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Abulcasis

Biografía

Abulcasis: Abū l-Qāsim Jalaf al-ՙAbbās al-Zahrāwī. Madīnat al-Zahrā’ (Córdoba), 936 post. – ¿Córdoba?, 1009 y 1013. Médico y cirujano andalusí.

Conocido por la latinidad con múltiples apelativos como Abulcasis, Albucasis, Albucasius, Buchasis, Bulchasim, Bulchasius, Abbucasis, derivados todos ellos de Abū l-Qāsim. De su lugar de nacimiento, Medina Zahara, proceden Alsarabius, Alzaharavius, Açararius, Azararius, Açaravius, Azaravi, Ezaharagui, etc. Por último, mezclando Abū l-Qāsim y al-Zahrāwī, aparecerá en los textos como Bulchasis Benabenazerin, Bulchasim ben Chereselbin y Aben Açarini.

Nos llama la atención el que, pese a la importancia de su obra, fue el primero y, sobre todo, uno de los mayores tratadistas andalusíes, con una gran influencia posterior que perdurará hasta el Renacimiento, de su biografía lo ignoramos prácticamente todo. Consecuentemente, no sabemos exactamente cuándo nace, ni cuándo, ni dánde muere. El locativo al-Zahrāwī, es decir, el de Zahara, nos permite aventurar que probablemente nació en Medina Zahara, en los alrededores de Córdoba, y aproximar la fecha de su nacimiento. Madīnat al-Zahrā` se instituye como lugar de residencia estacional del primer califa cordobés, ՙAbd al-Raḥmān III al-Nāṣir, en el año 936. Debió nacer, por tanto, a partir de esa fecha pero, cuánto después, se desconoce.

La data de su muerte es también objeto de distintas opiniones, aunque parece que se puede precisar algo más. La más probable sería el año 1009, fijada por Muḥammad Ibn Futūḥ al-Ḥumaydī, un historiador fallecido en 1095. Frente a esto Aḥmad Abū l-‘Abbās Ibn Abī Uṣaybiՙa, el más conocido historiador medieval de la medicina, que vive en el siglo XIII, no solo no ofrece su fecha de nacimiento, sino que lo coloca entre personajes cuya actividad se desarrolla en el siglo XII, cosa harto improbable. Y digo esto pues en ese tiempo ya no hubiese podido llevar el apelativo de al-Zahrāwī, ya que dicha ciudad será arrasada en las últimas décadas del Califato de Córdoba, que finaliza en el 1031. La falta de datos seguros, y la influencia de Ibn Abī Uṣaybiՙa, han hecho que otros autores daten su muerte en otras fechas, como sucederá con L. Choulant quién indica que fallece en 1106. Autores de mucho prestigio como C. Brockelmann se decantan por el 1009, al igual que M. Ullmann.  C. Gillispie nos ofrece el 1013 como posible año de fallecimiento.

Su propio nombre estará también sujeto a controversia. Aunque la mayoría de los historiadores se refieren a él como Jalaf Ibn al-ՙAbbās, el también historiador Aḥmad Abū l-ՙAbbās Ibn Muḥammad al-Makkarī, lo hace como Jalaf Ibn al-Ayyās, lo que nos produce una cierta confusión. No obstante, Muḥammad al-Ḥumaydī e Ibn Abī Uḥaybiՙa, que le preceden, se refieren a él como Ibn al-Abbās, lo cual debe alejar toda polémica sobre este punto.

Nada se sabe de su familia, sus ascendientes, ni descendientes, ni tampoco algo que es todavía más inusual que lo omitan los biógrafos: quiénes fueron sus maestros directos y sus discípulos. Da la impresión de que hubo una especie de pacto de silencio sobre nuestro autor. Bien pudo ser discípulo de ՙArīb Ibn Saՙīd, nacido en Córdoba sobre el 918 y que fallecerá en la misma ciudad en el año  980. De sus tres obras, dos de ellas, en principio, no parece que tengan que ver con el texto de Abulcasis, que, adelantamos, una gran obra de consulta de contenido médico y quirúrgico. Sin embargo, la tercera, el Kitāb ՙuyūn al-adwiya (Libro de los principios de los medicamentos), es posible que esté más cerca de su línea de actuación.

Fue también contemporáneo suyo ՙAbd al-Raḥmān Ibn Isḥāq al-Haytam, del que solo sabemos que vive en la Córdoba del siglo X y es autor de cuatro obras de temas médicos diversos, todas ellas perdidas, pero que conocemos sus títulos por Ibn Abī Uṣaybiՙa. Lo mismo sucede con Abū Ayyūb Sulaymān Ibn Ḥassān, más conocido como Ibn Ŷulŷul (943-después de 994), historiador de la medicina y buen conocedor de las propiedades de los medicamentos simples. Junto con el médico judío Ḥasdāy Ibn Šaprūṭ y el monje bizantino Nikolas, abordará la tarea de ofrecer la versión cordobesa de la Materia Médica de Dioscórides, traduciéndola del griego al árabe, o al menos, adaptándola, y esa experiencia le serviría para plasmarla en dos obras sobre medicamentos simples. Por cierto que, como historiador, no menciona a Abulcasis, aunque es posible que su obra viera la luz antes de que nuestro autor fuese reconocido como sabio, lo que no debió suceder hasta finales del siglo X o principios del XI.

Por último, citaremos como otro de sus posibles maestros a Abū Bakr Ḥāmid Ibn Samyūn (muerto después del 1001), médico cordobés, cuyo Kitāb Ŷāmi al-adwiya al-mufrada Libro recopilación de los medicamentos simples fue muy difundido, no sólo por el territorio de al-Andalus, sino por todo el mundo árabe, pues hoy podemos encontrar manuscritos de esta obra en Egipto, Estambul y Alepo. También fue autor de un Kitāb aqrābādīn Libro de recetas, que en la actualidad se considera perdido.

Como señalaran hace unas décadas M. S. Spink y G. L. Lewis, solo la tradición, elaborada tras la lectura de la obra de Abulcasis, que no los escasos datos que figuran en su biografía, prácticamente inexistentes, nos presenta a este personaje como médico de cámara del califa ‘Abd al-Raḥmān III al-Nāṣir, que reina entre el 912 y el 961, de su hijo al-Ḥakam II al-Mustanṣir (961-976), Hišām II (976-1009) y del hāŷib Ibn Abī ‘Āmir al-Manṣūr (muerto en el 1002), el genio militar azote de los reinos cristianos peninsulares conocido como Almanzor. Debemos poner algún reparo a esto. Si, como suponemos, nace después del 936, en el 961 cuando fallezca ‘Abd al-Raḥmān III, Abulcasis tendría veinticinco años, o quizás aun menos —dependiendo de cuando hubiese nacido, siempre después del 936— edad a la que habría acabado ya sus estudios teológicos y muy posiblemente también los médicos, pero que difícilmente sería capaz de llevar sobre sus hombros el cuidado de la salud de un califa en sus últimos años, máxime cuando sabemos que había otros médicos contemporáneos de renombre. En todo caso, tengo menos problema a que fuese médico personal de al-Ḥakam II, y ninguno a que lo fuese de Hišām II, o de Almanzor, puesto que sería mucho más verosímil. 

Como he indicado, tampoco hay noticia de sus discípulos, excepto una referencia de Muḥammad al-Ḥumaydī, que dice que enseñó a Ibn Sumayk, del que desafortunadamente nada sabemos. Por ser contemporáneo suyo y residir en Córdoba un cierto tiempo, bien pudo aprender junto a nuestro autor Abū ‘Abd Allāh Muḥammad Ibn al-Ḥusayn Ibn al-Kattāni, nacido en Córdoba en el 951 y muerto en Zaragoza en el año 1029, autor de tres obras médicas, dos de ellas perdidas: el Kitāb al-tafhīm (Libro que hace comprender); el Kitāb wiqāyat al-amrāḏ al-jaīra (Libro sobre la preservación de enfermedades peligrosas) y el Kitāb al-šaŷara o Libro del árbol.

Sobre la obra de Abulcasis es importante hacer constar que su principal aportación fue el Kitāb al-taṣrīf li-man ՙaŷiza ՙan al-ta’līfLibro de la práctica [de la medicina] para aquellos que la desconocen, que en adelante abreviaremos como Kitāb al-taṣrīf. Se trata, como indicamos, de la primera obra médica dotada de carácter integrador, compuesta en al-Andalus, que conozcamos hasta el momento. En efecto, hasta que aparece dicho escrito, los sabios andalusíes se habían limitado a realizar estudios parciales referentes a la embriología, obstetricia y pediatría; a glosar los libros de los clásicos griegos y helenísticos, Hipócrates y Galeno sobre todo o, de manera mucho más frecuente, a  recopilar colecciones de medicamentos simples, cuyo origen estaba en el escrito de Dioscórides de Anazarba, recordemos ya conocido en Córdoba, y también sobre medicamentos compuestos. Pero no encontraremos ninguna obra que abarque toda la Patología y la Terapéutica, como sucede con la de Abulcasis.

Esto si había sucedido en Oriente, pues obras de contenido global las tienen Abū Bakr Muḥammad Ibn Zakariyā’ al-Rāzī, el Razes de los latinos (865-entre 923-932), autor del Kitāb al-Manṣūrī Libro [de medicina dedicado a Abū Ṣaliḥ] al-Manṣūr [Ibn Isḥāq], un soberano de la dinastía samaní. Este escrito tuvo una enorme repercusión en el mundo médico medieval, tanto en la vertiente islámica, como en la cristiana, en este último caso tras su traducción al latín por Gerardo de Cremona, en Toledo, sobre el año 1170. Estructurado en diez tratados, refleja gran parte de la teoría y la práctica médica: Anatomía, Fisiología, Patología, régimen de vida, materia médica, etc. Tras la descripción de cada cuadro morboso aparece su fisiopatología, el pronóstico y la terapia, a base de dieta y medicación, fundamentalmente. Especialmente importante es el tratado noveno, dedicado a la terapéutica medicamentosa y traducido como Liber nonum almansoren, será un referente a lo largo de toda la Baja Edad Media.

Otro sabio a destacar por la influencia posterior de su escrito fue el persa ՙAlī Ibn al-ՙAbbās al-Maŷūsī (m. 994). A él le debemos el Kitāb al-Malakī o Libro real, traducido al latín por Constantino el Africano en el siglo XI como Liber pantegni. Comprende dos partes, cada una de ellas con diez tratados. En la primera se habla de las bases de la medicina: Anatomía, Fisiología, régimen de vida y Patología. En la segunda de dietética, terapéutica y cosmética. Las fiebres y su tratamiento y la terapéutica de las enfermedades de la cabeza al pie. Además, cauterización, extracciones dentarias, castración, fracturas, luxaciones, ortopedia y medicamentos compuestos. 

El Kitāb al-taṣrīf de Abulcasis es un texto muy extenso, que supera los 750 folios, es decir 1.500 páginas. No ha sido nunca editado al completo, ni traducido, a ningún idioma. Como veremos seguidamente, se ha hecho de modo fragmentario al latín y al hebreo en la Edad Media y al español, al francés y al inglés en fechas más recientes. Pocas obras médicas de su época igualan o superan las dimensiones de este escrito, tan solo los mencionados de Razes y al-Maŷūsī, y más tarde, lo hará también el de Abū ՙAlī Ibn Ḥusayn Ibn ՙAbd Allāh Ibn Sīnā, Avicena (980-1037) titulado Kitāb al-qānūn fī l-ibb (Libro de la norma en medicina), que constituirá, sin duda, el mayor y más completo tratado de medicina en el mundo medieval, pero que Abulcasis no pudo llegar a conocer.

La gran aportación de Abulcasis fue ofrecer a médicos y pacientes un manual que abarcase, de una forma integrada, lo más importante sobre la ciencia médica, quizás en la misma línea del libro de Alī Ibn al- Maŷūsī, que posiblemente no llegó a manejar: Anatomía, Fisiología, Patología, alimentación, Terapéutica médica y quirúrgica, etc. Pero, en contra de lo que pudiese esperarse, tal concepción totalizadora no tendrá muchos continuadores entre los sabios andalusíes: Abū l-Walīd Ibn Muḥammad Ibn Aḥmad Ibn Muḥammad Ibn Rušd, Averroes (Córdoba, 1126 – Marrakuš, 1198) escribirá el Kitāb al-kulliyyāt fī l-ṭibb (Libro de las generalidades sobre la medicina) quizás el texto más completo de todos ellospero se limitará a la Anatomía, a la Patología y la terapéutica medicamentosa, y obviará, como venía siendo una costumbre generalizada, a la cirugía. Y las otras tres grandes figuras, andalusíes Abū Marwān ՙAbd al-Malik Ibn Zuhr, Avenzoar (Sevilla, c.1095 – Sevilla, 1162), autor del Kitāb al-taysīr fī l-mudāwā wa-l-tadbīr Libro de la simplificación de la medicación y el régimen; Muḥammad Ibn ՙAbd Allāh Ibn al-Jaṭīb (Loja, 1313 – Fez, 1374) que escribe el Kitāb ՙamal man ṭabba li man ḥabba (Libro de la práctica de la medicina para el que lo desee) y Abū ՙAbd Allāh Muḥammad Ibn Alī al-Lajmī al-Šaqūrī (Segura, 1326-27-después de 1369) con su Maqāla fī l-ṭibb min ra´s al-insān ilà l-qadam (Capítulo de la medicina del cuerpo humano de la cabeza a los pies) ofrecerán completos tratados de patología, adicionados de terapéutica mediante el uso de las drogas, pero no aceptarán las completas indicaciones de Abulcasis, privando a sus escritos de cualquier parte quirúrgica.

Describiremos seguidamente los treinta tratados que componen el Kitāb al-taṣrīf, para poder analizar su contenido:

Tratado 1. Introducción y Anatomofisiología.

Tratado 2. Clasificación de las enfermedades y señales para reconocerlas. Recomendaciones terapéuticas.

Tratado 3. Compuestos medicamentosos: pastas hechas para que fermenten y sean guardadas.

Tratado 4. Preparación de antídotos: la triaca magna, otras triacas y medicamentos simples que son útiles contra los venenos.

Tratado 5. Indicaciones del compuesto conocido como hiera

Tratado 6. Indicaciones de las píldoras purgativas, hechas con sustancias purgantes y enfermedades en las que deben usarse.

Tratado 7. Eméticos, enemas, pesarios, supositorios rectales o vaginales y bujías.

Tratado 8. Laxantes

Tratado 9. Compuestos cardiotónicos, el almizcle y similares.

Tratado 10. Indicaciones de la trifera y las semillas purgantes.

Tratado 11. Indicaciones sobre los electuarios, pastas medicinales y similares

Tratado 12. Sobre los medicamentos afrodisíacos, de engorde, adelgazantes, favorecedores de la lactancia y similares.

Tratado 13. Jarabes comunes con vinagre y arropes.

Tratado 14. Infusiones comunes, enérgicas, aromáticas, con o sin acción purgante.

Tratado 15. Las conservas, sus usos, formas de preparación y almacenamiento.

Tratado 16. Polvos medicinales, laxantes o no.

Tratado 17. Tabletas purgantes o astringentes

Tratado 18. Estornudatorios, preparaciones usadas para gotas, fumigaciones, polvos medicinales y para hacer gárgaras.

Tratado 19. Fabricación de perfumes y remedios para el adorno y embellecimiento del cuerpo.

Tratado 20. Colirios, medicinas oftalmológicas y compresas para ser colocadas sobre los ojos.

Tratado 21. Dentífricos y otros medicamentos útiles para los dientes.

Tratado 22. Medicinas usadas en las dolencias del pecho, especialmente en los catarros.

Tratado 23. Medicinas para las enfermedades del cuerpo descritas de la cabeza a los pies.

Tratado 24. Fabricación del ungüento de palmera, otros ungüentos de Galeno y otros medicamentos.

Tratado 25. Sobre las pomadas, sus usos, y método preciso para su extracción

Tratado 26. Régimen para enfermos y para la mayoría de los sanos, ordenado por enfermedades.

Tratado 27. Indicaciones de los medicamentos y los alimentos, correcciones, potencia y cualidades especiales.

Tratado 28. Mejoras en los medicamentos, tostado de minerales y todo aquello que pueda ser usado como medicamento.

Tratado 29. Sinónimos de medicamentos en varias lenguas, cambios de unos medicamentos por otros, durabilidad simple o compuesta, aclaración de sinónimos, pesos y medidas en los libros de medicina.

Tratado 30. El uso de la Cirugía.

Siguiendo a S. Hamarneh y G. Sonnedecker podemos agrupar los tratados en ocho categorías:

1.ª Introducciones y epílogos, avisos éticos y principios profesionales.

2.ª Patología general y especial, teorías médicas y definiciones, naturaleza del hombre y temperamentos; Anatomía, Patología, nosotaxia, síntomas y tratamiento. Están contenidos en los tratados uno y dos.

3.ª Parte quirúrgica, con sus instrumentos. Tratado treinta.

4.ª Farmacología y terapéutica medicamentosa para las distintas enfermedades: tratados seis, ocho, doce y trece.

5.ª Farmacología y tratamiento médico para problemas específicos u órganos: tratados nueve y veintidós.

6.ª El uso de los alimentos en la enfermedad y la salud y su relación con la práctica médica: tratados treinta y seis y treinta y siete.

7.ª Preparación de medicamentos, sustituciones, pesos y medidas, sinónimos y técnicas de preparación de medicamentos compuestos: tratados veintiocho y veintinueve.

8.ª Efectividad de los medicamentos simples y compuestos en el tratamiento de las enfermedades. Formas y dosis: tratados: trece, catorce, quince, dieciséis, diecisiete, dieciocho, diecinueve, veinte, veinticuatro y veinticinco. 

Los tratados tienen un desarrollo desigual, pues una parte de ellos alcanzan una extensión notable y otros, por el contrario, sólo ocupan unos pocos folios. Siguiendo a los mencionados autores podemos indicar cuáles son los más importantes, a juzgar por su extensión. Así vemos que casi la mitad del texto, aproximadamente, está constituido por el estudio de la anatomofisiología, de las enfermedades y de la cirugía. La otra mitad la constituyen los alimentos y la terapia medicamentosa. Lo que destaca especialmente es el gran apartado quirúrgico, que habitualmente alcanzaba en los libros de la época unas dimensiones muy modestas. Esto, insistimos, hace a la obra especialmente valiosa, precisamente porque no se han prodigado sobre esta materia en la medicina medieval islámica. No conocemos más que dos tratados con un volumen quirúrgico importante, aunque omitan los otros aspectos de la medicina, que son los debidos a Ibn al-Quff y a Muḥammad al-Šafra. Nos ocuparemos de ellos.

Por lo que sabemos, el Kitāb al-taṣrīf fue un escrito de absoluta madurez. Avala tal afirmación, en primer lugar, el propio contenido de la obra, que muestra un conocimiento muy decantado y sopesado, en la línea de los grandes maestros, como puedan ser Razes, Alī Ibn ‘Abbās al-Maŷūsi o el propio Avicena. En segundo término por la fecha de su composición. Aunque esta no figure en ninguno de los repertorios consultados, afirmo que fue escrito entre el año 996 y el de su muerte en 1009 o 1013. Me apoyo en un dato que figura en el tratado 30 del Kitāb al-taṣrīf; allí se indica que el autor ha oído que “un iraquí realizaba una técnica nueva para solucionar el problema de la catarata, mediante su extracción”. Y dice a continuación que “dicha técnica no es conocida entre nosotros, ni sabe de nadie que la haya practicado”. Pues bien, ese iraquí es, según parece, Abū l-Qāsim ‘Ammar Ibn ‘Alī al-Mawṣilī, nacido en Mosul, en Iraq. Su libro, el Kitāb al-muntajab fī ‘ilāŷ al-‘ayn: Libro de lo imprescindible para la curación del ojo, está dedicado al sultán al- Ḥākim, cuyo gobierno se extiende entre el 996 y el 1020. Como dicho libro pasa por contener la primera descripción de la extracción de la catarata, creemos que el 996 debe ser tomado como tope mínimo para la composición del Kitāb al-taṣrīf o, al menos, para su terminación, puesto que lo indicado se recoge en el último tratado del escrito.           

El Kitāb al-taṣrīf tuvo una gran difusión en su tiempo, y también posteriormente, y no solo entre los médicos islámicos, sino también en el mundo latino occidental. Si atendemos al número de manuscritos que poseemos en árabe, más de cuarenta, podemos estar seguros de que fue muy conocido. Por otra parte, la propia distribución en las bibliotecas de mundo nos permite ver, dentro de una natural prudencia, los lugares donde pudo ser consultado. Así hallamos en la actualidad manuscritos en Estambul; Bankipor; Oxford y Londres; El Escorial, Madrid y Granada; Berlín y Gotha; Leiden; San Petersburgo; Rabat; París; El Cairo; Vaticano, Viena; Teherán, etc.

En el mundo occidental sería conocido a partir de las numerosas traducciones fragmentarias realizadas. Aunque permanecen inéditos en la actualidad una gran parte de los tratados que la componen, sabemos que fueron tempranamente traducidos, al menos, los siguientes:

Los tratados 1 y 2 fueron vertidos al latín con el título Liber theoricae nec non practicae alsaharawi in prisco arabum medicorum conventu facile principiis, qui vulgo Acararius dicitur. Su edición se debe a la mano del hebreo Paulus Riccius y fue impreso en Ausburgo, en 1490 y 1519.

Aunque en estos temas siempre hay que adoptar una gran prudencia, L. T. Morton indica que en el tratado 2, el que está dedicado a la clasificación de las enfermedades, las señales para reconocerlas y recomendaciones terapéuticas, aparece la primera descripción realizada sobre la hemofilia. El tratado 19, ha sido traducido recientemente al castellano por M. L. Arvide y publicado de forma fragmentaria en la revista Dynamis en el año 2001. Consta de dos partes, la primera contiene los perfumes llamados algalias, los aceites, ungüentos, inhalaciones, fumigaciones, etc. que emplean usualmente los pacientes por contener elementos terapéuticos. Está dividido en diez capítulos. La segunda, dividida en otros diez, se ocupa de los preparados que emplean hombres y mujeres para el adorno y embellecimiento del cuerpo. Sus fuentes parecen ser Dioscórides, Pablo de Egina, Razes, Ibn Māsawaih, Ibn al-Ŷazzār e Isḥāq Ibn ՙImrān.

El tratado 28 fue traducido al latín como Liber servitoris de praeparatione medicinarum simplicium por Simón de Génova y Abraham Judeus de Tortosa. Fue frecuentemente impreso por la naciente imprenta, lo que explicará su gran vigencia  en el Renacimiento: Venecia, 1471; Nápoles, 1478; Venecia, 1491; Basilea, 1541 y Lión, 1541.

En lengua castellana fue difundido como: Servidor de albuchasis... benaberacerin trasladado del aravigo en latin por Simon genoves siendo Abraham judio de Tortosa interprete agora nuevamente trasladado y corregido del latin en lengua vulgar castellana por el licenciado Aloso Rodriguez de Tudela. La edición impresa fue realizada en Valladolid, en 1516.

El tratado 29 en su parte 5.ª, se tradujo como Explicatio ponderum et mensurarum in libris medicis acurrentium. De este texto hizo una versión francesa H. Sauvaire en 1884.

Por razones de especial oportunidad, pues ya indicamos que fueron muy escasos los escritos árabes medievales sobre cirugía, el tratado 30, dedicado precisamente a esa materia, tuvo una importante vida propia. Traducido al latín en Toledo por Gerardo de Cremona en el siglo XII, con el título Liber Alsaharavi de cirurgia, fue vertido a otras lenguas de forma casi inmediata. Conocemos versiones suyas hebreas, catalanas y castellanas. Con la llegada de la imprenta fue editado en numerosas ocasiones. Nos constan las ediciones de: Albucasis methodus medendi cum instrumentis ad omnes fere morbis depictis, Venecia, 1497 y Venecia, 1499. O bien Cyrurgia Albucasis cum cauteriis et aliis instrumentis: Venecia, 1500. Aparece junto con la Cyrugia parva de Guy de Chauliac, el Tractatus de oculis de Isaaq Judeus y el Tractatus de oculis de al-Mawṣilī, al que nos hemos referido: Venecia, 1506; Venecia, 1530; Venecia ,1531 y Estrasburgo, 1532. También lo hallamos como Albucasis chirurgicorum omnium primarii, lib. tres. Existe una edición de Basilea, en 1541.

Una edición árabe-latina bastante tardía, debida a J. Channing, fue realizada en Oxford en 1778 con el título: De chirurgia. Arabice et Latine cura... Algo más tarde, L. Leclerc publicó una traducción francesa con el título La chirurgie d’Abulcasis en 1861. Aun hoy se han seguido editando fragmentos de la obra con fines historiográficos y no exclusivamente médicos, como había venido sucediendo a lo largo de los siglos XV y XVI. Ejemplo de los mismos es: Albucasis, on surgery and Instruments. A definitive edition of the arabic text with english translation and comentary by M. S. Spink and G. L. Lewis, London, The Wellcome Institute of the History of Medicine, 1973.

El tratado 30 tiene tres partes: la primera, con 56 capítulos, está dedicada a las enfermedades que precisan el uso del cauterio, un instrumento de acero que se calienta antes de ser empleado, con el que se resuelven una amplia serie de problemas que aparecen enumerados de la cabeza al pie. La gran ventaja del cauterio es que además se controla la hemorragia, siempre una grave amenaza para el cirujano. La segunda, que comprende 99 capítulos, trata de las incisiones, perforaciones, sangrías y ablaciones realizadas por medio del bisturí. El uso de las ventosas; las heridas, extracción de flechas, etc. El orden de la descripción es de la cabeza al pie. La tercera, con 35 capítulos, contiene el tratamiento de fracturas y luxaciones, descritos también de la cabeza al pie.

Intercalados en el texto aparecen dibujados los diferentes instrumentos quirúrgicos que deberán ser empleados en la intervención que se está describiendo. Su número es, aproximadamente, de doscientos. Entre ellos hay diferentes tipos de cauterios, bisturís, escalpelos, sierras de varios tamaños, sondas, pinzas, ventosas, etc.

La cirugía preconizada en el texto es únicamente de carácter externo, puesto que no se accede a ninguna de las tres cavidades, cerebral, torácica o abdominal, pues era imposible hacerlo en la época. De todos modos, aborda temas muy complejos como sucede con la amputación de los miembros, reducción de hernias o la ablación de la mama cancerosa.

Las fuentes del tratado estimadas, pues raramente cita a ningún autor, son, como quizás no podría ser de otra manera tratándose de temas quirúrgicos, Pablo de Egina, Cornelio Celso, Galeno e Hipócrates, por ese orden, seguidos ya en un volumen mucho menor, por Oribasio, Aecio de Amida, Sorano de Efeso, Antilus, Arquígenes, Leónidas de Alejandría, Celio Aureliano, etc. De los autores islámicos solo parece utilizar los consejos de Razes y quizás los de ՙAlī Ibn al-ՙAbbās al-Maŷūsī.

Sabemos que circulan otros escritos de Abulcasis. Una parte del tratado 30, la destinada a las enfermedades de las mujeres, fue editado con el siguiente título: Albucasis Arabis quae de morbis mullieribus scripsit capita cum instrumentis chirurgicis ad id necesariis in Israel Spach, Gynaciorum sive de mulieribus... Argenteuil, 1597.

Tambien está el Kitāb fī l-ṭibb li ՙamal al-ŷarrāhīn (Libro de medicina para la práctica de los cirujanos), actualmente inédito, y del que solo hay un manuscrito, el 6254 de la Deutsche Staatsbibliothek de Berlín. Muy posiblemente deberá tratarse de un resumen del tratado 30 del Kitāb al-taṣrīf.

A nuestro juicio, y a tenor de lo que hemos expresado sobre el Kitāb al-taṣrīf, es incuestionable que Abulcasis fue el médico medieval con una visión más completa de la ciencia de curar, sobrepasando a todos sus coetáneos. Pocos como él supieron poner de manifiesto claramente, en un siglo X en que desarrolla su actividad, la necesidad de que médicos y cirujanos, pese a que constituyen dos grupos profesionales distintos, aúnen sus esfuerzos con el único fin de servir mejor a los pacientes.

En efecto, Abulcasis pudo limitarse a escribir una obra de consulta al uso para los médicos de la época, pero no fue así. Su amplio tratado dedicado a los procedimientos quirúrgicos está, por lo menos, a la misma altura que el que glosa los remedios farmacológicos, que constituían la base de la terapéutica medieval. Y en muchos casos, creo que utiliza una mayor profundidad. Esto constituye en sí una gran novedad, pues la terapia quirúrgica venía siendo considerada como un mal remedio para el paciente, solo utilizable cuando era imprescindible y, por supuesto, en raras ocasiones por las manos del médico. La cirugía podía, en suma, ser considerada como el fracaso de la medicina, de la que los médicos en el estricto sentido no debían responsabilizarse. Ya lo había preconizado en su momento Galeno en su escrito Sobre el examen de los médicos. Nos dirá el médico de Pérgamo: Consideraremos a un médico experimentado, hábil y científico si es capaz de curar con dieta y droga las enfermedades que los cirujanos tratan mediante la escisión...

Abulcasis romperá con tan inadecuada tradición. Según el mismo afirma en su obra los médicos, no solo deberán saber cirugía, sino que serán los que la practiquen y, al igual que recetan los medicamentos, tomarán el escalpelo o el cauterio y procederán de acuerdo con las necesidades del paciente. La insatisfacción de Abulcasis sobre el pobre estado de la Cirugía en su tiempo se expresaba así:

“Antes de acabar para vosotros, hijos míos, este libro en el que se contienen los conocimientos de la medicina, he pensado que es bueno completarlo con este tratado que se refiere a las intervenciones quirúrgicas, ya que la cirugía no florece en nuestra tierra y en esta época, de tal manera que dicho saber está a punto de desaparecer, casi sin dejar huella. Quedan algunos restos de la misma en los escritos de los antiguos, pero son tantas las adulteraciones llevadas a cabo por las manos de los copistas y tantos y tan graves los errores, que su significado se ha vuelto oscuro y su comprensión imposible”. (Prefacio del tratado 30 del Kitāb al-taṣrīf)

Frente a la temerosa actitud de los médicos islámicos medievales, que confiesan muchos de ellos que les repugna derramar sangre, establece claramente que el médico no puede dejar en manos de empíricos ignorantes la práctica de la cirugía, pues lo que está en juego es la vida del paciente. El médico sabe, o debe saber, Anatomía, Fisiología y Patología mientras que el artesano quirúrgico que trabaja en mercados y calles las desconoce. El buen médico precisa conocer la Patología quirúrgica para diagnosticar correctamente la lesión, y dominará la técnica quirúrgica adecuada para practicar con éxito la intervención.

¿Quiere decir esto que Abulcasis realizó intervenciones? De ser así constituiría una actuación doblemente atípica: escribir ampliamente sobre el uso de la cirugía y, ser consecuente, ejerciéndola. Con la debida cautela, pues en estos campos es preciso ser muy prudentes, me gustaría afirmar que sí. Y lo digo basándome en tres razones: la primera, fundamentada en la noticia de Aḥmad Ibn Aḥmad Ibn ‘Āmir al-Dabbī, (fallecido en 1203) quien dice que Abulcasis “fue un médico y cirujano de la mayor habilidad”. La segunda es que las descripciones de muchas intervenciones no podrían haber sido tan completas, de no haberlas realizado él mismo alguna vez. Y la tercera, que en el texto afirma haber practicado de su mano algunas de las intervenciones que describe, como sucede con heridas por arma blanca, extracción de flechas, escisión de tumores, etc. ¿pudo ser simple vanagloria y no corresponder a la realidad? No es probable.

Otro tema es dilucidar sería si fue original, o no, en la mayoría de sus descripciones quirúrgicas. Posiblemente no, pues es casi seguro que, prácticamente, todo lo que indica había sido ya recogido por autores anteriores, pero quizás no lo hicieron de un modo tan preciso. De todas formas, puede que sea el primero en incluir alguna de las técnicas descritas.

En justa correspondencia a su gran labor, tuvo seguidores. El sirio de origen cristiano, Abū l-Faraŷ Ibn Yaqūb Ibn Isḥāq Ibn al-Quff (1233-1286) escribió el Kitāb al-umda fī sināat al-ŷirāḥa (Libro base del arte de la cirugía) y fue uno de los escasos continuadores islámicos de Abulcasis que alcanzaron renombre. Su labor de cirujano ejercida durante una de las últimas cruzadas en tierras de Egipto, le debió servir para poner en práctica sus enseñanzas. Mediante dicho escrito pretenderá conseguir algo parecido a lo que pretendía Abulcasis, solo que desde el punto de vista del cirujano: los que ejercen la cirugía deben conocer la anatomía y la patología, para así lograr ser efectivos. También Muḥammad Ibn Alī Ibn Faraŷ al-Fihrī al-Qirbilyānī, conocido como al-Šafra (Crevillente c. 1300 – Granada, 1360). Este fue un cirujano artesanal que, necesitando ampliar sus conocimientos, acudirá a Valencia para estudiar junto a los cirujanos cristianos, que precisamente emplean una traducción latina del Kitāb al-taṣrīf de Abulcasis. Ejercerá en el Reino Nazarí de Granada, donde acompaña en ocasiones a su ejército. Asiste a la caída de Algeciras en manos castellanas y marchará a Fez, donde continuará su ejercicio. Volverá a Granada solo para morir. A él le debemos el Kitāb al-istiqṣā wa-l-ibrām fī  ilāŷ al-ŷirāhāt wa-l-awrām (Libro de la indagación y ratificación en la curación de las heridas y tumores) que ha sido traducida al castellano hace unos años por E. Llavero.

En su primera parte, trata de las erupciones y los tumores, descritos de forma muy teórica, donde la fuente es Galeno, de forma casi exclusiva. En la segunda, que recoge su experiencia como cirujano, tiene un carácter más original. Se ocupa de las heridas, descritas de la cabeza al pie, de las luxaciones y de las fracturas y Abulcasis es el origen de todo cuanto se manifiesta en esta parte. En la tercera, vuelve a ser muy tradicional, pues la dedica al uso de medicamentos compuestos utilizados en solucionar los problemas tratados.

En la Granada Nazarí del siglo XIV, Muḥammad al-Šafra quiere realizar una tarea similar a la de Abulcasis. Pero su punto de vista es el mismo de Ibn al-Quff, para obtener el beneficio del paciente hay que mejorar la formación del cirujano. Los cirujanos artesanales, como él mismo lo había sido hasta obtener una buena formación en Valencia, son los que tienen la obligación de aprender medicina.   

Esta será la concepción pasa a Occidente, donde la importancia del cirujano aumenta día a día. No es el médico el que debe saber Cirugía, sino el cirujano el que deberá conocer la Medicina. Entre los autores latinos directamente seguidores de las enseñanzas de Abulcasis, una pléyade, citaremos al italiano Teodorico Borgoñoni, (Luca, 1205-Bolonia, después de 1266) y a los franceses Henri de Mondeville (1260-1315), discípulo del primero, y Guy de Chauliac, (Chauliac, c.1300-Lion, c. 1368). Este último fue, quizás, el más conocido de los cirujanos medievales, pues la “Cirugia de Guido” se seguirá enseñando usualmente en los centros europeos durante el Renacimiento. Fue autor de la Chirurgia Magna, que aparecerá en 1363, y tambien de la Chirurgia Parva. Junto con Hipócrates y Galeno, Abulcasis será el autor más citado por Chauliac.

 

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Fernando Girón Irueste

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