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Alonso de Piña

Biografía

Piña, Alonso de. Toledo, c. 1455 – Junquera de Ambia (Orense), 3.VII.1544. Eclesiástico, prior, vicario general y mecenas.

Nació en Toledo en 1455, pero su biografía se vincula pronto a Orense a través de su tío Pedro de Tamayo, mayordomo del obispo Pedro de Silva y después chantre de la catedral auriense. Estudió Derecho en la Universidad de Salamanca. Sus responsabilidades en Orense fueron muchas, de tal modo que es la personalidad más influyente en la primera mitad del siglo xvi: Comenzó, siendo todavía estudiante y clérigo de órdenes menores, titular de los beneficios de San Pedro de Moreiras, al menos desde 1498, con unos 500 ducados de renta, de San Pedro de Cudeiro, presentado en 1479 y con 300 ducados de renta y, de Santa Baia, que valdrían en total más de 1386 ducados.

Protonotario apostólico, en el Cabildo de Orense desde el 30 de marzo de 1496 ocupó la chantría, y el 17 de abril de 1508 se posesionó de una canonjía, lo que supuso aumentar su poder económico. Provisor del obispo Antonio Pallavicini, que era obispo de Orense desde 1486 y vicario capitular en la vacante acaecida por muerte del prelado el 11 de septiembre de 1507, el Cabildo lo nombró como “persona de ciencia e renta”. En 1510 parece que viajó a Roma. De nuevo fue provisor, oficial y vicario general del obispado por Orlando de la Rovère, arzobispo de Aviñón y obispo de Orense desde el 17 de marzo de 1512.

Como ambos prelados nunca residieron en su iglesia, Alonso ejerció en su nombre un poder cuasi episcopal.

Prior, o más bien administrador perpetuo de Junquera de Ambia desde 1513, donde fue reconocido como verdadero señor en todos los órdenes ya que era mucha la riqueza del priorato con cincuenta y seis lugares dependientes de él. Como verdaderos señores jurisdiccionales, los priores gozaban de la jurisdicción civil y criminal, nombrando alcalde mayor, escribanos, juez de apelaciones, siendo las rentas de más de 5000 ducados. Renunció al priorato en su hijo Antonio de Piña y Tamayo, pero, muerto éste prematuramente, reasumió la responsabilidad, aunque por breve tiempo, hasta su propia muerte. Evidentemente Junquera fue el lugar más querido para él, donde se dedicó, sobre todo en los últimos años, a una vida piadosa pero muy activa y allí murió longevo con más de noventa años, el 3 de julio de 1544. Delante de la capilla mayor de Junquera se conserva su lauda sepulcral adornada con su escudo y con motivos de gusto renacentista y elogioso epitafio.

Su alto poder económico lo empleó sobre todo en ejercer un inteligente mecenazgo artístico y en obras religiosas, además, es de suponer, de mantener a su familia y prole; se conocen al menos dos hijos a los que dejó como sucesores en algunos de sus beneficios y dos hijas, dejando a las hijas de éstas, sus nietas, varias mandas en su testamento otorgado en Junquera el 30 de junio de 1544.

Hombre eficaz, pero controvertido, lleno de contrastes en su vida privada que va desde la frivolidad y la pendencia a la serena religiosidad y al eficaz gobierno.

Debió de tener amigos fervientes y enemigos declarados. Como hombre de su época, pagó tributo a los principales defectos de su época: incontinencia, nepotismo, acumulación de beneficios, poder abusivamente ejercido. Fue culto y de gustos refinados, Como mecenas sufragó las obras del Convento Franciscano de Trandeiras (Orense), en Junquera pagó las obras de la sacristía y de una capilla, el claustro, el retablo mayor y el coro, todo de buen gusto renacentista. En la catedral, aunque sufragado con rentas episcopales, está detrás de la obra del retablo mayor de Cornelis de Holanda. En San Pedro de Moreiras un retablo del mismo escultor ostenta sus armas como señal de ser él su promotor.

 

Bibl.: O. Gallego Domínguez, “Os señoríos e mosteiros da Limia no Antigo Réxime”, en Lethes (Xinzo de Limia), n.º 3 (2001), págs. 34-57; M. A. González García, “Don Alonso de Piña, chantre de Ourense, prior de Xunqueira de Ambía, mecenas y hombre de gobierno”, en Escritos dedicados a José María Fernández Catón, León, Centro de Estudios e Investigación San Isidoro, 2004, págs. 571-595.

 

Miguel Ángel González García