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Micer Francisco Imperial

Biografía

Imperial, Micer Francisco. Génova (Italia), c. 1372 – Sevilla, 1409 ant. Poeta cortesano.

Es uno de los poetas más importantes y representativos del Cancionero de Baena. Por el propio Juan Alfonso de Baena, recopilador del cancionero, se sabe que era natural de Génova y morador de Sevilla. Nació hacia 1372, según la fecha que indica en el Deziz de las siete virtudes, y probablemente era hijo de un Jaimes Emperial, mercader de joyas, que comerciaba en Sevilla en la segunda mitad del siglo XIV, a quien se alude en el testamento de Pedro I. Hacia 1404 Imperial desempeñaba un alto puesto administrativo, como el de lugarteniente del almirante de Castilla.

Por entonces, en esos primeros años del siglo XV, hubo de desarrollar su principal actividad poética. En 1409 seguramente ya había muerto, pues en una escritura de esa fecha se mencionan ya a sus herederos.

La obra de Imperial recorre varias etapas, en las que va ensayando diversos experimentos poéticos, tratando de imitar también distintos modelos literarios.

Sus primeros poemas, anteriores a 1404, son decires amatorios, en los que la tradición gallega y castellana se ve enriquecida con motivos de la poesía cortés francesa y del estilnovismo italiano. Hay algún poema alegórico, como aquél en que se narra la visión de cuatro damas en un vergel, las cuales personifican a Castidad, Humildad, Paciencia y Lealtad. También interviene en una controversia poética sobre el tema de Fortuna con motivo de la sustitución que promueve Enrique III del condestable Ruy López Dávalos por Pedro de Frías.

De esa etapa, el poema más famoso y polémico, a juzgar por el número de réplicas que tuvo entre los contemporáneos debido a lo arriesgado de sus hipérboles sacroprofanas, es el compuesto por amor y loores de Estrella Diana, una hermosa dama sevillana, un día que la vio y miró, “yendo por la puente de Sevilla a la iglesia de Santa Ana fuera de la çibdat” (“que yo vi venir / ribera del río, en medio Triana, a la muy fermosa Estrella Diana, / qual sale por mayo al alva del día, / por los santos passos de la romería, / muchos loores aya Santa Ana”). La comparación de la dama con la estrella de la mañana y con el ángel que bajó del paraíso son motivos que recuerdan muy de cerca a poetas del dolce stil nuovo, como Guido Guinizelli.

También son de entonces los poemas dedicados a Angelina de Grecia, misteriosa dama de procedencia oriental que recibe Enrique III como regalo de Tamerlán en 1403, así como otras dos composiciones dedicadas a Isabel González, manceba del conde de Niebla.

De 1405 es el Decir de los siete planetas, en celebración del nacimiento del rey Juan II, una visión alegórica en la que los siete planetas ofrecen al recién nacido cada uno una doncella, que simboliza una de las virtudes que deben adornar el buen gobierno del príncipe. En el poema se combinan elementos dramáticos y narrativos, y podría considerárselo la primera construcción alegórica de amplios vuelos de Imperial, en la que aún prevalece la imitación de obras francesas, como el Roman de la Rose, sobre la de Dante.

Pronto, sin embargo, en poemas como el que comienza “Vuestra llaga, amigo, es incurable”, en el que trata una serie de consideraciones sobre la predestinación, con argumentos tomados del Porgatorio dantesco y aplica el nombre de “Beatriz santa” a la teología.

En el Decir de las siete virtudes, de 1407, es ya plena la imitación dantesca y esencial el empleo del endecasílabo.

El poema consta de cincuenta y ocho coplas de arte mayor y representa una visión del poeta en la que se ve transportado al paraíso terrenal, el alma de Dante viene a su encuentro y le invita a que le acompañe para contemplar las siete estrellas, que simbolizan a las siete virtudes, y le hace reparar en las siete sierpes que les han acompañado hasta el arroyo que rodea el paraíso y que representan a los siete pecados capitales. Dante se encarga de explicar al poeta toda la simbología de virtudes y pecados, para lanzar a continuación una dura invectiva contra la ciudad de Sevilla, denunciando que las siete sierpes anidan en su seno y oscurecen la luz de las estrellas. No obstante, profetiza la reinstauración de la Justicia a cargo del que es ahora “niño moçuelo” (Juan II) y el castigo de los abusos y desmanes. El poeta prosigue el viaje con su guía hasta llegar al empíreo, donde contempla la rosa celeste. Terminada la visión, despierta en un jardín con la Divina commedia en sus manos. Esta obra es el poema en que Imperial lleva a cabo su creación más ambiciosa, sobre una sólida construcción alegórica, una lengua elaborada llena de cultismos y alusiones, en un metro elevado, y todo bajo la imitación de Dante como modelo. Ésta se refleja tanto en la construcción alegórica de la visión y el viaje sobrenatural acompañado del guía y maestro como en la exposición de un orden moral de virtudes y pecados y su proyección en la situación política del reino, aparte de infinidad de recursos estilísticos y el intento de imitar el endecasílabo italiano.

 

Obras de ~: Poemas en El Cancionero de Juan Alfonso de Baena, ed. de P. J. Pidal, Madrid, M. Rivadeneyra, 1851 (ed. de J. M.ª Azáceta, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1966, 3 vols.; ed. de B. Dutton y J. González Cuenca, Madrid, Visor Libros, 1993); “El Dezir a las siete virtudes” y otros poemas, ed. de Colbert I. Nepaulsingh, Madrid, Espasa Calpe, 1977 (Clásicos Castellanos).

 

Bibl.: R. Lapesa, “Notas sobre Micer Francisco Imperial” [1953], en De la Edad Media a nuestros días, Madrid, Gredos, 1971, págs. 76-94; M.ª R. Lida de Malkiel, “Doña Angelina de Grecia”, en Nueva Revista de Filología Hispánica, 14 (1960), págs. 89-97; J. Arce, “El prestigio de Dante en el magisterio lingüístico-retórico de Imperial”, en VV. AA., Studia Hispánica in honorem R. Lapesa, vol. I, Madrid, Gredos, 1972, págs. 105-118; G. E. Sansone, Saggi Iberici, Bari, Adriatica, 1974; G. Caravaggi, “Francisco Imperial e il ciclo della Stella Diana”, en M. Picone (ed.), Dante e le forme dell’allegoresi, Ravena, Longo, 1987, págs. 149-168; C. Potvin, Ilusion et pouvoir (La poétique du “Cancionero de Baena”), Montreal- París, Bellarmin-Vrin, 1989; C. Mota Placencia, “Sobre el corpus poético de Francisco Imperial (y unos ecos de Petrarca). Balance y nuevas perspectivas”, en J. L. Serrano Reyes (ed.), Cancioneros en Baena, vol. II, Baena, Ayuntamiento, 2003, págs. 237-260.

 

Miguel Ángel Pérez Priego

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