López, Jerónimo. Gandía (Valencia), 21.X.1589 – Valencia, 2.II.1658. Jesuita (SI) y misionero popular.
Era hijo de Gracián López y Teresa Rós. Sus primeros estudios transcurrieron en su Gandía natal, destacó especialmente en Gramática Latina y en Retórica, gracias a lo cual comunicó con los de la Compañía de Jesús y solicitó su entrada en la misma a través del provincial Pedro del Villar en 1604, cuando tan sólo tenía catorce años de edad y con el aprecio de sus padres. Entró, finalmente, en Tarragona en mayo de ese mismo año. A aquel noviciado le había remitido su superior, siendo un período de probación complicado, pues, como indicaban las biografías posteriores, “aquella llama, que levantó el ardor, no era de consistente materia”. Su conducta hizo cuestionarse a su maestro de novicios y a los padres consultores la concesión de los votos del bienio. El provincial consideró que los males de Jerónimo López se curarían con el tiempo. Le concedió, finalmente, pronunciarlos aunque le remitió a Gerona para repasar la Gramática, prosiguiendo su formación en Filosofía en Mallorca, bajo la atenta mirada de su maestro Blas Baylo. Los problemas de conducta continuaron y los superiores consideraron que habría de ser enviado a Valencia, apartado de los estudios. Advirtió el portero de aquel colegio, Alonso Rodríguez, muy considerado por sus contemporáneos, que aquel barco en el que se embarcarían los jesuitas sería atacado por los corsarios en el Mediterráneo. El entonces hermano Jerónimo López prosiguió su estancia en Mallorca, concluyendo ese curso “mal estudiado y peor digerido”.
Aunque los temores prosiguieron, salieron de Mallorca cinco condiscípulos, dos novicios y un aspirante a entrar en la Compañía. Cuando la nave que los transportaba avistaba Denia, fue cercada por cinco navíos corsarios, “que comandaba Simon Danza, de Nacion Flamenco, de profession herege y de liga Argelino”, según relató Cassani en su biografía de Jerónimo López. Todos ellos fueron conducidos al presidio de Argel. Fue el padre Baylo el que evitó la venta de este hermano jesuita, en comunicación con el cónsul de Francia. En aquel ámbito hostil, este jesuita realizó ya sus primeros trabajos apostólicos, consiguiendo la readmisión de una renegada, que había rechazado su bautismo para casarse con un moro. Durante un año se prolongó este cautiverio, por no haber posibilitado la provincia jesuítica de Aragón una redención más temprana. Con la ayuda de Margarita de Austria, esposa de Felipe III, los mencionados superiores de la Compañía reunieron la cantidad de 10.000 ducados, que fueron entregados a los frailes trinitarios, responsables de la redención. Un dinero que iba a servir para rescatar a todos los jesuitas que en Argel se hallaban retenidos. Otros estudios destacan el papel ejercido por Enrique IV, rey de Francia, ante la insistencia e intercesión de su confesor Pierre Coton. Con todo, no fue una liberación fácil.
El hermano Jerónimo López, con los compañeros liberados, salieron de Argel el 1 de noviembre de 1609, y arribaron en dos días a la isla de Mallorca. Pusieron rumbo a Valencia en medio de un mar embravecido que les obligó a detenerse en Ibiza. Finalmente, desembarcaron en Denia el 28 de noviembre de aquel mismo año, buscando acomodo entre los jesuitas de Gandía. Era necesario que se recuperase el tiempo perdido en la formación de Jerónimo López, por lo que se quedó en Valencia para repasar Filosofía y después continuar con la Teología. Concluidos sus estudios, le mandaron recibir las órdenes entre 1614- 1615 y celebró su primera misa en Valencia. Seguidamente, le encomendaron la lectura de la Gramática Latina en el colegio de Calatayud. En aquel destino, fomentó las vocaciones religiosas de algunos de sus alumnos, a los que encontró después como frailes en sus misiones populares. En Calatayud, se empezó a apreciar la eficacia de su trabajo apostólico. La tercera probación habría de desarrollarla en Tarragona, recuperando también el tiempo que anteriormente había visto perdido como novicio. El provincial de Aragón le señaló su trabajo en el campo de Tarragona como misionero, acompañándole otro tercerón. Llevaba consigo, únicamente, el Tratado de la Oración de fray Luis de León. Su equipaje sería completado con los instrumentos de penitencia y con el breviario.
En 1618, se hallaba en Huesca donde inició su trabajo de misiones en la diócesis de Jaca. Pronunció los últimos votos el 20 de noviembre de 1622. Ese interés por el mundo misionero de las Indias de acá, se extendió después por la Corona de Aragón, Navarra, las dos Castillas y Murcia, sobre todo atendiendo el mundo rural y no tanto el urbano. Jerónimo López se especializó, de esta manera, en el mundo de las misiones y tras cuarenta años de trabajo, el número de ellas que realizó no bajaba de las mil trescientas. Fue Jerónimo López uno de los hitos importantes en la formación de la metodología de las misiones populares de los jesuitas. Una parte importante de las mismas eran los llamados “espectáculos”, donde no dejaba de estar presente un crucifijo, la calavera, la pintura del infierno, aunque siempre empleándose con discreción y no con exageración. Uno de los elementos más novedosos fue el llamado “asalto”, que se trataba de un acto de contrición por las calles del pueblo y en las horas nocturnas. Trabajos que fueron narrados por su compañero de misiones, Martín de la Naja. Murió en el transcurso de la preparación de la misión de Pamplona.
Obras de ~: Práctica del Catecismo Romano y Doctrina cristiana, Madrid, 1640; Casos raros de confesión, Valencia, 1656; Carta a un Padre que estaba tentado a dejar el ministerio de las misiones, Salamanca, 1681; Instrucción a los misioneros [en Archivum Romanum Societatis Iesu (ARSI), Opp NN 360]; Papeles de las misiones del padre Jerónimo López (en Biblioteca Nacional de España, ms. 475).
Bibl.: M. de Lanaja y Quartanet, El misionero perfecto, Zaragoza, 1678 (Valencia, Alfonso el Magnánimo, 1963); J. Cassani, Glorias del segundo siglo de la Compañía de Jesús: dibuxadas en las vidas [...] de algunos de sus varones ilustres [...] que han florecido desde el año de 1640, vol. III, Madrid, por Manuel Fernández, 1736, págs. 105-188.
Javier Burrieza Sánchez