Samaniego Flores, Pablo. Pablo de la Concepción. Madrid, 1700 – 1770. Carmelita descalzo (OCD), superior general de la Orden, tratadista.
Son escasísimas las noticias sobre sus primeros años y su formación. Se sabe que ingresó en la Orden en Logroño el 1 de febrero de 1721, y profesó en Pamplona.
En febrero de 1757 murió en Madrid el padre Manuel de Jesús María José, general de la Orden. Fue elegido vicario general el padre Pablo de la Concepción (Samaniego) El 29 de abril de ese mismo año 1757 congregaba el capítulo general que le eligió prepósito general. “Tenía a la sazón cincuenta y siete años y se había hecho notable por su cultura religiosa y celo de la observancia” (P. Silverio).
En el capítulo general se habló con mucha libertad y honradez de las deficiencias y fallos en la vida religiosa de las comunidades. El padre general, una vez terminada la Asamblea, recogió los reparos señalados en una carta manuscrita del 23 de agosto de 1757 que envió a los provinciales y a las comunidades desde Toledo. Escándalos y recursos innecesarios y excusados a tribunales eclesiásticos y seculares, por falta de unión y entendimiento entre los miembros de la familia. Ambición manifiesta en algunos, falta de oración, poca aplicación a la lectura espiritual cotidiana, excesos de salidas del convento sin motivos justificados, abandono de los ejercicios espirituales, faltas en las celebraciones litúrgicas. Exhortaba también a esmerarse en el ejercicio de la caridad fraterna. En los años que le tocó gobernar siguió procurando el bien de todos y ocupándose de varios temas, por ejemplo: de los predicadores a quienes exhortó a ser más evangélicos, y les mandó que en lugar del exordio o Avemaría explicasen algún punto de doctrina cristiana en estilo claro e inteligible y acomodándose a los oyentes. También se ocupó de las noticias que se daban, en plan de necrología de frailes y monjas y deseaba que no se hablase de revelaciones y milagros. Un acuerdo especial el del 1 de julio de 1760 en el que el padre general con su definitorio llamó la atención a los conventos de carmelitas descalzas que hubieran introducido “sobre las Leyes, Actas, y a veces contra lo que unas y otras disponen, rigores excesivos y demasiados gravámenes, como novenas y rezos de devoción de comunidad, o de tanta parte que es notada la que no concurre; disciplinas a deshora de la noche, andar el vía crucis, no correr el velo del locutorio a nadie aunque haya licencia del prelado para hacerlo; no admitir al santo hábito a la que toma tabaco [rapé], traer velo en el rostro las que tienen Ejercicios, comer pan y agua los viernes, no tomar cosa caliente en las colaciones y otras a este tenor contra el de nuestra Santa Madre Teresa de Jesús, cuyo dictamen de palabra y por escrito siempre fue que se cumpliese la Regla con perfección, en que había harto que hacer, y lo demás fuese con suavidad” (citado por el padre Silverio). Condenó y a anuló todas esas exageraciones y excesos.
“El P. Pablo de la Concepción es también autor del Memorial que lleva por título Lamento Teresiano. Es una especie de inventario de los agravios que supone había recibido la Reforma teresiana de la ínclita Compañía de Jesús, desde su fundación hasta la fecha que compuso este trabajo” (P. Silverio). El escrito iba dirigido al papa Clemente XIII, pero los procuradores generales hicieron, felizmente, que no llegara a las manos de Su Santidad. Las diferencias y discusiones entre las dos familias religiosas habían sido superadas por completo. En la segunda parte de su mandato, es decir después del capítulo intermedio, dirigió el padre Pablo una carta pastoral a toda la Orden. La carta tiene dos capítulos. Enseña que la contemplación, clausura y mortificación son las “basas” de la vida carmelitana. Urge a los superiores a cumplir con sus obligaciones de modo ejemplar, cuidando del bien temporal de los súbditos, para que no vayan a buscar fuera lo que no se les da en casa. Cuiden también el aprovechamiento espiritual, alimentándolos con buen doctrina: “Sean óleo, les dice, pero vertido; sean agua, pero difundida en utilidad de su grey; sean fuente para regar el huerto que se les encomendó.; sean fuente y pozo: pozo para recibir y retener, y fuente para regar”.
Igualmente se dirige los demás, exhortándolos a vivir bien firmes apoyados en las columnas de la contemplación, clausura y austeridad de vida. Dentro de su generalato se hizo la conmemoración del segundo centenario de la Reforma Teresiana (1762). El bicentenario se celebró con gran esplendor en toda España: “La Reforma había llegado, en cuanto a los religiosos, al máximo desarrollo que ha conocido en España, con 8 provincias religiosas dentro del territorio, 113 prioratos, unos cuantos hospicios y residencias y más de 3000 religiosos. Las Descalzas contaban a la sazón con 81 monasterios” (P. Silverio).
Obras de ~: Lamento Teresiano, firmado el 27 de enero de 1759 (en Biblioteca Nacional, Madrid, ms. 7998 y en Archivo General de la Orden en Roma; trad. española en el Archivo Silveriano de Burgos y en la Biblioteca Nacional de Madrid ms. 8305); Carta Pastoral a los religiosos y religiosas de Nuestra Señora del Carmen, de la primitiva observancia, Madrid, 1761.
Bibl.: E. de Santa Teresa (OCD), “Prelados o Superiores de la Congregación de España, R. P. Pablo de la Concepción”, en Monte Carmelo, 11 (1910), pág. 49; S. de Santa Teresa (OCD), Historia del Carmen descalzo en España, Portugal y América, t. XII, Burgos, El Monte Carmelo, 1944, págs. 117- 138, y t. XI, págs. 769-785; S. Della S. Famiglia (OCD), “Panorama storico Bibliografico degli autori Spirituali teresiani”, en Archivum Bibliographicum Carmelitanum, n.º 12 (1970), págs. 51-52.
José Vicente Rodríguez, OCD