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Pere García

Biografía

García, Pere. Játiva (Valencia), c. 1440 – Barcelona, 8.II.1505. Teólogo dominico (OP), bibliotecario de la Vaticana y obispo reformador de Arles y Barcelona.

Nacido en Játiva en una familia de artesanos y notarios emparentados con los Borja, ingresó en la Orden dominica en fecha incierta. En 1466, el testamento de Isabel de Borja —madre de Rodrigo— cita a Joan García maestre de nostres fills, sin que pueda precisarse el parentesco que podía tener con Pere, quien dos años antes se encontraba estudiando en la Universidad de París, donde se doctoró con el título de maestro en Artes y Teología en 1476. En marzo de 1482 Fernando de Aragón solicitó al papa Sixto IV un beneficio en su favor y dos años después fue nombrado obispo de Arles, en Cerdeña (21 de julio de 1484).

Por aquel entonces García debía residir en Roma (donde se le documenta al menos desde el 20 de diciembre de 1484) como familiar continuus comensalis de su pariente el vicecanciller Rodrigo de Borja, y formando parte del grupo de curiales castellanos y aragoneses que festejaban en la urbe las victorias obtenidas por Isabel y Fernando en la Guerra de Granada.

Así, el 9 y el 25 de julio de 1486 García celebró en la iglesia nacional de Santiago una misa solemne que concluyó con una oratio pro rege, probablemente en acción de gracias por la toma de Ronda y Marbella.

Su prestigio en la ciencia teológica se puso de manifiesto cuando en 1488 publicó sus Assertiones theologales (et philosophicae) apud Sanctum Eustacium en el taller de Eucharius Silber, muy vinculado a los ambientes curiales ibéricos. Un año antes había sido nombrado miembro de la comisión encargada de enjuiciar las Conclusiones presentadas por el humanista Pico della Mirandola. Inocencio VIII le pidió entonces un dictamen personal que concluyó un año después en el palacio del vicecanciller, y publicó en 1489 con el título Determinationes magistrales contra conclusiones apologales Ioannis Pici Mirandulani Concordiae Comitis. La obra tenía como objetivo reforzar la condena ya pronunciada por la comisión pontificia y desmontar el aparato defensivo levantado por Pico, del que se censuran doce tesis neoplatónicas por considerarlas “magorum et caballistarum vanitates et superstitiones”. Apoyándose en la doctrina de santo Tomás y usando el estilo argumentativo de París, García rechazaba el papel de la magia, la cábala judía y las propuestas filosóficas pitagórico-platónicas, como fuentes de conocimiento superiores a las Escrituras.

Aunque algún autor haya considerado decadente su argumentación (G. de Nicoli), lo cierto es que su postura se encuadra en el ambiente anticabalístico de la época (M. Andrés y A. Biondi) y discurre por los raíles seguros de la escolástica parisina. Poco después el teólogo dominico recibió un ataque del sobrino del humanista —Giovanni Francesco Pico— y varias décadas más tarde criticó su dictamen el franciscano Arcangelo de Borgonovo (1564). También resulta sintomático que el propio Alejandro VI se distanciase de las tesis de su protegido cuando revocó la condena de Inocencio VIII contra las Conclusiones, y amparase a defensores de Pico como Paolo Cortesi.

El 14 de junio de 1490 García cambió la sede de Arles por la de Barcelona, siguiendo el parecer del rey Fernando que quería trasladar a su antiguo titular —Gonzalo Fernández de Heredia— a la sede de Tarragona, y dejar la de Barcelona en manos de un prelado que pudiera residir en la diócesis. García tomó posesión por procurador (12 de octubre de 1490), pero no se presentó en Barcelona “por alguna necesidad” que el vicecanciller tenía de él. Para traerlo a la Península, Fernando pensó en nombrarle juez de apelaciones del Tribunal de la Inquisición (27 de marzo de 1491), encargándole las causas que algunos acusados tramitaban a Roma para evadir los tribunales peninsulares.

No lo llegó a hacer, de manera que García permaneció en Roma, donde se documenta su participación en los funerales por el obispo Alfonso Carrillo (22 de septiembre de 1491), presidente de natio hispana en la urbe.

Nada más acceder al solio pontificio, Alejandro VI le puso al frente de la capilla pontificia como Magister Capellae, y en septiembre de 1492 ya aparece encabezando una relación de cantores pontificios donde figuraba el famoso Josquin Des Près, o celebrando en la capilla pontificia los días 9 de diciembre de 1492 y 13 de abril de 1493. Alejandro VI también le nombró Magister Bibliothecae (el primer testimonio es del 9 de octubre de 1492) frente a candidatos tan conspicuos como Poliziano, a quien apoyaba Ludovico el Moro desde Milán. Durante su breve permanencia en el cargo (octubre de 1492-mayo de 1493), García hizo gala de su sensibilidad por los libros esforzándose por recuperar códices y hacer respetar los períodos de préstamo (M. Miglio). Sin embargo, cada vez se hicieron más apremiantes los requerimientos del rey de Aragón solicitando el inmediato traslado del prelado para “visitar y reformar esta su iglesia y diócesis” (13 de agosto de 1493), y más débiles sus excusas alegando las escasas rentas de la sede desde la separación de las del priorato de San Miquel de Fai. Finalmente el Papa decidió complacer al Rey y ofrecer a la ciudad de Barcelona un prelado de talla intelectual que sirviera de puente entre el humanismo italiano y la Península Ibérica (M. Vilallonga). Pere García entró solemnemente en la ciudad el 7 u 8 de junio de 1493, y el 11 de julio celebró su primera misa solemne en la catedral ante la presencia de los Monarcas y del príncipe Juan. Para incrementar sus débiles rentas, los Reyes solicitaron a la Santa Sede una canonjía y un arcedianato en la iglesia de Mallorca y propusieron la incorporación al Obispado barcelonés de la abadía de San Cugat junto con la pavordía de Palacio (13 de agosto de 1493).

El nuevo obispo procedió inmediatamente a una incesante actividad pastoral y diocesana que tenía como principales objetivos la reforma de los monasterios femeninos, la restauración moral del clero y la contribución eclesiástica a la recuperación económica de la ciudad. En un primer momento, García se enfrentó a los consellers haciendo fijar una bula pontificia en todos los templos de la ciudad que amenazaba con excomulgar a los que atentasen contra los privilegios de su Iglesia, entre los que se encontraba la exención económica del clero. Los oficiales del Consell se quejaron al lugarteniente del Rey —Juan Fernández de Heredia— en una entrevista de la que se retiró el prelado “malcontent” acompañado por sus canónigos (13 de marzo de 1495). Finalmente se fijó una contribución anual de 1.500 libras que fue concertada en Burgos por el Rey y el prelado en el verano de aquel mismo año.

Durante su gobierno se reformaron al menos once monasterios de la ciudad (San Pedro de las Puellas, Valldoncella, San Antonio y Pedralbes, entre otros) y se fundaron dos nuevos (el dominico de Montesión y el de clarisas de Santa María de Jerusalén). El prelado facilitó la labor de los visitadores nombrados por los Reyes, actuó personalmente en lo concerniente a las iglesias de los monasterios para evitar abusos y removió los obstáculos que oponían algunos canónigos a la reforma amparándose en privilegios históricos. García también coincidió con los Reyes en el apoyo al Tribunal de la Inquisición, y él mismo presidió los autos de fe de 1495, 1504 y 1505 que acabaron con la solemne abjuración de los reos. Sin embargo, no secundó las medidas de la Corona contra los clérigos coronados —que se amparaban en la jurisdicción eclesiástica para escapar de la justicia civil— al considerar que se vulneraba su ámbito jurisdiccional.

Particularmente delicada fue la relación del obispo con los beneficiarios y canónigos de la catedral. Tal y como establecían las Constituciones Capitulares, les exigió una aportación a la Casa de la Caridad —encargada del sostenimiento de la Iglesia de Barcelona— con la amenaza de penas que incluían la excomunión (abril-junio de 1494). Luego tomó medidas contra los blasfemos, jugadores o violadores de la clausura de los monasterios, y trató de erradicar el concubinato de clérigos y laicos mediante una sentencia de excomunión (4 de septiembre de 1496) que suscitó la protesta de algunos consellers alegando su inmunidad como oficiales regios. Hubo quejas al Rey, y la reina Isabel intervino solicitando al Papa el nombramiento de un prelado que estudiase cada caso antes de imponerse las censuras. Sin embargo, los ánimos no se clamaron. La animadversión contra el obispo estalló en junio de 1500 cuando un centenar de laicos y clérigos se presentó ante su palacio insultando a los Borja y a los judíos. Los asaltantes dispararon algunas ballestas contra su dormitorio y lograron entrar en el palacio gracias a la acción de los encarcelados, puestos en libertad por el ingenuo obispo que confió en sus promesas de defenderle. Finalmente las tropas reales lograron disolver a los asaltantes en una refriega que se saldó con un muerto y varios heridos (J. M.a Martí Bonet).

A pesar de estas violencias, García pudo desarrollar una labor pastoral pacífica y constante que fue beneficiosa para la diócesis. Él mismo realizó muchas visitas pastorales a las iglesias y parroquias de la ciudad entre 1497 y 1504. En tales ocasiones solía dar una absolución general por los difuntos, interrogaba a los sacerdotes para comprobar su preparación, y visitaba los lugares de los templos donde se reservaba el Santísimo y se guardaban los santos óleos; por último solía dictar algunas medidas para evitar la ausencia de los beneficiarios, completar los ornamentos sacerdotales y cuidar los objetos de culto. El prelado barcelonés puso de manifiesto su sensibilidad litúrgica cuando estableció la fiesta de la Expectación de la Virgen nada más llegar a la Ciudad Condal (18 de diciembre de 1493), y al publicar cuatro años después el Missale Vicense (16 de junio de 1496) confeccionado por el obispo de Vic —Juan de Peralta— y reelaborado por él en el Missale Barchinonensis (28 de marzo de 1498).

También se preocupó de restaurar el palacio episcopal con nuevas dependencias, impulsó las obras del claustro de Santa Ana expidiendo un decreto de indulgencias para recaudar fondos (1 de febrero de 1505), y enriqueció la sacristía de la catedral con nuevos ornamentos.

En 1502 donó su biblioteca de más de cien volúmenes —reunidos durante su estancia en Roma o París—, que incluía obras de Duns Scoto, Pedro Lombardo, santo Tomás de Aquino, Gregorio de Rímini, Durando de San Ponciano, Pedro Palude o Adán de Wodeham. En su testamento, García procedió a una nueva donación de libros teológicos y otras materias, como aquel mapamundi —probablemente incunable— que refleja sus intereses geográficos y humanísticos.

Falleció el 8 de febrero de 1505 y cinco días después se celebraron en la catedral sus solemnes exequias durante un oficio que se alargó excesivamente por las rivalidades protocolarias de los consellers y los diputados. El prelado fue enterrado en el coro de la catedral que él mismo mandó cerrar y decorar con su emblema heráldico: las esbeltas “garzas” que se identifican con su apellido “García”.

 

Obras de ~: Assertiones theologales (et philosophicae) apud Sanctum Eustacium, Roma, Eucharius Silber, 1488; Determinationes magistrales contra conclusiones apologales Ioannis Pici Mirandulani Concordiae Comitis, Roma, Eucharius Silber, 1489.

 

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Álvaro Fernández de Córdoba Miralles

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