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Benito Daza de Valdés

Biografía

Daza de Valdés, Benito. Córdoba, III.1591 – 1634. Notario del Tribunal inquisitorial de Sevilla, adelantado de la Óptica y la Optometría.

Hijo de Lucas de Valdés, platero de profesión, y Elvira de Daza, fue bautizado en la Santa Iglesia Catedral de Córdoba el 31 de marzo de 1591. El domicilio familiar estuvo frente a la catedral de dicha ciudad, en la calle de Céspedes, donde hay una placa que lo conmemora. Benito tuvo cinco hermanos, a cuyos bautizos asistieron como compadres dos canónigos y un escribano público, lo que se ha considerado prueba de cierta categoría social familiar. Por las “Informaciones generalógicas de los pretendientes a cargos del Santo Oficio”, en las que aparecen varios Daza y un De Valdés, se cree que pudo existir una relación continuada entre la familia de Benito y dicho tribunal. Se supone que Benito antepuso el apellido de su madre, Daza, seguramente sólo a efectos de tenencia de mayorazgo, exigencia según costumbre de la época.

Posiblemente se ocupó de la educación de Benito su tío, el licenciado Pedro de Portichuelo, a la sazón canónigo de la cordobesa colegiata de San Hipólito.

El 30 de diciembre de 1906, Benito Daza se graduó como bachiller en Artes y Filosofía, en el Colegio Mayor de Santa María de la Universidad de Sevilla. Teniendo en cuenta su labor de notario, parece probable que fuera licenciado en Cánones o en Leyes.

Benito Daza ejerció el cargo de notario del tribunal inquisitorial de Sevilla, ciudad en la que escribió y publicó, en 1623, su única obra conocida: Uso de los antoios. Para todo genero de vistas: En que fe enfeña a conocer los grados que a cada uno le faltan de fu vifta, y los que tienen cualefquier antojos, dedicada a Nuestra Señora de la Fuensanta, con devoto agradecimiento: “Y auiendo yo recebido, Santifima Virgen de la Fuenfanta, de vuestras piadofifimas manos, innumerables misericordias, la vida y la falud que tengo. Muy jufto es, que ponga a vuestras virginales plantas, los primeros corrientes de mi ingenio; ofreciendo en pequeños dones, voluntad muy grande y a mi todo en ellos.

Vos fantifima Reyna (para que todo el mundo entienda, las obligaciones particulares que tengo à vuestro servicio) estando tullido de edad de feys años, implorando vuestro auxilio, me difteis milagrofa falud; colgando en vueftro templo, las muletas que me sirvieron entonces de pies. Y profiguiendo adelante mis necefsidades, y vuestras misericordias, viendome â las puertas de la muerte, conduzido â ellas, de una piedra mortal, que tenia en mis entrañas: acudiendo a las acoftunbradas de vueftra piedad, de milagro me fanaftes, poniendo delante de vuestros diuinos ojos la fatal piedra, para que dure en ella, la memoria de vueftra clemencia y de mi agradecimiento.”.

Por la dedicatoria se sabe que padeció en su infancia graves enfermedades, llegando a estar tullido; también sufrió de “mal de piedra”, forma con que se denominaba al cólico nefrítico que producen las piedras, los cálculos o los cristales, cuando obstruyen los canales de excreción. Las secuelas de su poca salud parecen apreciables en la imagen xilográfica que de él se muestra en su libro.

El texto presenta el primer estudio sistemático publicado sobre las lentes correctoras de los defectos de la visión. En esa época este tema provocó gran interés por parte de autores tan importantes como Giambattista della Porta o Kepler. Posiblemente Daza pudo experimentar con los fabricantes de anteojos que aparecieron en Sevilla, seguramente atraídos por las compras de la Casa de la Contratación, lo que le permitiría contrastar sus teorías y sacar conclusiones.

La obra está estructurada en tres libros. El libro primero trata De la naturaleza y propiedades de los ojos y está dividido en once capítulos. Capítulo I: De la fábrica y admirables grandezas de los ojos, en el que realiza algunas consideraciones filosóficas y expone el orden que seguirá en este libro y en los dos siguientes; también realiza algunas consideraciones anatómicas tomadas de Galeno, Realdo y Fragoso, alabando de forma simbólica y mística las excelencias de ver.

El capítulo II se titula De las propiedades y condiciones particulares de los ojos en el que hace referencia a las condiciones precisas para una buena vista, que comenta bajo los epígrafes siguientes: 1.ª “La debida sanidad de la potencia”, 2.ª “que lo que ha de mirar tenga bastante luz” y 3.ª “que el medio por donde se ha de causar la visión no sea cuerpo denso, sino transparente...”, 4.ª “que haya distancia entre la potencia y el objeto” (entre el ojo y el objeto observado), 5.ª “la magnitud del objeto”, 6.ª “contraposición de la cosa visible a la potencia”, es decir, “que desde cada parte del objeto pueda tirarse una línea recta hasta la entrada de la túnica úvea...”(la pupila), 7.ª “densidad suficiente en el objeto”, 8.ª “tiempo necesario para la visión”.

En el capítulo III trata De las vistas imperfectas causadas por defectos naturales y adquisitos. Así queda establecida esta importante división entre los defectos que son propios del ojo y los que se adquieren por otras causas que no son su conformación natural. En él habla de defectos adquiridos como “las cataratas que se engendran debajo de la córnea y cubren la niñeta...” o el nistagmus “hay otros que por tener los músculos del movimiento de los ojos flacos, los traen inquietos de una parte a otra, no firme en una”.

Se trata en el capítulo IV De la diferencia que hay de vistas que pueden ver con antojos bien y perfectamente.

En él afirma: “Y así digo que como en todo rigor no hay más de dos géneros de antojos, que son convexos y cóncavos, así en la vista no se hallan más de otras dos faltas que puedan remediarse con ellos. Una es la falta de vista natural, que es la de los mozos, y otra es la accidental, que se causa por edad en los viejos, [...]” y sigue “y es que estas dos clases de vista distínguese de todas aquellas que son causadas por defecto de enfermedad [...], las cuales no pueden ver con ningunos antojos perfectamente”. Afirmaciones todas ellas todavía ciertas.

En el capítulo V habla De la vista cansada o flaca, que es la de los viejos, que “es la más común y general la vista gastada, cuya causa procede por edad, y así siempre se halla en hombres viejos. Échase de ver cuando uno llega a los cuarenta años, y a lo más largo a cincuenta; entonces, la vista, como parte más delicada, es la que primero se aventaja a dar señales de su flaqueza [...]”. Se trata de una perfecta descripción de la presbicia.

El capítulo VI trata De la vista corta por naturaleza, que es la de los mozos, y escribe sobre la miopía de este modo: “y lo mismo acontece a los cortos de vista natural, pues cada día vemos que aprenden cuando niño a leer y escribir muy bien, y apenas hay alguno a quien se le eche de ver falta en su vista. Más llegado el uso de razón, luego se descubre, y ellos mismos la echan de ver, midiendo y ajustando su vista con otras más perfectas, y entonces conocen que es corta [...]”.

Al igual que en el capítulo anterior, la descripción de la miopía es de una gran precisión.

Los capítulos VII, VIII y IX tratan, respectivamente, de la vista inhabituada, de la vista desigual y de la vista encontrada, y se refiere a la primera de ellas como la producida cuando siendo necesario el uso de vidrios correctores no se usaron a su debido tiempo, y después, cuando se quiere hacer ya es tarde y no se logra ver con ellos, lo que se denomina hoy ambliopía ex anopsia, es decir, por falta de uso; la segunda y la tercera hacen referencia a lo que hoy llamamos anisometropía y aniseiconia; mientras que la anisometropía describe a la diferencia de estado refractivo entre los dos ojos, la aniseiconia viene definida por la diferencia en el tamaño de las imágenes retinianas percibidas.

Los capítulos X y XI tratan de por qué los cortos de vista ven a cerca y no a lejos y porqué ven los viejos a lejos y no a cerca. En el primero de ellos dice: “Los cortos de vista no pueden ver a lejos por tener muy juntos y unidos los rayos de la vista...”. En el segundo: “Como la vista de los viejos se enflaquece con la edad, no tiene aquel vigor para ver que cuando son mozos, y esta flaqueza se siente más donde es menester mayor fuerza, pues para mirar a lejos no tiene la vista necesidad de tanta fuerza como para ver a cerca...”.

El Libro Segundo, De los remedios de la vista por medio de los antojos, consta de un prólogo y diez capítulos.

En el capítulo I De la materia de que se hacen los antojos, estudia las diferencias entre el cristal de roca y los demás, decantándose por el primero: “Si la roca es toda igual y bien labrada, serán los antojos que de ella salieren los más perfectos y mejores de todos”. En el capítulo II trata De la diferencia que hay de antojos, estableciendo su división en cóncavos, convexos y conservativos.

En el capítulo III explica Por qué agrandan los anteojos convexos y achican los cóncavos: “De manera que la propiedad de los antojos no es la de agrandar ni achicar las cosas más de lo que ellas son, sino de representarlas más cerca o más lejos de lo que ellas están mediante la refracción, y por esto parecen menores y mayores”. En el capítulo IV explica Cómo los convexos congregan los rayos visuales y los cóncavos los apartan, mediante dos sencillas figuras.

El capítulo V resulta de gran interés, pues en él habla De los grados que se dan a los antojos y cómo son. Se trata de un sistema semejante al actual de dioptrías, de forma que los “grados” de Daza o dioptrías antiguas son algo mayores que las dioptrías utilizadas actualmente.

Probablemente la nomenclatura que utiliza Daza procedía de Italia y era de uso común entre los ópticos de entonces. El capítulo VI trata Del tamaño y grandeza que han de tener los antojos. En él se muestra contrario a la costumbre de hacer grandes los de muchos grados y pequeños los de pocos, cuando lo lógico es lo contrario. También vienen dibujadas algunas monturas.

Los capítulos VII y VIII, comentan, respectivamente, Para saber los grados que tienen cualesquier antojos cóncavos y convexos, y Daza explica un procedimiento muy ingenioso para conocer el valor de las lentes. Los capítulos IX y X dan instrucciones Para saber pedir antojos en ausencia los cortos de vista natural y los de vista gastada, y en ellos se describen procedimientos originales para medir grosso modo el punto remoto.

El Libro Tercero contiene cuatro Diálogos, en los que comenta los casos clínicos más frecuentes que se presentan al determinar los cristales correctivos necesarios para la ametropía correspondiente. Daza utiliza un estilo ameno y accesible, mediante el diálogo entre el que llega a solicitar remedio a su problema, un óptico y un médico. En el primero hablan de sus problemas visuales dos amigos, miope el uno y présbita el otro. En el segundo, trata de las vistas inhabituada, desigual y encontrada, insistiendo en algunos de los aspectos desarrollados en el capítulo I. El diálogo tercero trata De algunas vistas imperfectas y de otras dificultades tocantes a los antojos y al uso dellos. El cuarto está dedicado a los anteojos de larga vista, llamados en el texto “visorios”, compuestos de una luna convexa y otra cóncava, es decir, el anteojo de Galileo, científico al que no cita posiblemente porque, como notario de la Inquisición, no resultaba adecuado.

La obra de Daza de Valdés no tuvo trascendencia y se perdió en el olvido hasta que el historiador Von Rohr, en su Die Brille as optiches Instrumente (1901), escribió: “Con el libro sobre los cristales compuesto en lenguaje popular por el español Daza de Valdés en 1623, el conocimiento de los cristales correctores llega a una fase adelantada, alcanzando a dar, del modo más conveniente, conocimientos útiles”. A partir de entonces se ocuparon de su obra otros autores que se citan en la bibliografía.

Según los historiadores de la Oftalmología, la obra de Daza es un hito aislado dentro de la evolución de esta ciencia, pero es evidente que su aplicación de los grados y sus preparaciones instrumentarlos para poder medirlos en una lente o para conocer los que precisa un miope, así como su método experimental para evaluar el rendimiento visual ojo-anteojo, son descubrimientos que ponen a Benito Daza como un adelantado a su época en varios siglos. Quizá por ello pasó prácticamente inadvertido en España y fuera de ella.

No obstante, fue consciente de las novedades que “con el estudio y diligencia he alcanzado” y seguramente las logró y enunció sintiéndose protegido por su cargo en la Inquisición, que le permitió dejar de lado los prejuicios filosóficos que se tenían en esa época sobre los fenómenos ópticos y abordar los problemas de forma experimental, contando con los artesanos, para así demostrar que las lentes no deforman la realidad, sino que permiten verla mejor, y así, miró las estrellas y la luna y descubrió sus “altos” y “bajos”.

 

Obras de ~: Uso de los antoios. Para todo género de vistas: En que se enseña a conocer los grados que a cada uno le faltan de su vista, y los que tienen cualesquier antojos, Sevilla, Imprenta Diego Pérez, 1623.

 

Bibl.: T. H. Shastid, “Daza de Valdés, Benito”, en C. A. Woods, The American Enciclopedia of Ophthalmology, Chicago, Cleveland Press, 1921, pág. 514; M. Simón de Guilleuma, Notes per a la Historia de les Ulleres, Barcelona, Imprenta Badia, 1922-1933; C. Tato Guerra, “Benito Daza de Valdés. A 17th Century Optometrist”, en Journal of the American Optometric Association, 32 (1961), págs. 541-545; E. Hernández de Benito, “El libro de los antojos del licenciado Daza de Valdés”, en Imprensa Médica, 1964, XXI, 3:146-156; M. Márquez, El libro del lic. Benito Daza de Valdés “Uso de los antojos” y comentarios a propósito del mismo, Madrid, Real Academia Nacional de Medicina, reed. 1974; V. Navarro Brotons, “Ciencia y técnica en el libro de Daza Valdés sobre el Uso de los antojos”, en Actas del IV Congreso de Historia de la Medicina, vol. I, Granada, 1975, págs. 139-144; L. Villena, “Daza de Valdés, un científico fuera de su tiempo”, en VV. AA., El científico español ante su historia: la ciencia en España entre 1750-1850, Actas de del I Congreso de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias, 1980, págs. 439-448; F. C. Blodi, “Ophthalmology and Philately: III. Scientists who contributed to Ophthalmology. Benito Daza de Valdés (1591-1634)”, en Archives of Ophthalmology, 100 (1982), pág. 444; J. Murube del Castillo, “Sobre el origen de los anteojos”, en Studium Opthalmologicum, 3 (1983), págs. 95-98 J. H. W. Ofstetter, “Optometry of Daza de Valdés (1591-c.1636)”, en American Journal of Optometry and Physiological Optics, 5 (1988), págs. 354-357; J. L. Cotallo de Cáceres, E. Hernández de Benito, J. L. Munoa Roiz, et al., Historia de la oftalmología Española, Madrid, Sociedad Española de Oftalmología, 1993, págs. 103-112; C. López de Letona, “La XIII Asamblea de la Sociedad Oftalmológica Hispano-Americana” (1923) y “El uso de los antojos” (1623), en Archivos de la Sociedad Española de Oftalmología, 81 (2006), págs. 49-50.

 

Carlos Gener Galbis

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