Diakonova, Elena Ivanovna. Gala. Kazán (Rusia), 26.VIII.1894 – Port Lligat (Gerona), 10.VI.1982.
Miembro del movimiento surrealista, colaboradora y promotora de Salvador Dalí y escritora.
Nació en la refinada Rusia de finales del siglo xix, en el seno de una familia perteneciente a la burguesía intelectual. Pronto se trasladó a Moscú, donde la joven estableció contacto con la que años más tarde se convirtió en una de las grandes poetas rusas, Marina Tsvetaeiva, y la hermana Anastasia, compañera de colegio y confidente en aquellos primeros años.
Con ellas compartió su pasión hacia la literatura, sobre todo los clásicos rusos, que pervivió a lo largo de su vida en devociones tan duraderas como la que sintió hacia Dostoievski.
A causa de lo precario de su salud, en 1913 fue enviada al sanatorio de Clavadel, cerca de Davos, una de las clínicas más populares hasta entrada la década de 1920 y cita obligada para un buen número de intelectuales y artistas —incluidos los literarios—.
Clavadel terminó por representar en la vida de Elena mucho más que una esperanza de recuperación.
Allí tuvo contacto con un nutrido círculo de escritores entre los cuales se hallaban el poeta brasileño Manuel Bandeira y el joven Paul-Eugéne Grindel —posteriormente Paul Eluard—, quien en ese momento aún no había definido siquiera su futuro como escritor. Fue la muchacha rusa, por entonces ya convertida en Gala, quien animó y apoyó la decisión del francés de dedicarse a la literatura de forma exclusiva.
Poco después de abandonado el hospital y tras una breve estancia en Moscú, Gala convenció a su familia para que la dejaran marchar enmedio de una Europa en guerra y regresó a París. En la capital francesa estableció con Eluard una relación sentimental que empezó con una convivencia en casa de los padres del novio, insólita situación para esos años que muestra la firmeza de carácter de la mujer, y que terminó con un matrimonio del que nació la hija de ambos, Cécile, la mayor parte de su vida al cuidado del padre. El movimiento surrealista, capitaneado por André Breton, empezó a tomar cuerpo en los primeros años de la década de 1920 y Paul Eluard entró en contacto con el grupo que inmediatamente le aceptó como uno de sus representantes más significativos. Son años productivos para Eluard, la presencia de cuya esposa parece esencial en su producción. A ella dedicó versos tan memorables como los de Morir de no morir de 1924, que desvelan la apabullante personalidad de la mujer: “Maquillando a la demonio / Ella palidece / Ella vivía para olvidar”. Por esos mismos años comenzó la pasión que los Eluard comparten con Max Ernst y éste, igual que el poeta, convirtió a Gala en su musa al inmortalizarla en el lienzo de 1922 Au Rende-vous des amis, donde ella, la única mujer del grupo (Benjamin Peret, Eluard, Soupualt, Breton, Aragon, Tzara, De Chirico y el escritor tan amado de Gala, Dostoievski), dirige la mirada hacia el espectador con su aire majestuoso y sus ojos “incandescentes”, con algo de “joven y fascinante bruja, que derramaba sortilegios y amanazaba con arrojar la manzana de la discordia en el grupo”, escribe Victor Crastre recordando ese período.
Quién sabe si esa fuerte personalidad de Gala fue la causa de las innumerables antipatías que despertó entre los amigos de sus sucesivos maridos: de Breton primero, siendo esposa de Eluard; de Buñuel tras su matrimonio con Dalí. Ellos, entre otros, la describen como despiadada, interesada, avariciosa. Sea como fuere, no cabe duda de que Gala es uno de los personajes clave para entender el período, sobre todo tras su matrimonio con Dalí, un joven casi desconocido al cual conoce a finales de la década de 1920 durante una excursión catalana del grupo surrealista y por el cual abandonó a su esposo Paul Eluard, el más codiciado de los poetas entonces. Del mismo modo en que había estimulado la pintura de Ernst o la escritura de Eluard y su gran amigo Crevel, Gala intuyó las enormes potencialidades de Dalí y se convirtió en su promotora y hasta su traductora, en especial durante las estancias neoyorquinas. De hecho, fue mucho más que una simple musa que inspiró a escritores y pintores y no se limitó tampoco a ser lo que en términos contemporáneos se denominaría una “agitadora cultural”, una persona que sirve de nexo entre personas relevantes y estimula la producción.
Fue, además de la magnífica escritora que se muestra de forma abierta en sus cartas a Eluard y en algunos otros documentos íntimos, colaboradora y hasta coautora de las obras de Dalí, a veces de forma tan obvia como lo muestran las fotos de ambos trabajando en El sueño de Venus, instalación para la feria de Nueva York de 1939. Así, al final de su vida Dalí reconoció esas colaboraciones firmando su producción con el nombre de ambos.
Bibl.: W. Chadwick, Women Artists and the Surrealism Movement, Boston, New York Graphic Society Book, 1985; C. Vieuille, Gala, Barcelona, Parsifal Ediciones, 1989; D. Desanti, Le Roman de Marina, Paris, Belfond, 1994; D. Bona, Gala, Barcelona, Tusquets Editores, 1996; P. Eluard, Cartas a Gala.1924-1948, ed. de P. Dreyfus y pról. de J. C. Carrière, Barcelona, Tusquets Editores, 1999; VV. AA., El sueño de Venus, catálogo de exposición (20 de diciembre a 28 de febrero), Figueras, Fundación Gala Salvador Dalí, 2000; S. Dalí, La vida secreta de Salvador Dalí, Figueres, Dasa Editions, 2001; E. Diego, Querida Gala. Las vidas ocultas de Gala Dalí, Madrid, Espasa Calpe, 2003.
Estrella de Diego