Figueroa, Juan Antonio. Galicia, s. xviii – La Paz (Bolivia), 1810. Insurrecto.
Nacido en España, su padre lo llevó cuando aún era niño a Potosí (Bolivia). Ya en la edad adulta, militó varios años en la Marina, de la que desertó después para regresar a Potosí y ejercer allí su profesión de sastre.
Tras el pronunciamiento del 16 de julio de 1809, en que un grupo de revolucionarios al mando del general Murillo lanzó al mundo la declaración de independencia del Alto Perú (Bolivia) del dominio español, fue nombrado teniente de artillería.
Una vez destruida la fracción de Yanguas el 12 de octubre a manos de Antonio Castro, éste se retiró al Alto Perú con sus tropas. El 19 de octubre bajó de nuevo dispuesto a atacar, encomendó a Figueroa una pieza de artillería para que entrase en la ciudad y ordenó que la infantería no fuera de frente ni hiciese fuego contra las trincheras.
Los defensores de las trincheras del Puente de las Concebidas al ver que un pelotón se dirigía hacia San Francisco, se concentraron en la plaza. A la cabeza de las tropas iba Gregorio Umeres, Figueroa en el centro y Narciso Núñez en la retaguardia. La columna atacó y logró destruir la barricada de Santo Domingo, en vista de lo cual los realistas se dieron a la fuga. Los patriotas bolivianos se apoderaron de la plaza, mientras Indaburu sucumbía en la contienda.
Castro abandonó la ciudad y se dirigió al campamento de Chacaltaya, desde donde, a causa de la proximidad de las fuerzas del general español Goyeneche, se retiraron a la provincia de Yungas, dejando a Figueroa para que recogiera dos piezas de artillería y todos los pertrechos necesarios, ordenándole asimismo que ocupara la comandancia para custodiar el terreno por si se producía una invasión.
La víspera del 25 de octubre, un pelotón de caballería se aproximó al campamento de Chacaltaya, pero fue recibido con fuego y emprendió la retirada a la carrera. Al día siguiente se presentó todo el ejército, por lo que Figueroa mandó vigilar la pólvora y disparar algunos cañonazos; pero rodeado de toda la fuerza enemiga, se entregó prisionero.
En la sentencia de 27 de enero de 1810, el general español Goyeneche condenó a Juan Antonio Figueroa a la pena de la horca, acusado de alta traición y subversión del orden público. Al fallar la horca por la rotura de la cuerda, fue degollado y más tarde enterrado en el templo del Sagrario, en Bolivia.
Bibl.: N. Aranzaes, Diccionario Histórico del Departamento de la Paz, La Paz, Ediciones La Prensa, 1915.
Patricia Areal Torres-Murciano