Pedro José Almató nació en Sant Feliu Sasserra, en el Llusanés cercano a Manresa, el 1 de noviembre de 1830, de una familia acomodada. Cursó los estudios de Humanidades en el seminario de Vic. A los diecisiete años, aconsejado por el padre Antonio Claret, ingresó en la Orden de Predicadores, y vistió el hábito en el toledano convento de Santo Domingo, de Ocaña, en el que profesó el 26 de septiembre de 1848. Siguió los estudios institucionales en el mismo convento por espacio de cuatro años. A impulsos de su vocación misionera pidió ser enviado al Extremo Oriente cuando era todavía subdiácono y estudiante de primer año de Teología, y zarpó rumbo a Manila en el mes de septiembre de 1852. Allí permaneció dos años más, hasta concluir sus estudios y ser ordenado sacerdote el 17 de diciembre de 1853. El testimonio de quienes convivieron con él nos lo presenta como un excepcional ejemplo de candor y sencillez, mansedumbre y humildad, que destaca entre los demás frailes por la pureza de sus costumbres y la fidelidad a las exigencias de la vida religiosa. Varón de intensa vida de oración, se le veía con atisbos de vocación contemplativa. [...]