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Cándida Córdova y Pozuelo

Biografía

Córdova y Pozuelo, Cándida. María Cándida de San Agustín. Valdepeñas (Ciudad Real), 15.II.1804 – Toledo, 30.III.1861. Agustina (OSA) y fundadora del convento de Valdepeñas.

Nació en Valdepeñas (Ciudad Real) el 15 de febrero de 1804, hija de Juan Félix Córdova y de Telesfora Pozuelo, familia distinguida en la villa, cuyo apellido dio nombre a la calle donde vivían. Desde muy niña se dieron en su vida ciertos fenómenos poco comunes que se repitieron luego con frecuencia. Siempre quiso ser monja, llamando la atención lo espontáneo y decidido de su convicción. Su adolescencia transcurre feliz viviendo una intensa vida espiritual, apoyada por buenos sacerdotes, atendiendo las tareas de la casa y cuidando de su hermana pequeña tras la muerte de su madre. Estos años coinciden con el Trienio Liberal; Riego, de paso por la ciudad, se dirigió al pueblo desde el balcón del ayuntamiento con una arenga bastante antirreligiosa; entre los oyentes estaba María Cándida y no le importó reprocharle en alta voz su talante, por lo que fue detenida, pero al ser castigada severamente sucedió el hecho sorprendente de morir el jefe del pelotón. Ya entonces predijo la muerte trágica del general a un familiar, militar liberal, indicándole que él sería testigo de todo, como pasado el tiempo ocurrió.

Llegado el momento tuvo que vencer la fuerte oposición de su padre hasta que, con su consentimiento, ingresó en la Orden agustiniana tomando el hábito en el convento de Nuestra Señora de la Consolación de Alcalá de Henares, vulgo Magdalenas, el 15 de mayo de 1826 para religiosa de coro y velo negro, aportando una dote de seis mil reales y otros dos mil para vestuario y gastos del noviciado. Durante este año sufrió una grave enfermedad aconsejando los facultativos la administración de la extremaunción por su gravedad; nuevamente suceden hechos llamativos en los que interviene una reliquia de san Diego de Alcalá y la misma presencia del santo, y la moribunda recupera súbitamente la salud, como testificaron los médicos.

Profesó al año siguiente y se incorporó a la vida conventual desempeñando cargos comunitarios menores; allí coincidió con dos hermanas de su mismo pueblo, una de ellas sor María Dolores Rodríguez de Lamo será su sombra y confidente permaneciendo siempre unida a ella. En 1850 fue elegida priora y ya comienza a fraguar seriamente la idea de la fundación de Valdepeñas que, como otras cosas, había anunciado tiempo atrás, y dando los primeros pasos al comprar los escombros y el terreno del solar del antiguo convento desamortizado de trinitarios donde san Juan Bautista de la Concepción había iniciado en el siglo xvii el movimiento de la descalcez, menos la iglesia y sus dependencias que había adquirido el pueblo para preservar el templo de la ruina, adquirido por treinta y dos mil reales.

Estando en Alcalá deseó tener la imagen de un niño Jesús y un día aceptó el ofrecimiento de un sacerdote que frecuentaba el convento para que se lo comprase en Madrid; tanto la adquisición de la imagen en un comercio de prendería como la relación que desde ese momento mantendrá con él es otro capítulo importante de su vida; siempre la acompañará, y niño Jesús del Consuelo fue para ella. También estuvo muy unida a la figura de san Felipe Neri —a quien llamará cariñosamente el abuelo— con quien tendrá un trato familiar, conversaciones y apariciones que marcaron su vida y su acción.

A sor María Cándida de San Agustín se le atribuyen dones especiales, pero consta por muchos testigos su poder de profecía, agilidad y bilocación —sola y en compañía de san Felipe—; fue conocida y comentada su presencia en el frente cuando la Guerra de Marruecos (1859-1860). El niño Jesús del Consuelo le dijo el día de la gran batalla, 30 de diciembre de 1859; en el frente apareció una extraña mujer socorriendo en una y otra parte a los heridos; habló la prensa de aquella mujer y lo recoge Pedro Antonio de Alarcón en su Diario. Posteriormente se sabría que la misteriosa mujer era la monja agustina de Toledo; así se plasmó en el grupo escultórico labrado en 1931 proyectado por Vicente Rabasa, de Játiva, y ejecutado por Antonio Blanca León, profesor de Anatomía de la Escuela de Bellas Artes de Valencia, donde se representaba a María Cándida con un soldado agonizante y rodeada de ángeles.

Por motivos de salud al terminar la prelacía alcalaína con licencia pontificia fue trasladada al convento toledano de Nuestra Señora de la Concepción, vulgo las Gaitanas, en 1853, en compañía de su incondicional compañera sor Dolores de Jesús. En Toledo la nombraron priora provisional, en 1855, y con permiso del arzobispo iba preparando la fundación de Valdepeñas, preocupándose de la construcción material, levantada a distancia y con limosnas, y especialmente de reunir un grupo de monjas que quisieran ser los pilares del nuevo convento y colegio y formándose con el perfil de oración, sacrificio y acción que quería en sus monjas, sufriendo los inconvenientes y problemas que generaba una comunidad dentro de otra, similares a los sufridos en Alcalá.

Difíciles fueron también los años en la capital manchega, pues tuvo que enfrentarse a infinidad de obstáculos que el Gobierno y las autoridades territoriales iban poniendo en su camino; luego vendrán los pleitos de jurisdicciones entre las órdenes militares y el arzobispo de Toledo que demorarán el proyecto; sin embargo, la fe y el tesón de esta manchega permanecieron indomables, aunque no lo pudo ver. Había predicho que moriría en Semana Santa, y en la cuaresma de 1861 enfermó de llagas, falleciendo en la mañana del sábado santo, 30 de marzo. Su compañera sor Dolores de Jesús recogió el proyecto de la fundación teniendo que hacer frente a un enojoso proceso con los herederos de la Madre Cándida y a la revolución de 1868 en que se incautó el edificio para cárcel del partido. Por fin el 23 de marzo de 1876 llegaban las agustinas a Valdepeñas y desde el 24 de octubre de 1876 los restos de sor María Cándida de San Agustín descansan definitivamente en el colegio-convento que soñó. Se conserva documentación en los archivos de los conventos de Agustinas con los que tuvo relación: Alcalá de Henares, Toledo y Valdepeñas.

 

Bibl.: Gaceta de Madrid, 4 de agosto de 1866; Boletín Eclesiástico del Arzobispado de Toledo, 18 de agosto de 1866; E. Vasco, Valdepeñas, cuna de la Descalcez Trinitaria, Valdepeñas, Mendoza, 1912, págs. 173-180 y 293-326; B. Fernández, “La ‘mujer piadosa’ de la Guerra de África”, en La Ciudad de Dios (CD), 107 (1916), págs. 189-199 y 275-293; “Vida admirable de la M. Cándida de San Agustín” y “Profecías y Visiones proféticas de la Madre Cándida”, en CD, 109 (1917), págs. 201-213 y págs. 388-417, respect.; La Madre Cándida de San Agustín y la Guerra Europea, Madrid, 1918; E. Esteban, La Sierva de Dios Sor María Cándida de San Agustín, religiosa agustina, fundadora del convento de agustinas de Valdepeñas, Madrid, Imprenta Helénica, 1918; F. J., “Un libro de actualidad [comentario a la biografía del padre E. Esteban]”, en Archivo Agustiniano (AA), 11 (1919), págs. 346-347; G. de Vera y Romo, “Edicto del arzobispado de Toledo mandando la entrega o presentación de los escritos de la Sierva de Dios Sor Cándida de S. Agustín”, en AA, 12 (1919), págs. 183-184; A. Fariña, “El Niño Jesús del Consuelo y la Sierva de Dios Sor María Cándida de San Agustín”, en Vergel Agustiniano, 48 y 49 (1931 y 1932), págs. 494-501 y págs. 20-28; P. A. de Alarcón, Diario de un testigo de la Guerra de África, t. I, Madrid, Victoriano Suárez, 1942, págs. 129-130; F. Vasco Merlo, Historia de Valdepeñas, Valdepeñas, Gráficas Cruz, 1959, págs. 90-94; B. van Luijk, “Hagiografía Agustiniana”, en AA, 53 (1959), pág. 39; A. Manrique, “San Agustín, Cándida de, OSA”, en Q. Aldea Vaquero, J. Vives Gatell y T. Marín Martínez (dirs.), Diccionario de Historia Eclesiástica de España, t. IV, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Enrique Flórez, 1975, pág. 2159; F. Hervás Poveda, Sor Cándida de San Agustín (1804-1861), Ávila, Tau, 1989; J. Álvarez Maestro, Los Santos de cada día. Año Cristiano Agustiniano, Madrid, Editorial Revista Agustiniana, 2004, págs. 222-223; Gemma de la Trinidad, Madre Cándida de San Agustín. Una huella de Dios, Ciudad Real, MM. Agustinas de Valdepeñas, 2009, 274 págs.

 

Francisco Javier Campos y Fernández de Sevilla, OSA

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