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Pedro de Granada

Biografía

Granada, Pedro de. Cidi Yaḥyā Alnayar. Granada, ¿1435? – Laujar de Andarax (Almería), 1506. Príncipe nazarí y morisco colaboracionista.

Es difícil encontrar personajes que encarnen tan a la perfección los contrastes, la grandeza y la miseria de una época como lo hizo en su andadura vital Pedro de Granada, tronco y origen del principal linaje morisco del reino de Granada. Príncipe nazarí, jefe de una rama enemiga de los sultanes de la Alhambra, Cidi Yaḥyā Alnayar, que ése fue su nombre como fiel musulmán, consiguió a duras penas sobrevivir al trauma de la guerra, al cambio de sistema político y a la instauración de la Granada cristiana. Amargado y decepcionado, como muestra su testamento, pero capaz de sortear los duros avatares bélicos, tanto que su oportunismo, inteligencia y ambición posibilitó que sus descendientes se transformaran en auténticos nobles castellanos, alcanzando la aristocracia en 1643 al convertirse su tataranieto y homónimo en primer marqués de Campotéjar.

Las crisis dinásticas que asolaron al emirato sureño en los siglos XIV y XV cristalizaron en 1432 con la entronización en la Alhambra de un Monarca rival de los nazaríes, Yūsuf IV b. al-Mawl, aliado y cliente de Juan II de Castilla. Aunque no pertenecía a la dinastía por línea masculina, descendía de ellos por su madre, lo que le garantizaba ciertos derechos al trono. Su reinado fue efímero, y a su muerte los derechos de su casa quedaron en manos de su hijo, llamado Abencelín Alnayar por los cristianos, gobernador de Almería.

De él fueron hijos, al parecer, Equivila, mujer del futuro rey El Zagal, y Cidi Yaḥyā Alnayar, quien siguiendo la política endogámica que caracterizó a los últimos soberanos granadinos, casó con su pariente por línea materna Ceti Meriem Bannigas, hija del notable renegado Ridwán Bannigas, hijo de los Venegas, señores de Luque, cautivado en una correría fronteriza.

Instalado, como herencia familiar, en el gobierno de Almería, se conoce mal la vida de Cidi Yaḥyā Alnayar hasta que el estallido de la Guerra de Granada lo coloca de lleno en las crónicas castellanas. Alcaide de Baza por orden de El Zagal, en 1488 se produjo el asedio de la ciudad, obligándole a capitular al año siguiente a fin de evitar una masacre. Consciente de la derrota a que se veía abocado el emirato nazarí, se transformó de inmediato en un leal colaborador de los monarcas españoles, logrando convencer a su Soberano de la necesidad de rendirse ante los vencedores.

Fernando e Isabel, conscientes del poder de Cidi Yaḥyā, se cuidaron mucho en este primer momento de contentarle, a fin de atraerle definitivamente a su bando. Así, pactaron mantenerle en la posesión de todos sus bienes; sin embargo, una vez entregada la ciudad de Granada en enero de 1492, las tornas iban a cambiar. La necesidad de contentar a la nobleza cortesana se impuso, y Cidi Yaḥyā fue despojado de la taha de Marchena, solar alpujarreño de su linaje. A pesar de sus protestas, jamás recobró tan preciado patrimonio.

Muy al contrario de lo que afirmaban los tratadistas de la época, hoy se sabe que Cidi Yaḥyā no se convirtió al cristianismo poco después de la caída del sultanato, sino que permaneció como mudéjar hasta fines de la centuria. A principios del siglo XVII Francisco Bermúdez de Pedraza afirmaba que este personaje “fue cristiano de corazón. Dicen algunos que vio, como el emperador Constantino, una cruz en el aire y que se le apareció San Pedro y le amonestó siguiese su religión cristiana”. Tan evidente falsedad no se sostiene a la luz de los documentos conservados en torno a las mercedes concedidas con motivo de la conversión general de 1500-1501. Tras su paso por la pila bautismal, Cidi Yaḥyā Alnayar pasó a ser llamado Pedro de Granada; su hijo primogénito, sin embargo, se había convertido bastantes años atrás, con el nombre de Alonso Venegas, en lo que quizá pueda ser una estrategia deliberada de mantenerse a caballo de ambas comunidades religiosas.

Como recompensa a su colaboración, numerosas fueron las mercedes que los Reyes Católicos concedieron a Cidi Yayā Alnayar y a su familia, muchas de las cuales tienen un carácter simbólico, como la entrega de ropas a la castellana o el permiso de usar armas. En este sentido, la reina Isabel la Católica le concedió el 21 de febrero de 1503, a él y todos sus descendientes, un escudo de armas adornado “con cinco granadas puestas con corona en un escudo, el campo azul”.

Otras mercedes, por el contrario, encarnaban importantes beneficios, materiales e inmateriales, como el hábito de caballero de Santiago o los oficios de veinticuatro y de alguacil mayor de Granada, cargo este último que traspasó de inmediato a su hijo y heredero Alonso Venegas.

Las medidas conducentes a su castellanización no se quedaron en las mencionadas. Viudo desde hacía bastantes años, tras su conversión los Reyes Católicos le desposaron con Elvira de Sandoval, miembro de uno de los principales linajes de la Monarquía, como nieta del conde de Castro. Pero es que, además, esta Elvira fue hermana de Beatriz de Sandoval, mujer del infante Juan de Granada, hijo del destronado rey Muley Hacén, con lo que se fortalecían las relaciones familiares entre los dos únicos linajes moriscos de sangre real que permanecieron en la Península tras la Guerra de Granada. Precisamente en orden a consolidar los lazos que le situaban a la cabeza de todas las estirpes moriscas del reino de Granada, sus tres hijas sirvieron de peones en un juego de poder espléndidamente diseñado. Así, Brianda casó con el prominente morisco almeriense Diego Avis; Isabel lo hizo con su primo Fernando de Granada, avecindado en Monachil; y María, hija bastarda, casaba con Gonzalo Fernández El Cegrí, caballero de Santiago.

De paso en la localidad alpujarreña de Andarax, don Pedro murió en 1506 otorgando un detallado testamento en el que ordenaba ser enterrado en Granada, en su magnífica capilla de la catedral, merced de los Reyes Católicos, la más notable junto con la que cobija los restos de Hernán Pérez del Pulgar el de las Hazañas, uno de los principales conquistadores del emirato nazarí. Excelsa ironía que sintetiza lo complejo de la sociedad mixta que se iba fraguando en la Granada del siglo XVI.

 

Fuentes y bibl.: Real Academia de la Historia, Colección Salazar y Castro, B-86 (“Origen de la Casa de Granada, señores de Campotéjar”).

A. López de Haro, Nobiliario genealógico de los Reyes y Títulos de España, vol. II, Madrid, Viuda de Fernando Correa de Montenegro, 1622, pág. 107; F. Bermúdez de Pedraza, Historia Eclesiástica de Granada, Granada, 1638 (ed. facs., Granada, Universidad-Editorial Don Quijote, 1985, pág. 154v); J. Durán y Lerchundi, La Toma de Granada y caballeros que concurrieron a ella, vol. II, Madrid, Imprenta y Litografía de los Huérfanos, 1893, págs. 167-217; M. Garrido Atienza, Las Capitulaciones para la entrega de Granada, Granada, 1910 (ed. facs. Granada, Universidad, 1991); Marqués de Laurencín, “Ducado de Cidi Yahya”, en Boletín de la Real Academia de la Historia (BRAH), LXXI, n.º 2 (1917), págs. 68-96; A. Gallego Burín y A. Gámir Sandoval, Los moriscos del Reino de Granada según el Sínodo de Guadix de 1554, Granada, Universidad, 1968, págs. 267-270; M. A. Ladero Quesada, Los mudéjares de Castilla en tiempos de Isabel I, Valladolid, Instituto Isabel la Católica de Historia Eclesiástica, 1969; M. Espinar Moreno y J. Grima Cervantes, “Un personaje almeriense en las crónicas musulmanas y cristianas. El infante Cidi Yahya Alnayar (1435?-1506): su papel en la guerra de Granada”, en Boletín del Instituto de Estudios Almerienses, 7 (1987), págs. 57-83; M. Espinar Moreno y J. Grima Cervantes, “Testamento y muerte de don Pedro de Granada”, en Mayurqa, 22 (1989), págs. 239-254; E. Soria Mesa, “De la conquista a la asimilación. La integración de la aristocracia nazarí en la oligarquía granadina. Siglos XV-XVII”, en Áreas, 14 (1992), págs. 49-64; E. Soria Mesa, “Una versión genealógica del ansia integradora de la elite morisca: el Origen de la Casa de Granada”, en Sharq Al-Andalus. Estudios Mudéjares y Moriscos, 12 (1995), págs. 213-221.

 

Enrique Soria Mesa

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