio De Santa Paula, Epitafios y poemas. Ligera idea de su fundación, Ciudad de México, Imp. del Águila, 1841; Fray Diego Durán, Historia  de las Indias de Nueva España e Islas de Tierra Firme,  t. I, México, Imp. de J. M. Andrade y F. Escalante, 1862;  I. García-Polo, Don Juan O’Donojú, un benemérito gobernante olvidado en la historia de México, vol. 11, nºs. 1-2, México, D. F., Boletín del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la Universidad Autónoma de México, 2006; A. Fuentes Aguirre, Los infortunios de una dama, México, D. F., Diana, 2008; E. Morales Cano, Manuel Codorníu. El brillo de una estrella. Avatares de un médico liberal del siglo XIX, México, D. F. , Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, 2010; A. Martín-Lanuza Martínez, Diccionario biográfico del Generalato Español. Reinados de Carlos IV y Fernando VII (1788-1833), Legardeta, Navarra, Foro para el estudio de la Historia Militar de España, 2012;  A. Rubial García, Las virreinas novohispanas. Presencias y ausencias, México, D. F. Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Autónoma de México, 2014;

                                         

Enrique Morales Cano                                             

    

   

    

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