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Hernando Arias de Ugarte

Biografía

Arias de Ugarte, Hernando. Bogotá (Colombia), 2.IX.1561 – Lima (Perú), 27.I.1638. Obispo de Charcas y arzobispo de Lima.

Fueron sus padres Hernando Arias Torero y Juana de Ugarte. A los dieciséis años se trasladó a España, estudiando Cánones y Leyes en las universidades de Salamanca y Lérida.

Su carrera fue brillante. Fue oidor de las audiencias de Panamá (1595), de Charcas (1597) y de Lima (1603). También auditor de Guerra en Aragón, visitador de la mina de Potosí y gobernador de Huancavelica.

Se incorporó y doctoró en la Universidad de San Marcos.

Siendo oidor en Lima fue ordenado sacerdote. El 22 de abril de 1613 fue llamado a asumir el obispado de Quito. Llegó a su sede el 6 de enero de 1615.

Realizó una visita pastoral a su jurisdicción. Participó en la decisión de crear el obispado de Trujillo, Perú, desmembrando parte de su propia diócesis. Piura y Tumbes pasaron a Trujillo.

En 1616, fue nombrado obispo de Santa Fe. Llegó a su ciudad natal el 7 de enero de 1618. Realizó una visita pastoral y además un concilio.

En 1625, fue nombrado obispo de Charcas, llegando a esa ciudad el 5 de septiembre de 1626. También realizó un concilio en esta sede.

En 1628 se convirtió en el primer criollo en asumir el arzobispado de Lima. Llegó a la capital del Perú el 14 de febrero de 1630. Reemplazó en el cargo a Gonzalo del Campo. La entrada del nuevo arzobispo fue apoteósica. Dos representaciones o figuras simbólicas acompañaban el cortejo: el Ángel de la Justicia, portando las togas de Panamá, Charcas y Lima (ciudades donde fue oidor) y el ángel de la Paz portando las mitras de Quito, Santa Fe, Charcas y Lima (ciudades en las que fue obispo).

Realizó la visita pastoral de su arquidiócesis, visitando lugares como: Huarochirí, Yauyos, Cañete, Jauja, Tarma, Chinchaycocha, Huánuco, Cajatambo, Chancay, Recuay, Huamalíes, Chavín de Pariarca y Canta. Organizó el sínodo diocesano de 1636. Publicó las Constituciones Sinodales del Arzobispado de los Reyes en el Perú (1637).

Se preocupó por la disciplina y el mantenimiento de los conventos de monjas. En carta al papa Urbano VIII (1631) informa la merma en las rentas debido al elevado número de religiosas y criadas. Propone no recibir más hermanas que las que puede mantener el convento y reducir el número de criadas a la tercera parte de religiosas o dos por cada cinco de ellas. En dicha misiva a Su Santidad, Arias de Ugarte brinda una valiosa información estadística sobre los conventos de su jurisdicción: Encarnación: 220 religiosas y 250 criadas; Concepción: 196 religiosas y 330 criadas; Santa Clara: 170 religiosas y 180 criadas; Trinidad: 100 religiosas y 76 criadas; Descalzas: 55 religiosas y 150 criadas; Santa Catalina: 27 religiosas y 42 criadas.

Tuvo buenas relaciones con los jesuitas, a quienes entregó la doctrina de Chavín de Pariarca (Huamalíes) convertida pronto en punta de lanza de las misiones para los nativos aún no evangelizados. El arzobispo estaba orgulloso de esta doctrina, a la que llamaba “corona de su arzobispado”.

Arias de Ugarte consideraba que no era tan grave el asunto de la idolatría indígena, así lo expresó en una carta al Rey: “Aunque algunas personas, movidas quizá por buen celo, dicen que entre los indios hay muchas idolatrías [...] en muy pocas hallé algunos rastros de lo antiguo y algunas supersticiones, y por la misericordia de Dios veo que los más indios e indias están bien enseñados en la doctrina cristiana y en las cosas de nuestra santa fe católica” (1633). Aquí hay una notable diferencia con el parecer de su antecesor en el cargo, el arzobispo Gonzalo del Campo. Éste pensaba que la idolatría estaba bastante difundida y por eso impulsó las campañas extirpadoras. Con Arias de Ugarte el ímpetu extirpador se detuvo hasta tomar nuevos bríos con su sucesor Pedro de Villagómez.

En una carta al papa Urbano VIII defendió la necesidad de administrar el sacramento de la Eucaristía a los indígenas: “Luego que entré en este Reino, puse cuidado en que los indios reciban el sacramento [...] pues juzgo que no pueden llamarse con verdad cristianos si no se nutren con este pan celestial, evitando la embriaguez, el concubinato y la superstición que muchas veces les impide acercarse a este sacramento con buena conciencia, por lo cual muchos sacerdotes o por negligencia o por un celo mal entendido e inoportuno, pretextando que eran incapaces, nunca o muy rara vez les permiten acercarse a él” (1631).

El arzobispo consideraba que la venta del licor y la proliferación de los obrajes, eran las causas principales del deterioro de la población indígena. Así lo expresa en otra carta al Rey firmada en 1636: “De estas visitas he entendido que dos cosas son gran daño de los indios y causa de consumirse y acabarse. La primera es el vino que los corregidores y otros meten en los pueblos de indios [...] la otra no es de tanto perjuicio a los indios como a las doctrinas ésta es los obrajes que hay en estas provincias que son muchos y son en destrucción de las doctrinas y de los pueblos de los indios y causa muchos pecados”.

En otra carta al Rey, Arias de Ugarte había detallado el perjuicio que causaban encomenderos, obrajeros, corregidores y curacas: “[...] verdad es que con mucho sentimiento de mi corazón por ver cuan aprisa se van acabando estos pobres indios, por las ocupaciones en que los ocupan así los encomenderos, como otras gentes, particularmente los obrajeros de paños, cordellates y bayetas que no sólo los gastan sus naturales fuerzas sino que los extravían de la doctrina y son causa de que no acudan a ella, y como los corregidores son interesados en tenerlos presentes para sus granjerías y los curacas y caciques asimismo, y éstas se ejercitan de ordinario en los campos, aquellos están poblados, y aunque en las poblaciones hay casas están deshabitadas y las doctrinas desamparadas [...] y esto no refiero por relación, sino por vista de mis ojos y a mi pobre parecer consiste en su remedio la conservación y cristiandad de los pocos indios que hay” (1635). El arzobispo señala una de las causas de la gran baja demográfica, condicionada por el mal tratamiento y la salud del indígena.

También se preocupó de la evangelización de la raza afro. En una carta al Rey propuso lo siguiente: “[...] di cuenta a V.M. como quedaba ocupado en la visita de la ciudad de Lima y de sus parroquias, ha venido en grandísimo aumento y convenía que se añadiesen algunas parroquias y que en todas hubiese un clérigo suficiente que no entendiese en más que en doctrinar los negros, que son muchos en Lima y es muy desamparada su doctrina, particularmente de los negros que asisten a las estancias y chácaras” (1632). Al mencionar a los negros se refiere también a las “castas”, mulatos, sambaigos, quinterones, etc., que formaban parte importante de la estructura social.

En general las cartas del arzobispo son una fuente importante para conocer la vida eclesiástica de la Arquidiócesis de Lima. Por ejemplo, en la mencionada carta al papa Urbano VIII aparece la siguiente información sobre las órdenes religiosas del arzobispado limeño: Santo Domingo: 10 prioratos, 330 religiosos, 28 doctrinas; San Francisco: 13 conventos, 311 religiosos, 12 doctrinas; San Agustín: 8 conventos, 257 religiosos, 14 doctrinas; La Merced: 5 conventos, 220 religiosos, 14 doctrinas; La Compañía: 4 conventos, 189 religiosos, 2 doctrinas.

Hernando Arias de Ugarte falleció el 27 de enero de 1638 a los setenta y seis años de edad. En su lecho de muerte escribió su última carta recomendando ante el Rey a la persona de Fernando de Avendaño. Su asistente Diego López de Lisboa hizo la biografía del arzobispo aprovechando su diario de mano: Epítome de la vida del Ilustrísimo Dr. Dn. Hernando Arias de Ugarte (1638). Don Diego fue su capellán, mayordomo y confesor. Hay que anotar que este personaje fue padre de los célebres hermanos Antonio y Diego de León Pinelo, todos de origen converso.

 

Bibl.: D. López de Lisboa, Diario de mano: Epítome de la vida del Ilustrísimo Dr. Dn. Hernando Arias de Ugarte, 1638; V. Restrepo, Apuntes para la biografía del fundador del Nuevo Reino de Granada y vidas de los ilustres prelados hijos de Santa Fé de Bogotá: Gonzalo Jiménez de Quesada, el Ilustrísimo Sr. D. Hernando Arias de Ugarte, el Ilustrísimo Sr. D. Lucas Fernández Piedrahita, Bogotá, A. M. Silvestre, 1897; E. Lisson Chaves (dir.), La Iglesia de España en el Perú: colección de documentos para la historia de la Iglesia en el Perú, que se encuentran en varios archivos. Sección primera, Archivo General de Indias, Sevilla: siglos xvi, xvii, xviii y xix, Sevilla, Editorial Católica Española, n. 1 (catálogo de documentos), 1943; vol. V, n. 24 (documentos desde el año 1631 a 1657), 1947; R. Vargas Ugarte, SI, Historia de la iglesia en el Perú, t. II (1570-1640), Burgos, Imprenta Aldecoa, 1959; E. Romero de Valle, Diccionario manual de literatura peruana y materias afines, Lima, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1966; J. C. García Cabrera, Ofensas a Dios, pleitos e injurias: causas de idolatrías y hechicerías. Cajatambo siglos xvii-xix, Cuzco, Centro de Estudios Regionales Andinos Bartolomé de Las Casas, 1994.

 

Virgilio Freddy Cabanillas