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Fernando Tricio de Arenzana

Biografía

Tricio de Arenzana, Fernando. Arenzana de Abajo (La Rioja), 11.VI.1516 – Salamanca, 9.X.1578. Teólogo, obispo de Orense.

Era hijo de Juan Tricio y Catalina Martín, honrados labradores. Estudió latín en Santo Domingo de la Calzada, ciudad episcopal no lejos de su villa natal. En 1530 figura como bachiller en Artes o Filosofía en Alcalá. Pasó luego a París donde se graduó en Teología, siendo compañero y casi paisano de fray Bernardo de Fresneda, más tarde confesor de Felipe II y arzobispo. En París conoció y trató a san Ignacio de Loyola, según propio testimonio recogido por el padre Alonso Rodríguez en su libro clásico (unas quinientas ediciones en veintitrés lenguas) Ejercicio de perfección y virtudes cristianas. Tricio, el obispo, y Rodríguez, el escritor, se conocieron y trataron cuando este jesuita era rector del colegio de Monterrey (Orense) por los años de 1567.

Llegado de París, Tricio ingresó en el Colegio Mayor Oviedo de Salamanca, donde regentó Cátedra de Filosofía, se doctoró solemnemente en Teología y recibió otras distinciones académicas. El obispo de Coria, Diego Enríquez de Almansa, tan amigo de san Pedro de Alcántara, llamó a su diócesis al doctor Tricio y le encargó visitar y predicar a sus diocesanos, lo que hizo con tal celo y eficacia que el prelado y el Cabildo lo eligieron por unanimidad canónigo magistral. Por este tiempo envió a su parroquia natal el regalo de un cáliz de plata dorada que todavía se conserva en Arenzana con la inscripción correspondiente.

Felipe II lo eligió en diciembre de 1561 como letrado y teólogo del Concilio de Trento, tercer período, que duró del 18 de enero de 1562 al 4 de diciembre de 1563. Se registra su nombre, por ejemplo, en las actas de la sesión XX, celebrada el 4 de junio de 1562. Siete días más tarde disertó sobre el uso de la Eucaristía. El 25 de septiembre del mismo año tuvo otra disertación conciliar sobre el sacramento del orden. El 16 de marzo de 1563 las actas registran su opinión acerca del celibato de los clérigos, manteniendo la doctrina teológica tradicional.

Vuelto a España, Felipe II lo presentó y el Papa lo confirmó para la sede episcopal de Orense en el Consistorio del 13 de abril de 1565. Fue consagrado obispo en Salamanca el domingo 19 de agosto de dicho año, asistiendo a la ceremonia los obispos convocados en la ciudad del Tormes para el sínodo provincial compostelano por el arzobispo metropolitano de Santiago, Gaspar de Zúñiga. El doctor Tricio estrenó así su servicio episcopal participando activamente en las sesiones que duraron del 8 de septiembre de 1565 al 28 de abril de 1566 en Salamanca.

Trece años estuvo el obispo Tricio al frente de la diócesis orensana. Sus grandes virtudes, y en modo particular el amor a los pobres y menesterosos, le hicieron digno del aprecio de sus fieles, que le veneraban como un santo. Su tierna devoción al milagroso Santo Cristo de la catedral quedó para siempre patentizada en la magnífica capilla que le mandó construir a sus expensas en el lugar que ocupaba la sacristía. Quizá pudo nacer por entonces la conocida copla popular que dice: “Tres cosas hay en Orense / que no las hay en España, / el Santo Cristo, la Puente, / y la Burga hirviendo el agua”.

En el Consistorio del 13 de junio de 1578, el obispo Tricio fue promovido a la sede de Salamanca, de la que tomó posesión el 3 de septiembre de dicho año. Un mes y seis días después fallecía en Salamanca, siendo sepultado en su catedral bajo elogioso epitafio.

En Arenzana, su pueblo natal, se conservaba una tradición oral y escrita según la cual el obispo Tricio libró de morir ajusticiados a tres paisanos suyos injustamente condenados por el duque de Nájera, señor de la villa solariega; a raíz de estos hechos, obtuvo la emancipación del dominio señorial y que Arenzana fuese declarada para siempre villa realenga con todas las prerrogativas anejas. En Arenzana se conservan dos cruceros jurisdiccionales artísticos del siglo xvi que responden posiblemente a las circunstancias históricas descritas. Además, encontrándose en Roma, envió a su parroquia natal unos pequeños fragmentos de la sábana en que fue envuelto el cuerpo de Jesús, cuya reliquia se hallaba colocada en un rico paño de seda blanca, teniéndola en gran estima los vecinos de Arenzana y pueblos inmediatos, que en días señalados concurrían a venerarla.

 

Bibl.: A. Rodríguez, Ejercicio de Perfección y virtudes cristianas, s. l., s. f. (Madrid, Testimonio, 1985, notas 1, 3 y 6); F. J. Gómez, Memoria biográfica de los varones ilustres de La Rioja, Logroño, 1884, págs. 227-229; C. Gutiérrez, Españoles en Trento, Valladolid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Jerónimo Zurita, 1951, págs. 354-359; M. Rodríguez Pazos, El episcopado gallego a la luz de documentos romanos, vol. II, Madrid, Instituto Jerónimo Zurita, 1946, págs. 338-341.

 

Felipe Abad León

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