Vidal de Noya, Francisco. Noicàttaro (Italia), c. 1440 – Valencia, 18.IV.1492. Arcediano, prior, canónigo, obispo de Cefalú, embajador, humanista, teólogo y poeta.
Desechadas las hipótesis que lo consideraban catalán (F. Fita, J. Vicens Vives) o aragonés (J. F. Andrés de Ustarroz y F. M. Latassa), los estudios más recientes demuestran que Vidal de Noya era oriundo de la región italiana de la Apulia (R. Pirri, G. Misuraca, G. Settani, G. Quaranta y R. Madrid Souto), y así lo confirma su contemporáneo Antonio Geraldini en el poema que le dedicó. En fecha incierta ingresó en la orden franciscana y marchó a Francia para estudiar en la Universidad de París. Allí se doctoró en Teología y en Artes, y destacó como seguidor de Juan Duns Scoto, cuyas doctrinas mariológicas comentó en las Postillae ad Scoti mariani doctoris libros que se le atribuyen.
En octubre de 1466 se encuentra en la lista de servidores que integraban la Casa del príncipe Fernando, ocupando el oficio de “maestre de legir e de arts”, y dos meses después figura como secretario, formando parte del grupo de humanistas y letrados que trabajaban en la cancillería aragonesa, como el secretario Juan de Coloma, el prelado Joan Margarit o el poeta Antonio Geraldino. En la cancillería obtuvo también el título de “poeta lauderado” por una actividad literaria que ha dejado sus huellas en el Cancionero de Zaragoza con una composición en catalán sobre la caída de Constantinopla (F. Fita), y probablemente en el Cançoner del marquès de Barbera con unos versos sobre temática amorosa titulado s’ils trebals que dona amor (S. Martí). También se le atribuyen dos poemas en castellano —contenidos en el Cancionero General de Hernando del Castillo (1511)— que tal vez escribió en 1469 durante un viaje a Castilla acompañando al príncipe Fernando para contraer matrimonio con la princesa Isabel (O. Perea y R. Madrid Souto). En el primero de éstos, Noya contesta a la pregunta de Sancho de Rojas —identificado como señor de Cavia y de Santiago de la Puebla— sobre la naturaleza del amor, mientras que en el segundo discute con Gómez Manrique —noble castellano perteneciente al círculo poético del arzobispo Alfonso Carrillo— “sobre si hubo reyes antes que caballeros”, afirmando que “primero hovo en la gente / nobleza” y, por tanto, el Rey sólo podía hacer noble a quien mostrara tal cualidad.
En el ambiente humanístico de la cancillería trabajó junto al protonotario Antonio Geraldino, que le dedicó un poema alabando su afán de quietud y de soledad (carm. ad Ioh. 1,13). En la década de 1470, Noya concluyó la traducción de La guerra de Yugurta y las Catilinarias de Cayo Crispo Salustio, obras que servían a los secretarios reales como fuente de inspiración para apoyar argumentaciones o embellecer el latín de los documentos; además, con su traducción el maestro del príncipe Fernando ofrecía a su discípulo un modelo de acción política expresado en el concepto de “concordia civil” tan actual en el ambiente de la guerra civil catalana, y planteaba una serie de reflexiones sobre el pensamiento republicano o el concepto de nobleza que ya había tratado en el debate con Gómez Manrique. La obra fue impresa en Zaragoza en 1493 y, aunque se ha puesto en duda la autoría de Noya en la La guerra de Yugurta (J. M.ª Pabón), casi todos los especialistas reconocen el valor de su versión castellana de las Catilinarias.
Fernando demostró la estima por su maestro apoyándole en su carrera eclesiástica, iniciada con el nombramiento de protonotario apostólico y el ofrecimiento de una canonjía en Gerona (1473). En septiembre de 1473 el príncipe solicitó en su favor el obispado de Vich, pero tuvo que plegarse a la voluntad de su padre —Juan II— que ya había pensado en Gillem Ramón de Moncada. Luego vinieron los primeros encargos diplomáticos, recompensados con prebendas solicitadas por el Rey: un priorato en el monasterio zaragozano de El Pilar en 1477; un priorato en Tortosa, una canonjía en Santiago y otra en Ávila en 1483, fecha en la que ya contaba con arcedianato en Siracusa que —según algunas fuentes— regentaba como archidiácono.
Las rentas de estos beneficios constituían el pago de la Corona por las diversas misiones diplomáticas que empezó a encomendarle. En 1477 fue enviado a Roma en sucesivas ocasiones para tratar la provisión del maestrazgo de Santiago, vacante desde el fallecimiento del último maestre (1474) y que Noya no logró resolver.
En octubre de 1483 recibió credenciales como embajador en Italia y Francia con una misión relacionada con la “crisis de Ferrara” que enfrentaba a Venecia con el Papado. El embajador debía unirse a los prelados Gonzalo Fernández de Heredia y Joan Margarit para consolidar la alianza de sus monarcas con la Santa Sede, a la vista del fracaso de Bartolomé Veri ante la Señoría de Venecia. Noya debía notificar a Sixto IV y a los miembros de la Liga la prohibición del comercio con Venecia que se hizo efectiva el 29 de diciembre. Aprovechando su estancia en Roma, el Rey le pidió que trabajara con el procurador castellano Gonzalo de Beteta para obtener de la Santa Sede la concesión de un indulto que le permitiera otorgar a los capellanes y cantores de la Capilla Real beneficios y dignidades en todas las diócesis de sus reinos (30 de diciembre de 1483).
Tras realizar algunos viajes a Saboya, Génova y otros lugares del norte de Italia para ganar aliados contra Francia, Noya regresó a Roma en marzo de 1484. Se le había encomendado la tarea de obtener de la Santa Sede la concesión de sisas (contribución económica del clero en el Reino de Aragón), y solicitar algunas provisiones episcopales a favor de las personas propuestas por los Reyes. El embajador no pudo culminar ninguno de estos encargos por el conflicto que se suscitó cuando el Papa eligió a sus propios candidatos para las sedes de Salamanca y Sevilla. Fernando apartó a Noya de aquella crisis diplomática recomendándolo para el obispado de Cefalú, sede sufragánea de Mesina (Sicilia) que Inocencio VIII le otorgó el 26 de noviembre de 1484 y donde se presentó al año siguiente.
Aunque el nuevo prelado no debió de regresar a Roma nunca más, el Rey continuó encomendándole asuntos relacionados con el infante don Enrique, lugarteniente de Cataluña (20 de agosto de 1485) o con la Orden franciscana a la que pertenecía.
De su actividad pastoral en la sede siciliana se dispone de algunos datos sobre los conflictos jurisdiccionales que tuvo con el Cabildo y a las dificultades en la recaudación de la bula de cruzada, cuyos retrasos le recordó el comisario de Palermo el 18 de agosto de 1491. La resolución de aquellos asuntos fiscales fue probablemente lo que motivó su viaje a Valencia en el curso del cual falleció, afectado de parálisis, el 18 de abril de 1492 (P. Pirri). En Valencia quedó su cuerpo —tal vez en un convento franciscano—, y en Cefalú su célebre biblioteca que legó en testamento.
Obras de ~: La guerra de Yugurta y Catilinarias, Zaragoza, Pablo Hurus,1493; Postillae ad Scoti mariani doctoris libros (atrib.); Sermones (atrib.); J. A. de Balenchana (ed.), Cancionero General, Madrid, Sociedad de Bibliófilos, 1882, págs. 708- 709 y 717-718; M. Baselga y Ramírez (ed.), Cancionero catalán de la Universidad de Zaragoza, Zaragoza, Cecilio Gasca, 1896, págs. 247-256; Cançoner del marquès de Barberà (en Biblioteca del Monasterio de Montserrat, ms. 992, fol. 101r.).
Bibl.: R. Pirri, Sicilia Sacra. Disquisitionibus et notitiis illustrata, Palermo, Arnaldo Forni Editore, 1753, pág. 814; F. Fita, Los Reys d’Aragó y la Seu de Girona des de l’any 1462 fins al 1482. Collecció d’actes capitulars, Barcelona, Estampa Catalana de L. Obradors y P. Sulé, 1873, págs. 50-51; L. Wadding, Annales Minorum seu Trium Ordinum a S. Francisco institutorum, vol. XIV: 1472-1491, Florencia, Tipografía Barbèra, 1931- 1964, pág. 446; A. de la Torre y del Cerro, Documentos sobre las relaciones internacionales de los Reyes Católicos, vol. I, Barcelona, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1949, págs. 158, 269-270, 308-311, 336-337, 344-346, 379-383; vol. II, 1950, págs. 29-31, 49-51, 81-83, 125-126 y 217-218; J. M.ª Pabón, “Las primeras traducciones españolas de Salustia”, en Emerita, 20 (1952), págs. 412-422; T. de Azcona, La elección y reforma del episcopado español en tiempos de los Reyes Católicos, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1960, págs. 92, 140 y 143-144; G. Misuraca, Serie dei vescovi di Cefalù, Roma, S. Nilo, 1960, págs. 31-32; J. Rubio i Balaguer, “Sobre Sallusti a la cancelleria catalana”, en Spanische Forschungen del Görresgesellshaft, 21 (1963), págs. 233- 249; L. Suárez Fernández, Política internacional de Isabel la Católica. Estudio y documentos, vol. II, Valladolid, Universidad, 1966, págs. 25-33; 35-45 y 47; M. Andrés Martín, La teología española en el siglo XVI, vol. I, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1976, pág. 277; T. de Azcona, Isabel la Católica. Estudio crítico de su vida y reinado, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1993, págs. 316, 433 y 562; S. Martí, “El Cançoner del marquès de Barberà (S1 / BM1). Descripció codicològica (1)”, en Boletín Bibliográfico de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval, 11 (1997), págs. 463-502; G. Settanni, Toponomastica lojana. Strade, piazze e contrade. 1824-1954, Fasano, Schena, 2001; Ó. Perea Rodríguez y R. Madrid Souto, “Francisco Vidal de Noya, obispo de Cefalú: clérigo, humanista y poeta al servicio del rey Católico”, en XVII Congreso de Historia de la Corona de Aragón, vol. II, Barcelona-Lérida, Publicacions Universitat de Barcelona, 2003, págs. 745-767; S. Giurato, La Sicilia di Ferdinando il Cattolico. Tradizioni politiche e conflitto tra Quattrocento e Cinquecento (1468-1523), Mesina, Rubbettino, 2003, pág. 168; M. Früh, “Antonio Geraldini en el mundo catalano-aragonés de su época: resultados de una tesis doctoral”, en I Geraldini di Amelia nell’Europa del Rinascimento. Atti del Convegno Storico Internazionale, Amelia 21-22 novembre 2003, Terni-Amelia, 2004, págs. 65-69; É. Rouziès, Lectures médiévales de Salluste, Paris, Thèses de l’Ecole nationale des Chartes, 2004; F. Latassa y Ortín, Bibliotheca antigua de los escritors aragoneses, vol. II, ed. G. Lamarca Langa, Zaragoza, Real Sociedad Económica Aragonesa, 2004, págs. 374-376; G. Quaranta, “L’intricata vicenda delle origini di Monsignor Francesco Vitali”, en Calabria Sconosciuta, 28 (2005), págs. 53-55; R. Madrid Souto, “Francisco Vidal de Noya, embajador del Rey Católico”, en M. González Jiménez y I. Montes Romero- Camacho (eds.), La Península Ibérica entre el Mediterraneo y el Atlantico. Siglos XIII-XV, Sevilla-Cádiz, Diputación de Cádiz-Sociedad Española de Estudios Medievales, 2006, págs. 449-456.
Álvaro Fernández de Córdoba