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Juan Fernández

Biografía

Fernández, Juan. El Labrador. Jaraicejo (Cáceres), c. 1600 – Madrid, c. 1650. Pintor.

No se conocen datos documentales sobre este artista y además tan sólo se conserva una obra firmada por él, en los siguientes términos: “el Labrador/ Ju Fernadez 1636”. Antiguas referencias sobre este pintor señalan que nació en Jaraicejo (Cáceres) en 1531 y que murió en Madrid hacia 1600. Sin embargo, hay que considerar estos datos como erróneos y, por lo tanto, deben ser puestos en cuestión y rectificarlos de forma aproximada.

Así, puede admitirse que en efecto naciera en Jaraicejo, pero en una fecha bastante más avanzada que justifique la pintura que firma en 1636.

Juan Fernández El Labrador fue especialmente pintor de bodegones, tal y como señalan los testimonios antiguos que se refieren a este artista. Debió de vivir en alguna pequeña población próxima a Madrid y ser propietario de tierras que cultivaría justificando así el apodo de El Labrador que él mismo utilizó al menos al firmar la obra antes mencionada. En 1655, al redactarse el inventario del marqués de Leganés, se cita una pintura suya mencionada como obra de “El Labrador de las Navas”, pudiéndose pensar en las Navas del Marqués, población próxima a Madrid, aunque quizás se refiera a otra de las varias poblaciones del ámbito geográfico madrileño que llevan este nombre.

A tenor del estilo que presenta su única pintura firmada, que es un florero y que se conserva en una colección particular de Ámsterdam, puede señalarse que El Labrador no fue un hombre de condición rústica, sino persona cultivada poseedora de una notable sensibilidad.

Su creatividad pictórica, ejecutada lejos del ambiente urbano, parece reflejar la paz y el sosiego de quien vive apartado y posee una armonía espiritual que le permite captar con refinamiento la belleza y elegancia de las flores y de los frutos.

Las características técnicas que muestran las pinturas de El Labrador permiten pensar que pudo formarse en Madrid en las primeras décadas del siglo XVII y que quizás conoció allí a Juan van Der Hamen, protagonista de la pintura de bodegones en la Corte a lo largo del primer tercio del siglo XVII. Alcanzado el grado de pintor, es probable que se retirase al campo, desde donde se trasladaría temporalmente a Madrid a vender sus obras, demandadas por una selecta clientela que las estimó notablemente; este aspecto queda evidenciado por las reiteradas ocasiones en que se mencionan obras de El Labrador en inventarios redactados en Madrid en el tercer tercio del siglo XVII.

Dato relevante que testimonia el aprecio que por las obras de este pintor se sentía en Madrid, es que alguno de sus bodegones figurase en la colección de Giovanni Battista Crescenzi, marqués de la Torre, quien residió en Madrid desde 1617 y poseyó cuatro bodegones de El Labrador. Estas obras fueron ofrecidas para su venta en 1630 al rey Carlos I de Inglaterra, quien debió de adquirirlas, puesto que figuran en el inventario de las pinturas realizado después de la muerte del Monarca. Estos datos indican en principio que Crescenzi y El Labrador hubieron de tener una estrecha relación que quizás pudo llegar más lejos que el mero trato artístico. En efecto, Crescenzi, buen conocedor de la tradición del bodegón italiano desde principios del siglo XVII, pudo haber transmitido a El Labrador el espíritu creativo que se difundió desde Italia a través de Caravaggio y sus seguidores, imbuido de un intenso naturalismo, inmerso en una iluminación tenebrista.

Otras personalidades madrileñas que estuvieron intensamente vinculadas a El Labrador fueron el embajador en Madrid del rey Carlos I de Inglaterra, sir Francis Cottington, y su secretario Arthur Hopton, quienes se interesaron en adquirir obras del pintor destinadas a la colección de su Monarca. Refiriéndose a El Labrador en una carta enviada a Inglaterra en 1635, Hopton señala que el pintor no se trasladaba a Madrid más que en Semana Santa, por lo que los coleccionistas aficionados a sus obras sólo podían adquirirlas en dichas fechas. Hopton había convencido a El Labrador para que pintase flores, que aún no había visto, añadiendo que “si eran tan buenas como las frutas que hacía le enviaría a su Señoría alguna de ellas”. El hecho cierto es que el gusto del rey de Inglaterra por los bodegones de El Labrador fue grande, puesto que fueron varios los envíos que su embajador efectuó con obras de este artista. Por ello, en la colección real inglesa figuran actualmente dos bodegones que con cierta seguridad se pueden considerar como obras de El Labrador.

En las escasas obras conservadas en la actualidad que pueden considerarse como obras seguras de Juan Fernández, se advierte siempre un marcado sentido del gusto popular, captado a través de la personalidad de un hombre sensible que describe las flores y los frutos con una decidida intuición de plasmar la belleza de lo sencillo, a través de formas que tienden a la simplicidad y que se realzan con un colorido sobrio y sutil.

Interesante, por no estar apenas divulgado, es el soneto publicado en 1773 por Francisco Gregorio de Salas en Madrid, en su libro Elogios poéticos dirigidos a varios héroes y personajes, dedicado a este artista en los siguientes términos: “Al famoso Juan Labrador insigne pintor de flores, natural de la Villa de Jaraicejo”.

Dicho soneto se configura en los siguientes versos: “Labrador, entre todos sin segundo/ cuya mano colmada de primores/ sembrando por el mundo bellas flores/ produjo frutos que aún admira el mundo./ Puntual como el Brugul y fecundo/ sólo pudo faltar a tus colores/ añadir a los frutos sus sabores/ pues al verlos me engaño y me confundo./ Tu diseño, relieve y colorido/ tu invención, tu verdad y tu viveza/ lucieron tu pincel tan admirable/ que a todo gran pintor ha suspendido/ pudiéndose dudar en tu destreza/ si fuiste racional o vegetable”.

Llama la atención este soneto, compuesto aproximadamente un siglo después de la muerte de El Labrador que aún se le recordaba y apreciaba en el ambiente cultural madrileño, llegando los niveles de su encomio a compararla con “Brugul”, que no es otro que el admirable pintor flamenco del siglo XVII Jean Brueghel de Velours.

 

Obras de ~: Florero, 1636; Naturaleza muerta con membrillos y bellotas, Colección Real inglesa.

 

Bibl.: A. Felibien, Entretiens sur la vie et les ouvrages des plus excellents peintres anciens et modernes, Paris, 1666; E. du Gue- Trapie, “Sir Arthur Hopton and the interchange of paintings between Spain and England in 17th century”, en Conoisseur, n.º 164 (1967), págs. 239-243 y n.º 165 (1967), págs. 60-63; I. Bergstroem, Maestros españoles de bodegones y floreros del siglo XVII, Madrid, Ínsula, 1970; E. Valdivieso, “Un florero firmado por Juan Fernández ‘El Labrador’”, en Archivo Español de Arte (AEA) (Madrid), 1972; E. Harris, “Las flores de ‘El Labrador’ Juan Fernández”, en AEA (Madrid), 1974; A. E. Pérez Sánchez, Pintura española de bodegones y floreros de 1600 a Goya, catálogo de exposición, Madrid, Ministerio de Cultura-Dirección General de Bellas Artes-Museo del Prado, 1983-1984; W. Jordan, Spanish still live in the Golden Age 1600-1650, catálogo de exposición, Forth Worth, Kimbell Museum, 1985; A. E. Pérez Sánchez, La nature morte espagnole du XVII siécle â Goya, Paris, 1987; A. Palomino de Castro y Velasco, El museo pictórico y escala óptica, pról. de J. A. Ceán y Bermúdez, Madrid, Aguilar, 1988, 3 vols.; W. Jordan y P. Cherry, El bodegón español de Velázquez a Goya, catálogo de exposición, Londres, 1995; P. Cherry, Arte y naturaleza. El bodegón español en el Siglo de Oro, Madrid, Fundación de Apoyo a la Historia del Arte Hispánico-Doce Calles, 1999.

 

Enrique Valdivieso González

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