Ayuda

María de Aragón

Biografía

María de Aragón. Supuesta emperatriz de Alemania. ?, m. s. X – c. 998. Hipotética hija del rey Sancho Garcés II Abarca y posible esposa de Otón III, emperador de Alemania.

Según se indica en la Enciclopedia Espasa, María de Aragón fue hija de Sancho, rey de Aragón, y esposa del emperador alemán Otón III. Su vida habría tenido final en el año 998 tras un trágico suceso en el que participó y que, en la citada obra, se describía de esta manera: “[e]ra una mujer tan sumamente libidinosa, que requirió en amores á un joven conde, tan casto como José. El noble hubo de rechazarla, y la emperatriz, para vengarse, le acusó ante el emperador de haberla querido violentar. El emperador hizo decapitar al conde, presentándose entonces la viuda á reclamar justicia contra el asesinato de su marido.

El soberano prometió hacerlo y la viuda declaró que el asesino era el propio emperador, y para demostrarlo se sometió á la prueba del hierro candente.

Otón entonces se declaró culpable é hizo dar muerte á su esposa”.

No obstante, estos datos —que fueron obtenidos, según se indica sucintamente en aquellas líneas, de diferentes recopilaciones históricas y biográficas efectuadas por Lodovico Antonio Muratori (1672-1750)— plantean diversos problemas de carácter histórico que hacen cuestionar la veracidad de esta noticia.

En primer lugar, la cuestión sobre la filiación de María de Aragón genera muchas dudas. La información de que fuese hija de Sancho, rey de Aragón, quizá podría hacer referencia a Sancho Garcés I (905- 925), que en 922 ya reinaba en el condado de Aragón, según lo indicaba la Crónica Albeldense, gracias a una actuación militar que le permitió hacerse con el territorio, si bien mantuvo como gobernador al conde Galindo Aznar II —que estaba casado con Sancha, miembro de la estirpe real pamplonesa— hasta su fallecimiento.

Existe alguna información sobre una María en la Corte de Pamplona, pero no se puede confirmar su existencia certera, como se explicará. Según Zurita —confundiendo la identidad de los dos monarcas llamados Sancho Garcés—, esta María habría sido hija de Sancho Garcés II. Sin embargo, tal y como recoge Rodrigo Jiménez de Rada en De Rebus Hispaniae, habría sido una de las hijas de Sancho Garcés I —junto con Jimena, Teresa o Urraca, y Velasquita— habidas de su matrimonio con la reina Toda, y hermana, por tanto, de García Sánchez I, futuro rey de Navarra (931-970). María habría casado con Seniofredo, conde de Barcelona (950-967). Mientras que Teresa lo hizo con el rey Ramiro II de León. Velasquita con Munio Vela, conde de Álava y posteriormente, cuando enviudó, con Galindo, hermano del conde Bernardo de Ribagorza.

La Historia de España de Menéndez Pidal añade a esta nómina a Sancha, desposada primero con Ordoño II de León y después con Herramel Álvarez, señor de Álava así como a Íñiga u Onneca, consorte de Alfonso IV de León.

Quizá podría pensarse, por tanto, en que la María a la que se hace referencia como emperatriz de Alemania pudo ser esta hija de Sancho Garcés I. Así, una vez que quedó viuda en 967, pudo contraer nuevo matrimonio con Otón III. Aunque, dadas las fechas de nacimiento y muerte de este Emperador (980-1002), esta hipótesis resulta inverosímil.

Por lo tanto, y en función del contexto histórico en que se circunscribieron ambos personajes debería especularse con que quizá el padre de María pudo ser Sancho Garcés II Abarca, que fue heredero del condado de Aragón por parte de su madre Andregoto Galíndez —hija de Galindo Aznar II, último conde autónomo de Aragón y de Sancha, miembro de la dinastía pamplonesa—. Cuando Andregoto contrajo matrimonio con el rey García Sánchez I (931-970), incorporó el condado de Aragón de modo definitivo y estable a la Monarquía pamplonesa. Pero no fue hasta la mayoría de edad de Sancho Garcés II cuando este territorio quedó plenamente integrado dentro del dominio y autoritas del reino de Pamplona y configurado como reino de Aragón bajo la potestad de Sancho Abarca (970-994). Las fechas en las que se desenvuelve su señorío son coetáneas a las del gobierno de Otón III (983-1002), por lo que resulta más probable que fuese éste el Monarca al que hacía referencia Muratori.

No obstante, y aceptando la hipótesis de que fuese hija de Sancho Garcés II Abarca, surge un nuevo escollo.

Las versiones llegadas hasta hoy de los descendientes de este Sancho son variadas, a pesar de lo cual en ninguna de ellas figura otra hija llamada María.

Lacarra explicaba que Sancho Abarca se había casado con Urraca Fernández —anteriormente desposada con los reyes leoneses Ordoño III (951-956) y Ordoño IV (958-960)— de la que había tenido tres hijos: García, que le sucedería en el trono como García Sánchez II el Temblón (994-1000), Ramiro y Gonzalo.

Sin embargo, la Historia de España de Menéndez Pidal atribuye otras dos hijas a esta unión: Sancha y Abda o la Vascona —que fue entregada a Almanzor, con el cual tuvo a Abd al-Rahman, conocido como Sanchuelo—. Por lo tanto, ¿habría que pensar en que esa desconocida María pudo ser una hija natural de Sancho Abarca y de la cual no ha quedado constancia en la documentación ni en las crónicas? Ya existiría un precedente semejante con Lopa, una de las hijas naturales de Sancho Garcés I, que se desposó con un conde de Bigorra.

Así pues, y en cuanto a su posible matrimonio con el emperador Otón III ningún estudio, de la extensa bibliografía consultada, hace referencia a la identidad de la primera mujer de Otón III. Aunque podría ser factible el hecho de que hubiera tomado como tal a una princesa navarra, debido a que este gobernante intervino, en diferentes ocasiones, en asuntos políticos de la Península Ibérica; como en el año 987 cuando envió una embajada al califa de Córdoba solicitando la paz tras una devastadora campaña lanzada por Almanzor sobre el condado de Barcelona. Otro factor a tener en cuenta vino dado por la esmerada educación que recibió de manos de Juan Filageto de Rosano, obispo de Plasencia y de Gerberto de Aurillac, canónigo de Reims que, a su vez, había visitado Vic y Ripoll en su etapa de formación y había sido patrocinado por el conde barcelonés Borrell. En tercer lugar, es necesario advertir que no resultaría extraño el matrimonio de un miembro de la Familia Real pamplonesa con la Corte germana, pues ya se habían producido previamente varios enlaces entre las Monarquías hispánicas y europeas que habían sido fruto de distintas alianzas políticas establecidas dentro del orbe cristiano occidental.

Tampoco las obras examinadas de Muratori arrojan dato alguno sobre quién era la esposa de este gobernante, a pesar de que en su Chronicorum bononiensium sí se menciona la narración referida previamente. Esta leyenda formaría parte de una tradición documental anterior que Muratori recopiló de la obra del cronista Gervasio Riccobaldo —también conocido como Riccobaldo de Ferrara (vivió en la segunda mitad del siglo XIII y falleció en el entorno de 1300)— que en su Historia Imperialis mencionaba este episodio por el cual la esposa de Otón III habría requerido en amores a uno de sus vasallos. Dicho suceso terminaría con el perdón a la viuda y su fallecido marido y el reconocimiento de la culpa de la Emperatriz, que acabó muriendo quemada viva. Así describía Muratori el cruento episodio.

“[H]ic Otto 3º vocabatur mirabilia mundi et habuit quandam uxorem, ut legitur in quadam cronicha, que cuidam voluit se comiti consentire sed cum ille nollet tantum facinus properare, illa, dedignata, predictum comitem apud imperatorem adeo defamavit quod eum imperator sine audientia fecit decolari.

Qui antequam decollaretur, rogavit uxorem ut iuditio ardentis ferri post mortem eum comprobaret innocentem.

Adest dies in qua Cesar pupillis et viduis asserit se iuditium facere. Tunc affuit vidua et mariti caput portans in suis ulnis, quescivit ab imperatore qua morte dignus esset qui iniuste aliquam occidisset.

Qui cum privatione capitis eum dignum assereret. Illa intulit caput, dicens: ‘Tu es ille qui maritum meum, ad sugestionem uxoris tue, innocentem occidi mandasti, et ut me verum dicere comprobes, hoc iuditio candentis ferri comprobabo’. Quod Cesar videns, obstupuit et in manu femine se tradidit puniendum.

Interventum tamen pontificum et procerum inducias x dierum, deinde 8, 7, viº recepit a vidua. Tunc imperator, examinata et cognita veritate, uxorem vivam concremavit et pro sui redentionem 4or castra vidue dedit; que castra sunt in episcopatu Lunensi et vocatur, ab induciis dierum: Decimum, Ottavum, Septimum, Sextum”.

Este autor, a su vez, habría tomado este relato de una referencia más antigua escrita en una crónica de Godofredo de Viterbo (Gottfired Tineosus, 1120- 1191). Este personaje fue un monje benedictino alemán que desempeñó funciones como capellán del emperador germánico Conrado III de Suabia y como secretario de los emperadores Federico Barbarroja y Enrique VI, su hijo. Asimismo fue obispo de Viterbo (1184) y redactó diferentes obras en verso y una historia universal desde la Creación hasta su época, titulada Panteón, en la que también incluía consideraciones sobre la historia de la filosofía. Sus obras habrían cumplido una labor política y propagandística en favor de la Corte imperial alemana.

Al parecer, el suceso adquirió rápidamente visos de leyenda, según se desprende de las noticias que aporta nuevamente la Enciclopedia Espasa e igualmente Skira-Lassaigne, y circuló a lo largo de Europa Central durante siglos. Hasta el punto de que en 1468 el magistrado de Lovaina encargaba al pintor Thierri de Haarlem —más conocido como Dierik Bouts— unas tablas, en las que se debía narrar este suceso, destinadas a las Casas Consistoriales de la ciudad, con el fin de que jueces y gobernantes tuviesen siempre presente la necesidad de efectuar sentencias cautas y justas. Los dos lienzos resultantes (c. 1470-1475) —titulados La Justicia de Otón La prueba de fuego— permanecieron en dicha ubicación unos trescientos cincuenta años. En el siglo XVII fueron vendidos y transferidos al palacio del príncipe de Orange en Bruselas. Más tarde fueron trasladados a La Haya. En 1861 el Estado belga adquirió estas tablas y las depositó en el Museo Real de Bellas Artes de Bruselas donde se exponen en la actualidad.

Junto con estos cuadros, otras pinturas de idéntica temática —como una tabla de Roger Vander Weiden elaborada en 1436 también para Bruselas— fueron efectuadas a lo largo de la Edad Media para ser exhibidas en las salas de justicia del resto del territorio flamenco, lo que demuestra la popularidad que alcanzó esta historia.

Frente a las incertidumbres que rodean este testimonio y por el cual el Emperador pudo quedar viudo, se puede afirmar, con total rigor histórico, que Otón III concertó, posteriormente, matrimonio con una princesa bizantina. Sin embargo, dicho enlace no se llegó a efectuar debido a la prematura muerte del Emperador, que tuvo lugar el 24 de enero de 1002 en el castillo italiano de Paterno, cuando organizaba el recibimiento de su futura esposa y su comitiva, encabezada por el arzobispo de Milán.

Por tanto, y a raíz de todo lo que se ha comentado en estas líneas, no se han hallado elementos certeros y fundamentados que permitan suponer la existencia histórica y veraz de una María de Aragón, hija de Sancho Abarca, ni tampoco esposa de Otón III. Cabe concluir, por tanto, que este relato parte de una crónica de Godofredo de Viterbo datada en el siglo XIII.

Esta narración fue posteriomente recogida como una tradición por el compilador italiano Muratori a partir de una noticia puntual y concreta relatada anteriormente por el cronista Riccobaldo en uno de sus escritos, que no ha podido ser constatada y que se habría basado en la referencia de Godofredo de Viterbo. Así pues, sólo cabe especular sobre si esta historia aquí expuesta parte de fundamentos documentales que no han llegado hasta la actualidad, si quizás se originó por un error de atribución de identidad personal o bien si sólo es una leyenda que ha tomado un cariz histórico y que ha sido transmitida de un cronista a otro a lo largo del tiempo, sin reparar en su autenticidad.

 

Bibl.: Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo-Americana, Madrid, Espasa Calpe, 1926-1972, voces “María de Aragón”, vol. XXXIII, pág. 30, “Otón III”, vol. XL, págs. 1033-1035, y “Sancho”, vol. LIII, págs. 1248-1249; L. A. Muratori, G. Carducci y V. Fiorini (eds. lit.), Andreae Danduli ducis Venetiarum Chronica per extensum descripta aa. 46-1280 d. C., Bolonia, Nicola Zanichelli, 1937, pág. 172; L. A. Muratori, G. Carducci y V. Fiorini (eds. lit.), Corpus chronicorum bononiensium, vol. I, Città di Castello, Lapi, 1939, págs. 446- 450; J. M. Lacarra de Miguel, “Textos navarros del Códice de Roda”, en Estudios de la Edad Media de la Corona de Aragón, I (1945), págs. 193-283; J. Pérez de Urbel (OSB) y R. del Arco Garay, España Cristiana. Comienzo de la Reconquista (711-1038), en R. Menéndez Pidal (dir.), Historia de España, vol. VI, Madrid, Espasa Calpe, 1956, págs. 273, 305, 317, 362 y 487; A. Skira (ed.) y J. Lassaigne (texto), La peinture flamande. Le siècle de van Eyck, vol. I, Génève, Éditions d’Art Albert Skira, 1957, págs. 104-105; G. Zurita, A. Ubieto Arteta y M. D. Pérez Soler (eds.), Anales de la Corona de Aragón, Valencia, Anubar, 1967, lib. I.IX, págs. 58-59, y lib. I.XI, págs. 67-68; J. Zurita y A. Canellas López (ed.), Anales de la Corona de Aragón, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1967, vol. I, lib. I.IX.X, pág. 42, y lib. I.XI, pág. 48; J. M. Lacarra de Miguel, Historia política del reino de Navarra. Desde sus orígenes hasta su incorporación a Castilla, vol. I, Pamplona, Editorial Aranzadi, 1972, pág. 145; A. J. Martín Duque, Historia Universal. Fundamentos de la civilización europea, vol. IV, Barañain, EUNSA, 1984, págs. 245-248, 315-318, 357-359 y 371-374; A. Cañada Juste, Reyes de Navarra. V. De Sancho Garcés I a Sancho Garcés III el Mayor (926-1004), Pamplona, Mintzoa, 1987, págs. 166-167; R. Ximénez de Rada y J. Fernández Valverde (cura et studio), Historia de Rebus Hispanie sive Historia Gothica, t. V, Turnholt, Brepols, 1987, cap. XXII, pág. 170; J. de Moret y S. Herreros Lopetegui (ed.), Anales del reino de Navarra, vol. II, Pamplona, Gobierno de Navarra, 1988, libs. VI-X, págs. 528-533; L. J. Weber, “The Historical Importance of Godfrey of Viterbo”, en Viator. Medieval and Renaissances Studies, 25 (1994), págs. 153- 196; A. Vauchez, Dictionnaire encyclopédique du Moyen Âge, vol. II, Paris, Éditions du CERF, 1997, págs. 1126-1127; M. Riu y Riu, A. J. Martín Duque, E. Sarasa Sánchez, G. Feliu i Monfort, J. M. Salrach i Marés, R. d’Abadal, J. M. Font y Rius, A. Udina Abelló y X. Barrall i Altet, Los núcleos pirenaicos (718-1035), en R. Menéndez Pidal (dir.), Historia de España, vol. VII-2, Madrid, Espasa Calpe, 1999, págs. 63-66, 70, 102, 115-118, 125, 176, 218-219, 285 y 481-486; J. M. Jeep (ed.), Medieval Germany. An Encyclopedia, New York-London, Garland, 2001, págs. 590-592.

 

Julia Baldó Alcoz

Relación con otros personajes del DBE

Biografías que citan a este personaje

Personajes citados en esta biografía

Personajes similares