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Amílcar Barca

Biografía

Amílcar Barca. Cartago, 290 a. C. – Oretania, 229 a. C. General cartaginés.

Pertenecía por familia a la aristocracia púnica, la de los Bárquidas, que se apoyaban en el pueblo y fueron combatidos por una parte de la aristocracia. Los Bárquidas modificaron la constitución de Cartago en sentido democrático. El poder de los Bárquidas se apoyaba en su riqueza en fincas. Amílcar, padre de Aníbal (247 a. C. – 183 a. C.), pasó la mayor parte de su vida en Sicilia, donde, muy joven, se puso al frente del ejército haciendo algunas razzias en la costa itálica con escasez de medios, y pronto debió interrumpir sus incursiones. Partiendo de Eryx, hizo una guerra de partisanos, con el fin de apoderarse de Palermo.

Esta empresa fue abandonada y retornó a Eryx. Amílcar debió de hacer sólo una guerra defensiva, limitándose a Lilibeo y Drepane.

Al final de la Primera Guerra Púnica, y después de la derrota naval de las Islas Egadas, aceptó la paz, pero logró que Roma admitiera las condiciones que imponía Amílcar, rechazando que los soldados fueran declarados prisioneros de guerra. Amílcar abdicó de su poder. Entregó las tropas a Giscón y entró en Cartago como simple particular. Al volver a Cartago, se encontró con la revuelta de los mercenarios, cuyo número ascendía a veinte mil hombres.

En el año 241 a. C. la solidaridad entre la nobleza y las clases medias estaba a punto de romperse. Es ahora cuando Amílcar casó a su hija con el rey Bomílcar II, que ya había establecido antes relaciones de amistad con Amílcar. Los revoltosos lograron agruparse.

El poder fue entregado a Amílcar, que logró matar a seis mil rebeldes. Cartago fue liberada por el lado norte, lo que permitió recibir refuerzos y aprovisionamientos.

Incorporó en sus tropas a los prisioneros que aceptaban cambiar de campo. A otros los envió a sus países de origen. Negoció con los númidas.

Minó el prestigio de los jefes revolucionarios Spendios y Mato. La situación se complicó para Cartago.

Las ciudades de Utica y Bizerta se separaron de la metrópoli.

La tempestad destrozó la flota enviada por la Tripolitana que transportaba avituallamientos. Roma salvó la situación de Cartago, prohibiendo ayudar a los rebeldes. Prohibió el comercio con Spendios y les animó a proporcionar provisiones a los cartagineses.

El genio político de Amílcar se mostró hábil. Los ancianos, que nombraban a los generales, se inclinaron por Hannón. El pueblo apoyaba a Amílcar, pero la constitución cartaginesa sólo le concedía el derecho de intervenir, como árbitro, en un conflicto entre los reyes y los ancianos. El pueblo votó un texto, sin duda preparado por Amílcar, que daba al ejército el derecho de destituir a uno de los generales, decisión verdaderamente revolucionaria. Aparentemente, era volver a las antiguas costumbres cartaginesas. De hecho, introducía los usos de los ejércitos helenísticos, y preparaba la instauración de un poder militar independiente de la autoridad civil. La innovación era tanto más peligrosa, al estar formado el ejército cartaginés por tropas mercenarias. Amílcar logró encerrar al ejército de Spendios en el desfiladero de Scia, y lo machacó con los elefantes. En este momento, poco después, hay que colocar la reforma de la constitución de Cartago. Las instituciones no fueron abolidas, pero tomaron un carácter más democrático. Amílcar se convirtió en el verdadero dueño de Cartago.

El plan que Amílcar proyectaba sobre Hispania estaba preparado minuciosamente. Cartago conocía bien las fabulosas riquezas de Hispania en minerales, en pesquerías y en agricultura. Podía proporcionar a todos los mercenarios que necesitase, y con las riquezas mineras podía pagar a los soldados. La riqueza de los turdetanos era tan proverbial que, al llegar Amílcar, usaban pesebres y toneles de plata. Perdidas Sicilia y Cerdeña, Hispania era la única zona del Mediterráneo que quedaba por conquistar: se encontraba fuera de los intereses de Roma. Las relaciones comerciales de Cartago con Hispania databan de antes de la llegada de Amílcar a Cádiz.

Las primeras dracmas (moneda griega antigua) de Emporion ofrecen un tipo cartaginés, el caballo parado, que prueba unas relaciones comerciales entre los griegos ampuritanos y los cartagineses, o mejor que Ampurias está dentro del área comercial de Cartago; lo mismo se puede asegurar de ciertas monedas de Ullastret, localidad próxima a Emporion. Unos vasos importados de Cartago, que se extienden por el sur de la Península Ibérica, desde Sevilla, Málaga y Almería, principalmente por Cartago Nova y Murcia hasta Ampurias, pasando por Alicante y Valencia, son de cronología anterior a la venida de Amílcar. La cerámica griega de la primera mitad del siglo iv a. C.

de Cástulo, del levante ibérico, desde Valencia hasta el sur, y la del pecio del Sec, la importaron los cartagineses muy probablemente, pues lleva, a veces, grafitos púnicos.

Las exportaciones de salazones a Atenas citadas por los autores que vivieron en los siglos v y iv a. C., probablemente las llevaban barcos cartagineses. Eupolis, autor de comedias (446-411 a. C.), menciona la salazón de Cádiz, junto a la de Frigia. El cómico Aristófanes cita la murena tartésica. Antífanes, en torno al 400 a. C. recuerda la salsa del esturión de Cádiz junto al atún de Bizancio. Nicóstratos, hacia el 380 a. C., compara las salazones gaditanas con las de Bizancio.

En esta época se introducían en Atenas de contrabando.

En el año 237 a. C. envió Cartago a Hispania a Amílcar con su hijo al frente de un ejército. Aníbal venía con el padre y contaba a la sazón nueve años.

Sometió a muchos pueblos, unos por la fuerza, otros por negociaciones. La política de Amílcar se basaba en la diplomacia o en la fuerza. Amílcar luchó en el valle del Guadalquivir. Los jefes de las tropas turdetanas eran dos hermanos de nombres indoeuropeos, Istolacio e Indortas, que luchaban con mercenarios celtíberos contratados por los turdetanos, presentes en el sur de Hispania desde mediados del siglo v a. C., como lo demuestran las esculturas de Obulco (Porcuna, Jaén).

Amílcar dio muerte a Indortas y a otros importantes jefes. Alistó en el ejército cartaginés a tres mil mercenarios que había apresado. Este detalle es un gesto de generosidad por parte del general cartaginés para atraerse a las poblaciones indígenas. Indortas logró escaparse y alistar cincuenta mil hombres. En un intento de fuga fue capturado vivo, habiendo perdido parte de las tropas. Amílcar le atormentó con un castigo traído por fenicios del Oriente, que consistía en sacarle los ojos, torturarle y en crucificarle. A los diez mil cautivos los dejó en libertad, siguiendo su política de atraerse a los indígenas. A unas ciudades las ganó por la persuasión, a otras las sometió a la fuerza.

Los Bárquidas, para pagar a los mercenarios, necesitaron de una cantidad elevada de moneda. Se ha calculado que utilizaron, entre los años 237 y 218 a. C., un total de trescientos setenta cuños/shekel, lo que supondría entre cinco y once millones de shekels durante veinte años. Durante los años 237 a 206 a. C. los cartagineses acuñaron abundantes monedas de oro, plata y cobre, de patrón fenicio. Las primeras emisiones hispano-cartaginesas son del mejor estilo siciliano. En el reverso figuran bellos retratos helenísticos, que representan divinidades, principalmente a Melqart, dios protector de los Bárquidas. A Amílcar se le representa como Melqart barbudo, convertido en héroe después de muerto. A Asdrúbal con diadema en la cabeza y a Aníbal desnudo con el rostro de Melqart joven. El primer bloque de monedas corresponde a los años 237-227 a. C. Estas monedas son de gran prestigio por el alto valor adquisitivo del trishekel, y trasmiten una gran propaganda política, con alusiones al poder naval en el mar y al militar en tierra. La primera emisión de la zona de Gadir, 237 a. C., presenta en el anverso una cabeza con diadema, identificada con Melqart, cuyos paralelos son las piezas siracusanas de Hierón II. Las emisiones de plata son más abundantes. En el este de Andalucía se acuñan una serie de monedas con Melqart laureado, a veces barbudo, con clava al hombro derecho. En el reverso se colocó un elefante con o sin guía. Todos los valores son de plata.

Amílcar, imitando la política de Alejandro Magno, fundó una ciudad llamada Acra Leuca, que hoy se sitúa en Tossal de Manises. Cercó la ciudad de Helica, que se ha supuesto, sin fundamento, sea Ilice (Elche).

Invernó en la ciudad de Acra Leuca. Los sitiados fueron socorridos por el rey de los oretanos, lo que parece indicar que Acra Leuca se encuentra en el Alto Guadalquivir. Amílcar, perseguido por el rey, intentando salvar a sus hijos Asdrúbal y Aníbal, se ahogó en un río. Aníbal había cumplido los quince años y Asdrúbal, doce. Los iberos cargaron sobre el general cartaginés, que se había quitado el casco de la cabeza.

Los escritores antiguos Frontino, Apiano y Zonaras, recogen una leyenda, seguramente inverosímil, sobre la muerte de Amílcar. Se conjuraron contra él varios reyezuelos iberos. Cargaron de leña unos carros, y siguieron detrás de ellos, armados. Prendieron fuego a los carros, que esparcieron el fuego por todos los sitios.

Los iberos se precipitaron sobre los cartagineses y mataron a Amílcar y a los que intentaron auxiliarles.

No parece probable que Amílcar preparase la guerra contra Roma, ni que viniera a Gades contra el parecer de sus conciudadanos.

Los romanos, en 231 a. C., enviaron una embajada a Hispania para informarse de los sucesos. Amílcar los recibió bien y les dijo que se había visto obligado a llevar la guerra a Hispania para pagar las deudas que los cartagineses tenían contraídas con los romanos.

La política seguida con Cartago por Amílcar queda bien manifiesta en que enriqueció toda África, es decir, Cartago, con caballos, armas, hombres y dinero.

Procuró que la gente dirigente de la metrópoli estuviera contenta con su actuación. Dividió el botín en dos partes: una para repartir entre los soldados, y otra para contentar a los principales de Cartago para que favorecieran su causa.

 

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José María Blázquez

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