Carsi y Vidal, Pascual. Valencia, m. s. xviii – Madrid, 8.VI.1818. Encuadernador.
Con la llegada al trono de Carlos III, el arte de encuadernar, como otros oficios, experimentó un gran auge. De primero de octubre de 1762 son las Ordenanzas de la Comunidad de mercaderes y encuadernadores de libros de esta Corte, aprobadas por el Real y Supremo Consejo de Castilla. Al año siguiente, se constituyó la Compañía de Impresores y Libreros del Reino. El 2 de junio de 1778, se dio en Aranjuez la Real Cédula “por la que se prohíbe absolutamente la introducción en estos Reynos de todos los libros encuadernados fuera de ellos, a excepción de los que vengan en papel, o a la rústica, y de las encuadernaciones antiguas de manuscritos, y de libros impresos, y se conceden seis meses para la introducción de los que ya estén pedidos”. Ya con Carlos IV, el 27 de mayo de 1790, se dio en Aranjuez otra Real Cédula por la que se precisaba que la prohibición de la anterior “se ha de entender con los libros que vengan de surtido, y en más número que de un solo exemplar; observándose en uno y otro caso las formalidades que se expresan”. En las décadas de entresiglos, la Imprenta Real tuvo su máxima actividad.
Varios encuadernadores —Santiago Martín, Gabriel Gómez, Antonio Suárez, Alegría y Ginesta— se beneficiaron de estancias en París y Londres dentro de todo un programa ilustrado. Fueron éstos algunos de los “jóvenes aplicados” que, según Jovellanos, en su Informe facilitado a la Junta General de Comercio y Moneda sobre el libre ejercicio de las artes (1785), “huidos a países extraños en busca de nuevos maestros y nuevos gustos, han sido los únicos autores de los progresos que hemos hecho en varias artes”, entre las que cita, la encuadernación.
Uno de ellos fue Pascual Carsi, quien a finales de 1789, se trasladó a Londres recomendado al marqués del Campo, embajador entonces en la capital inglesa, gracias a una beca concedida por Carlos III para formarse en el arte de la encuadernación con los maestros londinenses. Allí, además, se casó con María Clark y fueron padres de un niño llamado también Pascual. Volvió a España a comienzos de 1797. A su llegada a Madrid, la Secretaría de Estado le socorrió con 3.000 reales hasta su definitivo establecimiento. Las referencias que traía de Londres y la muestra de algunas de sus encuadernaciones, hicieron que Godoy le consiguiera el destino de encuadernador a sueldo de la Imprenta Real –que dependía de la Secretaría de Estado a través de la Superintendencia General del Correos–, uno de los puestos más ambicionados, que se cubrió así por vez primera cuando en el Madrid de la época se desempeñaban más de trescientos en el mismo oficio. En su nuevo destino, Pascual Carsi se obligó a tener a turno tres aprendices —algunos tan destacados como Santiago Martín—, pero a finales de 1797 enfermó y hubo de llamar cerca de sí a su hermano José, que permaneció en Madrid hasta 1806 llevando gran parte de las responsabilidades del taller, y en mayor medida cuando Pascual se ausentaba de la corte por motivos de trabajo. Además de ser encuadernador de S. M. y de su Real Imprenta, el 20 de enero de 1799 le fueron concedidos a Pascual Carsi el uniforme y los honores de ayuda de la Real Furriera, y el 7 de julio siguiente el título honorífico de encuadernador de cámara por la Sumillería de Corps, con los mismos derechos y privilegios que los regentes de la Imprenta y Calcografía. Eran, pues, tres en Madrid los encuadernadores de cámara: Gabriel Sancha, Gabriel Gómez y Pascual Carsi.
En 1800, Carsi envió carta a Mariano Luis de Urquijo quejándose de la poca actividad que tenía, pues la Imprenta Real desviaba sus encargos a otros talleres. Urquijo reaccionó señalando a Juan Facundo Caballero —juez conservador que intermediaba entre el ministro y los responsables directos de la Imprenta— que Carsi tuviese preferencia siempre que trabajase al precio de los demás.
En 1803, la asignación de Carsí ascendía a 18.000 reales, la tercera parte de los cuales destinaba a la manutención de sus aprendices, y recibía aparte el pago por sus encuadernaciones, además de encargos de particulares. Así, a principios del siglo xix, Carsi era el encuadernador mejor pagado de Madrid y la Imprenta Real llegó a denunciar su morosidad debida al gran número de encargos que asumía.
La guerra contra el francés puso fin a las actividades de Carsi en Madrid y se refugió en Cádiz. En 1814 regresó casi arruinado a la corte. Se le concedió una pensión de 6.000 reales y el 27 de agosto de 1815, Fernando VII —de cuya confianza personal gozó desde 1806— hizo efectivo su nombramiento como librero de cámara. El 8 de junio de 1818 falleció medio ciego y sin apenas encargos. Su hijo recibió el puesto de encuadernador de cámara en atención a los servicios de su padre.
Fue el gran representante del neoclasicismo en la encuadernación. Con una gran técnica, prefería el tafilete, verde o rojo, para destacar sobre él los motivos dorados, y el conjunto destacaba por su sencillez y elegancia. Por influjo inglés, sus cubiertas eran limpias, salvo en sus marcos, pero los lomos, sin nervios, aparecían cuajados de decoración que reinterpretaba los temas clásicos de la tradición helénica. Su estilo neoclásico superó la actividad desarrollada por Antonio y Gabriel Sancha durante la segunda mitad del siglo xviii. Según Castañeda, sus encuadernaciones se distinguen “por su delicadeza. Especialmente en las realizadas en mosaico y filetería radiada”. Solía interrumpir los recuadros en las esquinas de la cubierta e insertaba en los cuadrados angulares resultantes rosetas, discos o soles.
Bibl.: M. López Serrano, “La encuadernación madrileña en la época de Carlos IV”, en Archivo Español de Arte, XXIII, 90 (1950), págs. 115-131; V. Castañeda y Alcover, Ensayo de un diccionario biográfico de encuadernadores españoles, Madrid, Maestre, 1958, págs. 54-57; E. Brugalla Turmo, El arte en el libro y en la encuadernación. Miscelánea universal, 1971; M.ª L. López Vidriero, “La librería de Cámara en el Palacio Nuevo”, en M.ª L. López Vidriero y P. M. Cátedra (eds.), El libro antiguo español, el libro en Palacio y otros estudios bibliográficos, Salamanca-Madrid, Universidad-Biblioteca Nacional, 1996, págs. 167 y ss.; Gremio Artesano de Maestros Encuadernadores de la Comunidad Valenciana, Encuadernadores valencianos: siete siglos de artesanía, Valencia, Generalitat Valenciana, 1992, págs. 41; J. Blas Benito, “Pascual Carsi y Vidal. Encuadernador de Carlos IV y de su Real Imprenta”, en Encuadernación de Arte. Boletín de la Asociación para el Fomento de la Encuadernación, n.º 11 (1998), págs. 33-46; J. Olmedo Ramos, “Encuadernación de estilo pompeyano. Pascual Carsí y Vidal”, en Corona y Arqueología en el Siglo de las Luces (catálogo de la exposición, Madrid, Palacio Real, abril-julio de 2010), Madrid, Real Academia de la Historia-Patrimonio Nacional, 2010, págs. 460-461.
Diccionario Biográfico Español