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Josefa Amar y Borbón

Biografía

Amar y Borbón, Josefa. Zaragoza, 4.II.1749 – 21.II.1833. Escritora ilustrada y defensora de la educación de las mujeres.

Nació en el seno de una familia que contaba por las dos ramas con una larga tradición intelectual vinculada a la Medicina. Su padre, José Amar y Arguedas, nacido en Borja en 1715, se doctoró por la Universidad de Zaragoza en 1739 y obtuvo la cátedra de Anatomía unos años más tarde. En 1754 se trasladó a Madrid, donde fue médico real, vicepresidente de la Real Academia Médico-Matritense y autor de obras de su especialidad, falleciendo en 1779. Su madre, Ignacia Borbón y Vallejo, fue hija de Miguel Borbón y Berné, también zaragozano y catedrático, que en 1746 pasó a Madrid como médico de la Real Cámara. Fue el artífice de la venida de su yerno a la capital, beneficiándose ambos de la reorganización del Real Protomedicato en 1750 que supuso una relativa integración de las actividades médicas en el aparato administrativo de la Monarquía. Por razones de afinidad y paisanaje, don José mantuvo estrecho contacto con Andrés Piquer, que además de sus preocupaciones científicas también estaba interesado por temas de carácter pedagógico.

Igualmente, en sus últimos años, se relacionó con el poderoso grupo aragonés de la Corte, cuyo punto de unión era el conde de Aranda, presidente del Consejo de Castilla entre 1766 y 1773.

Nada se sabe de cómo transcurrieron los primeros años de la familia en Madrid, salvo que fijaron su domicilio en la calle de Caballero de Gracia y la asistencia regular del padre a Palacio. Doña Josefa era la quinta de doce hermanos, tres de los cuales siguieron la carrera militar y otro la eclesiástica y recibió una educación poco convencional para su tiempo.

Fueron sus preceptores dos aragoneses de reconocida erudición, Rafael Casalbón, helenista de gran prestigio, vinculado a la Biblioteca Real y posterior bibliotecario de ella a la muerte de Juan de Iriarte en 1772, y el presbítero Antonio Berdejo, también excelente conocedor de las lenguas clásicas y miembro activo, años más tarde, de la Sociedad Económica Aragonesa. Ambos le dieron una excelenteformación humanística y le iniciaron en el aprendizaje de los idiomas modernos, que consideraban imprescindibles.

No solo leyó a los clásicos, sino a los humanistas españoles del siglo xvi, como Juan Luis Vives, fray Luis de León, Antonio de Nebrija o Arias Montano, por los que tanto aprecio sentían los eruditos ilustrados. Gracias a su buen conocimiento del latín, tuvo acceso a autores modernos, como Bacon o Leibniz, más asequibles en esa lengua que en cualquier otra traducción.

En 1772, cuando contaba veintitrés años contrajo matrimonio con Joaquín Fuertes Piquer, un abogado oriundo de Valbona en Teruel, sobrino de Andrés Piquer y relacionado a través de su hermano Francisco, que fue canciller, con la Universidad de Cervera. Él mismo era colegial de San Ildefonso de Alcalá, y un hombre instruido, autor de una inédita Disertación Política legal sobre Potestades Eclesiásticas y Secular, sus términos y formas de los procedimientos de esta en varias causas y materias de las personas eclesiásticas, escrita en 1766, en la que no ocultaba sus puntos de vista regalistas. Además de estos méritos, como abogado de Madrid, había trabajado en la Sala de Alcaldes de Casa y Corte y ocupado el cargo de depositario general del Monte de Piedad. Su porvenir parecía prometedor, ya que el Consejo de Castilla, a la sazón presidido por Aranda, le había hecho varios encargos y, prueba de ello fue que, en el propio año de 1772, fue nombrado alcalde del Crimen en la Real Audiencia de Zaragoza. Formó parte de la Sociedad Económica Aragonesa nada más constituirse ésta en 1776, llegando a ser director segundo, y redactó varios informes de carácter económico.

La vida de casada y el traslado a la capital aragonesa abrieron nuevas perspectivas a doña Josefa, que no abandonó su afición por el estudio y que pronto gozó fama de mujer instruida. No se sabe desde cuándo empezó a acudir a la Biblioteca de San Ildefonso, que acababa de abrirse, como ella misma reconoce en 1790, pero fue durante mucho tiempo la única mujer que lo hizo. Debió interesarse no sólo por cuestiones eruditas, sino, sobre todo, por los temas de actualidad, porque en 1782 acometió la traducción del italiano del Ensayo histórico apologético de la literatura española... del abate Lampillas, un ex jesuita español que la había publicado en Génova entre 1778 y 1781.

Era un ataque en toda regla contra los argumentos esgrimidos por S. Bettinelli y G. Tiraboschi que descalificaban el Siglo de Oro español, y una defensa en la línea que seguirían después Sempere y Guarinos, Masdeu, el padre Andrés y, muy especialmente, Juan Pablo Forner. Ya la emprendiera por iniciativa propia, o por sugerencia, la traducción no podía ser más oportuna, ya que precisamente ese año acababa de aparecer en la Encyclopédie Méthodique el célebre artículo de Nicolas Masson de Morvilliers sobre España que reavivaría la polémica y, consciente de ello, doña Josefa envió su texto al director de la Económica, marqués de Ayerbe, convencida de su utilidad.

Acertó plenamente porque no sólo obtuvo el reconocimiento de la Sociedad, sino el nombramiento de socia de mérito, el 11 de octubre de 1782. Se trataba de una decisión insólita en su momento, máxime no siendo una dama de la aristocracia, porque se debía tanto a la “acertada traducción”, como a sus “otros conocimientos y prendas bien notorias”. Asistió a algunas sesiones y llevó a cabo con prontitud y diligencia los encargos que se le realizaron, como la revisión y, después, la traducción definitiva, de la obra de Griselini, Discurso sobre el problema de si corresponde a los párrocos y curas de las aldeas el instruir a los labradores en los buenos elementos de la economía campestre... que publicó al año siguiente. Posteriormente, y junto a otras señoras, recibió la comisión de hacerse cargo de las escuelas de hilar que había puesto en marcha la misma Sociedad.

En 1786 se reavivó en la Sociedad Económica Matritense el debate abierto diez años antes sobre si convenía abrir o no sus puertas a las mujeres. Entonces, la propuesta de José Marín, a pesar de contar con el apoyo decidido de personajes tan ilustres como Luis Imbille y Pedro Rodríguez de Campomanes, ni siquiera se tomó en consideración. Ahora, en cambio, existía ya un precedente y, además, se habían renovado los socios con lo que se entabló una viva discusión.

Entre los que eran favorables estaba Jovellanos, que presentó su memoria el 27 de marzo de 1786, mientras que Cabarrús se mostraba contrario. Josefa Amar fue invitada a participar y lo hizo enviando una Memoria [...] sobre la admisión de señoras en la sociedad, fechada el 5 de junio, que fue leída en la Sociedad el 24 del mismo mes. Estructurada en treinta y cuatro puntos, comenzaba planteando el tema de la querella de los sexos, quejándose de la falta de instrucción de las mujeres y de que carecieran de estímulos para salir de esta situación. Negaba que carecieran de aptitudes para hacer lo mismo que los hombres y, tras refutar los argumentos bíblicos o históricos al uso, concluía que su presencia reportaría muchos beneficios a la Sociedad.

La polémica y el discurso de doña Josefa tuvieron eco y su escrito, como los otros, fue publicado en el tomo VIII del Memorial Literario con el título de Discurso en defensa del talento de las mujeres. Se llegó a nombrar con carácter extraordinario a dos socias, Isidra Quintana de Guzmán y la condesa-duquesa de Benavente, y no se tomó ningún acuerdo, con lo que el propio rey Carlos III tuvo que intervenir, autorizando por una Real Orden de 27 de agosto de 1787, la creación, en el seno de la Sociedad Matritense, de una Junta de Damas. Una de las primeras socias admitidas fue doña Josefa que escribió para esta ocasión una Oración gratulatoria. Aunque la Sociedad Aragonesa nunca aceptó la recomendación de Floridablanca de crear también una junta separada, su posición en su seno se resintió, limitando su actividad en ella a la escuela de niñas o a labores asistenciales en el Hospital de Nuestra Señora de Gracia.

En 1789 salió en Madrid la segunda edición, corregida y aumentada, de su traducción de la obra de Lampillas, con una dedicatoria a la reina María Luisa.

Al año siguiente, apareció el Discurso sobre la educación física y moral de las mujeres, estructurado en dos partes, que resume muy bien el pensamiento pedagógico y médico divulgativo de su época. En él aparecen muchos lugares comunes ilustrados, como su confianza absoluta en la capacidad regeneradora de la educación y su apuesta a favor de una práctica religiosa más interiorizada. En el plan de estudios que propone, junto a disciplinas renovadoras, como las lenguas modernas, la historia, el dibujo o la música, se da cabida a las labores manuales. También se muestra favorable a la enseñanza doméstica, por la poca confianza que le merece la conventual, y presta gran atención a la salud como soporte de la educación moral.

Aunque en los años posteriores siguió traduciendo e, incluso, es probable que se arriesgara en alguna otra obra original, nunca más volvió a publicar. La enfermedad irreversible de su marido y su muerte, a los setenta y dos años, en 1798, le obligaron a abandonar las relaciones y actividades que hasta entonces venía desempeñando. Volcada en sus actividades como hermana mayor de la Congregación de Seglares Siervas de los Pobres Enfermos del Hospital de Nuestra Señora de Gracia, conocida con el nombre de Hermandad de la Sopa, soportó el primer sitio de Zaragoza en 1808 y colaboró activamente en el traslado de enfermos.

Después se trasladó a Cortes de Navarra, con algunos parientes, y no volvió hasta 1816, fecha en la que sus dos hermanos, Antonio y Francisco, residían también allí. La muerte de su único hijo, Felipe, debió llenarla de dolor, acentuando su retiro. Había seguido la carrera del padre, consiguiendo en 1802, el mismo año en que su tío Antonio era nombrado virrey de Nueva Granada, la plaza de oidor en la audiencia de Quito. Iniciado el proceso de independencias, su situación se hizo muy comprometida, pereciendo a manos de los insurrectos en 1810.

A partir de estas fechas, los rastros de Josefa Amar se pierden definitivamente. Según distintos testimonios, falleció en Zaragoza el 21 de febrero de 1833, siendo enterrada en el cementerio del hospital en el que tanto había trabajado.

 

Obras de ~: Ensayo histórico-apologético de la literatura española contra las opiniones preocupadas de algunos escritores moderno italianos, Disertaciones del Señor Abate Don Xavier Lampillas, traducido del italiano al español por ~, Zaragoza, por Blas de Miedes, 1782-1784, 6 vols. (el séptimo lleva por título Respuesta del señor abate Lampillas a los cargos recopilados por el señor abate Tiraboschi en su carta al señor abate N.N. sobre el ensayo histórico apologético de la literatura española, traducido del italiano por D. Josefa Amar y Borbón..., Zaragoza, Blas de Miedes, 1786; 2.ª ed., Segunda edición, corregida, enmendada e ilustrada con notas por la misma traductora, Madrid, Imprenta de D. Pedro Marin, 1789, 7 tomos); Discursos sobre el problema de si corresponde a los párrocos y curas de las aldeas el instruir a los labradores en los buenos elementos de la economía campestre, el cual va junto a un plan que debe seguirse en la formación de una obra dirigida a la mencionada instrucción del señor Francisco Griselini, miembro de las principales academias de Europa y secretario de la sociedad patriótica de Milan. Traducidos del Italiano por encargo de la Real Sociedad aragonesa, Zaragoza, Blas de Miedes, 1783; Memoria [...] sobre la admisión de señoras en la Sociedad, en Archivo de la Real Sociedad Económica Matritense, leg. 73/43, y publicado como Discurso sobre el talento de las mujeres y de su aptitud para el gobierno y otros cargos en que se emplean los hombres, en Memorial Literario, t. VIII, agosto de 1786, págs. 399-430; Oración gratulatoria dirigida a la Junta de Señoras de la Real Sociedad Económica de Madrid, impresa de orden de la misma por D. Antonio Sancha, 1787, publicada en el Memorial Literario, t. XII, diciembre de 1787, págs. 588- 592; Ramillete de escogidos consejos que la mujer debe tener presentes en la vida de matrimonio (atrib. por Palau); Memorias literarias de varios escritores de la corte 1787 (atrib. por Palau); Preludios poéticos, 1788 (atrib. por Palau); Discurso sobre la educación física y moral de las mujeres por ~, Madrid, Benito Cano, 1790 (Madrid, Ediciones Cátedra, 1994); Diario de Mequinez, residencia del emperador de Fez y Marruecos con motivo de la embajada del caballero Stewart en el año 1721, trad. del inglés, s. f. (atrib.); Educación liberal, trad. de Vicésimo Knox, s. f. (atrib.); Aritmética española, s. f. (atrib.).

 

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María Victoria López-Cordón Cortezo